jueves, 21 de noviembre de 2013

El Sueño de Honduras LibRe, para la Embajadora Kubiske



Por Rodolfo Pastor Fasquelle

Intriga ver que está tan preocupada como dicen estar los senadores allá en Washington. En un mensaje de graduación trasmitido por Campus televisión, la Embajadora Lisa Kubiske les preguntaba ayer a los estudiantes de la universidad privada de mi ciudad, ¿Qué clase de Honduras les gustaría ver? Y les pedía que votaran consecuentemente. Me he sentido aludido con un exordio tan pertinente.

Estos jóvenes (a quienes como a Ud, Lisa les gustaría ver evolucionados en ciudadanos críticos, responsables y solidarios, empresarios y empleados y funcionarios honestos y productivos) están empezando sus vidas profesionales y tienen tiempo para ver muchos cambios. Yo en cambio ya estoy entrando impaciente a la tercera edad. Ya no tengo tiempo y aguante para más golpes y otras infamias y le confieso que, en primer lugar me gustaría, que sueño con y necesito ver ya una Honduras Libre de tanta miseria, de tanta injusticia y violencia nacida de estas estructuras de iniquidad. Libre de tanta enfermedad y de tanto egoísmo, de tanta ignorancia, superstición, fanatismo y mala pasión.

Y entiendo que eso solo será posible cuando el país se libere de la tiranía de sus dominadores, de los grupos fácticos que presionan constantemente para obtener ventajas y beneficios y del hegemón.

Por eso me gustaría también ver una Honduras más democrática, Embajadora, con una democracia genuina, en que participemos todos en la fundación de un estado de derecho. ¿No cree? En que no nos corresponda únicamente elegir entre tres partidos que ofrecen planillas nacionales, si no además como eligen, allá en su tierra, a los jueces de los distritos y a los comisarios de la policía municipal que es la buena, la que encuentra el ciudadano en la calle todos los días y esta sujeta a la ciudadanía de su jurisdicción, y como eligen allá si les gusta o no una propuesta de ley.

Luego me gustaría mucho ver reforestada de nuevo, a Honduras, recuperada la belleza natural que yo todavía alcance a conocer de niño y la inocencia y que se han perdido en esta loca carrera de desarrollo dicen, con la contaminación de las aguas, el ruido y la publicidad ubicua, con la basura plástica y metálica, por la destrucción del paisaje que hace la minería a cielo abierto y la del alma del hondureño, por la basura enlatada en la televisión. Con todo el respeto que Ud. merece, sepa disculparme.

Me gustaría ver una Honduras amiga de EUA y libre al mismo tiempo para tener amigos alrededor del mundo, aunque no comulguemos con su ideología o su religión, con su forma de ser o de organizarse, aunque tengamos culturas diferentes.

Me encantaría ver una Honduras menos obsequiosa, más digna y respetada por sus vecinos y frente a cualquier extranjero. LibRe de todo tipo de amenaza y coacción externa, de injerencias e interferencias indebidas. ¡Ah! Embajadora una Honduras Libre de las imposiciones que se nos quiere hacer a la vera de los tratados comerciales, que amenazan a nuestro patrimonio, nuestra seguridad alimentaria y nos someten a extorsiones.

Una Honduras libre del complejo de que solo podemos sobrevivir a la sombra del Imperio que tanto daño ha hecho en estas latitudes, que nos ha empujado a guerras y nos ha puesto a pelear entre hermanos. Y que viene aquí -a contrapelo de lo que declara allá- a tomar partido por sus incondicionales, a pedir asilo para sus sicarios y terroristas. Y a defender los intereses de los barones del petróleo y de las minas. Una patria libre, Señora, de la militarización que impulsa su gobierno, de esa cultura de la muerte que nos trajo desde los ochentas. Libre de las conspiraciones de Reich y Carmona, de los aparatos de inteligencia encubiertos y del Southcom.

Porque cuando hubiera visto lo anterior Embajadora, entonces, podré ver también una Honduras orgullosa de si misma. De la que estarán orgullosos sus hijos, amada como patria y Libre tanto de los reclamos amargos de quienes se han ido por la fuerza de la necesidad, y no pueden evitar los resentimientos, así como de la imprecación de los que aquí se consumen sin esperanza. Me gustaría ver entonces una Honduras cultivada, Libre para rescatar su memoria, para crear su propio arte y leyenda, para incubar su propio sueño, una Honduras que se cuente a si misma, que se cante a si misma como se cantaba Walt y como la cantaba el tío Alfonso. Una Honduras que practique las artes y ame la ciencia.

Ya que no pude vivir en ella, por tantas causas como quedan arriba aludidas, me gustaría Embajadora ver aquí, antes de morir, una nación soberana de gente Libre. Y trabajaré y votaré para eso.

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