martes, 9 de octubre de 2018

Política neoliberal de empleo: Un fracaso



Honduras está por cumplir otro año de ilegalidad y fraude, siendo los resultados de ese proceso retardatario muy graves para el país. A la cúpula que gobierna, sin embargo, jamás le importaron las terribles consecuencias de su ambición incesante, pues sabían, desde que urdieron el cómplice plan continuista, que sus jugadas políticas iban a debilitar las ya maltratadas instituciones de la república. Y así fue como hundieron en el desprestigio a la Corte Suprema de Justicia, a la Fiscalía, al Tribunal Supremo Electoral, el Registro Nacional de las Personas, al Congreso Nacional y todas sus estructuras dependientes. Planificaron financiar su propuesta electoral incorrecta con el presupuesto público y así lo hicieron, abonando el terreno para más corrupción y despilfarro. La Maccih ha contribuido a que conozcamos con certeza cómo fueron desviados fondos del erario para canalizarlos a las campañas electorales por vía de testaferros, la mayor parte de ellos integrada con profesionales universitarios a quienes la ética les es indiferente.

Instrumentaron para ese fin a todas las instituciones importantes del país, pese al repudio expresado por diversos sectores y a las reiteradas llamadas para que contuvieran sus planes, destructivos de la incipiente democracia local. Ahora se cosecha lo que el presidente de la república y su vicioso grupo sembraron en años recientes pues Honduras enfrenta situaciones extremas de atraso e injusticia; abundan la inconformidad, la ira y el repudio ante la cúpula abusiva, cuyos escándalos revientan día a día; no se puede tapar al sol con un dedo. Incluso en el extranjero trasciende la verdadera naturaleza de este grupo abusivo que ha llevado su vicio muy lejos, que tejió alianzas peligrosas y que creó y fomentó un ambiente propicio al crimen organizado, al narcotráfico, al lavado de activos, la corrupción y el abuso de poder, ya prácticamente indetenibles.

El país es un nido continuo de protestas cautas o declaradas. Primero fue el pueblo embravecido frente a un fraude y una incorrección electoral consumada, después los transportistas, los estudiantes, más tarde médicos y enfermeras. Las conversaciones diarias se llenan con mordaces comentarios acerca del presidente, la administración pública y su entorno, todos absolutamente incapaces pues la situación social sigue caminos indefectibles hacia más pobreza. Los resultados de la convocatoria a un diálogo político están aún por verse ante la intención de los usurpadores para empantanar cualquier intento que ventile temas incómodos para sus intereses y cada día se retiran actores clave sin que se incorporen otros necesarios. Estados Unidos, generoso durante mucho tiempo con las élites empresariales y políticas corruptas del país, parece no estar dispuesto a seguir financiando ese proyecto de latrocinio y promete ahora la elaboración de una lista de corruptos del triángulo norte, amenaza que tiene dedicatoria especial para quienes mal administran estos países.

Inestabilidad política, caos económico 
Si sólo fuera la situación política, se podría ser menos duro con el gobierno intruso y corrupto, pero no es así. La política y la economía marchan siempre juntas y marcan tendencias. En ambientes políticamente estables, con evolución previsible y con respeto a la voluntad popular, a las instituciones y sus leyes, se dan condiciones para el surgimiento de economías en continuo mejoramiento. Honduras no escapa de esa lógica y por ello podemos constatar que, junto a la crisis política, evoluciona una situación económica y social dura para millones de ciudadanos.

Miremos las condiciones en que se vive en Honduras. Cálculos conservadores confirman que, para el año 2016, el 65% de hondureños vivía en condiciones de pobreza, o sea sin ingresos suficientes para satisfacer la necesidad alimentaria básica y otras prioridades (vivienda, educación, salud, transporte). Como si no fuera suficiente, la tragedia es mayor cuando se constata que dentro de ese grupo existe otro segmento con gente más pobre, constituido por 42% de la población total. Son quienes, en miseria, no tienen ingresos ni para satisfacer las necesidades alimentarias primarias. En retrospectiva y acorde con las fuentes oficiales, tenemos los mismos niveles de pobreza que hace siete años, casi sin parangón en el continente, situación alarmante e imperdonable si se reconoce que esos porcentajes no son vacíos sino tragedias humanas que aumentan día a día en términos absolutos. En resumen, ello representa un fracaso rotundo de la clase gobernante en este y pasados gobiernos, que no ha sabido ni querido enfrentar la tarea fundamental de todo quehacer político, cual es generar condiciones de bienestar para el ciudadano. Tal retraso humano conmueve la conciencia, peor cuando se constata que otros Estados, incluso cercanos, han dado pasos contundentes para combatir y revertir el hambre. Los niveles de pobreza en Costa Rica ascienden sólo al 20% y la conclusión es obvia: esa nación es gobernada por una clase política esmerada, sensible y concentrada en tareas de desarrollo, no como pasa en Honduras, donde opera una élite indolente, cruel y entretenida en afanes irrelevantes para el bienestar general. En Honduras la distribución del ingreso es tan desigual que durante décadas ha matado a millones de ciudadanos.

Según PNUD, en 2011 el 10% de la población más rica del país acumulaba 40% del ingreso nacional. El segundo 10% más rico concentraba el 18% de ese mismo ingreso. O sea que 20% de la población más rica acapara más de la mitad del ingreso general, dejando al restante 80% en lipidia. La historia no finaliza allí pues 52% del espectro demográfico hondureño, que está constituido por mujeres, recibe menos ingreso que el hombre por las mismas actividades, siendo más fuertemente golpeada con el desempleo. Los supuestos triunfos de que alardean las autoridades gubernamentales son falsos o de magros resultados. Al comparar con el año 2014 se observa que las tasas de desempleo aumentaron en 2017, afectando al siete por ciento de la población económicamente activa. Más de 170 mil jóvenes desean entrar cada año a la vida productiva pero no hay, o son escasas, las nuevas plazas. El 30% de personas entre 15 y 30 está desempleado. La perspectiva es grave ya que 56% de los ocupados está subempleado, fuera porque trabajan medio tiempo o en jornadas completas pero sin salario mínimo. De allí el acuciante problema migratorio y la incapacidad de frenar esa hemorragia que paradójicamente ya se ha convertido en la fuente más sustancial de ingreso de divisas; es lo único que detiene que millones de familias caigan en miseria.

Empleo y espejimos del empleo  
El desempleo no es sólo ausencia de trabajo remunerado; también es problema de bajos ingresos. El INE afirma que para 2017 el ingreso promedio del trabajador del sector privado fue de L. 6285.oo por persona, comparado con L.5968.oo en 2014. El leve incremento es de cinco por ciento en los recientes cuatro años, pero lo consumió la inflación acumulada en ese mismo cuatrienio, adicional a las alternativas de salarios por hora y mini-empleo, que precarizan más el trabajo. Se hace claro, pues, que es manteniendo o reduciendo los salarios reales que la doctrina oficial busca crear más puestos de trabajo. El resultado es, por el contrario, menos ingresos en términos reales y mayores grados de desempleo.

El publicitado programa 20/20 de empleo, por su parte, considerado como la joya de la corona gubernativa, está por concluir sin alcanzar siquiera 20% de sus objetivos ya que se halla lejísimos de generar los 600 000 mil empleos prometidos, que incluso así eran insuficientes. El programa se sustenta en una paradoja irreal pues espera generar esa suma de empleos fomentando el aumento de la inversión extranjera. Pero según el Banco Central, cuyas cifras no siempre son confiables, la inversión de capitales extranjeros en Honduras no creció en los pasados siete años, o muy ligeramente, por lo que para cumplir las metas del 20/20 se deberá esperar ¡45 años!… Es una situación similar a los atrasos del desarrollo que intencionalmente ejecutan los malos políticos y que advierten que para que un niño del presente obtenga una vida digna, saludable y plena tendrán que pasar cinco generaciones, es decir 125 años… El país se hunde y los religiosos siguen predicando sobre filisteos y del arca de Noé; los colegios gremiales, con excepción del de economistas, callan; los medios maquillan la realidad. Lo que implica que o nos rebelamos y tomamos la corrección de estos desastres en nuestras manos o perecemos como sociedad y nación.


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