viernes, 4 de noviembre de 2011
Ideología y propaganda en los dibujos animados
La Lengua que se Come el Gato
Por Daniela Steklov
Disney me enseñó muchas cosas. El señor Walt Disney, sí, con su barba blanca y sus cejas pobladas, barriga generosa, mofletes rosas y gafas en medio de la nariz. Así lo imaginé siempre, tan peligrosamente parecido a Papa Noel que ahora me da hasta vértigo.
Me enseñó a frustrarme, a querer ser la más guapa, a llorar cuando un chico no me quería, a competir con mis amigas, a creer que la clave está en el trabajo duro y explotador, a hablar con mi espejo, a no comer manzanas, a tener miedo en el bosque… me enseñó tantas cosas que me costó mucho esfuerzo desprenderme de ellas y aun hoy me descubro desprendiéndome de algunas de ellas como si de capas de piel se trataran.
Para beneficio del señor Disney, no fue solo a mí a la que adoctrinaron (o al menos lo intentaron) sino a millones de niñas y niños de todo el mundo que después fueron padres y abuelos fervientes continuadores de las enseñanzas del gran imperio animado.
Reflexionando acerca de la gran propaganda del sistema capitalista que Disney junto a otros muchos se esforzó en asentar a sangre y fuego, quise investigar sobre los dibujos animados que ahora ven los niños. Descubrí una serie animada emitida desde hace unos meses en el canal ClanTv perteneciente a la televisión pública española. Se llama “Los DaVincibles” y bajo el paraguas de la cultura aprovecha para gotear ideología. Dos adolescentes apellidados Da Vinci viven aventuras buscando obras de arte por todo el mundo junto a su tío Leo, Leonardo Da Vinci. En cada peripecia se enfrentaran a un malo malísimo de ojos descolocados, boca torcida y, qué curioso, boina roja, llamado Cuba. Este personaje tiene el maléfico objetivo de dominar el mundo. Dominar el mundo, muy relacionado con las obras de arte y el fin cultural de la serie, sin duda…
Es habitual escuchar en la serie que los protagonistas repiten una y otra vez frases del estilo: “hay que luchar contra los planes de Cuba de dominar el mundo” o cosas similares. No me parece a mí que elegir Cuba como nombre del “malo malísimo” de una serie infantil sea un detalle sin importancia. Ni es un nombre común italiano (la serie es italiana) como el del resto de los personajes, ni es un nombre común, a secas. Pero aun pasando por encima del nombre, el obejtivo del personaje debería tener relación con el robo de obras de arte, perseguir a Leo… no sé algo que tuviera que ver con la trama de la serie. Dominar el mundo creo que dista bastante de ello.
Llámenme paranoica pero prefiero andar con pies de plomo cuando se trata de la educación de nuestros hijos. Puede ser que ellos no se den cuenta, pero en su subconsciente se queda toda esa información: el malo = cuba // qué quiere= dominar el mundo. Y cuando crecen, los medios de comunicación y sus informativos se encargan de completar el resto del puzzle. Ese puzzle mental con piezas perfectamente fabricadas y preparadas para que no quede ni un hueco libre dond ese pueda colar el crtierio propio o el espíritu crítico.
Y la televisión pública, como no, jugando excelentemente su papel. Qué pena.
Por Daniela Steklov
Disney me enseñó muchas cosas. El señor Walt Disney, sí, con su barba blanca y sus cejas pobladas, barriga generosa, mofletes rosas y gafas en medio de la nariz. Así lo imaginé siempre, tan peligrosamente parecido a Papa Noel que ahora me da hasta vértigo.
Me enseñó a frustrarme, a querer ser la más guapa, a llorar cuando un chico no me quería, a competir con mis amigas, a creer que la clave está en el trabajo duro y explotador, a hablar con mi espejo, a no comer manzanas, a tener miedo en el bosque… me enseñó tantas cosas que me costó mucho esfuerzo desprenderme de ellas y aun hoy me descubro desprendiéndome de algunas de ellas como si de capas de piel se trataran.
Para beneficio del señor Disney, no fue solo a mí a la que adoctrinaron (o al menos lo intentaron) sino a millones de niñas y niños de todo el mundo que después fueron padres y abuelos fervientes continuadores de las enseñanzas del gran imperio animado.
Reflexionando acerca de la gran propaganda del sistema capitalista que Disney junto a otros muchos se esforzó en asentar a sangre y fuego, quise investigar sobre los dibujos animados que ahora ven los niños. Descubrí una serie animada emitida desde hace unos meses en el canal ClanTv perteneciente a la televisión pública española. Se llama “Los DaVincibles” y bajo el paraguas de la cultura aprovecha para gotear ideología. Dos adolescentes apellidados Da Vinci viven aventuras buscando obras de arte por todo el mundo junto a su tío Leo, Leonardo Da Vinci. En cada peripecia se enfrentaran a un malo malísimo de ojos descolocados, boca torcida y, qué curioso, boina roja, llamado Cuba. Este personaje tiene el maléfico objetivo de dominar el mundo. Dominar el mundo, muy relacionado con las obras de arte y el fin cultural de la serie, sin duda…
Es habitual escuchar en la serie que los protagonistas repiten una y otra vez frases del estilo: “hay que luchar contra los planes de Cuba de dominar el mundo” o cosas similares. No me parece a mí que elegir Cuba como nombre del “malo malísimo” de una serie infantil sea un detalle sin importancia. Ni es un nombre común italiano (la serie es italiana) como el del resto de los personajes, ni es un nombre común, a secas. Pero aun pasando por encima del nombre, el obejtivo del personaje debería tener relación con el robo de obras de arte, perseguir a Leo… no sé algo que tuviera que ver con la trama de la serie. Dominar el mundo creo que dista bastante de ello.
Llámenme paranoica pero prefiero andar con pies de plomo cuando se trata de la educación de nuestros hijos. Puede ser que ellos no se den cuenta, pero en su subconsciente se queda toda esa información: el malo = cuba // qué quiere= dominar el mundo. Y cuando crecen, los medios de comunicación y sus informativos se encargan de completar el resto del puzzle. Ese puzzle mental con piezas perfectamente fabricadas y preparadas para que no quede ni un hueco libre dond ese pueda colar el crtierio propio o el espíritu crítico.
Y la televisión pública, como no, jugando excelentemente su papel. Qué pena.
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