Es probable que los políticos tradicionales agrupados en el poder o puestos en la llanura hayan descubierto que la forma más fácil de practicar su oficio sea la palabra divina, sentirse enviados de Dios y portar en su alma el sello gratificante del más allá para iniciar su trabajo y al momento de entregar la autoridad a cualquier sucesor. Tal vez crean en lo que dicen o quieren hacernos creer que su ejemplar santidad es un modelo de vida. La manipulación de las creencias religiosas es arma política utilizada desde siempre en nuestro país y contra ello no existe rechazo de parte de las autoridades eclesiásticas. El partido nacional proclama como novísima ideología al humanismo cristiano. Y esto que Honduras todavía no es un Estado confesional.
Los funcionarios prometen con la mano puesta en la Biblia; el congreso inicia sesiones haciendo invocaciones al Altísimo y los diputados tomados de la mano alzan su vista esperando revelaciones; los partidos políticos han reclutado pastores y sacerdotes sea para ubicarlos como diputados o como funcionarios públicos; del tesoro nacional salen fondos para financiar obispos, purpurados y profetas de última hora. Hay ejemplos en abundancia: cabeza de ajo el 26 de agosto frente a los cancilleres de la OEA: “tenemos fe en el Supremo Creador que no nos va a dejar solos, tenemos fe en Dios que la posición de nuestro país, es simple y sencillamente defendiendo la democracia”; en muchas ocasiones despotricó y afirmó que “sólo Dios lo podía quitar de la presidencia”. Luz Ernestina Mejía el 23 de enero dijo que gorilety “enfrentó la tarea que lo afirma como hombre de bien y le asegura un sitial cimero en la historia nacional”; el jamo todologo, Juan Ramón Martínez: 19 de enero, gorilety “Cambio el discurso violento y confrontativo, por otro más cercano a la fraternidad obligada”. Como penúltimo botón esta joya de rata gorda el 26 de enero en el congreso, después de la tan aburrida y acostumbrada hermenéutica y propedéutica verborrea le dice a Juan Orlando Hernández: “Que Dios lo bendiga señor presidente”. Todos envueltos en sacras palabras y respaldados por los jerarcas de la iglesia “experta en humanidad”, amparados por los que no quisieron ver los muertos y los apaleados por obra y gracia del espíritu santo, perdón, después del golpe de estado. La totalidad de esas súplicas religiosas son difundidas ampliamente por distintos medios de comunicación. Y esto no es casual. Lo mismo ocurre con las ideas sobre la supuesta necesidad natural del Estado, la delegación de poderes, la eternidad de la ley, el valor absoluto de la democracia y del proceso electoral como su expresión más perfecta. Se trata de forjar en la conciencia nociones y categorías que se utilizan también para defender un sistema.
Sin pretender una revisión del papel de la religión y de la ideología en boca de los políticos se puede asegurar que, con todo y que muchos de ellos se muestren culturalmente ignorantes, saben cuál es la importancia de las creencias y su impacto en la conciencia popular. Por lo menos en los sectores más afectados por la mala cobertura de la educación o por no haber podido participar en los movimientos sociales.
Debido al relativo avance de nuestra sociedad se nota la importancia de los sistemas de comunicación de masas. Ello ha estimulado a que la publicidad, la propaganda, las técnicas de difusión y otros instrumentos de mercadeo impongan codificaciones del mundo y formen un modelo cultural con normas, símbolos, valores y códigos de conducta de gran ascendencia social. La cultura es el centro normativo-simbólico de cada sociedad. La interiorización que los miembros de una cultura especifica hacen de sus medios de status y roles procede de la socialización e integración de los valores del modelo cultural. En última instancia, lo que los individuos interiorizan son unas clasificaciones en las que subyacen factores de todo tipo y que van desde normas y símbolos hasta motivaciones e intereses ajenos a los del mismo sujeto y que provienen de los grupos que dominan las estructuras de poder y control colectivos. Los medios de comunicación masiva afectan directamente la formación de las nociones del mundo y las capacidades intelectuales con unos ordenamientos y valores determinados en los que la publicidad y la propaganda tienen un lugar sobresaliente. En este espacio es que la conciencia se convierte en una mercancía más y se logra que el consumidor se adapte al mecanismo del mercado con la ayuda de métodos y técnicas psicosociológicas con las que actúa de un modo preciso. Aquí la opinión pública se transforma en una importante fuerza política. La organización de la industria de la cultura y de la opinión pública se encargará de dirigir los criterios de las masas. El control de los medios y la construcción de la cultura popular es una tarea central en la refundación del país.
Esos medios y los procedimientos que se utilizan para perpetuar un orden injusto, esa repetición de mentiras y el uso de expresiones religiosas, son una de tantas muestras del agotamiento de un sistema pero también expresan cómo surgen movimientos sociales que oxigenan la vida pública y se convierten en estandartes de nuevas luchas por la transformación social. La incesante pérdida de contenido de las instituciones estatales y de la democracia a la hondureña, construida por cachurecos, colorados y empresarios por igual, han instalado como protocolos formales sin significado a los procedimientos electorales y al manejo de las instituciones. Estas imperfecciones pueden verse en la gran distancia que hay entre las promesas políticas y las posibilidades de los discursos, sobre todo con la experiencia padecida con la dictadura de cabeza de ajo. Siguen simulando que no les ha importado la lucha de la Resistencia y, con la continuidad del golpe de estado en la persona de Pepe Lobo, los poderes seguirán concentrándose en el ejecutivo y continuará persistiendo la democracia convertida en simple procedimiento para elegir cuál sector de los grupos dominantes se encargará de gobernar.
26 de enero de 2010
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