martes, 22 de noviembre de 2011

Argentinos, a las soluciones


Página/12

Por Osvaldo Bayer

Después de las frenéticas jornadas preelectorales y poselectorales vuelve la calma a la sociedad. Es el momento de pensar en los problemas que buscan solución para lograr una sociedad sin violencias. Están siempre latentes, por ejemplo, las cuestiones de las tierras comunitarias de los pueblos originarios.

Uno de ellos es más que urgente. Se trata de algo todavía no solucionado: la tierra de los qom en Formosa. Sí. Los llamados tobas. Quien converse con el cacique electo por la mayoría de ellos, don Félix Díaz, se encontrará con un hombre sabio. Habla despacio, casi lento, con una voz un tanto triste pero con mucho de noble. Es parco y directo. A su comunidad, el pasado año se le quitaron 1300 hectáreas; 600 de ellas fueron dadas a la Universidad de Formosa y el resto a la familia Celía. La quita se hizo a balazos y garrotazos.

Un qom cayó muerto, Roberto López, y hubo niños y ancianos heridos de gravedad, que todavía están hospitalizados. Tierras comunitarias que desde que se registra el tiempo pertenecieron a los pacíficos qom, que cultivaban la tierra y mantenían la naturaleza en su estado original. Una comunidad de siglos. Los qom con Félix Díaz a la cabeza vinieron a Buenos Aires y mantuvieron un campamento en plena avenida 9 de Julio durante meses. La protesta callada pero siempre presente. “Seguiremos siempre viviendo rodeados de bosques con nuestra propia cultura –me dice Félix Diaz–, con nuestra idiosincrasia, con nuestra organización. No estamos evangelizados, no tenemos la camiseta de ningún partido político. Se nos niega el acceso al agua. La Justicia nos niega respuestas, nos acusa de resistencia y de la quema de nuestros propios ranchos, cosa que no hicimos. Tenemos sólo nuestra palabra contra todo el poder político.”

Su voz sigue en el mismo tono. Recomienza el diálogo. “A los cinco años de edad perdí a mi madre, fui sólo hasta el tercer grado primario, trabajé ya a los 12 años en la zafra algodonera y arreando vacas. Aprendí a que resolvíamos los problemas todo en asambleas. Ahora he sido elegido cacique por el voto. Pero sólo soy un vocero de esas asambleas, no soy un líder, no-sotros no hacemos ninguna discriminación con no indígenas ni con indígenas. Abrazamos la madre tierra y pensamos en nuestros hijos. Sólo estamos defendiendo nuestros derechos desde hace siglos y el gobierno de Formosa debe comprenderlo.”

Agrega datos precisos: “La ley 26.160 prohíbe desalojos de suelos indígenas, por eso estábamos seguros de nuestra tierra comunitaria, pero no fue así. Se procedió contra la misma Constitución de 1994. Fueron quemadas 17 de nuestras casas, nuestras ropas, hasta los colchones”. Hace una pausa. Y agrega decidido: “La tierra no es un comercio, es la vida misma. Ni la tierra ni la vida se pueden negociar. La alianza entre el hombre y la tierra no se puede dividir. Sólo pedimos que se respete nuestra cosmovisión. Amamos el futuro aunque no lleguemos a vivirlo. Estamos dispuestos a conversar y trabajar juntos con la Universidad de Formosa, que ocupó parte de nuestras tierras. Nuestras aspiraciones son que las próximas generaciones vivan en paz y con ella”.

Por último, con todo el dolor relata que el martes pasado sus hijos y su nieto fueron atacados a tiros por gente del ocupador de tierras Celía. Por suerte, resultaron ilesos. Todo esto dicho sin alzar la voz, como un sabio griego que enseña los principios de su filosofía.

Nos despedimos. Quedo pensando: ¿la universidad de Formosa no tiene docentes que comprendan esto y traten de dialogar con estos seres tan propios de esa tierra? ¿Por qué ocupar las tierras en nombre de “la propiedad” y no compartirla mediante el diálogo y el apoyo mutuo? ¿La docencia está sólo para adquirir más conocimientos o para aprender a convivir y comprender al que está al lado nuestro? Ojalá que estas líneas sirvan de algo para recomenzar el diálogo y tener en cuenta a estos seres. Y que el “progreso” traído de Europa no termine arrollando todo y metiendo máquina tras máquina en el lugar donde desde hace siglos se sembró con la mano acariciando la semilla.

Otra de las conductas verdaderamente negativas para nuestra sociedad multicultural es el tema Benetton-Curiñanco Nahuelquir. Ya esto traspasa los límites de lo racional, de lo cultural y de lo ético. Ya lo hemos descrito otras veces. Los grandes magnates italianos de la ropa deportiva Benetton se compraron en la Patagonia argentina, allá, en Leleque, 900.000 hectáreas de tierra. Sí, es lo mismo que decir un millón de hectáreas. Al lado, justo al lado, los hijos bien de la tierra, el matrimonio Curiñanco-Nahuelquir, tienen sólo 300 hectáreas desde hace siglos, que ocuparon los ancestros de esas familias. En esas 300 hectáreas cultivaban todos productos de la tierra: papas, hortalizas, frutillas. Pero esa pequeña tierra también la quiso el magnate italiano Benetton, que nunca había pisado el suelo patagónico. Y la Justicia se la otorgó en primera instancia. Este hecho es incalificable. Quiere decir que el poder del dinero está por sobre el derecho al trabajo, el derecho a la tierra donde se vive. No se considera que justo eso llamado justicia debe tener en cuenta las necesidades familiares, la tradición histórica, el derecho a permanecer donde siempre se ha vivido por generaciones. No, para ese juez vale sólo el título que trae el dinero, la codicia, el egoísmo más brutal. El dinero por sobre todo asomo de moral y de conciencia de la vida. Más dinero tengo, más valgo, porque hasta la Justicia se pone de rodillas. Por suerte, la Cámara de Apelaciones ha parado el desalojo de la comunidad familiar hasta el 2013 aunque el abogado de Benetton Martín Iturburu Moneff –un nombre para recordar–, ha interpuesto una queja porque señala que los Curiñanco-Nahuelquir han realizado modificaciones en la chacra.

Creo que este caso es tan increíble dentro del egoísmo humano que va a pasar a la historia de la Justicia argentina y del egoísmo de los dueños de la tierra que pasan a ser dueños de todo. Novecientas mil hectáreas contra trescientas hectáreas. ¿Hay conciencia todavía de que es el egoísmo la moral que nos domina? Aquí creo que deberían movilizarse todos los abogados del país y apoyar a esos hijos de la tierra que viven y cantan a la madre-tierra y al sol desde que han sido creados. La madre-tierra encerrada en un cofre como si fueran monedas de oro. Eso todavía en el 2011, y en tierra argentina. Me hace acordar de ese mensaje del noble Manuel Belgrano cuando en las Misiones les devuelve a los pueblos originarios todas sus tierras comunitarias. Con qué firmeza y grandeza. De Manuel Belgrano a los hermanos Benetton. Progreso argentino.

Pero hay argentinos que actúan. Y son los del Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social de La Plata, llamado “grupo Guía”. Ellos fueron los que denunciaron el trágico caso de Damiana, la indiecita guayaquí del Paraguay Oriental. En junio del pasado año, en este mismo espacio dediqué la nota a ella, justo ese escrito se titulaba “Damiana”. Su historia es ésta: en 1896, unos colonos blancos balean en Sandoa (Paraguay Oriental) a unos guayaquíes que estaban almorzando y los matan. Sobrevive una niñita guayaquí de apenas un año. Esa niña es tomada por los antropólogos norteamericanos Ten Kate y Charles de la Hitte, quienes dos años después la entregarán en Buenos Aires al doctor Alejandro Korn, director del hospicio Melchor Romero. La madre de este científico usó a la niña guayaquí como sirvienta. La niña es bautizada con el nombre de Damiana, porque San Damián era el día en que fue secuestrada. Más tarde, cuando tenía 14 años, es usada como objeto de investigación y el antropólogo Lehmann-Nietsche la fotografía desnuda, foto que era mostrada en el museo de La Plata. Poco después la niña muere. Su cabeza es cortada y enviada a un museo de Berlín para estudiar su cerebro y su cráneo. Sus otros restos se mostraban en el museo de La Plata. Hasta que en el 2006, el grupo Guías logró entregar esos restos de la niña a la comunidad Aché que los enterró en Caazapá (Paraguay). En marzo de este año, la periodista alemana Heidi Boehmecke ubicó el cráneo de la niña Damiana en el hospital berlinés La Charité. Allá viajó el investigador argentino Marcelo Valko para recuperar ese cráneo y repatriarlo. Fue recibido por antropólogos alemanes que desempacaron una cajita donde estaba el cráneo. Valko constató que al cráneo le habían adherido dos resortes para que la mandíbula inferior se abra y se cierre. Además, tenía una serie de inscripciones y dos cortes de serrucho que lo atravesaban de lado a lado. Cuando Valko reiteró el pedido de devolución del cráneo de Damiana, los alemanes le respondieron que para ello necesitaban un pedido oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino. Cuando regresó a Buenos Aires, Valko, acompañado por la diputada nacional Cecilia Merchán y por los miembros del grupo Guías, concurrió a la Cancillería argentina donde le respondieron que esa niña era paraguaya y que tiene que ser el gobierno paraguayo el que cumpla con ese requisito. Con buen criterio, Valko le recordó al funcionario que Damiana había sido entregada a la Argentina, usada como sirvienta y como fuente de investigación. Y que sería muy buen gesto –algo que valdría como pedir disculpas a la Historia– si fuesen los argentinos que cumplieran ese requisito exigido por Alemania. Pero el propósito de reunir el cráneo con el cuerpo de Damiana ha quedado en suspenso. Deseamos de todo corazón en recuerdo de esa niña que se venzan los impedimentos burocráticos y que próximamente se cumpla ese deseo como un postrero gesto de dolor y ternura para con la niña guayaquí y lo que queda de ella pueda volver a su tierra.

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