Por Víctor Manuel Ramos
La policía es una podredumbre total. Se han sacado sus trapos al sol porque cometieron el grave error de asesinar al hijo de la Rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y al otro joven universitario que le acompañaba. Tras el descubrimiento de la autoría de ese abominable crimen fueron surgiendo a la luz pública las deshonrosas acciones de la policía, que funciona con los dineros aportados por el pueblo pero que se ha convertido en el verdugo delincuencial del mismo pueblo. El Presidente, a pesar de las evidencias que ha puesto en manos de la opinión pública la prensa hablada y escrita, vacila, dándonos la impresión de que está amedrentado o que no tiene el coraje suficiente para enfrentar este enredo mayúsculo.
Por eso es trascendental subrayar el papel que ha jugado la Rectora de la UNAH, Julieta Castellanos, quien ha puesto el dedo en la pústula y ha hecho saltar el resto de la pus que ya se escapaba desde hace mucho, frente a la indiferencia de quienes están obligados, por la ley, a velar por la integridad moral de esa institución. Y no se trata de disimulada venganza, como afirma Juan Ramón Martínez, por parte de la Rectora, por el hecho de ser su hijo una de las víctimas de esta barbarie de la policía en contra de la ciudadanía hondureña, sino de un cumplimiento del espíritu y la letra de la ley Orgánica de la UNAH, que obliga a la institución a participar en la solución de los grandes problemas nacionales con sus trabajos de investigación y con sus propuestas oportunas.
Muy inexperta podrá ser la Universidad en asuntos policíacos, pero resulta que ha sido más eficiente en destapar la olla de la perversidad de esa institución poniendo en el tapete toda la corrupción que corroe a la policía. Más experta que los ministros de seguridad y que los Jefes de la policía. La policía ya había elaborado una mentira en torno al asesinato de los estudiantes universitarios y pretendía involucrar a los campesinos del Bajo Aguán o a los sindicalistas de la UNAH.
El presidente ha llegado, apenas, hasta la posibilidad de sacar las manzanas podridas del canasto, pero ha puesto a los dueños del canasto a seleccionarlas, respuesta que nos parece totalmente incoherente e inocente porque, si es que realmente se quiere tener una nueva policía al margen de la delincuencia, todos sus miembros deben ser sospechosos y someterse a investigación por parte de un organismos independiente, preferiblemente con acompañamiento internacional, de la ONU, si fuera posible. ¿Qué acción antidemocrática podrá haber en la intervención de una institución podrida? ¿Qué riesgos podría correr el Estado de Honduras al buscar cooperación internacional para solucionar este espinoso asunto? Antidemocrático sería permitir que las cosas sigan como están, porque a pesar de las vehementes promesas de los Jefes de la policía de que enmendarán los yerros, los periódicos siguen informando de actos delincuenciales protagonizados por la policía.
Estoy de acuerdo con Juan Ramón Martínez en que la policía debe ser una institución respetada. Pero esta policía, por favor, no puede merecer ningún respeto, porque, sin lugar a dudas, el único merecimiento que deberían recibir es su disolución y el juzgamiento, sin miramientos, de los culpables de crímenes, sobornos, secuestros, cobros de impuestos de guerra, sicariatos, robo de automóviles, asaltos a indefensos niños vendedores de tortillas, estimuladores de la prostitución, asesinato de gays, etc.
Tampoco comparto la teoría de Juan Ramón Martínez, quien propone que la policía debe ser depurada respetándola para que ella misma impulse sus cambios y sus transformaciones, sabiendo todos que, justo en el interior de esa institución están los delincuentes. Sirva a Juan Ramón como ejemplo el episodio mediante el cual la policía misma deja escapar a los responsables de los asesinatos de los dos universitarios y que el ex Jefe de la Policía José Muñoz Licona declare inocentemente de que no estaba enterado de la podredumbre de la institución que dirigía.
Nadie está proponiendo que la Universidad se encargue de sanear a la policía. No es ésta función de la UNAH. Lo que la UNAH propone es un documento que contiene los pasos a seguir para liberarnos de ese monstruo que nos tiene con las manos arriba a todos los hondureños. Y, claro, lo que la UNAH proponga si será, estoy seguro, una buena solución porque, Juan Ramón, las reformas deben tener fuerza nacional, no fuerza interna propia de quienes están en el banquillo de los acusados. Como están las cosas ahora, la policía no es ninguna institución democrática, es justo ese órgano de Estado encargado de la seguridad ciudadana y de sus bienes, quien amenaza la democracia, concebida para ofrecer a los ciudadanos el disfrute de la vida y todos los derechos que la vida moderna le ha reconocido.
El pueblo hondureño debe dar su brazo solidario a la Universidad en esta tarea de hacer que el Estado cumpla con su deber de poner todo el canasto, con todas sus manzanas, podridas y sanas, a la orden de un comité investigador que decidirá, sin contemplaciones, quienes se quedan y quienes van a parar a las bartolinas de alta seguridad de la PC. Hacer lo contrario es condescender con el crimen organizado que se dirige, nada menos que desde la Policía Nacional.
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