miércoles, 2 de diciembre de 2009

José Porfirio y el lobo


Por Efrén Delgado Falcón

Mientras las personas conscientes de la desastrosa realidad del país, se preguntan qué es lo que se debe hacer para salir de la situación calamitosa que nos ahoga cada día, la derecha radical planifica cuidadosamente la manera eliminar del panorama el peligro de revueltas sociales y de sabotear la organización efectiva de un movimiento popular derivado, o consecuencia, del bloque de resistencia contra el golpe de Estado. La secta golpista siempre ha jugado con la pelota adelantada, y estoy seguro que en esta ocasión, no es la excepción la que asoma.

El abstencionismo, confirmado en los centros de votación alejados de la irreflexiva clase alta y media hondureña, ha sido enorme. Y no es imposible probarlo, pero con toda seguridad el TSE golpista va arreglárselas para mostrar otros datos al mundo. Si usted abre la página web del TSE, en estos momentos, encontrará datos que cubren apenas cerca de 260 mil votos, y únicamente, para el conteo de los presidenciables. Lo que iban a realizar en dos horas, primero se convirtió en cinco, y después de cacarear a los cuatro vientos que el TSE era un modelo de modernidad, eficiencia y honestidad, terminaron escondiéndose en la consabida frase: “… es que tenemos problemas técnicos” ¡Qué casualidad compadre!


Aún así, la aplastante derrota del candidato favorito de la oligarquía, obligará a los capos de la economía nacional a sentarse y negociar con José Porfirio Lobo Sosa [ahora presidente de las mayorías inconscientes que votaron por él y por el otro], hombre ya curtido entre las aguas de la poliquitería y los ralos oxígenos de las cavernas del poder. Inexorablemente, Lobo le tendrá que seguir el jueguito al statu quo, porque es obvio que no se expondrá a otro turuncazo anti-constitucional. Pero debe encontrar la manera de integrar un gobierno que alcance un grado aceptable de gobernabilidad. Para Pepe será vital que el presidente del Congreso Nacional sea un aliado fiel y combativo, porque el sector más troglodita y ultraderechista de su partido [los que apoyaban al otro] tiene su propia agenda, y representarán para él una oposición castrante y ubicua. La otra pieza del ajedrez que Lobo debe elegir y mover con cautela y sapiencia, es la cabeza del ejército, será para él imposible soslayar la dolorosa experiencia reciente, y debe tener claro que los militares van dirigirse hacia donde más les convenga, y ni la quinta parte de casi nada para otro lado.

Se da por descartado, que Lobo va a recibir una presión enorme del poder económico-fáctico, de las organizaciones obreras, de las minorías, de los gremios profesionales, de La Resistencia, y quizá hasta del destartalado partido colorado; además, va a recibir un país saqueado, inconforme, en plena crisis económica y al borde de la devaluación; en tanto su gobierno será considerado por muchos, interna y externamente, como un gobierno ilegítimo. La tarea que tiene Pepe Lobo por delante es colosal, y estoy seguro que está consciente de ello. Por desgracia, y como botoncito que no genera más que malos presagios, trascendió el nombre del Ministro de Obras Públicas y Transporte, una persona que con toda seguridad, lo último que hará será trabajar para los hondureños. Si por las vísperas se conocen las fiestas, el maíz a peso seguirá en boga por cuatro años más.

Lo primero que tiene que hacer Lobo es poner en orden el desastre que deja tras de sí el golpe de Estado: debe poner en libertad al Presidente Zelaya, y buscar los mecanismos apropiados para que él y sus colaboradores, enfrenten las acusaciones incoadas por el régimen espurio de manera justa y en total apego a ley [con el actual Poder Judicial es prácticamente imposible]; debe liberar los presos políticos; debe resarcir, en lo posible, los daños causados a ciudadanos comunes y a medios de comunicación; debe empujar con toda su fuerza procesos judiciales contra todos los que violaron la Constitución y contra todos los que violaron los derechos humanos de los hondureños [otra vez, el Poder Judicial podría ser un obstáculo grave]; y debe buscar la manera de regresar a la normalidad el papel de la policía y del ejército, que en estos momentos no son más que entidades desnaturalizadas al servicio exclusivo del statu quo.

En todo lo demás que requiere el país para salir adelante, como nación, no creo que Lobo pueda hacer mucho, salvo una que otra iniciativa que no vaya en contra de los intereses de nadie. Si realmente Pepe tiene la voluntad y los deseos de hacerlo, va a chocar contra una muralla portentosa: no podrá rehuir al clientelismo; no podrá combatir la corrupción de frente, ni obligar a la oligarquía a no seguir practicando la evasión fiscal a gran escala; no podrá llevar a cabo un plan de país, ni en sueños. Se va a tener que dedicar a resolver el día a día para salir medio airoso, con su gobierno ilegítimo en perenne busca de legitimidad.

Por ello, una Asamblea Nacional Constituyente, dentro de las circunstancias que rodearán a Lobo Sosa, solo será un reacomodamiento superficial de las leyes, una repartición de confites de todos los sabores, sin vitaminas, sin esencia y sin sustancia.

Ojalá que este nuevo presidente olanchano ―nacido en Trujillo hace casi 62 años― tenga el valor y la determinación para hacer un gobierno, no digamos exitoso, demasiado utópico, pero si un gobierno decente ―dentro de parámetros reales, no mediáticos―, al menos dispuesto a dar la batalla para cimentar un mejor futuro para los hondureños. Aunque sinceramente, lo dudo, y lo vuelvo a dudar; no porque no le dé al caballero la oportunidad de demostrarlo, sino porque bajo las condiciones en que está el país, y dada la naturaleza de las fuerzas que interactúan, no parece haber espacio alguno para otra cosa que no sea más de lo mismo: un país de tercer mundo, ignorante y corrupto, con ciudadanos de cuarta clase y con políticos de quinta categoría. «Intelligenti pauca».

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