viernes, 22 de noviembre de 2013

Los números no mienten



Por Hugo Noé Pino

Las campañas electorales son el momento oportuno para que los candidatos y candidatas presenten sus propuestas de cómo resolver los problemas de un país. Se supone que en este marco los electores tendrán la oportunidad de contrastar los diferentes diagnósticos sobre el origen de nuestros males, así como también valorar las diversas políticas encaminadas a solucionarlos.

Sin embargo, la mercadotecnia política moderna se refiere, en parte, a que lo importante es infundir temor en la población a fin de suscitar el miedo, apelando así al sentimiento de las personas, más que a la razón. Porque la razón induce al votante a conocer la realidad en que se encuentra, valorarla  y estudiar las alternativas de políticas que se le ofrecen.

Al querer obscurecer esa realidad se vuelve al trillado expediente de “lo que heredamos”, como si en la campaña de hace cuatro años no se hubiese prometido hasta la saciedad que eran la alternativa para resolver estos problemas. Dicho argumento puede tener algún sentido de razón el primer año y medio por la inveterada costumbre de nuestros partidos tradicionales de no estar preparados para gobernar, pero no después de cuatro años de estar en el gobierno.

Por eso la expresión del candidato nacionalista Juan Orlando Hernández, de que heredamos el país con los índices más alto de criminalidad, además de que no es cierto -en 2008 se tenía un índice de homicidios de 57.9 por cada 100,000 habitantes, mientras ahora se tiene 85.5-, llama a la pregunta ¿qué han hecho para disminuir ese índice que recibieron durante estos cuatro años y cómo explican que se haya incrementado tanto?

En materia de crecimiento económico, el período de mayores tasas que el  país ha tenido en mucho tiempo se alcanzó entre 2004 y 2008 con promedios cercanos al 6% que ayudaron a disminuir desempleo y pobreza. Mientras en los últimos cuatro años lo que se ha observado es un magro crecimiento promedio de 3.3%. Se puede señalar que parte de ello se debe a la crisis internacional y  al golpe de Estado, ¿pero qué plan anti-crisis que fomente la producción y el empleo ha desarrollado el presente  gobierno?  Ninguno. Al contrario, con los aumentos en el déficit fiscal han estado contribuyendo a crear mayor inestabilidad económica. Y en cuanto al golpe de Estado, ¿no fue el Partido Nacional el más activo y entusiasta en apoyarlo dentro y fuera del Congreso Nacional?

El deterioro acelerado en materia fiscal muestra cómo se ha pasado en los últimos tres años de un déficit del gobierno central de 4.6% en 2011 a 6% en 2012, con una proyección de no menos de 8% para el 2013. Sin embargo durante la presidencia de Manuel Zelaya 

(2006-2008) se registraron menores déficits fiscales (2.4% en 2008) y las recaudaciones de tributos  crecieron hasta en un 20% anual sin necesidad de nuevas o mayores cargas tributarias.

En concepto de deuda total, el presidente Zelaya recibió el país con una deuda total equivalente a 4,734 millones de dólares (4,368 millones en deuda externa y 366 millones en interna). A junio de 2009, fecha del golpe, el saldo de la deuda total era 3,105 millones de dólares (2,380 deuda externa y 725 millones deuda  interna), reducción alcanzada, en parte, por el logro de condonación de deuda del BID en 2007. En pocas palabras, el gobierno nacionalista en sus cuatro años habría endeudado al país en cerca de 5,000 millones de dólares, o sea más de 100,000 millones de lempiras. No parece que esto sea “heredado”.

En relación al índice de Competitividad se pasó de la posición 96 en el 2005 a la posición 82 (una mejoría de 14 lugares) en el 2008, mientras que en el 2013 estamos en la posición 111 (un retroceso de 21 posiciones). Los fondos de donación de la Cuenta del Milenio fueron ejecutados con las más altas calificaciones, mientras en el actual gobierno fueron suspendidos. El World Economic Forum ubicó a Honduras en el 2013 en la posición 148 (de un total de 148 países evaluados) en el costo del crimen para los negocios, el más alto del mundo; asimismo en la posición 146 en crimen organizado y en la 142 en la confianza en la policía, entre otros.

A esto habría que agregar el aumento en la concentración del ingreso en los últimos años, el profundo deterioro institucional de país, las concesiones amañadas de bienes del pueblo hondureño con poca transparencia, el uso de los recursos públicos para campañas políticas, y la corrupción en general.

Podríamos utilizar muchos más indicadores sobre la situación actual de Honduras en comparación a junio de 2008 y tendríamos la misma tendencia. Así que los números no mienten, más bien nos señalan, con toda claridad, cuál es el camino bueno, distinguiéndolo del malo.

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