lunes, 28 de noviembre de 2011

Los jinetes del desarrollo en tiempos neoliberales (Parte 2)


Segundo jinete: las ONG

Por José Luis Rocha

Centroamérica ha sido terreno fértil para el surgimiento de miles de ONG. Durante las décadas que siguieron a los conflictos armados las ONG han desarrollado innumerables y encomiables tareas. A la par, hay que cuestionar su cortoplacismo, su tendencia a la despolitización, su sumisa dependencia de los fondos del Norte. Y principalmente, su contribución al declive del trabajo asalariado y a la precarización del empleo. Algo muy grave en este reino del desempleo que es hoy Centroamérica.

Hace dos décadas, el periodista argentino Gino Lofredo lazó el artículo-bomba Hágase rico en los 90, cuyo estribillo sonaba así: “¿Usted todavía no tiene su propia OENEGE? ¿No tiene una fundación sin fines de lucro y con personería jurídica? ¿Ni siquiera una consultora privada? ¿No? Entonces usted no está en nada”. Y continuaba: “No se engañe, colega. El negocio de los 90 son las OENEGES. A los que perdieron el tiempo estudiando filosofía, ciencias sociales, historia, relaciones internacionales, letras, pedagogía, economía política, antropología, periodismo, ecología y esas cosas que no sirven para vender un pollo frito, no les queda otra cosa que una buena ONEGE… Para triunfar en los 90 hay que entender el sutil encanto de los proyectos y sus sensuales relaciones con las OENEGES… Ya sabe que el desarrollo es un negocio y no necesita que se lo repita”.

Desde Lofredo a la fecha las ONG han sido la diana para una legión de arqueros que, deseosos de reventar las burbujas de la ayuda internacional, cuestionan con socarrón desparpajo o sentenciosa homilética, desde los pequeños y sórdidos vicios y triquiñuelas asociados a los negocios de las ONG, hasta todo el sistema de cooperación al desarrollo que ha provisto, en estos paisitos centroamericanos, olvidados de la mano de Dios y sostenidos por la del diablo, pitanza a cientos de obesas especies sociales alegremente duchas en la mendicidad internacional.
En Centroamérica: Un fenómeno de la posguerra
La literatura sobre el género es inmensa. La mordaz creatividad con que las ONG son roídas por críticos académicos y comediantes, trotskistas y adalides del laissez faire, oenegenólogos y profanos, se debe en parte a su novedad, o al menos a las novedosas formas adoptadas en los años 90. Es más fácil percibir el lado ridículo de las cosas nuevas y diferentes.

Las ONG en Centroamérica son un fenómeno de la posguerra. Aun cuando podemos identificar algunas pocas en las décadas de los 60 y 70 -eclesiales relacionadas con prósperas diócesis del Norte y académicas enchufadas a la cooperación nórdica-, la mayoría de las ONG actualmente existentes emergieron después de las insurrecciones que anegaron la región en sangre. Echemos un vistazo al caso de Nicaragua: hace pocos años el Ministerio de Gobernación hablaba de 4,360 asociaciones sin fines de lucro en Nicaragua y de muchas más sin personería jurídica. El Directorio de ONG apenas alcanzó a registrar los datos de 322 ONG en el año 2000. De ese limitado conjunto, únicamente el 6% había surgido antes de 1980. La década de los 80 vio nacer el 22%. En los años 90 tuvo lugar la explosión demográfica: 72% de las ONG que existían en el 2000 nacieron en la Nicaragua neoliberal.


Esta proliferación fue posible debido al interés en América Latina de importantes agencias de cooperación internacional. En 2004 -cerca, pero no en la cúspide del pico oenegeizante- las agencias europeas colocaban en América Latina una parte significativa de su cartera total de proyectos: Misereor puso 43.5 de sus casi 100 millones de euros, Cordaid 17.4 de 150, Hivos 16.2 de 65, Intermon 11.6 de 25, Trocaire 9 de 37, Diakonia 10 de 28 e IBIS 7.3 de 20.6. Solamente esas agencias sumaban a 944, 300, 269, 209, 188, 129 y 70 contrapartes latinoamericanas. Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Honduras figuraron -junto con Perú y Bolivia- en los seis primeros lugares de los países prioritarios para las ONG europeas en 1995-2005. Nuestros países tuvieron -y quizás aún tienen- más presencia de ONG europeas y mayor asignación de fondos.

En todos los países centroamericanos la emergencia de las ONG corrió paralela a la compactación estatal. La eclosión de las ONG fue posible por una transferencia de recursos -humanos e infraestructurales- del Estado hacia las ONG. Antiguos cuadros medios y de a pie del Instituto Nacional Agrario en Honduras montaron ONG especializadas en desarrollo rural y en toda la gama de temas agrarios y ambientales. Fiscales guatemaltecos hastiados de la corrupción estatal se parapetaron en ONG especializadas en derechos humanos, desde cuyas barricadas impugnan los abusos del sector público.

En Nicaragua los comandantes sandinistas crearon sus propias ONG: el IPADE de Jaime Wheelock y la Asociación Popol Na de Mónica Baltodano son sólo algunos ejemplos. A veces instituciones estatales se convirtieron en ONG: el Centro de Investigaciones y Estudios de la Reforma Agraria (CIERA) fue adjudicado íntegro (terreno, edificios, archivos y personal) a Orlando Núñez para que lo convirtiera en el Centro de Investigación y Promoción para el Desarrollo Rural y Social (CIPRES). Las ONG más destacadas en campos clave fueron fundadas y son conducidas por ex-oficiales del Estado sandinista, que en los años 80 establecieron contactos con futuros cuadros de la cooperación internacional y adquirieron el saber hacer, la pericia en las áreas en que sus ONG se han especializado: ex-funcionarios del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER) crearon el Centro Humboldt, especializado en desastres naturales, una ex-funcionaria de la Defensa Civil creó la sección de prevención de desastres en la Fundación Augusto César Sandino y así podríamos continuar con los temas de educación, salud, agrarismo…
ONG: Sinónimo de Sociedad Civil
Pronto el bien de muchos se convirtió en el consuelo de listos, y otros sectores se sumaron a la ola de las ONG. Las universidades vieron adelgazar su planilla. Indigenólogos en Guatemala y agraristas en Nicaragua fundaron ONG especializadas en sus respectivos campos. En Nicaragua, también las organizaciones de base, como la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) y la Asociación Nacional de Educadores de Nicaragua (ANDEN) empezaron a funcionar como ONG: en lugar de sostenerse por medio de las aportaciones de sus afiliados, comenzaron a depender gradual y luego enteramente de donaciones gestionadas por una burocracia casi hereditaria que aniquiló el talante democrático y deliberativo de sus asambleas.

En El Salvador, donde la guerrilla había ido tejiendo un Estado paralelo, la transferencia fue notoria. Los movimientos sociales y las secciones de la guerrilla se transmutaron -a veces no sólo en su manejo gerencial, sino también en su personería jurídica- en fundaciones, colectivos y otras entidades completamente oenegeizadas. Es el caso de COMADRES y FECORACEN. Tanto en el caso nicaragüense como en el salvadoreño, esta nueva dependencia de donaciones de euros y dólares, en lugar de aportaciones de córdobas y colones, no redundó en una independencia del FSLN y el FMLN, excepto en contadas y limitadas ocasiones. La dependencia fue más estrecha porque la gestión de los movimientos sociales oenegeizados requería las dotes administrativas y contactos que tenían los cuadros de las ex-guerrillas transformadas en partidos políticos.

Con la oenegeización de los gremios, sindicatos y movimientos sociales, ONG pasó a ser sinónimo de sociedad civil. En la Centroamérica actual, cuando se habla de sociedad civil casi nadie piensa en la empresa privada, a pocos se les vienen a la cabeza los medios de comunicación y casi nadie menciona a las universidades. Los mismos medios de comunicación y profesores universitarios refuerzan esta percepción, sin duda sintomática del peso político de las ONG.
Oenegeismo y Asociacionismo: Tocqueville le gana la partida a Marx
Karl Marx no vislumbró este protagonismo. Pero Alexis de Tocqueville alentó su desarrollo. En sus dos Memorias sobre el pauperismo (1835 y 1837), Tocqueville buscó una solución a la pobreza más allá de las propuestas desde el imperfecto mercado y desde el atribulado Estado. Tocqueville fue uno de los primeros enemigos declarados del incipiente Estado de bienestar: la ley de pobres en Inglaterra y los hospicios y subvenciones que de ella se derivaban. Tocqueville se oponía a la institucionalización de la caridad: “Toda medida que funda la caridad legal sobre una base permanente y que le da una forma administrativa crea una clase ociosa y perezosa, que vive a costa de la clase industrial y trabajadora… Semejante ley es un germen envenenado y depositado en el seno de la legislación”.

Tocqueville no se oponía a todo tipo de ayuda. Como los neoliberales de ahora, le repelía la ayuda a los pobres por parte del Estado. Y como los expertos en desarrollo de las ONG, enfilaba contra las limosnas sentimentalonas, no planificadas y de escaso impacto: “Creo que la beneficencia debe ser una virtud enérgica y razonada, y no un gusto débil e irreflexivo; que no hay que hacer el bien que gusta más al que da, sino el más verdaderamente útil al que recibe; no el que alivia por completo las miserias de algunos, sino el que sirve para el bienestar del mayor número”.

Tres soluciones enérgicas y razonadas ofreció Tocqueville al problema de la pobreza. La primera, una mejor distribución de la tierra: no aplicando una subversiva reforma agraria, sino mediante la supresión del principio de primogenitura, que convertía al primer hijo en heredero universal y no dejaba a los segundones otro camino que los conventos, la tonsura, las armas o la miseria. Tocqueville pensaba que los propietarios -aunque sólo fueran pequeños y medianos empresarios- podían adquirir “las cualidades que engendra la riqueza” y “el sentimiento de orden, actividad y ahorro”. Segunda solución: las microfinancieras -huelga decir que no las llamó así-: la fusión de las estatales cajas de ahorro y los usureros montes de piedad en una sola institución que pagara más por los depósitos y requiriera tasas razonables de los prestatarios. Tercer remedio: la creación de asociaciones municipales para la extinción del vagabundeo y la mendicidad: “Estas asociaciones no tendrían ningún carácter político; al ser su propósito abordar un mal que afecta a todos los partidos, los hombres de todos los partidos estarían igualmente invitados. No tendrían nada de hostil al gobierno pero tendrían una existencia independiente de él”.

Ciento cincuenta años después de estas propuestas, los revolucionarios centroamericanos estaban más del lado de las asociaciones de Tocqueville que de la lucha de clases de Marx. Tocqueville acertó, con el toque vil para algunos y la panacea para otros: asociaciones locales contra la pobreza, no gubernamentales, apolíticas, funcionando con fondos privados concedidos de forma voluntaria y no mediante una odiosa carga impositiva estatal.
¡Arriba los Movimientos Sociales, Abajo las ONG!
Quizás por intuir que las ONG hunden sus raíces teóricas en un pensador tan manifiestamente liberal, los pensadores de izquierda más radicales tienen el torozón de las ONG atravesado en mitad de la garganta.

Entre los denostadores de espadas más aceradas hacia las ONG figuran James Petras y Henry Veltmeyer. En su libro Movimientos sociales y poder estatal compendian la médula de las críticas hacia las ONG al sostener que para lidiar con el agudo malestar producido por la aplicación de las medidas neoliberales, “las organizaciones internacionales para el desarrollo y el financiamiento se han vuelto tan decisivamente hacia la democratización y la sociedad civil, contratando asociaciones voluntarias sin fines de lucro (Organizaciones No Gubernamentales, ONG) para convertirlas en sus agentes como ‘socios estratégicos’. La agenda de esta estrategia es conseguir el apoyo de esas ONG para descomprimir brotes revolucionarios en zonas rurales, a los efectos de proporcionar a los campesinos pobres y al sector popular de la sociedad una alternativa a los movimientos sociales y sus políticas antisistémicas radicales”.

El descontento social y la energía de los movimientos populares estarían siendo desviados hacia organizaciones sociales reformistas o al desarrollo local. Por eso, dicen Petras y Veltmeyer, “el canal de asistencia para el desarrollo de las ONG está dedicado más al desarrollo político que al económico, para asegurar transparencia (inhibir o prevenir corrupción y clientelismo en el gobierno), promover la democracia en el proceso de cambio, inculcar valores relevantes y respeto por las normas de comportamiento democrático, alentando la adopción de políticas ‘civilizadas’ (diálogo, consultas, negociaciones) más que políticas confrontativas, propias de los movimientos sociales”.

La Centroamérica post-insurreccional ha sido y aún es un terreno propicio para esa estrategia porque los mismos dirigentes revolucionarios están contemporizando con la democracia representativa y las medidas neoliberales. Dicen Petras y Veltmeyer: “En este proceso de renovación democrática (o ‘redemocratización’), las ONG tienen un rol predominante como organismos de primera línea en una forma participativa y democrática de desarrollo y política, para convencer, de este modo, a los campesinos pobres de las virtudes del desarrollo local comunitario y de la necesidad de rechazar la política confrontativa de los movimientos sociales. En la década de los 80, hubo una auténtica explosión de ONG, muchas de las cuales fueron creadas tras un repliegue del Estado. Se estima que una gran mayoría de las apro-ximadamente 70 mil ONG que operan hoy en los diversos países en vías de desarrollo se formaron en los 80 o los 90”.
Del Enfoque Político al Económico
La transformación y transfusión de recursos del Estado hacia las ONG son eventos que en la visión de Petras y Veltmeyer encajan en una conspiración donde los organismos de base abandonan su carácter contestatario y, en olor de dólares, son cooptados por entidades que apuestan por evadir el conflicto y eliminar el chip político de sus planteamientos y estrategias: “El flujo de fondos externos, combinado con la presión para ocupar los espacios que el Estado dejó vacantes, forzó a muchas ONG, particularmente aquellas que eran de base comunitaria, a reestructurar sus actividades de acuerdo con un nuevo enfoque de asociación con las organizaciones de ayuda exterior... En este marco, las ONG se transformaron, lenta pero seguramente, de organizaciones establecidas para servir a los pobres en lo que el Banco Mundial describe como ‘ONG operacionales’, contratistas privadas de sus políticas, que operan dentro de ‘distritos pobres’ con un enfoque y una dirección más o menos apolíticos (macroproyecto), pero que no están originadas ni forman parte de esas comunidades. Como resultado, ONG tras ONG fueron forzadas a adoptar un enfoque más estrechamente económico y apolítico que antes para trabajar con los pobres. Se limitan a “enfocar programáticamente las capacidades individuales, minimizando el interés por las causas ‘estructurales’ (sociales y políticas) de la pobreza.”

Despolitizados y en procaz coqueteo con las fuerzas del mal, las ONG que trabajamos con migrantes y sus familiares no procuramos denunciar y trabajar sobre las causas estructurales de la migración. Nos limitamos a llenar los agujeros negros de la tramitología estatal o servimos de canal de demandas entre los migrantes y las escurridizas y negligentes entidades estatales. Las ONG-microfinancieras no cuestionan la negativa de la banca a conceder crédito a los pequeños productores. Se contentan con posicionarse en -y posesionarse de- ese nicho de mercado, al que cargan onerosas tasas de interés. Sintetizando: en lugar de estimular las luchas por una redistribución de los recursos nacionales y locales, todas las ONG se han convertido en prestadoras de servicios que no brindan los Estados decrépitos o enanos -si fueran pequeños tendrían algún chance de crecer-. Así, las ONG cumplieron el sueño tocquevilleano de canalización apolítica y no confrontativa de fondos.
Orlando Núñez, Versión 1: ONG, Pioneros de la Economía Popular
A esta visión podemos contraponer la que el nicaragüense Orlando Núñez, director del CIERA-CIPRES, compartió a finales de la década de los 90 en su prólogo al directorio de ONG titulado Los ONGs, 20 años después. Apoyo o resistencia al neoliberalismo: “Decenas de miles de ONGs especializados en crédito, centenas de millones de pobres y miles de millones de dólares se mezclan para celebrar lo que puede ser el despegue de una economía popular o la reedición de la usura a través de la democratización del crédito. Si el crédito productivo se acompaña del crédito comercial y del crédito al procesamiento y a la exportación, los ONGs podrían ser los pioneros de una economía popular, capaz de arrebatarle al mercado los excedentes que hoy por hoy el mercado le arrebata a los pobres. Hasta hace poco el único bloque de poder existente ha sido el bloque dominante, conformado por el gobierno, la iglesia católica y la empresa privada organizada en el COSEP. Sin embargo, en los últimos años se ha venido gestando un nuevo bloque social, compuesto por las alcaldías, los ONGs y los movimientos sociales. El bloque dominante estaría apostando a una economía empresarial y a una democracia representativa o electorera, mientras que el nuevo bloque social estaría apostando a un proyecto de economía popular y democracia participativa o local… Asimismo, encontramos ONGs acompañando a los sectores populares en diversas movilizaciones políticas no partidarias contra la corrupción gubernamental, lo que confiere a los ONGs una identidad progresista y de resistencia contra el neoliberalismo”.

¿Cómo digeriría Petras esa parrafada? Son las palabras de Núñez en 1999, redactadas en su apolítico escritorio de ONG y desde su nada confrontativo entusiasmo por los proyectos de economía campesina asociativa y autogestionaria que le financiaban los agentes imperiales de la cooperación.
Orlando Núñez, Versión 2: ONG, Desmantelando lo Público
En julio de 2007 apareció el segundo Núñez, creador de Hambre Cero, programa insignia del gobierno de Ortega. Tras un semestre del retorno del FSLN al gobierno, esta vez instalado en su cristiano, socialista y solidario escritorio estatal, Núñez II escribió un texto titulado El asalto al Estado nacional, donde se acerca a la posición de Petras: “A lo largo de estas últimas décadas el rol original de los ONGs ha venido disipándose y orientándose y/o reconvirtiéndose en función de los nuevos mandatos. a) El primer mandato que la cooperación internacional confirió a los nuevos sujetos de la sociedad civil fue servir de colchón amortiguador frente a los estragos causados por la privatización de los servicios públicos... Se formaron ONG de educación dedicados a la alfabetización. Acción noble individualmente, pero con poco impacto social. Por ejemplo, se alfabetizaba a cien iletrados, mientras el sistema capitalista generaba mil iletrados en el mismo período y simultáneamente el presupuesto de educación disminuía en un 50%”.

“b) El segundo mandato fue recoger los excedentes de la economía popular a través de lo que se ha dado en llamar el sistema de microcrédito. A partir de un momento, y cuando ya la privatización caminaba por sí sola, se dijo que los ONGs tenían que ser autosostenibles y que la mejor forma de autosostenibilidad era que se dedicaran a incrementar el capital adelantado por la cooperación internacional a través de préstamos de corto plazo. Pocos pudieron resistirse y muchos no sobrevivieron. Los medios de comunicación de la derecha abrieron sus páginas, pantallas y micrófonos a los intelectuales escogidos como notables y representantes de la sociedad civil. La ofensiva contra lo público cabalgaba sobre las críticas al quehacer de los gobiernos. Mientras más se debilitaba el gobierno más se ensañaban en el desmante¬lamiento del Estado Nación. Los principales cuadros profesionales de los ONGs fueron cooptados por los nuevos partidos de la derecha neoliberal, abandonaron su independencia original y algunos de ellos empezaron a militar en las nuevas organizaciones cívico-políticas de corte neoliberal”.
¿Durmiendo con el enemigo?
Las afirmaciones de Petras y Núñez 2 insisten en que las ONG están durmiendo con el enemigo o, al menos, durmiendo por efecto de los narcóticos del enemigo. Pero hay que observar con cautela a quienes alegremente lanzan piedras sobre los frágiles tejados de las ONG desde los cómodos palacetes de la academia de los países industrializados o desde las oficinas del Estado. Y aunque sólo la ceguera interesada podría regatear la mucha razón que hay en el cuestionamiento de Petras a la trayectoria política -con destino apolítico y apolitizante- de las ONG, a su condena sin reservas cabe oponerle un bloque de evidencias y un enfoque histórico divergente. También hay muchos efectos benéficos que la irrupción de las ONG ha tenido en Centroamérica. Otro gallo nos cantaría si no hubiera existido o desapareciera de un plumazo el trabajo de algunas ONG. La condena de Petras ignora deliberadamente esta evidencia porque se decanta hacia un enfoque de la historia maniqueo y contable: una historia con buenos y malos dickensianos, una historia donde los conflictos se resuelven en éxitos o fracasos y donde es posible distinguir entre el “debe” y el “haber” como si fuera posible hacer un corte o cierre contable en los procesos históricos.

En una acera epistemológica opuesta, la visión histórica de Hannah Arendt postula que toda acción humana tiene un comienzo definido pero un final impredecible. Toda acción cae en una red de relaciones y referencias ya existentes, de modo que siempre alcanza más lejos y pone en relación y movimiento más de lo que el agente podía prever: toda acción es impredecible en sus consecuencias e ilimitada en sus resultados porque activa una cadena. Esa cadena de acontecimientos no puede ser controlada por los agentes causales. Las interacciones son las que determinan el curso de los efectos. Las acciones son parteras de lo inédito. Las categorías de triunfo y fracaso no tienen cabida en esta visión porque los procesos siempre son inconclusos y no determinables por los actores. Las ONG son sólo uno entre muchos actores. El efecto de sus acciones es el resultado de la interacción con los esfuerzos e intereses de los otros personajes de un drama muy complejo que jamás podría titularse “Abajo las ONG, arriba los movimiento sociales”.
¿Confluencia perversa?
En materia de crítica a las ONG resulta preferible la advertencia de la politóloga brasileña Evelina Dagnino sobre la existencia de casos de confluencia perversa, entendida como la coincidencia a nivel del discurso de proyectos antagónicos que se oculta bajo referencias comunes aparentemente inocuas y pocas veces elucidadas. ONG de izquierda y el Banco Mundial hablan de corrupción, de preservar la institucionalidad, de acceso a recursos, de capacitación para el desarrollo… ¿Hablan de lo mismo?

Retomando a Pablo Freire, Dagnino habla de la internalización de elementos neoliberales en los proyectos políticos de organismos que se presentan como alternativos. Ese proceso se lleva a cabo por medio de dislocaciones de sentido de presuntas referencias comunes cuando no se explicitan los proyectos políticos individuales y organizacionales.

La confluencia perversa más frecuente es la promoción de una ciudadanía y democratización reducida al mercado. Esta confluencia perversa es la plaga a la que están expuestas permanentemente las ONG por moverse en el mismo mercado de donativos amarrados a paquetes ideológicos. Identifico dos diferencias entre los planteamientos de Dagnino y de Petras: las ONG que según Petras son piezas ya cooptadas por el proyecto neoliberal, pueden -solamente, aunque no es poca cosa- internalizar elementos neoliberales. Las ONG que para Petras están subsumidas en una estrategia neoliberal, en Dagnino aparecen en medio de una nebulosa de programas de fronteras difusas y conceptos poco o mal definidos. Hay una enorme diferencia entre ser un sulfúrico agente de Satanás y ser alguien que puede caer en la tentación.

El peligro que apunta Dagnino fue expresado en las palabras que Susan George en el Informe Lugano pone en boca de un apócrifo grupo de expertos que buscan salvar al sistema capitalista: “Hay que seguir permitiendo que las ONG tengan ‘estatus consultivo’ dentro de un órgano formal que se reúna a intervalos regulares. Los representantes en este foro permanente de ONG podrían ser elegidos o no, en función de las políticas de cada Estado Miembro. Se ha demostrado que este modelo, ensayado con éxito en la larga serie de conferencias de la ONU celebradas durante la década de los 90, sirve para que las ONG sean más constructivas y responsables, es decir, mucho menos radicales, desafiantes y rebeldes”. Las ONG tienen la palabra. De ellas depende si caen en la trampa o si permanecen fieles o retoman su carácter anti-sistémico. La historia no está escrita y esperamos que surjan muchas novedades bajo el sol.
Las ONG en Centroamérica: Mínimo compendio de sus aportes
Tocqueville sostuvo que la caridad institucionalizada surgió del protestantismo. Karen Armstrong dice que muchos estadounidenses empezaron a trabajar por su país y sus comunidades en “las numerosas asociaciones protestantes que surgieron en los Estados norteños durante la segunda década del siglo XIX, después del Segundo Gran Despertar. Los cristianos empezaron a trabajar para un mundo mejor. Organizaban campañas contra la esclavitud y el alcoholismo y para acabar con la opresión de los grupos marginados. Muchos habían estado comprometidos con organizaciones abolicionistas y feministas”.

De forma semejante a sus antepasados evangelistas en el Norte, las asociaciones actuales -muchas religiosas, otras seculares- han tenido un papel destacado en la promoción de los derechos de distintos grupos. El catálogo es inmenso. Suficiente para dar un mentís a Petras y a Núñez 2. Porque ONG han sido las que se han dedicado a la búsqueda de desaparecidos durante y tras los conflictos bélicos en Centroamérica. Y su trabajo las llevó a interpelar y confrontar a los poderes establecidos de vocación criminal. Miles de dólares fueron canalizados desde ONG para engrasar procesos legales hasta rescatar a guerrilleros que hubieran perecido en las mazmorras y bajo las torturas de los kaibiles en Guatemala, de la tenebrosa policía hondureña o del implacable ejército salvadoreño.

La Asociación Pro-Búsqueda en El Salvador se especializó en la reunificación de familiares separados por la guerra. Betania y COAR -también en El Salvador, una en La Libertad y otra en Zaragoza- rescataron y criaron hijos de padres muertos o extraviados por la guerra. Y cuando el humo de los cañones se empezó a disipar, el proyecto de los lisiados de guerra del Instituto Histórico Centroamericano en Nicaragua enseñó oficios y brindó cientos de recursos a ex-combatientes del ejército sandinista a quienes su acaudalado general dejó varados en la miseria. Un desconsuelo inenarrable sería la guerra sin la misericordia y solidaridad que expresaron tantas ONG.

Ese desconsuelo también fue mitigado por las ONG dedicadas al esclarecimiento de la verdad. El Proyecto Interdiocesano Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), que culminó en el informe Guatemala: Nunca más, costó la vida a su líder, el obispo Juan Gerardi, asesinado de forma atroz por los remanentes de los aparatos represivos parapetados en el Estado Mayor Presidencial. Los cuatro tomos del informe se enfrentaron al mismo tiempo a la Guatemala neoliberal, ansiosa de olvidar para sumergirse en el dulce encanto del mercado, y a la Guatemala autoritaria, que no tolera denuncias ni está dispuesta a resarcir a las víctimas.

Andando el tiempo, las ONG han sido fuente de empleo e información y una barricada desde la que confrontar a gobiernos autoritarios. La lucha por la despenalización del aborto terapéutico en Nicaragua, enfrentando a diputados insensibles a la vida y la salud de las mujeres, se lleva a cabo desde las ONG. Se trata de una lucha eminentemente política: se trata de normar los valores públicos y de cuestionar a partidos políticos específicos. También desde las ONG se han levantado voces en defensa de los Códigos de la Niñez y contra los embates de las leyes anti-mara de Honduras y El Salvador, contra los operativos Mano Dura en El Salvador, contra el Plan Escoba de Guatemala y contra las recientes iniciativas para adoptar en Nicaragua una justicia juvenil decididamente punitiva. De modo que, tanto en su fase embrionaria como en su adolescencia, madurez o senectud actual, no pocas ONG han mostrado un talante político y politizador, polémico y confrontativo, que aunque no caracteriza a todo el gremio, tiene tantos pespunteos que bastan para invalidar la ley de hierro contra las ONG formulada por Petras.

Las ONG han sido un contrapoder a los abusos de los gobiernos centroamericanos: al golpe de estado de Miche¬letti, al autoritarismo de Funes y al despotismo de Daniel Ortega. Por poco que rasquemos las entretelas de la historia reciente, encontraremos que directores y funcionarios de ONG han invertido energías y arriesgado bolsa y pellejo denunciando la corrupción de Portillo en Guatemala, de Alemán en Nicaragua, de Cristiani en El Salvador, de Callejas en Honduras y de Rodríguez en Costa Rica, un listado que está lejos de ser exhaustivo y que sólo es un tenue reflejo de las innumerables marchas, análisis, recolectas de firmas, charlas, talleres, folletos y cabildeo diseñados, liderados y ejecutados por las ONG.

Las ONG están sirviendo de puente a derechos interna¬cio¬¬nalizados en el ámbito del feminismo, de los pueblos indígenas, del medio ambiente… Leyes nacionales -como la del empleo doméstico en Costa Rica, la de participación ciudadana en Nicaragua y las del desarrollo integral de la juventud en casi todos los países de la región- hacen eco a iniciativas mundializadas. Detrás, abajo, a un lado y al otro de la aprobación de estas leyes estuvo y sigue estando el brazo de las ONG. Gracias a sus gestiones, muchos líderes comunales, campesinos, jóvenes, indígenas logran que su palabra sea difundida: los programas de radio, boletines e informes de investigación participativa plasman y proyectan la voz de quienes siempre han tenido voz, pero poco auditorio y un micrófono con sordina.
El consumo: Un lugar para pensar
Son muchas las asociaciones comprometidas con distintas manifestaciones del mercado y el consumo. Unas han apostado por el comercio justo, otras se circunscriben a ámbitos más convencionales, pero apostando por un mejor acceso a recursos y a espacios donde se juegan los recursos. Quizás sean a éstas a las que más les cae el guante de Petras: la acusación de replegarse hacia la economía y claudicar en la política. Pero el siguiente texto del antropólogo argentino Néstor García Canclini nos coloca en una perspectiva diferente al repolitizar el consumo: “Para muchos hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, las preguntas propias de los ciudadanos sobre cómo informarnos y quién representa nuestros intereses son respondidas más por el consumo privado de bienes y de medios de comunicación que por las reglas abstractas de la democracia o por la participación en organizaciones políticas desacreditadas. Este proceso puede ser entendido como pérdida y despolitización respecto de los ideales de la democracia liberal o ilustrada, pero también puede pensarse que la noción política de ciudadanía se expande al incluir derechos a la vivienda, la salud, la educación y la apropiación de otros bienes en procesos de consumo. Es en este sentido que propongo reconceptualizar el consumo, no como simple escenario de gastos inútiles e impulsos irracionales sino como lugar que sirve para pensar, donde se organiza gran parte de la racionalidad económica, sociopolítica y psicológica en las sociedades”.
Las ONG son también difusoras de conocimiento
De modo que las ONG más pecaminosas -por enfrascadas o varadas en el pantano del consumo- pueden estar haciendo política: notable, buena, mala o pésima política. Están incidiendo en las manifestaciones de la vida pública que expresan, en el imaginario social y en el plato de cada día, los dilemas y agonías de hombres y mujeres concretos, esos especímenes que pueden lucir alienados, alelados y achicados cuando contrastamos sus figuras con las idealizaciones esbozadas por los plumones más ideologizados de los grandes “ismos”: comunismo, catolicismo, evangelismo, nacionalismo, etc., pero que son quienes definen, desde su pequeñez y falibilidad, el rumbo de la historia.

Las ONG han sido, son y -me encantaría creer- seguirán siendo una plataforma privilegiada para la producción y difusión de conocimiento. El Centro Antonio Valdivieso, la revista Envío y el Centro de Investigaciones para la Comunicación (CINCO) en Nicaragua, Editorial Guaymuras y el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) en Honduras, el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) en Costa Rica y AVANCSO en Guatemala son sólo algunos muy plausibles ejemplos de organismos con dos o más décadas de analizar la realidad centroamericana y difundir el pensamiento anti-hegemónico contra viento y marea. Las ONG contribuyen a la globalización del conocimiento, a la introyección de formas no agresivas de entender y ejercer la masculinidad, a disolver el sentido común diseminado por los dominantes… Quien cambia las mentes, cambia la dirección de los pies y las obras que hacen las manos de esas mentes, aunque desafortunadamente, ésta es una -y no la única- tarea en la que las ONG están pisando hoy un terreno movedizo.
Mecenas de derecha: Más generosos
La politóloga estadounidense y abanderada del movimiento alter-globalización Susan George expuso el contraste entre las estrategias de las fundaciones de la derecha y las progresistas para explicar la abrumadora arremetida del pensamiento de la derecha en su lúcido libro El pensamiento secuestrado. Dice ella: “¿Cómo usan estas fundaciones su dinero estratégicamente para ‘construir un movimiento’? La respuesta breve es que hacen todo lo que los donantes progresistas casi siempre se niegan a hacer. Los neocón (neoconservadores) comprenden que producir ideas inteligentes y bien presentadas puede llevar tiempo. Conceden subvenciones cuantiosas, predecibles y de varios años; algunos de sus protegidos llevan literalmente décadas recibiendo financiación. Los receptores saben que pueden realizar trabajos a largo plazo; saben que sus donantes están dispuestos a esperar sus beneficios ideológicos. ¿Y los donantes progresistas? Les gusta el corto plazo; suelen empezar con una subvención de un año, a veces renovable. En casos extremos podrían prolongarse hasta tres años, pero entonces, incluso si el trabajo ha finalizado con éxito, podrían abandonar al receptor porque es hora de pasar a algo -y a alguien- nuevo. Los neocón identifican a sus futuras estrellas y nutren a sus subvencionados, ayudándoles a pasar de la juventud a la madurez. Los donantes progresistas suelen sentirse incómodos concediendo subvenciones a expertos individuales… Como mucho, pueden financiar un proyecto que permitirán definir al experto, pero también le exigirán que lo gestione y lo coordine, en lugar de dedicarse a investigar, pensar y escribir a tiempo completo”.
Mecenas de derecha: Visión de largo plazo
Sigue George calificando a las fundaciones de la derecha: “No sólo financian magníficamente a expertos individuales, sino que también otorgan un generoso ‘apoyo operativo básico’ a instituciones neocón, porque sin una infraestructura digna, nada funciona. Los donantes progresistas odian dar dinero a presupuestos ‘básicos’; a cosas aburridas como secretarias y computadoras. Sólo financiarán proyectos que incluyan pocos gastos ‘de estructura’, generalmente no más del 10%, que el receptor está autorizado a aportar a la ‘base’”.

Sigue George: “La diferencia más notable entre los dos tipos de donantes es el trágico contraste entre sus objetivos. Los donantes progresistas no están dispuestos a aportar lo más mínimo a la producción y difusión de ideas. En el centro de su estrategia está el ‘proyecto’ -un objetivo bien descrito que implica algo en algún lugar que hay que corregir- con resultados claramente mensurables... Los donantes progresistas nunca van a entregar el dinero sin más y decir: ‘ponte a trabajar con esto’, ni siquiera a personas y organizaciones que ya han demostrado su capacidad para utilizarlo eficazmente. No lo harán porque este método llevaría alrededor de cinco minutos. En consecuencia, instituciones e individuos que esperan obtener o renovar su posición con las fuentes de financiación deben dedicar cantidades exorbitantes de tiempo a escribir propuestas, rellenar formularios, responder cuestionarios y a ganarse a sus ‘benefactores’, cuando deberían atenerse a su propio ‘negocio básico’: producir y difundir ideas. La derecha, por el contrario, confía en su gente, mantiene la burocracia al mínimo y sí dice, de hecho: ‘ponte a trabajar en esto’.”

Intentaré pergeñar algunas de las consecuencias de este sistema de financiamiento en la contribución de las ONG al declive del mundo del trabajo asalariado. Y aprovecharé algunas de las consignas-denuncias del movimiento de los indignados para que sea más evidente cómo la solidaridad gubernamental y no gubernamental del Norte está reproduciendo en el Sur, en nuestra Centroamérica, el sistema que los progresistas buscan demoler en el Norte.
“Democracia: ¿Dónde estás?”
Quien da la plata, platica. Y eso quiere decir que tiene la primera, la última y muchas de las palabras de en medio. Las más de las veces los financiadores definen no únicamente los temas, sino también los porcentajes de fondos que pueden destinarse al pago de salarios, a la adquisición de equipos y a la capacitación del personal. Los términos de referencia definen desde el balance de género en un taller hasta los conceptos políticamente correctos que deben ser aplicados en una investigación. De Europa nos vienen las preocupaciones por el medio ambiente, la participación ciudadana y la institucionalidad. Pero el mismo paquete de donativos trae un estilo de mando autoritario, antidemocrático, una actitud neocolonial.

Los directores de ONG aparecen a menudo como los capataces fieles que no cuestionan los dictados del Norte y que tampoco pueden ser cuestionados por sus huestes locales. Se perpetúan en la dirección de una ONG. Por eso vemos con tanta frecuencia que el director-fundador -a menudo un personaje de trayectoria encomiable, pero que ya no hace más que repetir sin resuello las últimas ideas que leyó durante su adolescencia- lleva 30 desgastantes años al frente de un MONGO, siglas con que Sally O’Neill, de Trocaire, bautizó a este extendido género: My Own NGO.

Basándose en esta constatación, Lofredo escribió: “El único personaje de importancia en la creación de la OENEGE es usted. Evítese problemas futuros. No se le ocurra incorporar a compañeros de la universidad o colegas profesionales con necesidades y aspiraciones similares a las suyas. Si lo hace, no podrá dormir tranquilo. Es preferible que los demás sean analfabetos, eunucos, ancianos seniles o votantes fallecidos”. Mediante esta brecha profesional, intelectual y de capital social las nuevas generaciones encuentran que las vías de ingreso y ascenso en las ONG están taponadas por viejos corchos… que siempre salen a flote. Y, si logran ser contratados, deben mantener cerrado el pico para conservar un empleo precario.
“Manos arriba: Esto es un contrato”
La mayoría de las agencias establecen que las ONG locales no pueden invertir más allá de cierta cantidad de fondos en la contratación de personal. Recientemente, una directora de una agencia se escandalizó porque lo presupuestado en planilla de una de sus contrapartes alcanzaba casi el 70% del monto solicitado. “¡Les estamos financiando casi toda la planilla!”, exclamó con inequívocas señales de irritación. Pero, ¿qué esperaba que esa diminuta ONG hiciera en un país donde urge mitigar el desempleo? ¿Destinar los fondos a transporte y fotocopias para que el dinero del Norte retorne al sitio de donde vino por los dollarductos de la Esso, la Toyota y la Xerox? El hecho de que la directora de la agencia gane probablemente más de 3 mil dólares mensuales y los beneficiarios de la planilla promediaban salarios de 200 dólares no debió parecerle digno de mención. El hecho de que su salario superara toda la planilla de la ONG no era motivo de escándalo.

Un beneficio omnipresente de los proyectos es su incidencia directa sobre el empleo. Pero las ONG tienen objetivos que juzgan primordiales. En teoría, las metas y mandatos de muchas ONG no están reñidos con la oferta simultánea de empleo, pero en la práctica las normativas de las agencia están poniendo coto a ese beneficio, que acaso estiman espurio. Debido a las restricciones sobre la colocación de los fondos -no más del 15, 20, 30%... en gastos indirectos-, y debido a la necesidad de aplicar año tras año a determinadas licitaciones de recursos, las ONG locales deben operar con planillas muy reducidas y sólo pueden ofrecer “empleos golondrina”.

Los fondos delegados y sus licitaciones anuales o semes¬trales son engendros del nuevo modelo. El viejo acuerdo se basaba en relaciones estables de largo plazo. El new deal de las agencias consiste en un borrón y cuenta nueva anual. Esta nueva economía institucional de la cooperación externa tiene sin duda muchos beneficios, algunos reales y otros solamente teóricos: evitar el compadrazgo de las relaciones de largo plazo, ofrecer el chance a nuevas entidades, financiar a los mejores -mejores para diseñar POAs, FODAs y Marcos Lógicos-, evaluar el impacto, premiar ciertos temas y enfoques...

Dado que en América Latina siempre aplica el principio de “hecha la ley, hecha la trampa”, podemos conjeturar -y en algunos casos constatar- que el nuevo modelo no logra colar los males a los que -dicen que dicen- el antiguo modelo dejaba la puerta abierta de par en par: compadrazgo, mediocridad perpetuada, imposibilidad de medir el impacto, entre otros. Pero también podemos constatar que el nuevo modelo ha legitimado un mazazo en la nuca del trabajo asalariado, añadiendo otra cohorte de males: precarismo e inestabilidad laboral, bajos salarios, externalización de costos, flexibilidad laboral y otras perversidades comúnmente atribuidas a los implacables demonios de la derecha empresarial, pero que también -quizás con más pericia y menos escrúpulos- ahora aplicamos nosotros, los querubines progresistas de las ONG.

Siguiendo los pasos de las transnacionales, las ONG están aportando su granito de arena y saco de cemento a la solidificación de la victoria del capital sobre el trabajo. No importa si buscan el Desarrollo -con mayúscula, entendido como el efecto inducido por un proyecto sobre una carencia o disfuncionalidad social-, las ONG se han subordinado a las dinámicas del desarrollo -con minúscula, entendido como la reproducción de las desigualdades en el sistema capitalista-.

La contracción forzada de la planilla de las ONG y la volatilidad de las relaciones entre agencias y contrapartes ha introducido a las ONG en un mercado laboral efímero y abusivo: encuestadores que saltan de agencia en agencia, asistentes de investigación que duran una puesta de sol, promotores y evaluadores sin pasión ni convicción en su trabajo, contratos por un mes o por una semana, talleres a destajo, etc. Con los contratos de tres meses a coordinadores de proyectos, las ONG se han situado al nivel de Naciones Unidas, una de las instancias que más globaliza y explota la legitimación del precarismo laboral.
“Se alquila esclavo económico”
Un requisito imprescindible para que el sistema funcione es la existencia de un inagotable ejército de reserva de empleados con diversos niveles y habilidades: contadores, sociólogas, periodistas, filósofos, monjas, curas y ex-curas, campesinos-promotores y todo bípedo implume que pueda deglutir el mercado laboral de las ONG. Son los esclavos económicos dispuestos a realizar las más diversas tareas. Cada uno puede abarcar un abanico variopinto de oficios y ocupaciones: una socióloga puede ser al mismo tiempo contadora, financiera, facilitadora de talleres -de inagotable variedad de temas-, redactora de artículos y boletines, comercializadora de granos básicos, promotora de grupos juveniles, miembro de consejos editoriales de revistas, representante de su ONG en foros nacionales y redes internacionales, profesora, coordinadora de un diplomado y más...

Ninguna de esas labores, por imprescindibles o habituales que sean en el trabajo cotidiano de su ONG, le garantiza una plaza duradera. Ni siquiera la elaboración de propuestas de financiamiento. Eso lo sabía muy bien Lofredo: “Los consultores tienen que redactar la propuesta, inventarse un plan de acción, un cronograma y, por supuesto, lo más importante, el presupuesto. Trabajan duramente día y noche durante semanas elaborando la propuesta, ajustando plazos, razonando la coherencia del proyecto, en fin, todas esas cosas. Para esto, contrate un par de especialistas desempleados, al salario más bajo que pueda imponer desde su posición de fuerza. Dígales que si el proyecto sale, los contratará a tiempo completo y con salarios internacionales. Si le creen y en su desesperación le creerán, trabajarán gratis”.

El esclavo económico trabajará gratis o se le pagará una modesta suma y se irá con su música y sus habilidades de propuestólogo a otra ONG urgida de presentar un proyecto en tiempo récord. Los capitales golondrina son denostados. Los trabajadores golondrina son siempre bienvenidos… y mejor despedidos. Esos trabajadores pendulares -Centroamérica los reconoce por todas partes- dentro de su propia tierra, saltan de un sitio a otro, de ONG en ONG, de una agencia a la venta ambulante, de un boletín subsidiado a un puesto de fritanga, con amplios períodos sin colocación. Cotizan y dejan de cotizar en la seguridad social y por eso difícilmente reunirán, al final de un azaroso ciclo laboral, la cantidad de cotizaciones requeridas para gozar de una pensión de vejez. Nunca podrán sindicalizarse. Jamás se les ocurrirá que las cosas podrían y deberían ser de otra manera. De hecho, hace años, las cosas fueron de otra manera.

Las ONG brindan empleo, pero sobreviven y alcanzan sus metas a costillas del declive del trabajo asalariado. Las agencias financiadoras presionan en esa dirección: en países donde el desempleo aprieta, reducen los porcentajes destinados a salarios y colocan los fondos en el rubro de “actividades” -visitas de seguimiento, talleres, encuestas, foros-, opción que conduce hacia contrataciones puntuales. En esa encrucijada surge la confluencia perversa en la práctica: las ONG refuerzan el precarismo, la informalidad y violan los derechos que deberían defender. El Fondo Común en Nicaragua -conglomerado de fondos de la cooperación europea-, junto con otras experiencias semejantes en la región, deberían replantearse el modelo y explorar vías en que se eviten los antiguos vicios sin añadir nuevas taras.
“Tu botín es mi crisis”
Los obituarios del trabajo asalariado empezaron a proliferar una vez que lo que Susan George denomina “derecha gramsciana” -una avalancha de inversiones y cabildeo bien concertados de los sectores neoconservadores para generar hegemonía- convirtió en sentido común el viejo catecismo capitalista vestido de primera comunión, rindió culto al mercado como supremo juez de inescrutables pero eficaces designios, premió las estrategias para evadir las obligaciones de los empleadores, concedió el estatus de héroes a los gerentes que recortan prestaciones sociales y obreros super e infranumerarios, elevó las técnicas gerenciales al grado de doctrina social y etiquetó el emprendedurismo como la más envidiable de las virtudes.

Pastores y sacerdotes, maestras y profesores universitarios, gerentes y administradores, empresarios y funcionarias de ONG, están oficiando la teoría y la práctica de los funerales del trabajo asalariado que produce el botín de los dominantes y la crisis de los empleados. Las ONG no cuestionan. Reproducen la precariedad laboral. Y no podemos excusarnos diciendo que todos los males provienen de los financiadores. Las ONG estamos cooperando con este sistema. Derribamos con manos y pies lo que erigimos con un dedo.

¿De qué sirve que seamos una ONG que promueve los derechos de los migrantes, si nuestras políticas de contratación seguirán produciendo más migrantes indocumentados? ¿Promovemos la microempresa para que nuestros desempleados busquen el ingreso estable que les negamos? ¿La lucha por los derechos de la mujer no incluye su derecho a un empleo estable ni siquiera en nuestras asociaciones? Junto al enfoque de género, la defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre lo que concierne a su propio cuerpo, la lucha por la institucionalidad y la transparencia, y muchas otras causas dignas de rebeldes, las hadas madrinas de las ONG se someten al sistema y aplican las prácticas gerenciales y de manejo de personal que sustituyen al trabajador de acero inoxidable por el empleado de hojalata descartable.

Continuará con el Tercer Jinete: Pandillas y Maras.
Investigador del Servicio Jesuita para migrantes de Centroamérica (SJM). Miembro del Consejo Editorial de Envío.

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