jueves, 24 de junio de 2010
Nosotras las mujeres en resistencia
Radio Progreso
El golpe de Estado del 28 de junio del año anterior, interrumpió la vida de cada uno de los hondureños y hondureñas, puso al descubierto la fragilidad institucional existente en Honduras y colocó a la población en un estado de tanta indefensión que cualquier decisión y toma de postura del Estado o de la gran empresa privada pueden ser factores de violación a los derechos humanos.
La resistencia de las mujeres no es un dato sólo a partir del golpe de Estado. Por su situación de vulnerabilidad y desventaja en esta sociedad dominada por la cultura patriarcal, las mujeres se sitúan en resistencia, sea con manifestaciones activas, o muchas veces con expresiones pasivas. Lo que hizo el golpe de Estado fue abrirnos los ojos ante ese dato fundamental de las mujeres en la sociedad hondureña. No es que las mujeres resistimos hasta ahora, sino que hoy se nos ve a las mujeres con otros ojos, y con una mirada distinta, de respeto y de reconocimiento.
La resistencia de nosotras las mujeres, no es predominantemente estrambótica o espectacular. Es resistencia cotidiana, como es justamente la resistencia. Las mujeres lo sabemos: la resistencia no es de ir corriendo, con prisa, porque bien sabemos que nos daremos de frente ante una cultura patriarcal poderosa. Nuestra resistencia es, eso mismo, de resistir el día a día, construyendo nuestra propia cultura de resistencia.
Esa cultura de la cotidianidad de la resistencia, afloró con toda su fuerza en estas jornadas de la resistencia nacional en contra del golpe de Estado, que para nosotras las mujeres, ha sido la cristalización de nuestras silenciosas e incansable resistencias cotidianas a la opresión. No es extraño que nos vieran en las calles, repletas de entusiasmo, y con nuestros gritos y gargantas haciendo sentir nuestra lucha por la libertad. Y nunca perdimos la alegría, ni expresamos cansancios, al contrario, nuestras sombrillas y los coloridos de nuestros vestidos dejó un reguero de amor de mujeres en las calles de nuestras ciudades y pueblos.
Las mujeres damos testimonio de nuestra grandiosa y generosa resistencia. Al gritar en contra del golpe de Estado, gritamos que en esa acción impositiva, la cultura patriarcal ha expresado su desprecio por los sectores débiles. Y gritamos contra los políticos, contra los militares, contra los grandes empresarios. Gritamos en contra de las mujeres atrapadas en los pantalones y en el control de esos hombres que maltratan al pueblo en las calles y desprecian a sus mujeres en sus casas. Y gritamos en contra de la perversa insensibilidad de religiosos y de una Iglesia que desde sus alturas impide que las mujeres seamos pueblo de Dios, así como el Dios de la Vida lo manda.
Nosotras las mujeres testimoniamos que la refundación de Honduras está puesta en marcha, porque las mujeres nos estamos refundando a nosotras mismas, y así ofrecemos nuestra ternura, nuestra resistencia y todo nuestro vientre repleto de vida, para que esa Honduras, sin machismos y sin elites opresoras, brote con todo el sol de su libertad.
El golpe de Estado del 28 de junio del año anterior, interrumpió la vida de cada uno de los hondureños y hondureñas, puso al descubierto la fragilidad institucional existente en Honduras y colocó a la población en un estado de tanta indefensión que cualquier decisión y toma de postura del Estado o de la gran empresa privada pueden ser factores de violación a los derechos humanos.
La resistencia de las mujeres no es un dato sólo a partir del golpe de Estado. Por su situación de vulnerabilidad y desventaja en esta sociedad dominada por la cultura patriarcal, las mujeres se sitúan en resistencia, sea con manifestaciones activas, o muchas veces con expresiones pasivas. Lo que hizo el golpe de Estado fue abrirnos los ojos ante ese dato fundamental de las mujeres en la sociedad hondureña. No es que las mujeres resistimos hasta ahora, sino que hoy se nos ve a las mujeres con otros ojos, y con una mirada distinta, de respeto y de reconocimiento.
La resistencia de nosotras las mujeres, no es predominantemente estrambótica o espectacular. Es resistencia cotidiana, como es justamente la resistencia. Las mujeres lo sabemos: la resistencia no es de ir corriendo, con prisa, porque bien sabemos que nos daremos de frente ante una cultura patriarcal poderosa. Nuestra resistencia es, eso mismo, de resistir el día a día, construyendo nuestra propia cultura de resistencia.
Esa cultura de la cotidianidad de la resistencia, afloró con toda su fuerza en estas jornadas de la resistencia nacional en contra del golpe de Estado, que para nosotras las mujeres, ha sido la cristalización de nuestras silenciosas e incansable resistencias cotidianas a la opresión. No es extraño que nos vieran en las calles, repletas de entusiasmo, y con nuestros gritos y gargantas haciendo sentir nuestra lucha por la libertad. Y nunca perdimos la alegría, ni expresamos cansancios, al contrario, nuestras sombrillas y los coloridos de nuestros vestidos dejó un reguero de amor de mujeres en las calles de nuestras ciudades y pueblos.
Las mujeres damos testimonio de nuestra grandiosa y generosa resistencia. Al gritar en contra del golpe de Estado, gritamos que en esa acción impositiva, la cultura patriarcal ha expresado su desprecio por los sectores débiles. Y gritamos contra los políticos, contra los militares, contra los grandes empresarios. Gritamos en contra de las mujeres atrapadas en los pantalones y en el control de esos hombres que maltratan al pueblo en las calles y desprecian a sus mujeres en sus casas. Y gritamos en contra de la perversa insensibilidad de religiosos y de una Iglesia que desde sus alturas impide que las mujeres seamos pueblo de Dios, así como el Dios de la Vida lo manda.
Nosotras las mujeres testimoniamos que la refundación de Honduras está puesta en marcha, porque las mujeres nos estamos refundando a nosotras mismas, y así ofrecemos nuestra ternura, nuestra resistencia y todo nuestro vientre repleto de vida, para que esa Honduras, sin machismos y sin elites opresoras, brote con todo el sol de su libertad.
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