miércoles, 11 de abril de 2018

Ni una bala de más, ni se dijo una mentira



Por Pedro de la Hoz

La credibilidad y la confianza de las transmisiones de Radio Rebelde radicaba en el contacto directo de los líderes de la gesta, comenzando por Fidel, con el pueblo, mediante un lenguaje ajeno a formalismos retóricos, y sobre la base de la más absoluta transparencia

A la opinión pública de Cuba y a los pueblos libres de la América Latina.

He marchado sin descanso días y noches desde la zona de operaciones de la Columna No. 1, bajo mi mando, para cumplir esta cita con la emisora rebelde.

Duro era para mí abandonar mis hombres en estos instantes, aunque fuese por breves días, pero hablarle al pueblo es también un deber y una necesidad que no podía dejar de cumplir.

Odiosa como es la tiranía en todos sus aspectos, en ninguno resulta tan irritante y groseramente cínica como en el control absoluto que impone a todos los medios de divulgación de noticias, impresas, radiales y televisadas.

La censura, por sí sola tan repugnante, se vuelve mucho más, cuando a través de ella no solo se intenta ocultar al pueblo la verdad de lo que ocurre sino que se pretende, con el uso parcial y exclusivo de todos los órganos normales de divulgación, hacerle creer al pueblo lo que convenga a la seguridad de sus verdugos.

Mientras ocultan la verdad a toda costa, divulgan la mentira por todos los medios.

Comandante en Jefe Fidel Castro
Radio Rebelde, Sierra Maestra
14 de abril de 1958


La cita que encabeza este texto fueron las primeras palabras pronunciadas por Fidel ante los micrófonos de Radio Rebelde, emisora fundada muy poco antes, el 24 de febrero de ese año, por el Comandante Ernesto Che Guevara.
No solo se trataba de dar a conocer la vitalidad del foco guerrillero en la Sierra Maestra y su expansión progresiva hacia otras zonas del territorio oriental –la apertura del Segundo y el Tercer Frente por los comandantes Raúl Castro y Juan Almeida, respectivamente–, y de otras provincias del país –se combatía en Las Villas y Pinar del Río, mientras se resistía en las ciudades, pese al fracaso de la huelga del 9 de abril–; ni de romper el cerco mediático que impedía a la población tomar el pulso a la creciente actividad revolucionaria.

Con Radio Rebelde se perfilaba entre nosotros un inédito modelo de comunicación asociado a las luchas populares, basado en principios que en el tiempo han demostrado su plena vigencia.

Ante todo se tuvo en cuenta la capacidad multiplicadora de un medio que por entonces, además de su inmediatez, era el de mayor impacto potencial en las audiencias y podía superar las dificultades de la circulación de la prensa clandestina impresa, sin renunciar, obviamente, a esta última. Abundan los testimonios de la extraordinaria penetración de las transmisiones de Radio Rebelde y sus ramificaciones –al final de la guerra operaban 32 emisoras integradas en la Cadena de la Libertad–; en muchas casas, con el volumen atenuado y en los sitios más resguardados, la gente oía a diario los partes de la planta guerrillera.

Pero lo esencial de la credibilidad y la confianza de las transmisiones de Radio Rebelde radicaba en el contacto directo de los líderes de la gesta, comenzando por Fidel, con el pueblo, mediante un lenguaje ajeno a formalismos retóricos, y sobre la base de la más absoluta transparencia y probidad informativas.

Todos los mensajes estaban avalados por la verdad. «En la Radio Rebelde –afirmó Fidel– no se puso nunca ni una bala de más, ni se dijo una mentira».

El valor movilizativo y orientador del medio se afianzó como parte sustantiva de la propuesta comunicativa, como quedó demostrado en los días finales de la gesta de liberación, cuando desde las ondas de la emisora el líder de la Revolución conjuró el intento de golpe de Estado y llamó a la huelga general.

Llama la atención la línea inicial de aquella primera alocución de Fidel por la radio. La referencia a los «pueblos libres de América Latina» indica, de manera explícita, tanto la vocación integradora, de raigambre martiana, de la lucha revolucionaria, como un reclamo solidario que la Revolución hizo recíproco tras el triunfo de Enero de 1959 y ha estado presente invariablemente en las plataformas mediáticas cubanas.

Del poder arrollador de la radio dio fe el propio Fidel cuando, al analizar muchos años después sobre el terreno, el enfrentamiento a la ofensiva lanzada a mediados de 1958 por el régimen contra las fuerzas insurrectas, señaló como «el máximo punto de penetración en la ofensiva, el más próximo a Radio Rebelde y a la Comandancia General, que no distaba de aquí en línea recta ni siquiera dos kilómetros, de modo que los morteros podían disparar sobre Radio Rebelde debido a la corta distancia en que se encontraba el enemigo», y recordó cómo «con muy pocas fuerzas, prácticamente con escuadras, fue necesario defender todos los accesos a la Comandancia General y a Radio Rebelde…».

La instalación de Radio Rebelde en Altos de Conrado se revela con aires de leyenda. El Che supo que un técnico que reparaba receptores domésticos en Bayamo, militante del Movimiento 26 de Julio, Eduardo Fernández, había expresado su disposición de dotar a la guerrilla de un transmisor. Pero había que buscar las piezas, subirlas a la montaña mediante un arriesgado tráfico clandestino y luego armar la emisora y hacerla funcionar. «Aquí Radio Rebelde, la voz de la Sierra Maestra, transmitiendo para toda Cuba en la banda de 20 metros diariamente a las cinco de la tarde y nueve de la noche…», se escuchó al fin el día señalado.

En realidad fue magro el resultado inaugural. Con su peculiar ironía, el propio Che narró el episodio: «Los únicos oyentes que tuvimos fueron Pelencho, un campesino cuyo bohío estaba situado en la loma de enfrente a la planta, y Fidel que estaba de visita en el campamento…».

Muy pronto, sin embargo, se enmendaría técnicamente la situación. En pocas semanas, la emisora se convirtió en una herramienta imprescindible en el fragor de la lucha. Sobre su naturaleza y alcance, Raúl Castro expresó el 24 de febrero de 1973:

«Con la creación de Radio Rebelde, el Che proseguía los esfuerzos por divulgar las ideas revolucionarias, iniciados con el pequeño periódico El Cubano Libre, así denominado en honor del ejército mambí. A su vez, estos medios de propaganda revolucionaria, surgidos en territorio rebelde, continuaban la senda de las publicaciones clandestinas que a partir de El Acusador, La Historia me absolverá y los manifiestos número 1 y 2 del Movimiento 26 de Julio, concretaban el principio firmemente sostenido por Fidel de esclarecer, orientar y movilizar a las masas, ante todo diciéndoles la verdad».


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