lunes, 7 de enero de 2013

Reto de 2013


Diario Tiempo

Para los hondureños 2013, antes que perspectiva de cambio, es un angustioso reto. El cóctel del nuevo año está hecho de elementos adversos con muy pocos —raros, diremos—ingredientes favorables. Más que de cóctel, se trata de un brebaje.

Son varios los ingredientes del brebaje, vale decir el trago amargo que habremos de tomar, quiérase o no. El reto de 2013 es aliviar la pócima, para lo cual se necesita mucha inteligencia, determinación, responsabilidad, entrega a Honduras… y la ayuda de la providencia, del buen Dios.

De primera cuenta, debemos hacernos cargo de que en Honduras, a partir de la segunda mitad de 2009, se estableció un régimen anómalo de perversión constitucional. La característica principal de ese régimen es la inseguridad jurídica in extremis, o sea un régimen de “golpe de Estado constitucional”, como se le adjetiva mundialmente.

Las consecuencias deletéreas —para nuestro país y para los hondureños— de ese régimen son, en verdad, incalculables, algunas de ellas poco visibles para el común de las gentes por falta de conocimiento e información. Pero, en conjunto, se materializan en la quiebra económica del país, en el fracaso en la articulación de una política de Estado funcional —coherente con el interés colectivo—, en el hundimiento administrativo y fiscal y en la caída en picada de la intermediación política tradicional.

Bajo tales circunstancias, 2013 comienza, para nosotros los hondureños, con la exacerbación de la crisis dentro de la crisis institucional, lo cual confirma la persistencia del régimen de “golpe de Estado constitucional”. La Corte Suprema de Justicia, como tal, no existe. Ergo, no hay Estado de Derecho. Tampoco parece haber solución, en este caso verdaderamente constitucional, porque el tipo de régimen establecido no lo permite, en tanto se creó para afincar la inconstitucionalidad.

El desorden administrativo y fiscal, casi sin analogía histórica, ha conducido a la presentación, por parte del gobierno, de un presupuesto imposible de financiar, con un aumento de 20 mil millones de lempiras en relación con el de 2012 y con un déficit a la vista de por lo menos 31 mil millones de lempiras, toda vez si la recaudación tributaria alcanzara la dudosa meta programada. El financiamiento con los llamados “bonos soberanos”, para aplicación presupuestaria, condenaría al país a la voracidad inmisericorde del financiamiento aventurero internacional.

Lo que se perfila, entonces, es la devaluación acelerada, el incremento explosivo del desempleo, con más de 15 mil empleados públicos que muy pronto estarán en la calle. En la calle protestando, exigiendo, ensanchando el radio de la violencia y de la peor expresión de ésta, la pobreza extrema. Asimismo, un incremento tributario y la creación de nuevos impuestos se reservarían a la clase media.

La economía, según las cifras alegres del Banco Central de Honduras, se presume que crecerá en 3,5 por ciento este año, pero el cuadro previsible no apunta hacia allí. Aunque así fuera, se necesitaría un crecimiento económico de por lo menos 7 por ciento para ver la luz, para decirlo en habla popular.

El panorama electoral, de cara a noviembre, tampoco es plausible, por lo menos si se le mira con ojos tradicionales. En el más amable de los casos, podríamos suponer, en gracia a un moderado optimismo, que se presenta una gran incógnita: la de si el pueblo hondureño, el electorado, escogerá una ruta de cambio, quizás salvadora, quizás orientada a la búsqueda de la nueva era catracha.

Así, a grandes rasgos, colegimos el gran reto de 2013. Ojalá lo enfrentemos con sabiduría y compromiso con la Patria, lo cual serviría a la construcción de un Feliz y Venturoso Año Nuevo.


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