Por Mary Anastasia O'Grady
El embajador de EE.UU. en Honduras, Hugo Llorens, continúa utilizando su cargo en Tegucigalpa para promover la estrategia política de algunos de los demócratas "más izquierdistas" en Washington, denuncia The Wall Street Journal.
Hace doce días, embajador de Estados Unidos en Honduras, Hugo Llorens, organizó una cena en su residencia a la que invitó a varios miembros del gabinete del presidente Porfirio Lobo. Los invitados de honor eran dos miembros del personal del Congreso de EE.UU.
Fulton Armstrong trabaja para el senador John Kerry, de Massachusetts, que encabeza el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y Peter Quilter para el representante de California Howard Berman, quien preside el Comité de Relaciones Exteriores de la cámara baja.
Ambos políticos son conocidos por sus simpatías de izquierda. También lo son los miembros de su personal. Armstrong es más conocido que su contraparte de la Cámara de Representantes debido a su relación laboral, cuando estaba en el Consejo Nacional de Inteligencia de EE.UU., con Ana Belén Montes, la espía cubana de mayor rango en penetrar el Pentágono.
Es suficientemente extraño que el embajador pensara que era apropiado someter a ministros del gabinete hondureño a una velada con empleados del Congreso de EE.UU. Pero es aún más raro que los empleados consideraran apropiado aprovechar la ocasión para presionar a los ministros sobre cuestiones de política nacional hondureña.
No obstante, múltiples reportes del evento afirmaban lo mismo: los extranjeros dijeron que seguían molestos con los partidarios hondureños de lo que el gobierno de Barack Obama había tildado como "un golpe de estado" el año pasado.
Esos partidarios, quienes sostuvieron que Honduras tenía el derecho constitucional a destituir al presidente Manuel Zelaya, habían contratado lobbistas para presentar sus argumentos en Washington. Dicho cabildeo causó grandes problemas a los demócratas, se quejaron los emisarios de Kerry y Berman.
Los dos hombres tuvieron otras reuniones con el gobierno y personas muy importantes del sector privado donde se trató este tema. Según algunos de los presentes, los visitantes dieron a entender que si Honduras quería mantener buenas relaciones con EE.UU., debería hallar una forma de aceptar oficialmente la narrativa de golpe de estado del gobierno de Obama.
La oficina de Armstrong sostiene que la visita de los empleados fue "parte de sus responsabilidades normales" y que "conversaron sobre una variedad de temas con sus interlocutores".
Si eso incluía presionar para hacer oficial su versión del "golpe", eso no es nada nuevo. El año pasado, luego de que la Biblioteca de Leyes del Congreso opinara que Honduras había actuado de forma constitucional cuando depuso a Zelaya, los legisladores Kerry y Berman le enviaron una carta a su director para exigir que la opinión fuera retractada y "corregida".
El director de la biblioteca respaldó el análisis de la institución. Sin embargo, según sugiere la visita de Armstrong y Quilter a Honduras, los legisladores no han abandonado su intento de reescribir la historia.
Igualmente alarmante son las dudas sobre Armstrong, quien el año pasado intentó bloquear un viaje del senador republicano Jim DeMint para investigar la situación en Honduras. Durante gran parte de su carrera como analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) sobre América Latina, Armstrong trabajó envuelto en un velo de secreto.
Eso cambió cuando Kerry hizo público el nombre de Armstrong durante las audiencias en 2005 sobre la nominación por parte de George W. Bush de John Bolton como embajador de EE.UU. ante las Naciones Unidas. Los adversarios de Bolton sostenían que éste no estaba cualificado para el cargo porque había tratado de hacer despedir a Armstrong por razones políticas.
Otto Reich, un ex secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental, se presentó ante miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado para testificar a favor de Bolton.
Reich cuenta que les dijo que los trabajos de Armstrong eran constantemente poco fiables y que gran parte de la burocracia de seguridad nacional lo veía de la misma manera. El fallecido columnista Robert Novak escribió en Townhall.com en ese entonces: la opinión de Reich encaja con "quejas que he oído de funcionarios del gobierno de [Ronald] Reagan sobre la inclinación izquierdista en cuestiones del Hemisferio Occidental, pero particularmente sobre Cuba".
El nombre de Armstrong también surgió en el libro de 2007 True Believer, de Scott Carmichael, el "cazador de espías" en la Agencia de Inteligencia de la Defensa. El libro cuenta la historia de cómo EE.UU. descubrió a la espía cubana Montes en 2001.
Como Oficial Nacional de Inteligencia (NIO, por sus siglas en inglés) para América Latina en 2000, Armstrong estaba "en frecuente contacto telefónico y por e-mail con Ana", escribe Carmichael.
"Como NIO, él era el experto de más alto rango en temas de asuntos latinoamericanos para el [director de inteligencia central] y le dio la bienvenida a la participación de Ana en el programa de beca de investigación bajo su tutela personal. Habían hablado de la naturaleza de su proyecto de investigación en cierto detalle, y ya había preparaciones para impulsar a Ana dentro de la comunidad de inteligencia". El libro no indica si él sabía que ella era una espía. La oficina de Armstrong no respondió a mi solicitud de comentarios.
Todo esto plantea preguntas sobre la opinión de Armstrong sobre América Latina y sus cualificaciones para ser el representante del Senado para darle forma a la política estadounidense en Honduras en 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario