miércoles, 2 de junio de 2010
El regreso de Mel
Tiempo
Por las declaraciones del presidente Lobo Sosa y la respuesta del ex-presidente José Manuel (Mel) Zelaya respecto a su retorno a Honduras, en el contexto de un acuerdo político garantizado de alto nivel, la posibilidad de que eso ocurra a corto plazo luce factible.
El presidente Lobo Sosa —antes de la emergencia por las lluvias torrenciales— había proyectado viajar a República Dominicana para participar en una reunión mundial que abordará la ayuda para la reconstrucción del devastado Haití, pero su principal objetivo sería entrevistarse con el ex-presidente derrocado para negociar una salida a la crisis política de Honduras.
Esta iniciativa, promovida o respaldada por el presidente Leonel Fernández en función del arreglo para que el ex–presidente Zelaya —escudado por el presidente Lobo Sosa— saliera del sitio a que estaba sometido en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, vendría a ser un eslabón esencial en el proceso final para la restauración del Estado de Derecho en nuestro país.
Sin embargo, al ser anunciado este propósito por el presidente Lobo Sosa, la reacción inmediata del radicalismo golpista ha sido cerrada y hasta colérica, con aires de amenaza y rebuscadas argumentaciones seudo-legalistas, similares a las que utilizaron al intentar disfrazar el golpe de Estado del 28 de junio/09 con un falso ropaje constitucional.
Esa reacción, en extremo violenta, lógicamente tiene el propósito de hacer abortar el regreso de Mel a Honduras y, al mismo tiempo, mantener al presidente Lobo Sosa con la camisa de fuerza que se vio obligado a aceptar para conseguir, en el interior de su propio Partido Nacional y la cúpula militar-religiosa-empresarial golpista, la formación del supuesto gobierno de “reconciliación nacional”.
Pero es precisamente esa camisa de fuerza la que ha bloqueado el trabajo diplomático, principalmente de Estados Unidos y de la OEA, para que el gobierno desprendido de las elecciones generales de noviembre/06, efectuadas en un régimen de facto, pueda normalizar sus relaciones con la comunidad internacional y Honduras sea reincorporada a plenitud en el SICA, la OEA y la ONU.
En tales circunstancias, el gobierno de “reconciliación nacional” ha caído en punto muerto, mientras se agrava la situación económica y social del país, por una parte, y, por la otra, la administración carece del financiamiento necesario para su presupuesto general, que en sustancial medida proviene de la cooperación internacional, cuyos desembolsos en su mayoría dependen de la reinserción de Honduras en el sistema interamericano y mundial.
En la respuesta, marcadamente positiva, del ex–presidente Zelaya al presidente Lobo Sosa (a quien le toma la palabra), éste le reitera su “voluntad de cooperar”, al mismo tiempo que alude al hecho de haber presentado “un plan para la reconciliación nacional”.
Pero también el ex-presidente Zelaya Rosales señala: “El grave problema que tiene en este momento Honduras, y al que debe responder el propio presidente, que es el representante oficial del Estado, y que se ha constituido en una afrenta a la comunidad internacional, es la inmunidad que en Honduras gozan los golpistas. La impunidad con que están cubiertos por los delitos de lesa humanidad y los privilegios que se les han otorgado”.
Por las declaraciones del presidente Lobo Sosa y la respuesta del ex-presidente José Manuel (Mel) Zelaya respecto a su retorno a Honduras, en el contexto de un acuerdo político garantizado de alto nivel, la posibilidad de que eso ocurra a corto plazo luce factible.
El presidente Lobo Sosa —antes de la emergencia por las lluvias torrenciales— había proyectado viajar a República Dominicana para participar en una reunión mundial que abordará la ayuda para la reconstrucción del devastado Haití, pero su principal objetivo sería entrevistarse con el ex-presidente derrocado para negociar una salida a la crisis política de Honduras.
Esta iniciativa, promovida o respaldada por el presidente Leonel Fernández en función del arreglo para que el ex–presidente Zelaya —escudado por el presidente Lobo Sosa— saliera del sitio a que estaba sometido en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, vendría a ser un eslabón esencial en el proceso final para la restauración del Estado de Derecho en nuestro país.
Sin embargo, al ser anunciado este propósito por el presidente Lobo Sosa, la reacción inmediata del radicalismo golpista ha sido cerrada y hasta colérica, con aires de amenaza y rebuscadas argumentaciones seudo-legalistas, similares a las que utilizaron al intentar disfrazar el golpe de Estado del 28 de junio/09 con un falso ropaje constitucional.
Esa reacción, en extremo violenta, lógicamente tiene el propósito de hacer abortar el regreso de Mel a Honduras y, al mismo tiempo, mantener al presidente Lobo Sosa con la camisa de fuerza que se vio obligado a aceptar para conseguir, en el interior de su propio Partido Nacional y la cúpula militar-religiosa-empresarial golpista, la formación del supuesto gobierno de “reconciliación nacional”.
Pero es precisamente esa camisa de fuerza la que ha bloqueado el trabajo diplomático, principalmente de Estados Unidos y de la OEA, para que el gobierno desprendido de las elecciones generales de noviembre/06, efectuadas en un régimen de facto, pueda normalizar sus relaciones con la comunidad internacional y Honduras sea reincorporada a plenitud en el SICA, la OEA y la ONU.
En tales circunstancias, el gobierno de “reconciliación nacional” ha caído en punto muerto, mientras se agrava la situación económica y social del país, por una parte, y, por la otra, la administración carece del financiamiento necesario para su presupuesto general, que en sustancial medida proviene de la cooperación internacional, cuyos desembolsos en su mayoría dependen de la reinserción de Honduras en el sistema interamericano y mundial.
En la respuesta, marcadamente positiva, del ex–presidente Zelaya al presidente Lobo Sosa (a quien le toma la palabra), éste le reitera su “voluntad de cooperar”, al mismo tiempo que alude al hecho de haber presentado “un plan para la reconciliación nacional”.
Pero también el ex-presidente Zelaya Rosales señala: “El grave problema que tiene en este momento Honduras, y al que debe responder el propio presidente, que es el representante oficial del Estado, y que se ha constituido en una afrenta a la comunidad internacional, es la inmunidad que en Honduras gozan los golpistas. La impunidad con que están cubiertos por los delitos de lesa humanidad y los privilegios que se les han otorgado”.
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