Por Laura L. David
Algo huele a podrido cuando en más de trescientas páginas sobre periodismo, los protagonistas son el constructor, la Bolsa, el Opus Dei, el BBVA, La Caixa, la mafia italiana, Berlusconi, Franco, o un dictador militar latinoamericano. Pascual Serrano ajusta cuentas con los propietarios de los medios "españoles" en su libro 'Traficantes de información' (Ed. Foca) porque, dice: “ya no es suficiente con decir que los bancos, la Iglesia y las multinacionales son los dueños”.
A punto de salir la tercera edición, Traficantes de información es un libro silenciado por los grandes medios de comunicación. En él se desvela que Playboy o el diario de El Vaticano comparten —en España— editor: Planeta, propietaria de La Razón y que, en su día, tuvo la ocurrencia de encargarle a Pascual Serrano que escribiera este libro. A la cúpula de Planeta no le gustó que el escritor destapara también sus propias vergüenzas, y este enfant terrible del periodismo migró de editorial. “Fue una decisión torpe, porque en el libro los pongo a parir a todos”, explica Serrano mientras con una mano toquetea su pipa, fumándose encima. Cerveza en la otra, mirada inquieta. “Lo curioso de este libro es que los medios de la derecha lo han utilizado para meterse con Mediapro y con PRISA; y los de izquierda para meterse contra ABC y Vocento”, cuenta divertido en el Centre Social Terra, minutos antes de que dé comienzo la presentación del libro en el marco de la Universitat Lliure de Benimaclet. Con la sala a reventar, junto a un Xavi Sarrià que ejerce de maestro de ceremonias, dice que en su próximo libro Contra la neutralidad –que ya está en imprenta- abandona la beligerancia por recomendación de su compañera. En él reivindica el periodismo de Kapuscinski, Capa, Reed, Rodolfo Walsh y Edgar Snow. El azote de los voceros del poder se ha concedido una pausa para regalarse con el buen periodismo, el emotivo, el de la responsabilidad: por salud mental. Pero el receso le ha durado poco: reparte estopa como siempre. Y sabe que no se le da mal.
P: Mirando las participaciones cruzadas en los conglomerados de comunicación que se relatan en Traficantes, una tiene la sensación de que las ideologías ya no existen… ¡hay una promiscuidad en el sector!
R: Claro. ¿Quién se puede creer que hay diferencia entre la Telefónica de PRISA y el BBVA de Vocento? ¿Quién se puede creer que hay una diferencia ideológica entre la empresa aseguradora que es accionista de LaSexta y la empresa de Berlusconi que es accionista de Telecinco? ¡Es absurdo! Además es que la trágica consecuencia que sacas es que no puede haber otra opción. No puede haber ningún periódico que se dedique a decir que hay que quitar los paraísos fiscales, que hay que acabar con las SICAV, que tiene que haber una banca pública y que tenemos que nacionalizar el petróleo. ¿Qué pasaría entonces? Que no sería rentable y desaparecería del mercado.
P: No es de extrañar que todos den las mismas noticias, con el mismo tratamiento.
R: Un amigo mío lo explica muy claro: si el espectro ideológico es esta mesa, ellos crean un debate en torno a los tres centímetros cuadrados de la esquina de la mesa. Entonces discuten: si un comando asesina a Bin Laden violando la seguridad de un país y matando a un tipo desarmado, empiezan a discutir si tienen que publicar la foto o no: ¡ya tenemos discusión! ¿Quién ha dicho que no hay discusión? Pero ninguno dice: ‘bueno, es que esto de que maten a un tipo, delante de su mujer y tiren el cadáver al agua, suena más a la Operación Cóndor que a la justicia’. No. Al final siempre se buscan una coreografía del debate en la que no entran en el fondo. Ahora con la dación en pago pueden discutir sobre si con dar la casa al banco, cerramos la hipoteca o no cerramos la hipoteca. Pero ninguno dice: ‘que le den por culo al banco, que el banco ya tiene bastantes casas, y no le damos la casa, porque el derecho a la vivienda está en la Constitución y si no estos señores y sus cuatro hijos se quedan sin casa’.
P: En el libro lo de la muerte de las ideologías se ve bien cuando dice Jaume Roures, “yo soy republicano, pero yo produje la boda de los príncipes españoles”.
R: Y ése se dice rojo, ¡imagínate lo que hace el resto! Un amigo mío lo explica muy claro: si el espectro ideológico es esta mesa, estos medios crean un debate en torno a los tres centímetros cuadrados de la esquina de la mesa
P: En el Consejo de Administración de Prisa están, entre otros: Sacyr Vallehermoso, Banco de Valencia, Abengoa, Armani, Adolfo Domínguez, Altadis, Vodafone, Roche Farma e Iberia. Aún así, para muchos, El País es el periódico de izquierdas español de referencia…
R: Sí, es que el tuerto en el país de los ciegos es el rey. Si hubo ocho millones de personas que pensaron que Felipe González era la izquierda, ¿por qué no van a creer 600.000 que compran El País que ése es el periódico de la izquierda? Pero si en el Consejo de Administración están los que están y si en sus contenidos no hay propuestas de izquierda más allá del enfrentamiento con el PP, pues yo creo que no es de izquierdas. Y sobre todo el caso de América Latina es el más elocuente, el que más ha dejado en evidencia a El País, que no es ni más ni menos que una factoría de crear dinero a costa de complicidades con gobiernos amigos o no crear dinero cuando los gobiernos ya no son tan amigos. Cuando estos son soberanos, dignos y autónomos, entonces tienes el combate. Cuando me preguntan cuál es la ideología del Grupo PRISA, respondo como lo haría Vito Corleone: ‘no es una cuestión de ideología, son simplemente negocios’.
P: Pero la ideología en algún momento sí existió, porque PRISA nació apoyada por el Franquismo, dio el salto a Latinoamérica de la mano del Opus Dei y allí se afianzó con las dictaduras militares de los ochenta.
R: Si Breznev les hubiera propuesto no sé qué, se hubieran hecho del Partido Comunista Ruso. Si aquí gobernaba el Opus, Polanco se hizo amigo del Opus. Eran negocios, no ideología.
P: Más a la derecha sí siguen surgiendo medios: Intereconomía, esRadio, La Gaceta…
R: Son blufs mediáticos, nos despistan, no sirven para nada. Es una parroquia de ultrafascistas que se oyen ellos y que encima nos asustan a nosotros mucho y nos creemos que son algo y no tienen ninguna trascendencia. Me parece que Libertad digital, Intereconomía o Veo7 –que por cierto ya ha cerrado- no son nada, ni estadísticamente ni con capacidad de influencia. Van a cerrar, seguro. Ésa es una desventaja que tiene la derecha, que necesita que sus medios sean rentables, y nosotros no. Libertad digital tiene una inyección impresionante de Caja Madrid, los amigos de Esperanza Aguirre, Iberdrola y todo el fascio que está en la cúpula de esas multinacionales, pero su capacidad de incidencia ideológica es mínima. No nos debería preocupar, lo que no quita para que podamos denunciar evidentemente su línea. Los que tienen capacidad son los que dicen que son imparciales, objetivos, los que algunas veces hasta van y dicen que son progresistas.
P: ¿Esos son más peligrosos?
R: Esos son los peligrosos: los que se presentan como información rigurosa, veraz y neutral. Ésa es la gran mentira, la gran amenaza. Jiménez Losantos no engaña a nadie, El País sí.
P: Confieso que aún leyendo su libro no me ha quedado claro quién está detrás de El País. ¿Es capaz de resumirlo?
R: Sí. En primer lugar estaría Liberty -que es un fondo de inversiones de Wall Street-; en segundo lugar, Berlusconi; tercero, Telefónica y cuarto, la familia Polanco.
P: El entramado es tal que a veces una piensa ‘esto lo hacen adrede para que no sepas realmente quiénes son’…
R: Es que si tú hubieras conseguido saber de quién es El País, así fácilmente, ellos hubieran fracasado en su plan. No, no: su primer objetivo es que tú no supieras de quién era El País. Eso no puede ser, mujer.
P: Decía Javier Ortiz en una columna, citada por usted en su libro, en 2001: “todos los grandes periódicos son el mismo periódico”. ¿No echa de menos voces críticas como la de Ortiz en los grandes medios?
R: Sin duda, pero lo que yo quiero denunciar es que sería incompatible con el modelo de comunicación que tenemos. Isaac Rosa no solamente es el heredero formal de la columna de Javier en Público, yo creo que en lo ideológico también. Pero su presencia es puramente anecdótica. Vicenç Navarro -que no es un marxista-leninnista- denunciaba el otro día en El matí de Catalunya Ràdio que no le llamaban nunca. Amigos míos economistas -como Juan Torres o Alberto Montero que son socialdemócratas- no tienen ningún protagonismo: escriben en regionales para que los lean 2.000 personas. Y además son los únicos que supieron decir que venía una crisis: ni aún confirmándose sus tesis y elevándose pues a la categoría de verdaderos analistas económicos, han conseguido publicar. En cambio, todos los miserables, descerebrados e infames que no supieron decir -o mejor dicho que nos ocultaron que venía una crisis- son los que se siguen considerando los analistas de economía.
P: Hablamos de manipulación informativa en los medios, pero la manipulación empieza ya en las universidades, donde se estudian autores y maneras de producir información, propias del sistema capitalista. Antes de llegar al medio, ¿ya están adoctrinados?
R: Sí. Yo eso lo vi cuando trabajaba en Telesur como director editorial y me di cuenta cómo gente recién salida de la facultad, incluso con una predisposición ideológica de izquierdas, luego no sabía hacer un periodismo alternativo. Les llevabas a Cultura a hablar de libros y ellos se cogían la lista de los más vendidos, porque creían que ésa era la noticia. Y cuando hablaban de Palestina, no podían evitar que se les escapara un ‘terrorista palestino’.
P: Sus libros ni se estudian ni se recomiendan en las facultades…
R: Sí, he comprobado que se estudian, aunque comparados con los de Iñaki Gabilondo supongo que no tanto. Me consta que algunos profesores de izquierda quedan en la facultad. Quedan reductos insurgentes en las universidades, profesores con sensibilidad, que sí que quieren sembrar ese espíritu crítico. Eso quiere decir que hay esperanza. Mis libros no se anuncian nunca en los periódicos, lo cual es lógico; es el mejor argumento para confirmar mis tesis.
P: En cada capítulo del libro dedica un apartado a la conflictividad laboral, y los abusos contra los trabajadores se repiten en todos los medios. ¿No cree que los sindicatos profesionales deberían hacer algo más al respecto?
R: El sindicato de periodistas existe de un modo importante en Cataluña y Andalucía, que creo que hacen un buen papel en la reivindicación. Pero en el periodismo ocurre como en todo con esta economía: los dueños son los dueños y hacen lo que quieren y si gobiernan tus amigos, pues aún lo puedes hacer con más impunidad. Si con impunidad puedes despedir a los trabajadores de una fábrica de coches o de sillas, ¿qué nos hace pensar que no se pueda despedir igualmente a los de un periódico? Ahora sale una tercera edición del libro donde se confirman nuevos despidos en Unidad Editorial, en Mediapro y PRISA. Y en todos se mantiene la tónica: despidos con impunidad absoluta y sueldos millonarios para los directivos.
P: Ya no se necesitan periodistas para hacer medios, pero las escuelas de periodismo siguen llenas y Periodismo sigue siendo una de las titulaciones más demandadas. ¿Qué hacemos con todos esos jóvenes periodistas?, ¿dónde los colocamos?
R: Yo creo que si el periodismo va a ser hacer frases de 140 caracteres, urgentes, al momento, evidentemente no hacen falta periodistas. Si por periodismo entendemos explicar con toda su complejidad un asunto, recurrir a los antecedentes históricos e incorporar el contexto necesario para comprender, entonces sí que hacen falta periodistas. ¡Lo que no se hace es periodismo! Si al final para explicarte la caída de Sadam Hussein ponen una webcam de cómo cae la estatua, evidentemente sobran todos los periodistas. Querer hacer en un periódico periodismo breve y urgente es absolutamente estúpido y absurdo, porque para eso tengo Internet; no lo voy a comprar mañana en el quiosco. El periodismo escrito, actualmente, se está haciendo el harakiri. La gente se va a dar cuenta de que si en lugar de escuchar cincuenta tontunas de cuarenta segundos sobre el proceso de paz de Euzkadi, sobre el intercambio de presos de Hamás con Israel o sobre la pobreza en Somalia, ven un reportaje de veinte minutos, terminarán mucho más informados de lo que ocurre.
P: Ese periodismo hoy lo hacen los medios alternativos, sin dinero y sin pagar a los periodistas. La mayoría de periodistas con nómina trabajan en departamentos de comunicación de empresas, no en medios.
R: El periodismo que se está haciendo es malo, ellos mismos lo van a hundir y se va a acabar. Esos medios se van a suicidar. Evidentemente, la salida comercial para muchos periodistas va a ser los gabinetes de prensa. ¿Cuál es la alternativa? Un periodismo que salga del mercado, de la rentabilidad. Eso solamente lo pueden hacer los estados. Si un estado quiere verdaderamente informar a sus ciudadanos, dedicará recursos a eso. Igual que si un estado quiere operar del corazón a un tipo que no tiene 6.000 euros, crea un hospital público.
P: No parece esperable que el Estado español vaya hacia eso, ahora que se está privatizando lo poco que queda público.
R: ¡No, no parece esperable eso, ni que tengamos sanidad, ni educación, ni vivienda y tampoco que comamos, como sigamos en esta carrera trepidante del neoliberalismo! Pero en otros países es impresionante ver cómo está fluctuando todo al contrario. Acabo de llegar de Argentina y allí han creado un canal cultural público y han impuesto a todos los canales públicos un porcentaje de producción propia nacional, para evitar la invasión de basura estadounidense y comercial. Argentina y Uruguay han establecido que un tercio de las licencias radioeléctricas corresponden a los medios privados comerciales, un tercio al Estado y el otro tercio a los medios alternativos. En Traficantes… se cuenta que en España los medios comunitarios, alternativos o sin ánimo de lucro deben de ser marginales por ley. Es decir, no pueden tener más de 50.000 euros de presupuesto anual si son radios o 100.000 si son televisiones. Ecuador y Venezuela han decidido que los bancos no pueden ser accionistas de los medios de comunicación, ¿por qué? Porque influyen en los contenidos. O sea, que sí se puede hacer.
P: Hoy por hoy en el Estado español es imposible vivir de un medio alternativo.
R: El problema es que ya tampoco se puede vivir de trabajar en un medio comercial: 2.500 trabajadores de PRISA se acaban de dar cuenta, porque los van a tirar a todos.
P: ¿Se imagina una televisión en España donde se explique a cada rato en qué consiste un artículo de la Constitución española, como hace el canal educativo cubano?
R: ¡Por ejemplo! ¿Te imaginas? Si cuando en El Intermedio sacaron a gente contando lo que era la crisis para la gente del barrio de San Blas –humilde- y el de Salamanca –de renta alta-, ¡fue subversivo! Era una obviedad horrorosa, y hasta eso nos pareció irreverente.
P: ¿La Educación para la Ciudadanía de Zapatero no habría sido una buena ocasión para explicar en la escuela cómo manipulan los medios?
R: El sistema educativo obvia cómo manipulan los medios. Yo he criticado en muchas ocasiones que se enseñe a los niños en el instituto a hacer un periódico o una radio, cuando en su vida van a hacer ni lo uno ni lo otro; lo que van a hacer es leer periódicos y escuchar la radio. Habría que entrenar a nuestros niños para ver televisión, para oír la radio y para leer el periódico. Yo lo que quiero es que mi hijo aprenda a defenderse y que comprenda las claves comunicacionales, porque lo que va a ser es audiencia, como la mayoría.
P: Usted suele defender los medios de comunicación públicos, menos manipulables. En RTVV hay, al menos, 20 enchufados del Partido Popular.
R: Cuando defiendo los medios públicos, en las autonomías damnificadas por el PP siempre se me alarman. Vuestro problema aquí no es Canal 9, vuestro problema es el gobierno de Valencia. Es como si dijéramos: ‘mirad qué desastre de colegios está haciendo la Conselleria valenciana, vamos a privatizar los colegios’. No, si la derecha está destrozando los colegios o los hospitales valencianos, la solución no es privatizarlos. La solución nunca es privatizar. Hay un terrorismo neoliberal que lo que quiere es cargarse lo público. ¿Cómo se regenera Canal 9? Regenerando al gobierno, cambiándolo. ¡No se privatiza Canal 9 y se arregla! ¡Se cambia el gobierno de Valencia y se arregla!
P: La consellera Lola Johnson adujo el otro día problemas técnicos para no retransmitir en directo la comparecencia de la dimisión de Camps. ¿Se lo cree?
R: No, no me lo creo. A estas alturas la mentira no es una cosa nueva: ni en los medios de comunicación, ni en los políticos. Pero insisto: nuestro problema no es la televisión manipulada, es el gobierno que la manipula. Lo que sería asombroso es que, con este gobierno valenciano, hubiese un Canal 9 diferente del que hay. Eso sería increíble.
P: En los medios alternativos, es frecuente el debate sobre si aceptar o no publicidad. ¿No deberían entrar los medios alternativos a aceptar publicidad y “normalizarse”, de alguna manera, como hace Le Monde diplomatique?
R: Pienso que la publicidad no debe de existir en principio porque es un elemento distorsionador. No podemos depender de la publicidad. No podemos depender de la decisión de que una gran multinacional tenga a bien anunciar un modelo de coche o un refresco. Soy de los que defendió la medida de Zapatero de no tener publicidad en la televisón española. Dicho esto, podemos estar tranquilos; porque la publicidad infame no va a venir a anunciarse a los medios alternativos. Le Monde diplomatique tiene un código ético de publicidad y no acepta cualquier cosa.
P: Dice usted que el nombre de los medios alternativos no puede ser neutro, que tiene que aparecer en él una declaración de intenciones de su línea editorial. Como muestra, al diario digital que fundó le puso Rebelión…
R: No, nosotros nos podemos llamar como queramos, también l’Informatiu. Los miserables son ellos que se llaman ABC, La Razón, el País, El Mundo, El Universo… cosas virginales. ¿Pero eso qué quiere decir? Y si son televisiones se llaman: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… ¡como si fueran tan infalibles, como las matemáticas! Lo que nosotros nunca debemos hacer es autodenominarnos medios de contrainformación, porque si nosotros nos llamamos así, damos por hecho que ellos son medios de información: y eso es mentira.
P: ¿Se imagina que se llamaran Las Provincias del Franquismo, Levante-EMV Promociones Inmobiliarias o El País Agencia de inversión de capital riesgo?
R: Sería mucho más riguroso periodísticamente, ¡pero mucho más!
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