sábado, 25 de septiembre de 2021

Pasó el Bicentenario, ahora las elecciones


Defensores en Línea

Una imagen que en parte resume la conexión entre el pasado 15 de septiembre y la última semana de noviembre próximo fue construida por el periodista Renato Álvarez, director de los espacios de opinión de canal 5.

Dirigiéndose al impostor presidente Hernández, el periodista Álvarez le dijo al señor de las guaras que no se entrometa en el proceso electoral, porque él ya se labró su futuro.

En la fiesta del bicentenario, la cúpula de Hernández repartía bolsas y churros electorales dentro del estadio del dictador Carías y pronunciaba discursos turísticos favorables a su administración ilegal.

Sin decirlo expresamente, Renato Álvarez advertía que esas acciones reafirman un destino excesivamente conocido por el pueblo de Honduras: la opinión generalizada que el liderazgo de Hernández es inútil, malquerido y que no termina bien.

El nombre de Hernández está en cuestionamiento público desde el comienzo de su irrupción al poder, y figura en documentos oficiales de al menos dos cortes federales en Estados Unidos, que juzgan a varios capos del mundo del hampa incluido su hermano Tonny h.

En los pasillos de la campaña electoral, sin embargo, los asesores políticos insisten en desteñir el perfil del candidato del partido nacional, Tito Asfura, e inducen la imagen del continuista como fantasma sobre las urnas de noviembre.

Aparte de esa referencia honorable del citado periodista, otra imagen que circula es un escudo nacional del artista David Soto, quien resume el discurso alternativo del bicentenario en forma ácida a través de un traso a pulso.

El escudo nacional aparece con los cuernos de la abundancia mutilados, la leyenda principal en grandes caracteres dedicada a las zonas de desempleo y una base amplia formada de cráneos humanos y cruces. Al pie del óvalo, dos fusiles de la fuerza armada dictatorial están entrecruzados en representación de ese poder que sostiene la destrucción nacional.

La imagen de Soto es tendencia en facebook, ocupa el perfil de numerosos usuarios conocidos de esa red social, y cumple la función de reforzar el mensaje editorial de las organizaciones sociales expresado en el desfile popular del 15 de septiembre.

“Honduras no tiene nada que celebrar, pero tiene mucho que luchar” para recuperar los símbolos patrios destruidos por este modelo económico, político y militar que aleja a Honduras de las tendencias mundiales de todos sus vecinos en la región. De todos.

Y es que seriamente hablando, la conmemoración oficial del bicentenario en Honduras fue la más cavernaria de todas las que vimos en Centroamérica. Lejos de manifestaciones artísticas independientes y creativas o de discursos históricos, serios, hubo una exhibición de fuerzas militares mensajeras del autoritarismo, el militarismo y el armamentismo.

En medio de esos ejercicios violentos, el jefe de la casa Presidencial donde falta un presidente se auto-elogió por algunos supuestos golpes a los transportadores de cocaína y a los productores de hoja de coca en el territorio nacional.

Casi como una reacción inmediata, llegada desde Estados Unidos, una declaración oficial felicitaba al país por sus 200 años de colonialismo imperial y una revelación brutal en simultáneo: Honduras está en la lista sucia de países transportadores y productores de drogas que ponen en peligro la seguridad interior de norteamérica. Un golpe con palo de guayabo a ese discurso mentiroso del estadio nacional.

De modo que toda esa demostración de fuerza militar contrastada con la condena popular a la venta del territorio solamente permanece en el ambiente como una imagen del pasado, una estampa que simboliza los peores momentos vividos por la Patria en sus 200 años.

Como expresó la coordinadora del Cofadeh, Berta Oliva, “cuando la patria está herida y las condiciones no han cambiado, lo que nos queda es el deber de la memoria; es decir, asumir la responsabilidad de comparar, de desmontar y de crear para volver a soñar”.


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