jueves, 3 de junio de 2010
La nueva demagogia latinoamericana
Por Álvaro Cuadra *
El triunfo de Juan Manuel Santos en la primera vuelta de las elecciones colombianas pone en evidencia el despliegue de la nueva demagogia latinoamericana, esta vez, como discurso de los sectores de derecha. Al igual que en el Chile de Piñera, Santos, miembro de una acaudalada familia y ex ministro de defensa del actual presidente Álvaro Uribe, promete un gobierno de unidad nacional que garantice la seguridad democrática.
La figura de Santos está ligada a su lucha contra las FARC, de hecho se le atribuyen los golpes más espectaculares contra la guerrilla. Al igual que el actual presidente chileno, posee una sólida formación económica en los Estados Unidos. La promesa de los sectores derechistas en diversos países latinoamericanos es la misma: la superación de la pobreza y la creación de empleos a través de una acelerada modernización de índole neoliberal.
La demagogia derechista logra seducir a las masas de electores con astutas promesas de bienestar, dirigido especialmente a los sectores medios. Los argumentos se presentan de manera fácil ante el sentido común: una mano dura amparada en la fuerza militar o policial para combatir la delincuencia o la guerrilla y, al mismo tiempo, la creación de muchos puestos de trabajo mediante el crecimiento económico. De este modo, el futuro pacífico y próspero de nuestras naciones queda resuelto por una ecuación simple que suma la represión y la seducción.
Es interesante hacer notar cómo este tipo de discurso, repetido hasta la saciedad por los medios, ha barrido del imaginario social latinoamericano aquellas banderas de lucha que clamaban por una real justicia social, esto es, por una redistribución del ingreso, el respeto de los Derechos Humanos y un papel preponderante del Estado frente a los grandes consorcios nacionales y extranjeros. La arremetida demagógica de la derecha latinoamericana ha dado resultados, hasta ahora, en Chile y Colombia.
Los gobiernos de derecha llegan al poder con el apoyo explícito de los sectores empresariales, pero, además, con el apoyo implícito de otros poderes fácticos como los sectores castrenses. De suerte que el compromiso de seguridad democrática significa en los hechos la instauración de democracias de seguridad nacional, un diseño político y social que le otorga continuidad a las tesis esgrimidas por los militares latinoamericanos en la década de los ochenta.
Es probable que la misma fórmula sea ensayada en otros países de la región, constituyendo un eje a nivel continental que se oponga a los gobiernos instalados más a la izquierda, como es el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador, entre otros. En el futuro inmediato, la realidad de Latinoamérica aparece escindida en dos grandes polos que orientan la política regional. Una realidad que, fuera de dudas, dificulta los procesos de integración y que plantea ya un escenario inaugural para la primera década de este siglo.
* Álvaro Cuadra es Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS, Chile.
El triunfo de Juan Manuel Santos en la primera vuelta de las elecciones colombianas pone en evidencia el despliegue de la nueva demagogia latinoamericana, esta vez, como discurso de los sectores de derecha. Al igual que en el Chile de Piñera, Santos, miembro de una acaudalada familia y ex ministro de defensa del actual presidente Álvaro Uribe, promete un gobierno de unidad nacional que garantice la seguridad democrática.
La figura de Santos está ligada a su lucha contra las FARC, de hecho se le atribuyen los golpes más espectaculares contra la guerrilla. Al igual que el actual presidente chileno, posee una sólida formación económica en los Estados Unidos. La promesa de los sectores derechistas en diversos países latinoamericanos es la misma: la superación de la pobreza y la creación de empleos a través de una acelerada modernización de índole neoliberal.
La demagogia derechista logra seducir a las masas de electores con astutas promesas de bienestar, dirigido especialmente a los sectores medios. Los argumentos se presentan de manera fácil ante el sentido común: una mano dura amparada en la fuerza militar o policial para combatir la delincuencia o la guerrilla y, al mismo tiempo, la creación de muchos puestos de trabajo mediante el crecimiento económico. De este modo, el futuro pacífico y próspero de nuestras naciones queda resuelto por una ecuación simple que suma la represión y la seducción.
Es interesante hacer notar cómo este tipo de discurso, repetido hasta la saciedad por los medios, ha barrido del imaginario social latinoamericano aquellas banderas de lucha que clamaban por una real justicia social, esto es, por una redistribución del ingreso, el respeto de los Derechos Humanos y un papel preponderante del Estado frente a los grandes consorcios nacionales y extranjeros. La arremetida demagógica de la derecha latinoamericana ha dado resultados, hasta ahora, en Chile y Colombia.
Los gobiernos de derecha llegan al poder con el apoyo explícito de los sectores empresariales, pero, además, con el apoyo implícito de otros poderes fácticos como los sectores castrenses. De suerte que el compromiso de seguridad democrática significa en los hechos la instauración de democracias de seguridad nacional, un diseño político y social que le otorga continuidad a las tesis esgrimidas por los militares latinoamericanos en la década de los ochenta.
Es probable que la misma fórmula sea ensayada en otros países de la región, constituyendo un eje a nivel continental que se oponga a los gobiernos instalados más a la izquierda, como es el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador, entre otros. En el futuro inmediato, la realidad de Latinoamérica aparece escindida en dos grandes polos que orientan la política regional. Una realidad que, fuera de dudas, dificulta los procesos de integración y que plantea ya un escenario inaugural para la primera década de este siglo.
* Álvaro Cuadra es Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS, Chile.
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