lunes, 21 de diciembre de 2009

El vulgar circo de Teletón

Vos El Soberano

Por Julio Escoto

En aquellos países donde el gobierno cumple sus compromisos sanitarios con la comunidad no existen proyectos de caridad colectiva como Teletón, y si acaso, como en EUA, son exclusivamente para atender casos excepcionales de dolencias, no para sustituir la obligación del Estado.
En parte de Europa, por ejemplo, las asociaciones y fundaciones no oficiales que se dedican a ejecutar obras de bienestar público se orientan hacia minorías específicas que padecen males que la ciencia no ha concluido de estudiar -Sida, síndrome de Dawn, lupus, lepra, patogenias cancerígenas, morbosidades raras- o para las que no se contempla pronto remedio y cuyos costos de investigación son tan elevados que no los cubre el sistema de salud estatal.
Allí las redes de protección ciudadana están rigurosamente estructuradas sobre el principio del pago indirecto, es decir por medio de la tributación. Una vez que la persona ha cubierto su cuota de impuestos adquiere el absoluto derecho para ser tratadas sus enfermedades físicas y mentales, incluso las derivadas de daño propio.
En naciones de larga tradición socialdemócrata o socialista como Holanda, Bélgica, Suecia, el individuo no paga un céntimo para ser atendido en hospitales o ser visitado para cuido médico a domicilio, de igual forma que los centros de terapia reciben sin cobro alguno a los pacientes, donde se les trata con alta calidad profesional, superior incluso a los privados. No hay necesidad de caridad pública, el Estado cumple su parte del contrato social y se esmera en que sus servicios cubran eficientemente a toda la población.
En esta Honduras que cada vez como que retrocede a la edad de piedra, cuando las bestias eran reinas de la tierra, se representa cada año el vulgar circo de Teletón, una idea que sirvió originalmente a hermosos y nobles propósitos pero que en apariencia se ha convertido ya en próspero negocio para unos y en oportunidad de corrupción para otros.
Pues a pesar de ser consecuencia de una acción pública y sobre la cual, por tanto, deberían ejercer fiscalía los órganos estatales encargados de ello, jamás se rinden estados financieros y resultados en detalle, nunca se presentan contabilidades específicas, esto es por proyectos, y menos informes certificados de auditoría; el hondureño desconoce el real e interno manejo de los fondos y recursos que año con año ha aportado.
En el limbo del rumor quedan preguntas que deberían ser contestadas por quienes organizan y administran esta excepcional, anual y masiva expresión de carencias, tales como los costos de realización y montaje de cada jornada de Teletón: si cobran comisión por trámite los bancos, qué bancos y qué porcentaje de transacción; a qué medios de comunicación masiva se paga directa o indirectamente (mediante cheque o exclusividad de manejo publicitario) y cuáles son esos montos y esos medios (al final puede resultar que estos ganan en manera desproporcionada: 10, 20 ó más por ciento de lo recaudado); por qué se otorga a estos un monopolio divulgativo y por qué no se somete a licitación tal actividad entre otros actores, lo que podría abaratar costos; cuál es la planilla anual y beneficios de los directivos de Teletón; si se licita o no las obras a ser construidas o se asignan arbitrariamente; y hasta cuándo, hasta qué década, se proseguirá con este ya recurrente espectáculo de mendicidad.
Hay más. Que se diga cuál es el índice de pérdida por cheques no honrados y si sucede complicidad de la fundación para facilitar propaganda gratuita a donantes falsos, como sin duda serán los millones presidenciales de este año, ya que el gobierno se encuentra en sufrida bancarrota. Eso para no criticar la pésima calidad de espectáculo que brinda esta convocatoria anual a lo mediocre y lo vulgar, a la improvisación artística y el mal gusto. Obviamente hay mucha más tela para cortar de la que cabe en este artículo.

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