jueves, 24 de junio de 2010

Lesotho, la otra cara del Mundial

Peace Reporter
Por Matteo Fagotto

El primer "Mundial de África", paradójicamente, puede volverse indigesto para el continente. No estoy hablando de las pocas posibilidades de los cinco equipos africanos de clasificarse para la segunda fase, sino de una noticia que, entre las celebraciones y la euforia por la Copa del Mundo, ha pasado casi desapercibida y que está pagando el pequeño y pobre reino de Lesotho.

Independiente pero rodeado completamente por Sudáfrica, Lesotho se despertó el 1 de junio pasado con una desagradable sorpresa. Las nuevas medidas de seguridad impuestas por Pretoria justo antes del Mundial prevén la denegación de los permisos de tránsito temporales que los habitantes de Lesotho han utilizado desde siempre para ir a trabajar a Sudáfrica. Para un estado que económicamente es totalmente dependiente de su vecino mayor las nuevas medidas se han traducido en una crisis económica inmediata.

Con una población de casi dos millones de personas, Lesotho sobrevive gracias a las decenas de miles de trabajadores que cada mañana cruzan la frontera con Sudáfrica para trabajar en las minas o las granjas del Free State. Una fuerza de trabajo silenciosa que contribuye sin embargo al bienestar de Sudáfrica y permite que las familias de los basotho (así se llaman los habitantes de Lesotho) lleguen a fin de mes. Debido a las nuevas medidas han quedado prohibidos los permisos temporales, antes renovables cada seis meses, lo que ha obligado a todos los ciudadanos del Reino de Lesotho que quieran ir a Sudáfrica a utilizar el pasaporte, un documento casi desconocido en el país. Las autoridades, sin dinero y sin medios, no han emitido ni uno en los últimos cinco años, y deben despachar solicitudes acumuladas desde hace ocho años.

En la práctica, la población de Lesotho se encuentra atrapada en su pequeño Estado. Una tragedia, habida cuenta de que el país depende de Sudáfrica en los suministros de alimentos, y que la nueva legislación seguirá vigente incluso después de la Copa del Mundo.

Para resolver la situación de emergencia, el Gobierno ha anulado las vacaciones de sus diputados, pero la diplomacia del pequeño Estado poco podrá lograr. Pretoria se muestra firme en este asunto, e incluso ha recordado que Lesotho ha tenido meses para prepararse para la nueva legislación. Los afectados no sólo son los trabajadores, sino también los pequeños empresarios que producen en Lesotho tejidos y prendas de vestir, únicos productos exportables junto con la energía hidroeléctrica. Las colas en los puestos fronterizos se han vuelto interminables, con una media de espera de entre cuatro y siete horas.

¿Qué hacer? Para los trabajadores la elección es sencilla a la vez que brutal: o morir de inanición en Lesotho, o continuar entrando en Sudáfrica ilegalmente con el riesgo de que los deporten. La crisis ha sacudido a la monarquía del pequeño Reino de Lesotho hasta tal extremo que cada vez más personas son favorables a la anexión del “reino de los cielos”, como llaman al país sus habitantes, a la Gran Sudáfrica. Una última paradoja: la medida ha impedido en la práctica que Lesotho goce de ventaja económica alguna derivada de la Copa del Mundo. Pocos tendrán la oportunidad de ver sus valles y sus impresionantes paisajes de montaña: ¿qué turista se tragará de hecho una cola que puede llegar a durar 14 horas entre entrada y salida?

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