Rebelión
Por Sergio Ferrari
Escultura simbólica en la puerta de las Naciones Unidas foto ONU
Cada año se fabrican en el mundo 12.000 millones de balas. Suficientes como para matar a toda la población terrestre. Las Naciones Unidas calculan que circulan en el mundo mil millones de armas cortas, utilizadas en el 50% de todas las muertes violentas -en el quinquenio 2010-2015-, que significa unas 200 mil víctimas anuales. Las balas matan tanto como el hambre y las pandemias. Aunque las víctimas de los conflictos se diluyen, muchas veces, en estadísticas, y solo ocupan, muy de vez en cuando, las tapas de los diarios.
El comercio de armas sigue creciendo a ritmo acelerado. El 70 % de las ventas están en manos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido.
En pocos días, el domingo 29 de noviembre, el electorado suizo se pronunciará en las urnas sobre una Iniciativa Popular contra la industria armamentística. Cada día suenan más fuertes las voces críticas de la sociedad civil del norte ante la doble moral de los países ricos. Quienes, al mismo tiempo que firman tratados de control del comercio mundial de material bélico y acuerdos de desarme, siguen lucrando con las guerras y conflictos.
Industria de la muerte en expansión
El volumen de transferencias de las principales armas entre el 2015 y el 2019 fue un 5.5% mayor que en el quinquenio anterior. Y un 20% superior al del periodo 2005-2009. Los principales exportadores: Estados Unidos, Rusia, Francia. Alemania y China. Y los importadores más activos Arabia Saudita, India, Egipto, Australia y China.
En el último lustro, el aumento más significativo de las ventas fue hacia al Oriente Medio (61%) y hacia Europa (3.2%), subraya el último informe del Instituto Internacional de Investigación de Paz de Estocolmo (SIPRI, según sus siglas en inglés), publicado en el primer semestre del 2020. (https://www.sipri.org/sites/default/files/2020-03/fs_2003_at_2019.pdf).
Las razones son diversas según los autores del estudio: los conflictos en Medio Oriente; la modernización de equipamientos militares que no está relacionada con los conflictos inmediatos; así como la voluntad de la defensa en el mundo entero.
La publicación destaca también que Estados Unidos y Francia se encuentran entre los países que más aumentaron sus exportaciones de material bélico. Además de liderar la venta de armamento mundial, el país norteamericano incrementó un 23% su comercio. Francia, por su parte, vendió un 72% más que hace cinco años.
Esta tendencia creciente no es nueva: desde hace dos décadas el comercio de armas no deja de engrosarse, igual que el gasto de defensa en numerosos países. Según el SIPRI, el gasto militar mundial en 2017 representó 1.74 billones de dólares, la cifra más alta desde el final de la Guerra Fría.
En el continente europeo, Francia -3er exportador de armas a nivel mundial- vendió entre el 2015 y el 2019 el 7,9% de todo el armamento a nivel planetario. Los principales receptores de sus productos fueron Egipto, Qatar e India, que priorizan sobre todo los aviones de combate Rafale, que representan un cuarto de las exportaciones galas. Francia concibe la industria armamentística como una base necesaria de su autonomía estratégica y política. Sin embargo, la demanda interna es insuficiente (…) por eso promueve la exportación de armas con vigor, señala uno de los expertos que participaron en la elaboración del informe SIPRI.
Actualmente, Arabia Saudita importa el 12% de las armas del mundo, el porcentaje más elevado a escala internacional. En 2019, Amnistía Internacional exigió públicamente un parate de las ventas militares a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) dada su implicación en el conflicto en Yemen. Demanda que no fue considerada por los exportadores: varios países, entre ellos, Francia, España y Estados Unidos, mantienen inalterable el comercio con el país saudita.
Con respecto a América Latina, los dos principales importadores de material militar del continente son Brasil (puesto 34 en la escala mundial) y México (36). Brasil prioriza materiales provenientes de Francia, Estados Unidos y Reino Unido. El país azteca, pone el acento en las compras a Estados Unidos, España y Francia en ese orden de prioridad. Cada uno consume el 0.6% del total de las importaciones mundiales.
Voces ciudadanas críticas
En el primer semestre del año en curso las empresas suizas exportaron material bélico por algo más de 500 millones de francos -unos 550 millones de dólares estadounidenses. Casi el doble que en el mismo periodo del 2019. Las ventas van a 55 países. El principal destino es Indonesia que en el primer medio año del 2020 desembolsó 110 millones de francos. Comprador *distinguido* en el continente africano, Botsuana, que adquirió vehículos acorazados por 64 millones de francos.
El último informe del SIPRI ubica a Suiza en el puesto 13 entre los exportadores mundiales de armamento con un 0.9% del total de las ventas. A pesar de su pequeñez geográfica y poblacional, se ubica, en este sector, por delante de potencias como Canadá y apenas detrás de muchas de las grandes naciones europeas, por ejemplo, Italia, que ocupa el 9no puesto.
En su edición del 18 de noviembre el cotidiano helvético Le Courrier titulaba “Las armas suizas también matan”. El mismo retoma la indignación del Grupo por una Suiza sin ejército (GSsA, según sus siglas en francés) dado que Bangladesh, Indonesia y Brasil se encuentren entre los principales compradores de armas helvéticas en los dos últimos años. Las tres naciones conocidas por problemas repetidos en el respeto de los derechos humanos. Y cita a la ONG suiza Terre des Hommes, activa en Brasil, quien a fines de octubre había expresado su inquietud por el destino de las armas exportadas al gigante sudamericano. “La política represiva de Jair Bolsonaro a nivel de orden público alimenta la violencia armada y de parte de la policía en las favelas…Existe un alto riesgo que las armas vendidas a las fuerzas de seguridad sean utilizadas contra la población civil”, expresaba uno de sus portavoces. Recordando que en el año 2019, policías brasileros fueron responsables de 6357 muertes.
Un artículo de swissinfo.ch (la antigua Radio Suiza Internacional) titulaba en febrero de este año: ¿Cómo llegan las armas suizas a las zonas de conflicto? Afirmaba que “las exportaciones autorizadas de armas también fueron a parar a países como Pakistán, Israel y otros territorios de Oriente Medio” … (así como) a países involucrados en la guerra de Yemen, incluyendo Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Enfatizando que existe preocupación dado que las exportaciones suizas de armas a países involucrados en conflictos internos o externos están aumentando. “También hay informes que señalan que, aunque esté prohibido, armamento helvético ha estado llegando a países como Siria, Libia y Yemen”.
Las exportaciones de armas y material bélico suizos acaparan, desde años, numerosas críticas. Dos iniciativas populares han puesto a la industria armamentista suiza en la mira. Una de ellas, “Por una prohibición del financiamiento a los productores de materiales bélicos” será votada el próximo domingo 29 de noviembre. La misma pretende poner fin a las inversiones helvéticas en este ramo. Su objetivo es que el Banco Nacional Suizo, las cajas de pensiones y los fondos privados de previsión no puedan invertir en empresas que obtengan más del 5% de su volumen de ventas a partir de fabricación de material de guerra. (https://www.admin.ch/gov/fr/accueil/documentation/votations/20201129/initiative-populaire-pour-une-interdiction-du-financement-des-producteurs-de-materiel-de-guerre.html).
Los promotores de esta propuesta son el Grupo por una Suiza sin ejército y sectores progresistas -Verdes, socialistas, izquierda extraparlamentaria etc. Para ellos, en tanto nación neutra, la Confederación Helvética “debe renunciar a obtener beneficios de las víctimas de guerra”.
Aunque las encuestas no le dan chances de triunfo, esta Iniciativa Popular logró en los últimos meses avivar el debate sobre el tema en una coyuntura en el que el Gobierno -con el respaldo justo del 50.1% de la ciudadanía en las urnas el pasado 27 de septiembre- va a renovar su flota de aviones de combate por un monto de 6.000 millones de francos. Temática muy contestada por el 49.9% de los votantes que disiente con esta tendencia militarista.
Otra iniciativa, todavía sin fecha para su votación, y que tendría mayor posibilidad de triunfo, propone impedir la venta de armamento y equipos a países en guerra civil o que violen de forma grave los derechos humanos.
En los papeles, teóricamente regulado
Una parte importante de este negocio mundial de material bélico se da a pesar de los esfuerzos formales de la comunidad internacional por regularlo. El 24 de diciembre de 2014 las Naciones Unidas aprobó el Tratado sobre el Comercio de Armas (https://unoda-web.s3-accelerate.amazonaws.com/wp-content/uploads/2013/06/Espa%C3%B1ol1.pdf) que busca “establecer normas internacionales comunes lo más estrictas posible para regular o mejorar … el comercio internacional de armas convencionales”. El documento que no fue ratificado por algunas de las principales potencias mundiales busca prevenir y eliminar el tráfico ilícito de armas convencionales, así como su desvío. En la perspectiva, como dice el texto, de “contribuir a la paz, la seguridad y la estabilidad en el ámbito regional e internacional y reducir el sufrimiento humano”.
El cumplimiento del Tratado implicaría que antes de que se produzca una transferencia de armas, el Gobierno proveedor debe evaluar los riesgos asociados a la transacción conforme a estrictos criterios como, por ejemplo, si las armas pueden utilizarse en crímenes de guerra o violaciones de los derechos humanos. Si existe un riesgo sustancial de que esto ocurra, el vendedor no debería autorizar la transferencia.
Entre los dichos y los hechos existe un largo trecho dominado por la propia industria bélica mundial, muy insertada en las esferas del poder en la mayor parte de las naciones más enriquecidas del planeta. Éstas zigzaguean continuamente entre el derecho internacional, la intervención militar directa o la comercialización de armas y municiones, las que en manos locales terminan siempre haciendo estragos incalculables.
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