domingo, 17 de enero de 2010
Los golpistas siembran vientos
Diario Tiempo
Editorial Diario Tiempo, 16 de enero de 2010
Micheletti se irá del gobierno de facto cargado de honores y “pisto”. La hazaña del golpe de Estado militar del 28 de junio/09 le ha redituado, como nunca en Honduras a un usurpador del poder público. Posiblemente en América Latina no se ha dado un caso igual.
En castellano, "pisto" es el jugo que se le saca a la carne de ave para darle sustancioso y suculento nutriente al enfermo. En catracho, “pisto” es dinero. En cierto modo, la analogía es válida, sobre todo si el “pisto” se consigue sacándole el jugo a la política. Aquí entendemos muy bien la metáfora del “cargado de pisto”.
Explicaciones aparte, Micheletti puede exhibir su gran sello personal en cualquier parte del mundo, y de seguro no queda menos ante reyes, mariscales y prelados: Libertador de las Américas, Vicepresidente de la Internacional Liberal, Primer Héroe Nacional del Siglo XXI, Padre de la Patria Vitalicio y Caballero de la Orden Gran Cruz Extraordinaria, Placa de Oro, del Congreso Nacional, con sueldo de por vida y seguridad vitalicia para sí y para su familia, con opción a contratar seguridad privada en cualquier caso pagada por el Estado.
¡Es una lástima que no pueda exhibir el título de Presidente Constitucional de la República de Honduras porque no consiguió ni siquiera ser candidato a la Presidencia de la República, y, por lo tanto, no ha sido acreedor al voto directo, libre y secreto, de la ciudadanía! Puede alegar, sin embargo, que el voto popular en la “democracia” hondureña no tiene la menor importancia porque los políticos, una vez elegidos, no son parte del pueblo sino sirvientes de la élite del poder.
La procedencia de los títulos de Micheletti es, asimismo, impresionante. Los de Vicepresidente de la Internacional y Libertador de las Américas se lo dio la Internacional Liberal por medio de su presidente, el eurodiputado (holandés) Van Baalen. El de Primer Héroe Nacional del Siglo XXI se lo otorgó la Asociación Nacional de Industriales, a través de su presidente Adolfo Facussé, de generales conocidas.
La Diputación Vitalicia –figura que no existe en la organización política hondureña, y, por lo tanto, es inconstitucional– se la adjudicó el Soberano Congreso Nacional, en régimen de facto, lo mismo que la condecoración Gran Cruz Extraordinaria del Congreso Nacional, con lo cual, se supone, este perfecto “demócrata” entra por la puerta grande en la Historia de Honduras y del continente americano.
Toda esa construcción honorífica tiene un inmenso significado político y un incalculable sentido apologético respecto a la realidad hondureña. La crema y nata de la política y de la empresa privada de nuestro país, respaldada por la plutocracia y sus advenedizos, definen así su ideal de sociedad y la encarnación de los valores que la sustentan. O sea, que han encontrado su ídolo y a la vez expresan inequívocamente su visión de país.
Naturalmente, este conjunto de homenajes y privilegios tiene igualmente otra función: la de demostrarle al pueblo hondureño quiénes son los que mandan, los que deciden, los que hacen y deshacen, por encima de las leyes, en este país. Y, en esa perspectiva, tales homenajes y privilegios son, más que burla, abiertas provocaciones. Olvidando, por supuesto, que los que siembran vientos cosechan tempestades.
Editorial Diario Tiempo, 16 de enero de 2010
Micheletti se irá del gobierno de facto cargado de honores y “pisto”. La hazaña del golpe de Estado militar del 28 de junio/09 le ha redituado, como nunca en Honduras a un usurpador del poder público. Posiblemente en América Latina no se ha dado un caso igual.
En castellano, "pisto" es el jugo que se le saca a la carne de ave para darle sustancioso y suculento nutriente al enfermo. En catracho, “pisto” es dinero. En cierto modo, la analogía es válida, sobre todo si el “pisto” se consigue sacándole el jugo a la política. Aquí entendemos muy bien la metáfora del “cargado de pisto”.
Explicaciones aparte, Micheletti puede exhibir su gran sello personal en cualquier parte del mundo, y de seguro no queda menos ante reyes, mariscales y prelados: Libertador de las Américas, Vicepresidente de la Internacional Liberal, Primer Héroe Nacional del Siglo XXI, Padre de la Patria Vitalicio y Caballero de la Orden Gran Cruz Extraordinaria, Placa de Oro, del Congreso Nacional, con sueldo de por vida y seguridad vitalicia para sí y para su familia, con opción a contratar seguridad privada en cualquier caso pagada por el Estado.
¡Es una lástima que no pueda exhibir el título de Presidente Constitucional de la República de Honduras porque no consiguió ni siquiera ser candidato a la Presidencia de la República, y, por lo tanto, no ha sido acreedor al voto directo, libre y secreto, de la ciudadanía! Puede alegar, sin embargo, que el voto popular en la “democracia” hondureña no tiene la menor importancia porque los políticos, una vez elegidos, no son parte del pueblo sino sirvientes de la élite del poder.
La procedencia de los títulos de Micheletti es, asimismo, impresionante. Los de Vicepresidente de la Internacional y Libertador de las Américas se lo dio la Internacional Liberal por medio de su presidente, el eurodiputado (holandés) Van Baalen. El de Primer Héroe Nacional del Siglo XXI se lo otorgó la Asociación Nacional de Industriales, a través de su presidente Adolfo Facussé, de generales conocidas.
La Diputación Vitalicia –figura que no existe en la organización política hondureña, y, por lo tanto, es inconstitucional– se la adjudicó el Soberano Congreso Nacional, en régimen de facto, lo mismo que la condecoración Gran Cruz Extraordinaria del Congreso Nacional, con lo cual, se supone, este perfecto “demócrata” entra por la puerta grande en la Historia de Honduras y del continente americano.
Toda esa construcción honorífica tiene un inmenso significado político y un incalculable sentido apologético respecto a la realidad hondureña. La crema y nata de la política y de la empresa privada de nuestro país, respaldada por la plutocracia y sus advenedizos, definen así su ideal de sociedad y la encarnación de los valores que la sustentan. O sea, que han encontrado su ídolo y a la vez expresan inequívocamente su visión de país.
Naturalmente, este conjunto de homenajes y privilegios tiene igualmente otra función: la de demostrarle al pueblo hondureño quiénes son los que mandan, los que deciden, los que hacen y deshacen, por encima de las leyes, en este país. Y, en esa perspectiva, tales homenajes y privilegios son, más que burla, abiertas provocaciones. Olvidando, por supuesto, que los que siembran vientos cosechan tempestades.
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