martes, 20 de abril de 2010

Se acaba la paciencia


Por Teresa Gurza

Llorosos, desesperados y enojados, decenas de miles de afectados por el terremoto de 8.8 grados y los tsunamis que hace ya siete semanas los dejaron sin nada, hacen manifestaciones y bloquean caminos para quejarse por la ayuda “escasa, lenta y tardía” y la falta de luz y agua.
Y advierten que conforme pasan los días y arrecian las lluvias y el frío su situación se complica, “y se nos acaba la paciencia”.
Acompañados de los alcaldes de los municipios más destruidos, cientos de miles de personas cuentan que ni siquiera se han terminado las demoliciones, que hay escombros por todas partes,  que decenas de lanchas siguen en las calles a donde las arrojó el maremoto, y otras no han sido sacadas del fondo del mar, en donde también permanecen casas y vehículos.

Además, muchas rancherías continúan aisladas; muchos servicios como peluquerías, escuelas y centros de salud, tienen que funcionar en plena calle; y viejos y niños empiezan a enfermarse y a resentir los estragos de pasar las noches en casas de campaña en las que se cuelan aire y frío; lo que ocasionó la muerte de una anciana.

Uno de los alcaldes más molestos es el de Talca, ciudad que quedó prácticamente en el suelo, y quien dijo que si las cosas siguen como van, organizará una manifestación “de la que las autoridades se acordarán durante mucho tiempo, porque no es posible que a casi dos meses del terremoto las cosas sigan en puras promesas”.

Y para acabarla de amolar, hace dos semanas terminaron las vacaciones escolares y miles de muchachos que se trasladaron a los pueblos costeños a ayudar a construir nuevas viviendas de emergencia, tuvieron que regresar a clases.

Eso, ha llevado a que algunas universidades privadas estén analizando la conveniencia de darles semanas libres para que puedan seguir con sus labores solidarias; porque de otra forma, no será posible terminar la dotación de 40 mil viviendas básicas comprometidas, y de las que apenas se han dado 4 mil.

En toda esa desolación y en contraste con la poca eficiencia que ha mostrado el nuevo gobierno, destacan la actitud y los trabajos llevados a acabo por un grupo de veleristas que con apoyo internacional, compusieron los botes de los pescadores artesanales de Dichato, remendaron sus redes, les regalaron motores y levantaron una escuela para más de 300 niños, en pocos días.

Ha habido también formas originales de ayuda apreciadas sobre todo por las mujeres; como el “lavatón solidario” organizado por una fábrica de detergentes que lleva a las zonas de desastre, camiones acondicionados como centros de lavado para que la gente pueda lavar la poca ropa que logró rescatar de entre los restos de sus casas y el lodo.

O los “lavatorios de manos”, que llevan gel y agua y quieren cumplir una meta de 2 millones de manos lavadas.

Papel relevante han tenido los medios de comunicación en dar a conocer las situaciones de angustia que persisten.

Y gracias al seguimiento que han dado la radio Bío Bio y el canal estatal TVN a los tratos entre constructoras de los edificios caídos o dañados con los compradores afectados, se ha logrado impedir que dichas empresas evadan sus compromisos.

Pero lo desesperante para cientos de miles, es que los días siguen pasando y el invierno está cada vez más cerca, sin que les lleguen las casas, escuelas, y hospitales y centros de salud prometidos por el presidente Sebastián Piñera.

Y fue hasta este viernes 16 a casi dos meses del desastre y ya entre lluvias, cuando Piñera dio a conocer su plan de reconstrucción de Chile; que incluye alzas de impuestos a las grandes empresas y del punto 25 por ciento y por dos años, a los bienes raíces más caros.

Además de aumento al royalty que pagan las empresas mineras; y un incremento de casi el 68 por ciento al tabaco.

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