martes, 1 de diciembre de 2009
Lecturas sobre un país convertido en paisaje
Vos El Soberano
Por Verenice Bengtsson
En una democracia no solo se vota; se come, se educa y se cura...."
Raúl Alfonsin (Presidente Argentina 1983-1989)
A raíz del golpe de estado en Honduras, que provocó el derrocamiento de un presidente electo por el pueblo y la imposición de un presidente de facto por medios antidemocráticos, surgió la resistencia como fuerza de oposición. La resistencia es un movimiento social donde la diversidad se reconoce en su conformación, y no le pertenece a ningún partido o movimiento identificado con ideologías liberales, nacionales, de centro o de izquierda; es más bien un movimiento social con conciencia democrática. El reclamo ante el rompimiento del orden constitucional, la condena al uso de la fuerza , la violencia militar, la complicidad estatal y, la creación de un marco jurídico sin exclusiones para que de una vez por todas se pague la deuda social, son parte de las exigencias que no cesarán por arte de magia, aunque se pretenda a través de la manipulación mediática disminuir y censurar.
Ante las cuestionadas elecciones del 29 de noviembre, corresponde una lectura obligatoria sobre la oposicion de la ciudadanía de a pie y la negativa a participar en ellas. El surgimiento de la conciencia democrática, la muestra del desencanto ante la clase política con la pérdida aparentemente abrumadora del candidato liberal frente a su opositor demuestra que la base del partido liberal no está dispuesta a tolerarle actitudes antidemocráticas a la cúpula de dicho partido, ni siquiera para que su partido permanezca en el poder y asegurar con ello las resultantes prevendas que acostumbra a otorgar el clientelismo político. Y no es para menos, la historia de golpes de estado y dictaduras que ha vivido Honduras, demuestra que los liberales han conformado las filas de víctimas del “encierro , destierro o entierro” no las filas de los protagonistas. Esta es sin duda una lección surgida de la conciencia social, para esa cúpula inescrupulosa y elitista que demostró que la democracia en su cesgada visión no es incluyente.
La victoria del partido opositor, que como hemos dicho se presenta abrumadora de acuerdo a reportes noticiosos de los mismos medios de información que han negado que se trate de un golpe de estado –y que por ello carecen de credibilidad, al igual que el tribunal electoral- representa una victoria pírrica si se toma en cuenta el abstencionismo y que los resultados son obtenidos con más daño del vencedor que del vencido. La cúpula golpista del partido liberal, le entregará un país fraccionado, con urgencia de recuperar el crédito y la cooperación internacional. El reto de devolverle la credibilidad que tuvo de país civilizado en proceso de fortalecer su endeble democracia se suma a los retos que implican las cifras, puesto que, según indicadores de la CEPAL en Honduras el 68.9 % de la población vive en condiciones de pobreza y el 45.6% alcanza niveles de indigencia. De acuerdo al índice sobre Desarrollo Humano del PNUD, Honduras se ubica en el lugar 112 muy abajo en la escala de los países de desarrollo medio. En pleno siglo XXI, 1/3 de la población menor de 5 años aún lucha contra los efectos de la desnutrición para lograr sobrevivir.
De acuerdo al Observatorio de la violencia, en Honduras 8 personas mueren al día por causas violentas , puesto que el pais enfrenta un ambiente de inseguridad que encuentra su germen en la miseria, en la desintegración familiar, en la carencia de servicios y necesidades básicas como vivienda, alimentación, educación y salud, negadas para la gran mayoría marginada. Ese germen es sin duda herencia de los que poco a poco, se han robado y han sumergido en crisis al país bajo el lema de la democracia, constituida en la prática, de ir a votar cada 4 años. Esta visión distorsionada, está muy distante de reconocer que los derechos humanos son los pilares fundamentales de la democracia y que sin el goce y ejercicio de estos , aquella carece de validez legitimidad y sentido.
Imposible para el futuro gobierno, desconocer que en el corto o mediano plazo el estado se enfrentará ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Junto a Kenya, Guinea, Uganda y Sudán, Honduras tiene como común denominador decenas de denuncias ante la Corte Penal Internacional por la comisión de graves crímenes cometidos de manera sistemática. Más tarde que temprano -como suele ocurrir en estos casos- los responsables del crimen de persecución política a gran escala en contra de la resistencia hondureña, podrán ser juzgados ante la CPI o por cualquier juez del planeta que como el juez Garzón invoque su jurisidicción universal sobre crímenes de lesa humanidad y, que gracias a los avances en materia de justicia internacional, son concebidos actualmente como delitos imprescriptibles.
En tal contexto, es válido mencionar que la sociedad hondureña mostró finalmente dos caras , la de la sociedad civil organizada por pseudolíderes, que se quitaron la máscara y han evidenciado que el aumento de los pobres es conveniente porque se han constituido en su modus vivendi. A la par de ellos un sector de la ciudadanía que se plega bajo el efecto de la manipulación mediática, en una posición demasiado simple para ser real, en la cual destaca el valor por lo material y que todo lo reduce a YO, si se trata de elegir entre TU o YO y, que para lavar su conciencia se dedica a la caridad en tiempos de navidad. Por otro lado, las organizaciones de derechos humanos, los sindicatos, los maestros, estudiantes organizados, los indígenas, las feministas, la ciudadanía más humilde, esa que no asistió a los centros de votación para avalar un proceso electoral bajo represión, donde los anfitriones que permanecian en las puertas para dar la bienvenida eran los militares. Esa ciudadanía que en un acto de solidaridad ha demostrado que no le es indiferente el número de víctimas mortales del regimen de facto, el aislamiento y el encierro inhumano de un presidente y el secuestro militar de una sede diplomática y en consecuencia no está dispuesta a celebrar una falsa paz que se pretende sostener a punta de fusiles.
Y ese es el resultado positivo dentro de la crisis, Honduras ya no tiene la misma ciudadanía que baja la cabeza, hay una nueva conciencia social que se niega a asumir que solo existe el derecho de obedecer y que les ha demostrado tanto a los políticos como a los militares que el movimiento social ya no tiene el temor que se encargaron de reproducir en los 80s y no está dispuesto a callar o a mentir frente al terrorismo de estado. A la par, la solidaridad de los movimientos populares desde Buenos Aires hasta Barcelona; el apoyo de las organizaciones no gubernamentales que trabajan por la defensa de los derechos humanos desde Tegucigalpa hasta París hacen creer que existe una conciencia de unidad entre los pueblos y que la necesidad de cambios reales y profundamente democráticos que incluyan a las mayorias marginadas de América Latina, son ya imposibles de callar y de detener. En este sentido y como ha dicho Eduardo Galeano: son pequenas cosas, no acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá.Pero, quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable. En conclusion y a cinco meses de rebelión ante el golpe de estado, en contra de una clase política y empresarial de prácticas antidemocráticas, puedo afirmar que siempre valdrá la pena posicionarse, actuar y debatirse por las causas justas... con eso se ha logrado bastante!
Suecia, 30 de noviembre de 2009
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