sábado, 19 de diciembre de 2009
Bienaventurados los que no van en pos del oro. Parte II
Vos el Soberano
Por Efrén Delgado Falcón
Como quise establecer antes, aunque considero que los eventos relacionados con el golpe de Estado están lejos haber concluido, intento someter a consideración de ustedes, tres conclusiones, de las cuales ya intenté desarrollar alrededor de la primera: como país, seguimos encadenados a la voluntad soberana de los EEUU, que sin embargo, no es la causa primera de nuestro estatus de país pobre y corrupto, si bien, su influencia ha sido extraordinaria.
Hoy, procuraré elaborar alrededor de una segunda conclusión: el golpe de Estado desenmascaró definitivamente la realidad de la política, las instituciones de derecho, las prácticas empresariales, los líderes religiosos, los medios de comunicación y la fuerza uniformada del país.
La develación meridiana, repentina y traumática, que presenció y sufrió el pueblo excluido ―y quienes lo han querido ver―, de la verdadera naturaleza del bipartidismo histórico, de su alianza vergonzosa y repugnante con el poder económico, y de éste a su vez, con los medios de comunicación tradicionales, representa la asimilación popular de realidades tangibles que muchas veces no eran percibidas en su dimensión correcta, o simplemente pasaban desapercibidas por la imposibilidad de apreciar su naturaleza concreta, sus ramificaciones o sus laberintos.
La labor de los medios de comunicación como creadores de una realidad alterna, donde los villanos son héroes impecables; y donde la paz, la libertad y la democracia, imperan como burbujitas de jabón en una feria de payasitos pulcros. Han creado otra Honduras, maquillada, perfumada y vestida de camisetita blanca. Esta Honduras está pomposamente clasificada entre los mejores 32 equipos de fútbol del mundo; pero se manifiesta alevosamente extraña a su clasificación como país que ocupa el lugar 130 ―de 180― en el Índice de Percepción de la Corrupción Pública [TI], y se percibe torpemente ajena al “ranking” que la ubica entre el 40% de los países con menor Índice de Desarrollo Humano [PNUD], en el lugar 112 del mundo.
En cambio, en la Honduras de carne y hueso, aparentemente desalmada, la corrupción y la miseria, son realidades vergonzosas que tenemos que enfrentar con determinación, solidaridad e inteligencia. Pero debemos de estar claros, que desde la perspectiva del statu quo, ello es una posibilidad prácticamente imposible.
Este es el plan: ante los acontecimientos de este año, el gobierno norteamericano va a apoyar fundaciones y programas dirigidos a socavar el descontento general, e intentará mellar, a toda costa, el movimiento nacional de La Resistencia; lo mismo hará el gobierno “en la cuerda floja” de Pepe Lobo. Pero casi todos estos programas y acciones serán simples coloridos paliativos y efímeros confites. Muy poco se hará para dar a los hondureños una vida y un país diferentes. Un país mejor, sostenible y justo: la corrupción prevalecerá, aunque deba ser efectuada con finas pinzas, y atrás de bien elaboradas pantallas; y seguirá siendo monumental. El clientelismo político continuará. La tranza política, y personal, dentro de las instituciones del Estado, seguirá omnipresente. Los empresarios de la argolla, moverán la voluntad de sus políticos a sueldo, y seguirán llenando sus arcas a granel, esquivando impuestos y abusando con saña del que, supuestamente, es su propio país. Los medios de comunicación tradicionales continuarán fabricando disneylandias y golpilandias para ingenuos. Los religiosos continuarán su apostolado como mercaderes de la fe, y seguirán aprovechando su alianza servil con las élites, para su exclusivo beneficio. Los uniformados, apoderados de su nuevo papel, mantendrán un orden ficticio y superficial, y seguirán de gendarmes de las riquezas mal habidas de sus socios. El gobierno norteamericano seguirá imponiendo su sagrada voluntad, y perfilará los eventos a su conveniencia, por la hipócrita vía del smart power. Mientras el hambre, la pobreza, la desnutrición, la educación incompleta ―o ausente―, la falta de médicos y medicinas, el desempleo, la escasez de oportunidades, las violaciones a los derechos humanos, los secuestros, la criminalidad, los “moles” y los “molitos”, el doble saldo, el mundial, the Miami weekends, los combos chatarra, los sales y la ausencia predominante de consciencia social, coexisten en paz, libertad y democracia. Ese es el plan.
No hay esperanzas de que los congresistas recién electos por la abstención, legislen a favor de los de a pie. No hay esperanzas de que en la casa de la justicia se deje de encantar serpientes, y se olvide la sensación de ternura que produce una gruesa cuenta bancaria. No hay esperanzas de que el titular del gobierno “en la cuerda floja”, se le salga del guacal al statu quo. Pero de lo que si hay esperanzas, es de la irreversible visión que hemos ido adquiriendo muchos hondureños, en los días posteriores al “golpe”; de la irreversible adhesión de millares y millares de personas, a un movimiento destinado a cambiar profundamente el país; y de la irreversible y aplastante justicia del tiempo. Nadie niega que el camino es largo, pero conociéndolo, nadie está dispuesto a claudicar. Definitivamente hay otra Honduras, y nadie nos la va a regalar de Merry Christmas, porque sobre nuestros hombros descansa la responsabilidad de construirla. Hoy, no mañana. Ya, no más tarde. «Violenta nemo imperia continuit diu». Amén.
Por Efrén Delgado Falcón
Como quise establecer antes, aunque considero que los eventos relacionados con el golpe de Estado están lejos haber concluido, intento someter a consideración de ustedes, tres conclusiones, de las cuales ya intenté desarrollar alrededor de la primera: como país, seguimos encadenados a la voluntad soberana de los EEUU, que sin embargo, no es la causa primera de nuestro estatus de país pobre y corrupto, si bien, su influencia ha sido extraordinaria.
Hoy, procuraré elaborar alrededor de una segunda conclusión: el golpe de Estado desenmascaró definitivamente la realidad de la política, las instituciones de derecho, las prácticas empresariales, los líderes religiosos, los medios de comunicación y la fuerza uniformada del país.
La develación meridiana, repentina y traumática, que presenció y sufrió el pueblo excluido ―y quienes lo han querido ver―, de la verdadera naturaleza del bipartidismo histórico, de su alianza vergonzosa y repugnante con el poder económico, y de éste a su vez, con los medios de comunicación tradicionales, representa la asimilación popular de realidades tangibles que muchas veces no eran percibidas en su dimensión correcta, o simplemente pasaban desapercibidas por la imposibilidad de apreciar su naturaleza concreta, sus ramificaciones o sus laberintos.
La labor de los medios de comunicación como creadores de una realidad alterna, donde los villanos son héroes impecables; y donde la paz, la libertad y la democracia, imperan como burbujitas de jabón en una feria de payasitos pulcros. Han creado otra Honduras, maquillada, perfumada y vestida de camisetita blanca. Esta Honduras está pomposamente clasificada entre los mejores 32 equipos de fútbol del mundo; pero se manifiesta alevosamente extraña a su clasificación como país que ocupa el lugar 130 ―de 180― en el Índice de Percepción de la Corrupción Pública [TI], y se percibe torpemente ajena al “ranking” que la ubica entre el 40% de los países con menor Índice de Desarrollo Humano [PNUD], en el lugar 112 del mundo.
En cambio, en la Honduras de carne y hueso, aparentemente desalmada, la corrupción y la miseria, son realidades vergonzosas que tenemos que enfrentar con determinación, solidaridad e inteligencia. Pero debemos de estar claros, que desde la perspectiva del statu quo, ello es una posibilidad prácticamente imposible.
Este es el plan: ante los acontecimientos de este año, el gobierno norteamericano va a apoyar fundaciones y programas dirigidos a socavar el descontento general, e intentará mellar, a toda costa, el movimiento nacional de La Resistencia; lo mismo hará el gobierno “en la cuerda floja” de Pepe Lobo. Pero casi todos estos programas y acciones serán simples coloridos paliativos y efímeros confites. Muy poco se hará para dar a los hondureños una vida y un país diferentes. Un país mejor, sostenible y justo: la corrupción prevalecerá, aunque deba ser efectuada con finas pinzas, y atrás de bien elaboradas pantallas; y seguirá siendo monumental. El clientelismo político continuará. La tranza política, y personal, dentro de las instituciones del Estado, seguirá omnipresente. Los empresarios de la argolla, moverán la voluntad de sus políticos a sueldo, y seguirán llenando sus arcas a granel, esquivando impuestos y abusando con saña del que, supuestamente, es su propio país. Los medios de comunicación tradicionales continuarán fabricando disneylandias y golpilandias para ingenuos. Los religiosos continuarán su apostolado como mercaderes de la fe, y seguirán aprovechando su alianza servil con las élites, para su exclusivo beneficio. Los uniformados, apoderados de su nuevo papel, mantendrán un orden ficticio y superficial, y seguirán de gendarmes de las riquezas mal habidas de sus socios. El gobierno norteamericano seguirá imponiendo su sagrada voluntad, y perfilará los eventos a su conveniencia, por la hipócrita vía del smart power. Mientras el hambre, la pobreza, la desnutrición, la educación incompleta ―o ausente―, la falta de médicos y medicinas, el desempleo, la escasez de oportunidades, las violaciones a los derechos humanos, los secuestros, la criminalidad, los “moles” y los “molitos”, el doble saldo, el mundial, the Miami weekends, los combos chatarra, los sales y la ausencia predominante de consciencia social, coexisten en paz, libertad y democracia. Ese es el plan.
No hay esperanzas de que los congresistas recién electos por la abstención, legislen a favor de los de a pie. No hay esperanzas de que en la casa de la justicia se deje de encantar serpientes, y se olvide la sensación de ternura que produce una gruesa cuenta bancaria. No hay esperanzas de que el titular del gobierno “en la cuerda floja”, se le salga del guacal al statu quo. Pero de lo que si hay esperanzas, es de la irreversible visión que hemos ido adquiriendo muchos hondureños, en los días posteriores al “golpe”; de la irreversible adhesión de millares y millares de personas, a un movimiento destinado a cambiar profundamente el país; y de la irreversible y aplastante justicia del tiempo. Nadie niega que el camino es largo, pero conociéndolo, nadie está dispuesto a claudicar. Definitivamente hay otra Honduras, y nadie nos la va a regalar de Merry Christmas, porque sobre nuestros hombros descansa la responsabilidad de construirla. Hoy, no mañana. Ya, no más tarde. «Violenta nemo imperia continuit diu». Amén.
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