martes, 10 de abril de 2018
¿Feminismo con o sin clase?
Por Jon E. Illescas
El autor nos comparte una reflexión crítica sobre"la histórica" disyuntiva de si la variable prioritaria para la transformación social tiene que ser la clase social o el género. Nos ofrece una respuesta priorizando la variable de desigualdad de clase social como la variable esencial para la transformación: "No poner el acento en la división sexual o de género, sino en la unión y la igualdad que no sólo debe ser el fin sino el medio". En el artículo, además, nos hace una propuesta concreta que: " los medios de comunicación capitalistas no apoyarán nunca".
Después de la huelga feminista del pasado 8 de marzo, dos ideas resuenan en mi cabeza. La primera es que, pese a todo el camino que queda por recorrer, el feminismo amplio [1] está más cerca de transformarse en una fuerza hegemónica en la sociedad española (algo que en la izquierda sucedió hace tiempo). En segundo lugar, conectado con lo anterior, hay que reconocer lo esencial que ha sido el apoyo de una parte importante de los medios de comunicación a la causa. A medio y a corto plazo. No es sólo que los casos de violencia machista tengan sistemáticamente hueco en gran parte de los telediarios más vistos o que una parte de la cultura de masas refleje el empoderamiento de la mujer como consumidora/espectadora a la que hay que tener en consideración [2] es algo mucho más inmediato que ese proceso de acumulación en el tiempo.
Tenemos que ser honestos y reconocer que sin todos los medios privados “progres” que los días previos a la huelga feminista la publicitaron incluso animando a las mujeres a secundarla, jamás hubiera habido 6 millones de personas en las calles. Jamás. Sin su apoyo, hubiera sido otra movilización feminista con las y los militantes de izquierda de siempre. Es decir: una minoría [3] En este sentido, apremia que desde la izquierda (y el feminismo como parte integrante de ella) superemos esa ingenuidad infantil que ve los medios privados “progresistas” como agentes aliados de nuestras causas. Es necesario entender que los grandes medios privados sean “de izquierdas” o “de derechas” están controlados por una oligarquía mediática conectada con una férrea oligarquía económico-política transnacional. Una élite capitalista que no apoya algo “porque sí” o porque considere que es “justo”, sino porque de algún modo le interesa o lo prefiere a otra cosa que pudiera ser más peligrosa para sus intereses de clase.
Esta élite conoce perfectamente el poder que conlleva tener la propiedad de los medios de producción simbólica (las industrias culturales). No en vano, son los que producen las ideas, las imágenes e incluso las melodías que condicionan nuestros anhelos, sueños y límites de lo deseable: a derecha e izquierda del espectro político. Y esa misma oligarquía mediática que decidió apoyar la huelga feminista, sabe cómo utilizarlos perfectamente, sabe cómo utilizarnos. Más en los tiempos del feedback instantáneo y la Big Data.
Buen ejemplo de este uso oportunista e ingenioso de los anhelos populares fue la irrupción/promoción de Podemos hace casi cuatro años. Una parte de la oligarquía apoyó a ese otrora inexistente y radical partido en las elecciones europeas de 2014, antes de que los mismos medios que lo auparon al imaginario colectivo en detrimento de una Izquierda Unida que alzaba el vuelo pisándole los talones al PSOE [4] decidieron empequeñecer a la organización morada para aupar a Ciudadanos (otra entidad de origen mediático-político, en su caso, pensada para el electorado de centro-derecha).
Cuatro años después nos encontramos con que Podemos roza porcentajes de intención de voto similares a los que las encuestas auguraban a IU, pero la diferencia es que 1) Podemos está en declive, 2) ha disfrutado de más tiempo en pantalla que IU en toda su historia y 3) no es un partido creado por una militancia histórica formada de raigambre marxista curtida en múltiples batallas político-sociales sino desde una élite político-mediática.
Dan igual las intenciones de sus más o menos ilustrados dirigentes. Tampoco importa su honestidad. Podemos es un partido con poco músculo en sus bases (ni tradición ni garantías asamblearias) y a diferencia de IU (que jamás ha tenido el favor de los medios), su existencia depende mayoritariamente del tiempo que la oligarquía mediática decida dejarlo en las pantallas que condicionan la voluntad política de las mayorías [5]. Su principal fuente de alimentación proviene de una parte de la élite de la clase dominante pues no se sustenta (ni puede hacerlo) en una militancia sólida.
Así, tras la (parcial) construcción/destrucción mediática de Podemos, la oligarquía ha conseguido sortear lo peor que la crisis económica pudiera haberles traído evitando que 1) ningún comunista de IU/PCE llegase al frente de ningún gobierno local o autonómico de importancia, por muy socialdemócrata que fuera su praxis, 2) el sorpasso de Izquierda Unida al PSOE y 3) el difícilmente probable (aunque no descartable) nacimiento o reconfiguración de una nueva organización anticapitalista surgida de la unión de las luchas populares que se estaban produciendo antes de la irrupción de Pablo Iglesias, Errejón y compañía.
Otro ejemplo de movimientos populares apoyados/utilizados desde los medios privados para sus intereses de clase ocurrió en 2003 con la guerra de Irak, cuando la empresa Mediaset, controlada por el derechista y multimillonario italiano Silvio Berlusconi, apoyó a las decenas de millones de ciudadanos que se manifestaron contra la guerra imperialista de Estados Unidos. Por aquel entonces, el apoyo de Telecinco a las fuerzas progresistas fue impresionante.
Recuerdo que en España se abrían los telediarios con noticias sobre las nuevas movilizaciones que se tomaban a lo largo y ancho del territorio: universidades, plazas, centros de trabajo, etc. Pareciese como si de repente, la cadena de Berlusconi, otrora famosa por “Las Mama Chicho” y “Gran Hermano”, se hubiera transformado en un medio anticapitalista. Nada más lejos de la realidad.
¿Cuál era el origen de este apoyo “pacifista” interesado? Que Berlusconi, por entonces Primer Ministro de Italia, tenía firmados millonarios contratos entre empresas italianas y el Gobierno de Sadam Husein. Por lo que estaba muy preocupado que con la invasión estadounidense esos contratos se esfumaran y, con ellos, el capital que sus amigos empresarios pensaban revalorizar. Semejante a lo ocurrido con Jacques Chirac y el gran empresariado francés. Nada de “causas humanitarias” ni de “diplomacia civilizatoria”.
Intereses y temores capitalistas ciertamente prosaicos que se vieron justificados una vez consumada la invasión. Así es, pues las empresas de Italia y Francia, junto a las de otros países con gobiernos contrarios a la guerra, fueron excluidas de la jugosamente rentable destrucción/reconstrucción del país [6]. ¿Y qué demonios tiene que ver Podemos o la guerra de Irak con la huelga feminista del pasado 8 de marzo? Que como apunté al inicio, los medios privados dirigidos a un público comprendido entre el centro y la izquierda apoyaron con firmeza la huelga incluso alardeando de que algunas de sus mediáticas presentadoras la secundaría [7]. ¿Cuándo se ha visto que un medio controlado por el gran capital apoye una huelga general de trabajadores? ¿Por qué ahora sí? ¿Por algún “acuerdo secreto” entre la oligarquía mediática y alguna agrupación de militantes feministas? Por supuesto que no. Pero, entonces, ¿por qué? En mi opinión, porque el movimiento feminista no luchaba en esa jornada por ninguna propuesta concreta ni tangible que fuera peligrosa para el sistema en su conjunto. Todo lo contenido en el “Manifiesto 8M” eran brindis al sol rodeados de buenas intenciones, excesivas demandas inconcretas, aseveraciones parcialmente falsas o lemas estéticamente contundentes, pero materialmente inofensivos, como el “fin de la violencia machista”, los “¡basta ya!”, las denuncias a la asociación entre el capitalismo y el patriarcado, etc.[8]
Situación semejante a cuando desde UNICEF o algún ayuntamiento del signo que sea, se celebran movilizaciones pidiendo “el fin del hambre en el mundo” con el Imagine de John Lennon cantado por niños sonando de fondo. Muy bonito sí, pero poco útil. Pues sin propuestas concretas no hay soluciones. En otras palabras: la del pasado 8 de marzo fue una huelga sin peligro para los que están en la cima de la pirámide. Pero sumado a ello se da el hecho de que el feminismo, bien utilizado/manipulado, como las luchas parciales de cualquier tipo, tienen la virtud de dividir los esfuerzos de las personas oprimidas por su emancipación. Y ese es justo el tipo de feminismo que los medios están apoyando. Si colocas el acento principal de las luchas populares y el tiempo (cada vez más escaso) de activismo de los militantes en el género o en la nación, relegas a la clase. Y la clase es la categoría más inclusiva que une a todas las personas explotadas del sistema: hombres y mujeres, negros y blancos, nativos e inmigrantes, murcianos y catalanes, religiosos y ateos, heteros y homosexuales, etc.
De hecho, el principal punto que causó iras entre la patronal y los partidos de derechas en la jornada feminista del 8 de marzo radica en que la protesta tomará la forma de huelga (contenido de clase) y no en su contenido feminista (que fue apoyado casi por unanimidad) [9]. En este sentido, hay que recordar que nadie ha luchado tanto por los derechos de las mujeres como el movimiento obrero. No en vano, celebramos el “Día Internacional de la Mujer” a propuesta de la socialista y marxista alemana Clara Zetkin (1857/1933).
Y lo hacemos el 8 de marzo porque ese día en 1917 se produjo en Rusia una manifestación masiva de obreras textiles en Petrogrado que llevó al Zar Nicolás II a abdicar y al gobierno provisional a garantizar el voto femenino [10]. Más aún, ¿sabe quién fue la primera mujer de la historia en gobernar un país? Curiosamente una socialista, Sirimavo Bandaranaike, que llegó a primera ministra de Sri Lanka en 1960 [11]. ¿Y la primera ministra? Aleksandra Kollontai, comunista en el gabinete de Lenin tras la Revolución de Octubre de 1917. Todas estas heroínas del movimiento obrero y la emancipación de la mujer se opusieron al feminismo burgués como ajeno a sus luchas.
En palabras de Zetkin: El principio-guía debe ser el siguiente: ninguna agitación específicamente feminista, sino agitación socialista entre las mujeres. No debemos poner en primer plano los intereses más mezquinos del mundo de la mujer: nuestra tarea es la conquista de la mujer proletaria para la lucha de clases […] Las reformas que se deben conseguir para las mujeres en el seno del sistema social existente ya están incluidas en el programa mínimo de nuestro partido [12]. Por ello creo que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres debería volver a estos orígenes buscando una igualdad real, trabajadora, materialista.
No poner el acento en la división sexual o de género, sino en la unión y la igualdad que no sólo debe ser el fin sino el medio. Hay que desterrar de los programas políticos de izquierda las “protestas” para que haya más mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas o por la llamada “discriminación positiva” en la administración o las organizaciones políticas. Éstas políticas discriminatorias que pretenden acelerar la igualdad, en realidad fomentan la desigualdad dañando, dividiendo y enfrentando a una parte de la clase trabajadora con la otra según sexo (políticas discriminatorias que, por cierto, provienen de gobiernos liberales de mitad del siglo XX como los de Kennedy o Nixon) [13].
Lo que debemos hacer es imitar el ejemplo de luchadoras por la igualdad como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo Alexandra Kollontai. Todas lucharon por la igualdad entre sexos, no por ninguna cuota. Y con esa lucha socialista consiguieron innumerables mejoras materiales para las mujeres en el propio capitalismo. Es en el camino de la igualdad, todavía no conquistada, por el que debemos seguir trabajando las y los socialistas que somos también las y los feministas con clase. En palabras de Zetkin: “La lucha por la liberación de la mujer proletaria no puede ser similar a la que la mujer burguesa lleva contra el hombre de su clase. Al contrario, debe ser una lucha conjunta con el hombre de su clase contra toda la clase capitalista” [14].
Curiosamente, en esta lucha sincrónica al desarrollo del capitalismo, este sistema de explotación ha potenciado el aumento de la fuerza de trabajo femenina debido a que necesita de más trabajadores que subsumir bajo la forma social de asalariados para incrementar la rotación del capital y mantener los beneficios. Algo que ya observó Rosa Luxemburg en 1912: Cada día aumenta el número de mujeres explotadas por el capitalismo, cada nuevo progreso industrial o técnico crea nuevos puestos de trabajo para mujeres en el ámbito de la maquinaria del beneficio capitalista. Y con ello cada día y cada avance industrial supone una nueva piedra en la firme fundamentación de la igualdad de derechos políticos de las mujeres.
La educación y la inteligencia de la mujer se han hecho necesarias para el mecanismo económico. La típica mujer del «círculo familiar» patriarcal ya no responde a las necesidades de la industria y del comercio ni a las necesidades de la vida política [15]. Pero simultáneamente el propio capitalismo también establece límites objetivos a la emancipación femenina. Por ello, es necesario entender la paradoja dialéctica de que el capitalismo impulsa a la mujer a liberarse del patriarcado a la vez que la frena. Lo explicaremos en el siguiente párrafo. Es una realidad dialéctica y contradictoria que ningún sectario, idealista, liberal o dogmático puede entender. Y es justo por esa dualidad del capitalismo respecto a la mujer que no habrá plena igualdad material entre mujeres y hombres hasta la superación del mismo con el socialismo.
En la sociedad actual, el capital personificado en la figura del empresario (o la empresaria) tiene incentivos económicos objetivos para contratar o promover a los mejores puestos a los trabajadores que a las trabajadoras por una razón totalmente pecuniaria, materialista, no idealista ni ideológica como piensa el feminismo mainstream. Por ejemplo una mujer española, si decide tener hijos estará de baja al menos 4 meses (6 semanas obligatorias después del parto) en que la empresa le deberá pagar sin extraerle plusvalor (es decir, beneficio ninguno) [16]. Y cuantos más hijos tenga, más meses de pérdidas: no menos de 8 por dos niños, 12 por tres, 18 por cuatro, etc. Imaginemos que Juan y María son pareja. Tienen idéntica cualificación, experiencia y capacidad.
Ambos trabajan en “Plusvalor Corporation”, una empresa muy conocida de capital trasnacional con oficinas por todo el orbe, seguro que también en su barrio. Llegado el momento, la pareja decide tener hijos. Si la empresa no echa a María antes de dar a luz por presiones, se ausentará de la misma al menos 4 meses, puede que más. Un tiempo donde será deficitaria para Plusvalor Corporation desde un punto de vista económico que es el que importa (recordemos que el fin de una empresa privada es ganar dinero no hacer un mundo mejor). De este modo, durante un tiempo María será improductiva como asalariada: fértil para tener hijos, infértil para generar plusvalor. En cambio, Juan estará de baja sólo los 30 días de paternidad que el Estado (burgués) le reconoce [17]. Él generará plusvalor (y por ende beneficios) mientras ella genera pérdidas para sus empleadores durante un mínimo de 90 días.
¿Cómo se puede ser tan ingenuo/a para esperar que en el capitalismo la mujer alcance o se acerque a la igualdad salarial o a la promoción laboral paritaria en una sociedad regida por la rentabilidad económica del mayoritario sector privado? Algunas y algunos feministas deben despertar de su letargo idealista y pisar tierra. No viven en un mundo impoluto o en un sistema donde el centro de su lógica sea el bienestar humano, donde el patriarcado sea puramente un mal cultural y/o ideológico, ajeno a toda base material, económica o reproductiva. En realidad, somos hombres y mujeres de carne y hueso atrapados en las relaciones laborales de la sociedad del capital, en un modo de producción que busca el beneficio a toda costa, la rentabilidad por encima de las vidas o la felicidad. Ni siquiera podemos esperar que nos salve una democracia decrépita o inexistente.
¿Acaso puede existir verdadera democracia en un mundo regido por el despotismo de la rentabilidad donde son asesinadas unas 40.000 personas al día porque se les priva del alimento en el mercado internacional? [18] ¿O en un planeta donde los hambrientos aumentan con las desigualdades hasta el 11% de la población mientras los obesos son ya el 13%, doblando el porcentaje mundial de los que en 1980 tenían mucho más peso del saludable? [19] Las y los feministas necesitan hacerse más materialistas y despojarse del idealismo burgués que los medios fomentan si queremos avanzar en la igualdad real.
El feminismo necesita tanto de la energía socialista como el socialismo necesita de la lucha sincrónica por una educación igualitaria para construirse. Así que mientras nosotros hagamos nuestro trabajo los medios de la élite harán el suyo remando contra nuestra lucha obrera promoviendo su feminismo burgués, alienando e intoxicando la necesaria lucha conjunta de hombres y mujeres por un sistema libre de toda forma de explotación (de clase, género, etnia, etc.) Entonces, ¿cuál es la solución? ¿esperar a que llegue el “Bienaventurado Socialismo” como si fuera el “Espíritu Santo” en forma de paloma y echarnos a dormir mientras tanto? Por supuesto que no.
No, porque además de que el socialismo no llegará por sí solo a no ser que lo traigamos nosotros del desván de los sueños perdidos de la historia, desde ya, en el capitalismo, podemos luchar por la igualdad entre hombres y mujeres desde planteamientos realistas, marxistas, socialistas, hoy mismo. ¿Cómo? Peleando por conseguir la igualdad total entre hombres y mujeres en los tiempos de permiso por embarazo: antes y después del parto, de manera obligatoria. Cuando la mujer se vaya a casa, el hombre con ella. Y cuando la mujer se reincorpore al trabajo, el hombre igual. Por imperativo legal en ambos casos, sin posible negociación/coacción de la empresa por medio.
Si el motivo (principal) de la discriminación de la mujer en el mercado laboral es en razón a su capacidad material de albergar a la progenie antes del parto y darle de mamar, eliminemos esta diferencia por ley. Si Juan tiene la obligación de coger la baja al mismo tiempo que María para ayudarla en todo, no sólo podrá compartir las tareas de cuidados desfeminizándolos sino que Juan se transformará en un trabajador igual de caro para el empresariado que María. Juan no tendrá excusas para no compartir las tareas del hogar ni cuidados del recién nacido y costará a la empresa los mismos meses que María cada vez que tengan hijos.
Mientras no luchemos por esto, los empresarios (y las empresarias) en tanto personificaciones de la lógica abstracta de beneficio a toda costa del capital, impedirán sistemáticamente la igualdad de hombres y mujeres en nuestra sociedad por razones económicas objetivas (no patriarcales). Por supuesto las parejas se podrían llamar Juan y María, pero también María y Rosa. Es indiferente. Pero mientras no haya el mismo permiso de maternidad/paternidad para unas y otros, la mujer fértil, desde el punto de vista del capital, será potencialmente infértil (o menos fértil) para generar beneficios para la empresa. Y este es el único trabajo que importa en el capitalismo, pues sólo considera productivo al que genera plusvalor, no al que es útil para los seres humanos (como podrían ser algunos históricamente feminizados como los de cuidados o las tareas domésticas).
En palabras de Rosa Luxemburg: Mientras domine el capital y el trabajo asalariado, sólo el trabajo que produce plusvalía, que crea beneficio capitalista, puede considerarse trabajo productivo. Desde este punto de vista, la bailarina del music hall cuyas piernas suponen un beneficio para el bolsillo del empresario, es una trabajadora productiva, mientras que el del grueso de mujeres y madres proletarias dentro de las cuatro paredes de sus casas se considera improductivo. Esto puede parecer brutal y demente, pero corresponde exactamente a la brutalidad y la demencia del actual sistema económico capitalista, y aprehender clara y agudamente esta realidad brutal es la primera tarea de las mujeres proletarias [20]. Con más razón en el siglo XXI donde los asalariados son mayoría social.
La sororidad feminista debe ser superada por una fuerza mayor convenientemente olvidada: la hermandad internacionalista de mujeres y hombres buscando la igualdad real y material en derechos y deberes. Porque sin ninguna de las dos mitades de la humanidad, tendremos una sociedad no machista ni patriarcal ni igualitaria. Es decir, ni dejaremos atrás los fantasmas de otras sociedades donde el patriarcado era brutal, legal y evidente (feudalismo, esclavismo, despotismo comunal, etc.) ni superaremos el capitalismo que impide la emancipación del género (humano).
No hay que olvidar que entre el hombre y la mujer no hay antagonismo como sí lo hay entre la clase capitalista y la trabajadora, hombres y mujeres pueden luchar por la igualdad real entre sexos, géneros y cualquier otra desigualdad mientras acaban con la contradicción esencial de nuestra sociedad: la escisión entre capital y trabajo.
Cuando el movimiento feminista decida salir a la calle para luchar por igualar el permiso de maternidad con el de paternidad junto con otras propuestas complementarias como el empoderamiento femenino legal respecto al derecho al aborto, los anticonceptivos gratuitos, el fin de la segregación educativa, la reducción de la jornada laboral, el rechazo desde la educación a los micromachismos o a la cosificación de la mujer en la cultura de masas; entonces descubrirá que ni La Ser ni La Sexta ni Telecinco ni ningún medio capitalista apoyarán sus propuestas. Ya no serán brindis al sol ni lemas vacíos sin peligro de concreción iniciados con el “Basta ya + rellene como guste”.
Pero sobre todo, y ante todo, estos medios que tan “solidarios” fueron respecto a la huelga feminista del pasado 8 de marzo no apoyarán al movimiento porque al hacerlo perjudicarán los intereses de sus empleadores de dos formas: 1) subiendo los costes dedicados a contratar a la mano de obra (con la igualación del permiso de maternidad y paternidad) o 2) impidiendo estrategias comerciales altamente efectivas (como la cosificación del cuerpo de la mujer como cebo audiovisual).
Estas propuestas de feminismo con clase o de socialismo consecuente de mujeres y hombres aliados irían contra los beneficios de la clase capitalista. Y ese es el único pecado que nuestra sociedad no puede absolver. Entonces, hasta los supuestos medios “progres”, lejos de animarnos a ir a la huelga, volverían a dedicarnos su fina poesía plagada de cálidos y bellos epítetos como huelguistas “salvajes”, “extremistas” y demás recital de elogios que siempre nos “regalan” cuando la clase trabajadora actúa con conciencia. Es decir, cuando hacemos lo que en verdad les jode. ¿Nos atrevemos?
Notas:
[1] Entendido como el movimiento que engloba a todas las personas que se declaran feministas o filofeministas y luchan por conseguir la igualdad de derechos de la mujer, el final del machismo, etc.; desde las corrientes de feminismo más extremas y minoritarias hasta aquellas situadas en el centro político y social.
[2] Con la notoria excepción de la mayoría de productos de la industria musical. Véase: Illescas, Jon E. (2015), La Dictadura del Videoclip. Industria musical y sueños prefabricados. Barcelona: El Viejo Topo (3ª ed, 2018).
[3] Por ejemplo, la cuenta de Twitter oficial de la Coordinadora estatal, @Huelgafeminista, a día de hoy apenas supera los 9.000 seguidores [Consultado el 22/03/2018].
[4]Riveriro, Aitor (2014), “IU sale al paso de las previsiones del CIS con una encuesta que le da hasta nueve escaños”. En eldiario.es, [en línea], 9 de mayo: ; Marcos, José (2014) “IU lo quiere todo”. En El País, [en línea], 6 de julio: y Rosa, Isaac (2015), “En qué momento se jodió IU”. En eldiario.es, [en línea], 30 de marzo: [Consultado el 22/03/2018].
[5] En el siguiente artículo el autor reconoce la importancia de que Pablo Iglesias apareciera tanto en la televisión a la hora de lograr los resultados en los comicios europeos, pero se coloca en las antípodas de nuestro planteamiento diciendo que “le da igual” lo que buscan con ello “La Sexta” y “La Cuatro”: Martínez Abarca, Hugo (2014), “Salir en la tele”. En La Marea, [en línea], 28 de mayo: [Consultado el 22/03/2018].
[6] Agencias (2003): “El Pentágono excluye a empresas de Francia, Alemania y Rusia de la reconstrucción de Irak”. En El País, [en línea], 10 de diciembre: [Consultado el 22/03/2018].
[7] La Sexta, El País o Cadena Ser, en tanto empresas, y varias de sus periodistas estrellas animaron a apoyar la huelga secundándola:[Consultado el 22/03/2018].
[8] Aquí se puede leer el Manifiesto de las convocantes: [Consultado el 20/03/2018].
[9] Inés Arrimada dijo que no apoyaba la huelga por su contenido “anticapitalista” mientras que la CEOE consideraba que la huelga no era “el mecanismo más adecuado”. Ver en: Agencias (2018), “Arrimadas no apoyará la huelga del día de la Mujer porque “reivindica el anticapitalismo”. En La Vanguardia, [en línea], [Consultado el 22/03/2018] y Valverde, M. (2018), “CEOE arremete contra la huelga feminista”. En Expansión, [en línea], 7 de marzo:[Consultado el 22/03/2018].
[10] UN Women Watch (2018), “International Women’s Day. History”. En UN Women Watch, [en línea]: [Consultado el 22/03/2018].
[11]Fernández Rei, María (N.S.S.), “¿Quién fue la primera mujer en el mundo en ser Primera Ministra? En MuyHistoria, [en línea], N.S.S.: [Consultado el 22/03/2018].
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