lunes, 1 de marzo de 2021

Elecciones primarias en un estado drogado


Defensores en Línea

Las próximas elecciones primarias de liberales, libres y cachurecos no son un evento cualquiera en las circunstancias actuales: sin reforma electoral, sin confianza en la cedulación y sin consenso en el tribunal electoral.

En las circunstancias generales del país, sin transparencia, con instituciones uniformadas al crimen organizado y corruptas, ese evento está en riesgo. Pero ninguno de los tres partidos políticos puede pedir al resto de la población que no se meta en la discusión.

Una elección primaria no es un asunto interno de los partidos políticos, es un asunto de Estado y Sociedad del cual dependen la democracia institucional, ya sea para fortificar o para terminar entregándose al crimen organizado.

¡Cómo si el pueblo no supiera que de ese evento del 14 de marzo próximo saldrá la lista de personas que van a nombrar a los integrantes de otros poderes del Estado, empezando por los tales magistrados azules y colorados!

¡Cómo si no supiéramos que una manada de 70 por ciento de alcaldes inútiles de esos partidos va en reelección y que el impostor mayor del ejecutivo insiste todavía en sembrar la duda!

Las elecciones primarias ocurren en un país con las siguientes características. Honduras es el trampolín del atlántico al pacífico asignado por el comercio internacional de drogas, armas, dinero y esclavos, lo que ha socavado absolutamente las bases de su sociedad.

Las ganancias de ese sucio papel son repartidas entre la mafia institucional estadounidense, que opera directamente a través de sus agencias estatales, y unos vasallos “yes men” de la ruta sur local.

La élite política, económica, militar y religiosa violenta que organizó y ejecutó el golpe de Estado de 2009 para abrir las puertas al crimen organizado acumuló todo el poder sobre todos los poderes, incluyendo el soberano. Para lograrlo, realizó elecciones fraudulentas avaladas por la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá.

Esa alianza de Estados racistas, colonizadores y súbditos de la política exterior norteamericana no construyó un Estado seguro, de paz, de democracia ni benefactor ni liberal ni neoliberal. Honduras fue convertido en un Estado drogado.

En los últimos 12 años, el Congreso Nacional ni delibera ni legisla, es una maquila de decretos que pasan directamente de la fábrica a la imprenta nacional, para lavar las operaciones del cartel oficial con sello de discutido y aprobado.

La Corte Suprema de Justicia: ni es oral ni pública, ni juzga ni condena, simplemente lincha a los defensores de la vida, premia a los criminales con poder y opera-lava la legalidad de la dictadura. Un poder de venganza que envía a sus casas a los delincuentes pandoros y mantiene en prisión a los líderes sociales, héroes del pueblo.

El Ejecutivo se convirtió en una manada perseguida por cortes externas, pero mientras sus miembros son cazados por los amos, los tahures operan los grandes negocios en nombre de Honduras. En la práctica, esta es una máquina electoral paralela, la más grande vergüenza de legitimidad social jamás sufrida por la figura presidencial.

En cuanto al Poder Soberano, sus bases están empobrecidas, huyendo en caravanas, obligadas a la mendicidad de bolsas de comida temporal, enfermas, y abatidas por las armas de esas estructuras oficiales que facilitan el crimen organizado en tierra, aire y mar.

Este es el panorama institucional real, el percibido y el resentido, el que todo el mundo conoce y deja avanzar en medio del jolgorio electoral.

Pero los Estados, las ligas de Naciones y la malformada Comunidad Internacional de Europa y América, decidieron por este modelo en 2009, lo ratificaron en 2013 y lo sellaron en 2017. Ellos son los responsables.

Esos mismos actores, cuando sólo escombros queden de una sociedad activa y resistente como ha sido la hondureña, tendrán aún la osadía de preguntar dónde está la sociedad civil, ¿dónde está el pueblo, ¿qué pasa con las organizaciones ciudadanas y qué podemos hacer para superar esta crisis? ¡Canallas!

Nosotras, ahora mismo, ¿nos preguntamos a quién le estamos hablando? ¿Quién realmente escucha un llamado de conciencia para actuar y cambiar la violencia institucional que masacra la vida en Honduras?

El país está drogado por los narcos y por los dictadores. Y no tiene muchas fuerzas para seguir en este ambiente tribal. Quizás ello sea una ventaja para su modelo criminal, pero quizás sea también un peligro para su supervivencia.

Las próximas semanas no serán fáciles, otra vez se mezclará la pasión sin la razón, y la lucha de clases tensará la cuerda. Estemos preparadas para defender a las víctimas.


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