miércoles, 3 de octubre de 2012

¿Usted quiere que yo le dé mi voto?




Por Débora Ramos Ventura

Usted quiere que yo le dé mi voto, mi voto que es mi palabra, mi voto que es mi opinión, mi voto que es mi derecho ciudadano, mi voto que es la esencia de mi dignidad, mi voto que hará que usted hable por mí, mi voto que construye la democracia, mi voto que es libertad. ¿Usted se da cuenta del valor que tiene mi voto? ¿Usted sabe lo que me está pidiendo? Me está pidiendo que ponga en sus manos mi vida y la de todos mis hermanos, porque eso vale mi voto.

Me dice muchas cosas y entre esas muchas no me dice nada. Usted dice que quiere hacer algo por mí, pero usted no puede hacer nada por mí, porque no me ama, porque para amarme tiene que ser mi hermano, mi amigo o mi padre o mi madre y usted no es ni mi hermano, ni mi amigo, ni mi padre, ni mi madre; porque con mi hermano, mi amigo y mi padre y mi madre comparto el pan de cada día, la alegría, las penas, la palabra que llena el espíritu, los surcos, la siembra y los sueños de una mejor cosecha y de un mejor mañana.

Usted quiere que yo le dé mi voto, pero usted y yo no compartimos nada. Usted es un extraño. Nunca nos hemos dormido mirando las mismas estrellas, ni hemos rezado las mismas plegarias… Usted tiene un Dios que con dinero le disculpa sus faltas, yo tengo un Dios que comparte el dolor, la alegría y la esperanza: es ese Dios que nos dio a su hijo proletario y que nace y resucita en albor y en ocaso.

¿Cómo quiere que yo le dé mi voto? Si yo he caminado en esas calles en mis luchas con mi puño en alto y no he visto su mano. Yo he caído y no ha sido su mano la que está presta a levantarme. He estado con sed y mi sed no la ha calmado su agua; he estado enfermo y su presencia no estuvo frente a mi cama. Usted ha servido sus banquetes y yo nunca he sido invitado. ¿Se da cuenta? Para mí, usted es un extraño.

A usted que me pide el voto, le quiero preguntar: ¿Dónde estaba cuando mis hermanos fueron vilmente asesinados, cuando a mi hermana la violaron mientras caminaba a defender la patria; cuando hombres, mujeres y niños y niñas, ancianos y ancianas fueron encarcelados, cuando la juventud fue tragada por una bala? ¿Dónde estaba cuando mi país era una lágrima?

¿Cómo quiere que yo le dé mi voto? Si por años los suyos han exprimido el aliento de mis hermanos a pausas, matándolos por hambre con sueldos miserables. Usted, señor azul, verde, amarillo o rojo, quizás arco iris transformado; usted, señor, no sabe lo que es compartir el pan de cada día, porque usted sabe de capital y poder, pero no de hermandad solidaria. Usted, señor que ha pedido mi voto, créame que su traje de camaleón hoy se lo conozco. Y como usted no es mi madre, ni mi padre, ni mi hermano, ni mi amigo y como sé que usted por mí no puede hacer nada, porque es un completo extraño, le respondo que no puedo darle mi voto, porque sería traicionar a mi patria

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