Rebelión
Por Paula Klachko
Reseña del libro: “Estrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo” de Nicolás Iñigo Carrera
Introducción
Hacia fines de 2019, uno de los mas prolíficos investigadores argentinos, Nicolás Iñigo Carrera, historiador marxista que resalta por su rigurosidad y objetividad científica, publicó el libroEstrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo. En el, vuelve a retomar lo que fue su problema de estudio durante mucho años y también el de varias figuras intelectuales que, como él, se apasionaron (a favor y en contra) con el peronismo, como no podría ser de otra manera, pues dicho movimiento constituyó y constituye la expresión política de una fuerza social que en su dinámica cambiante marcó un antes y un después y sigue siendo fundamental, en la lucha política en la Argentina.
Por ello, en estas páginas nos proponemos valorar críticamente el aporte de Iñigo Carrera para la comprensión del peronismo y la constitución de la clase obrera, al tiempo que retomar el planteo del problema y su instrumental analítico para aplicarlo a la historia reciente y del presente de la Argentina. Intentaremos entonces hacer un paralelismo entre la dinámica de la lucha de clases que constituyó la acumulación originaria3 del peronismo -desde 1930 hasta su llegada al gobierno en 1946 a lo que el autor se refiere como sus orígenes- y la de la historia reciente de la Argentina, incluyendo algunos elementos de análisis desde una mirada nuestroamericana.
Consideramos relevante y pertinente hacer esta reseña en clave comparativa con el presente porque observamos que se ha replicado, con las distancias del caso ya que el capitalismo ha mutado considerablemente, una dinámica política que vuelve a cortar en dos a la Argentina entre una fuerza social política que incluye de manera protagónica al peronismo y otra fuerza social política retrógrada, conducida por los cuadros políticos de la oligarquía financiera. Esos grandes grupos económicos subordinados históricamente al gran capital trasnacional, sobre todo estadounidense, obtuvieron las riendas del gobierno del estado entre 2015 y 2019 como reacción al tercer momento peronista (2003 – 2015) que toma el nombre de Kirchnerismo. Pero luego de 4 años de gobierno de derecha que no pudo estabilizarse vuelve a retomar la conducción del aparato del estado la fuerza que dirige el peronismo.
Históricamente, los gobiernos peronistas significaron una ampliación de la ciudadanía para la clase obrera y el pueblo -salvo el interregno de la presidencia de Carlos Menem que traicionó abiertamente las banderas históricas del peronismo, al mejor estilo de Lenin Moreno en Ecuador, con las que ganó las elecciones en 1989- frente a los cuales se desataron fuerzas contrarrevolucionarias, aunque el peronismo en el gobierno no tuviera como objetivo la revolución social.
Las fuerzas retrógradas oligárquicas reaccionaron con violencia material y simbólica, con diferentes pero enormes arsenales, frente a los avances democráticos que significaron los tres momentos históricos de gobiernos peronistas, a saber:
1- el primer gobierno de Perón y su reelección de 1946 a 1955,
2- el gobierno de Cámpora y luego Perón de 1973 a 1976,
y 3- la tercera etapa -ya dijimos los motivos que nos hacen dejar fuera al gobierno de Menem- con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner entre 2003 y 2015.
Pero ya que nuestro autor se enfoca en los orígenes del peronismo y para ello se remonta a la década del 30, en nuestro intento por hacer un paralelismo con la historia mas reciente nos enfocaremos en los momentos de génesis de la mencionada tercera etapa peronista.
Nos referimos al llamado ciclo de la rebelión popular de los 90 en la Argentina en el que se va gestando la fuerza social política de oposición contra el neoliberalismo y sus cuadros políticos en el gobierno que desembocaría en la insurrección espontanea popular de 2001 proyectada al campo de la superestructura política (como un combate diferido también) en 2003 con el advenimiento del kirchnerismo. También abordaremos otras cuestiones de mayor actualidad en Argentina y nuestroamericana.
Por último, en esta introducción, queremos aclarar que sólo reproduciremos aquí las afirmaciones del autor que reflejan los resultados de su análisis minucioso, de construcción de datos, con amplias fuentes que se ofrecen en el libro reseñado y que se pueden rastrear a través de las citas.
Arsenal teórico
Si desde el marxismo o socialismo científico -marco teórico en el que se enmarca su investigación- consideramos que la historia (al menos la escrita) de las sociedades es la lucha de clases, “constante, velada unas veces y otras franca y abierta”8, en el que hasta “la fijación de una jornada laboral normal es (…) el producto de una guerra civil prolongada y mas o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera”, pues, es desde el bando de la clase obrera y el pueblo que el autor se posiciona para su análisis.
Las que tenemos claro que neutralidad y objetividad son antónimos (y no sinónimos como vulgarmente se los utiliza) valoramos la explicitación de la “no neutralidad”. Es decir, la explicitación del posicionamiento teórico político desde donde miramos y analizamos la historia, que no es mas que la política del pasado, ya que dicha honestidad intelectual sobre el marco teórico-político del que partimos nos permite acercarnos a construir grados de objetividad en el análisis histórico.
En su primer capítulo el autor vuelve a desplegar, como en sus obras anteriores, todo el arsenal teórico que usará como instrumental para el análisis quirúrgico de la realidad histórica examinada. Una vez más logra desarrollar los conceptos fundamentales con toda profundidad a la vez que utiliza un lenguaje directo, comprensible y asequible para palpar la lucha de clases en su dinámica real y no imaginaria. Teniendo que exponer nuevamente el abc o claves básicas del materialismo histórico ya que los mistificadores de la realidad lacerante del capitalismo siguen dedicándose a negar que vivimos en sociedades divididas en clases sociales irreconciliables -lo cual no quita la negociación y los breves interregnos de reconciliación de ciertas fracciones de distintas clases sociales- con intereses antagónicos, discurso que algunxs “progres” compraron fácilmente con la caída del muro de Berlín.
Iñigo Carrera nos brinda un análisis que centra la mirada -coherente con el materialismo histórico- más en la praxis que en el discurso, es decir, mas en la lucha de la clase en su proceso de conformación que en las declaraciones de quienes se postulan para o disputan su conducción (sin por ello desestimarlos) o de las instituciones que intentaron neutralizar o canalizar esa dinámica. Mirada que se centra, entonces, en la dinámica de los sujetos de la historia que no son los individuos sino las clases sociales en su proceso de constitución como tales. Y es en los enfrentamientos sociales que las clases se forman y es mediante la constitución de alianzas que unen fuerzas para enfrentarse.
Otra de las claves analíticas es el concepto de fuerza social-política, esencial para entender la dinámica en su complejidad real y abandonar la pretensión de buscar patrones o modelos de manual que no existieron ni existirán.
No se trata de una clase – que se formaría por la mera sumatoria de la posición y función que cumplen objetivamente las y los individuos en la producción social – que en su conjunto se enfrenta contra otra clase, o todxs lxs de “abajo” contra todxs lxs de “arriba” lo que se observa si estudiamos los enfrentamientos sociales que se han desarrollado históricamente en las sociedades capitalistas, ni tampoco es la clase un constructo teórico que solo sirve a los fines analíticos pero que no tiene entidad real (como dice Bourdieu10), sino que los enfrentamientos se libran entre alianzas de diferentes fracciones de distintas clases sociales. Las fracciones sociales que se van activando en la lucha van reclutando aliados para unir fuerzas contra las fracciones enemigas constituyendo de esta manera fuerza social-política.
Pero entonces ¿dónde identificamos el carácter de clase de las fuerzas social-políticas que se enfrentan? El autor nos muestra que en cada alianza el carácter de clase estará dado por lafracción que logra hegemonizar y conducir dicha fuerza social, articulando los intereses de sus aliados bajo el suyo como el interés general o principal que los unifica, aunque, agregamos, no deja de ser relevante para caracterizar a la fuerza social el grado de importancia y presencia de los intereses de las fracciones subordinadas que la componen. Asimismo, el carácter revolucionario o contrarrevolucionario de una fuerza social política, o, progresista o conservadora (en el sentido gramsciano11 de esos términos) no necesariamente se corresponde con el origen de clase de la fracción dirigente, sino con el proyecto histórico que se expresa en torno a la contradicción principal en cada momento histórico. Es decir si es capitalista o anticapitalista, y si lo primero, qué tipo de capitalismo.
Claro que también es una realidad cambiante y dinámica y las alianzas se componen y recomponen, se producen alineamientos y realineamientos en función de cada batalla y disputa. Pero las fuerzas sociales políticas cuando se constituyen como tales adoptan una fuerza histórica que las torna sujetos de batallas duraderas. Así, como señala el autor ya en la primera frase del prólogo: “Entre 1943 y 1945 se gestó en Argentina un profundo cambio en las relaciones de fuerza políticas, con el surgimiento del peronismo” y se propone analizarlo como un momento en la constitución de la clase obrera argentina como tal.
Si se trata de analizar procesos de enfrentamientos sociales o procesos de lucha, observando qué meta se proponen, a quién constituyen como su enemigo en esa lucha, con quién se alían las fracciones o clases sociales, se puede advertir una estrategia que objetivamente se va delineando, no importa el grado de desarrollo de la conciencia que se tenga de ella. “Cuando hablamos de estrategia podemos estar refiriéndonos a dos procesos distintos, aunque relacionados entre sí: 1) el que hace a los enfrentamientos que va librando una clase social y cuya meta puede conocerse observando esos enfrentamientos; 2) las distintas alternativas políticas que proponen a esa clase los distintos cuadros políticos que actúan en la sociedad, y que expresan los intereses de distintas clases o fracciones sociales”. En el primer caso se hace referencia a unaestrategia objetiva que se despliega en la lucha concreta de la clase, y en el segundo a laestrategia subjetiva que las organizaciones que se postulan como dirigentes de esa clase elaboran conscientemente, y cuyo éxito dependerá del grado de confluencia con la estrategia objetiva, lo que estará dado por la mayor o menor capacidad para evaluar el momento histórico.
Iñigo Carrera nos muestra rigurosa y detalladamente en este libro, cómo la estrategia de lucha objetiva de la clase obrera toma un giro partir de mediados de los años 30, más precisamente luego de las huelgas y movilizaciones de enero y mayo de 1936, desde aquella que planteaba superar el orden vigente hacia otra que pretende insertarse en el sistema en las mejores condiciones posibles e influir en la toma de decisiones del estado, disputando la dirección del estado. Estrategia que va a empalmar con las necesidades políticas del sector nacionalista de las FFAA que encabezó la denominada Revolución del 4 de junio de 1943. Es decir, que la estrategia objetiva terminará confluyendo con la estrategia subjetiva del grupo encabezado por Perón.
Confluencias, paradojas y fuerzas armadas
Con la descripción de la dinámica de la composición y recomposición de alianzas, de alineamientos y realineamientos desarrollados en los ‘30, el autor nos muestra la paradoja de que los que “hasta ayer” pertenecían a fuerzas enemigas luego terminarán por aliarse. Partidos y organizaciones políticas que pretendían expresar los intereses de la clase obrera y algunas fracciones de la misma se aliaban a la burguesía mas concentrada y los cuadros del capital financiero y, otras fracciones obreras mayoritarias se aliaban a partes del ejército que antes habían sido sus represores en las huelgas de la década del ‘20, que, sin embargo, ahora los apoyaban en los procesos de movilización obrera de octubre del 45.
La confluencia de pueblo y ejército constituye uno de los nudos gordianos de cualquier proceso revolucionario pero parece inverosímil a luz de la historia argentina vista desde hoy, dado que luego de las epopeyas sanmartinianas y belgranianas con sus ejércitos populares de indios y negros fueron tornándose claro instrumento de las oligarquías que organizaron y consolidaron el estado nación argentino para fines del siglo XIX, que protagonizaron el golpe oligárquico frente al todavía naciente régimen democrático en 1930, y que, más tarde, a partir de los años 60, adoptaron sin disgusto la Doctrina de la Seguridad Nacional tan bien coordinada y llevada a su paroxismo con la llamada Operación Cóndor. Sin embargo, es desde la unidad de partes mayoritarias del pueblo y la clase obrera y parte de esas FFAA que emergió la experiencia que sigue marcando el pulso político y que tan minuciosamente analiza Nicolás Iñigo Carrera en su fase de origen.
La ruptura posterior entre el pueblo y FFAA todavía hoy genera que en América Latina se sigan produciendo golpes de estado con apoyo militar directo, y que, por el contrario, en aquellas experiencias en las que fuerzas social-políticas revolucionarias toman las riendas del gobierno del estado que siguen en pie aún frente a la tremenda contraofensiva imperialista que las somete a una guerra permanente y a un golpismo continuado, es gracias a la unidad cívico militar y una FFAA con fuerte composición popular y consubstanciadas con el antiimperialismo que continúan resistiendo ofensivamente. Nos referimos a Cuba, Venezuela y Nicaragua. En este sentido se hace necesario profundizar las investigaciones acerca de los motivos que reforzaron el punto de bifurcación entre pueblo y fuerza armada en Argentina y en América Latina dado que constituye un problema y desafío político muy actual y relevante.
Combate diferido
El autor comienza por el punto de llegada para luego ir a la génesis de ese proceso. Así muestra que en el ‘45 el movimiento obrero estaba dividido: “formando parte en muy diferentes proporciones de alianzas sociales y políticas con fracciones de la burguesía o con los cuadros políticos y militares de ésta”. En octubre de 1945, Perón “recibió el apoyo de la mayoría de los obreros movilizados. Esta alianza social aparecía articulando los intereses de los obreros en tanto asalariados con los de los funcionarios, fundamentalmente militares, que trataban de evitar la derrota de su proyecto nacionalista; expresando sin embargo el interés del capital en general (relación capital/trabajo asalariado), contrapuesto coyunturalmente a los intereses singulares de los capitalistas y sus organizaciones corporativas y sustentado en la clase obrera”.
En la clase obrera o dentro de la parte mayoritaria del movimiento obrero organizado que apoyó a Perón predominaba la meta (expresada en la lucha) de “la defensa de las conquistas logradas con la intervención de la Secretaría de Trabajo y Previsión, identificadas con la justicia social, con un discurso anticapitalista o al menos enfrentado a los capitalistas concretos de ese momento en Argentina, su prolongación en el campo político mediante el rechazo a la entrega del gobierno a la corte suprema de justicia, expresión de “la oligarquía” que intentaba recuperar sus privilegios; solo para una parte de los que planteaban esta alternativa la libertad de Perón era la meta explícita”.
Desde el otro bando, la meta se presentó como la defensa de la libertad y la “normalidad constitucional”, que pasaba (…) por la entrega del gobierno a la corte suprema de justicia”.
La clase obrera optó masivamente por seguir la alternativa de la defensa de sus conquistas
como decíamos al principio. La lucha adquirió un carácter clasista: burguesía contra proletariado, mas allá de los discursos. “Es esta linea de confrontación la que signa y se impone en el hecho del 17 de octubre”.
Los argumentos de la confrontación entre ambos alineamientos no resulta tan anticuada cuando en la actualidad la derecha desalojada del gobierno hace poquito mas de 1 año (diciembre de 2019), en plena pandemia covid 19 intentaba tomar las calles y aglutinar una base social en función de las demandas de “libertad” (frente a los cuidados necesarios o imprescindibles que en Argentina tomaron el nombre de ASPO: aislamiento social preventivo y obligatorio), de defensa de “la república”, amparados en el nada democrático poder judicial que continúa respondiendo a esos intereses oligárquicos golpistas por lo menos desde 1930. Usan los mismos argumentos los golpistas de ayer y de hoy. Los que gobernaron hasta 2019 y controlan en gran medida al poder judicial son lxs herederos de esa vieja y rancia oligarquía.
La gigantesca movilización del 17 de octubre de 1945 expone el desborde de las masas respecto de las instituciones y de sus representaciones sindicales y políticas, las cuales fueron subordinadas a la acción de masas, aunque eso no significa que militantes sindicales no fueran los articuladores de la movilización.
Las y los obreros movilizados tuvieron claridad acerca de cuáles eran las trincheras del enemigo de clase, tal como se observa en función de los blancos elegidos para el ataque, pero sin duda la contundencia de esa movilización de masas catapultó la disputa hacia el plano superestructural, dado que existía una “clara decisión” por parte de las conducciones política y militares de ambas alianzas, a esa altura ya constituidas como fuerza social-políticas, de que “la lucha decisiva por el gobierno del estado no se librara en las calles ni por las armas, a pesar de que el mismo Perón definiera, en septiembre de 1945, el enfrentamiento como una verdadera guerra”.
Por ello el autor lo define acertadamente como en un enfrentamiento diferido que se combatiría en las urnas en febrero de 1946.
Así “desde los cuadros políticos que se reivindicaban de la clase obrera se presentaron dos alternativas a las masas y estas eligieron seguir la alternativa peronista”. A pesar de los llamados a rechazar la huelga general desde las organizaciones de izquierda alineadas objetivamente con los empresarios, ésta se extendió generando esa impresionante movilización de masas que partió aguas en la dinámica política argentina de octubre de 1945.
Radiografía social e indicadores de ciudadanización
Parafraseando a Marx, el autor utiliza el método de estudiar “al humano para luego comprender la anatomía del mono”, es decir que primero presenta los resultados de su investigación sobre ese momento clave de 1945 para después pasar a analizar los momentos o grados de las relaciones de fuerza política de los grupos o clases en su proceso de conformación, en lo que en esta reseña estamos denominando como la acumulación originaria del peronismo en la década del 30. Pero antes de ello, y siguiendo a Gramsci, se expone una detallada radiografía social que muestra la relación de fuerzas objetiva que dispone a las grupos sociales en determinado cuadro de situación en relación con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas sociales, en un momento en que el desarrollo capitalista dependiente de la Argentina todavía mostraba una dirección predominantemente en extensión de las relaciones capitalistas (explotación salarial de la fuerza de trabajo) más que en profundidad. Para luego pasar a analizar el grado o momento de las relaciones de fuerza políticas en las que todavía esos grupos fundamentales, sobre todo la clase obrera en proceso de conformación, aparece estrechamente ligada a la relación de fuerzas objetiva, en otras palabras: a sus intereses inmediatos.
Ese desarrollo del capitalismo en la Argentina predominantemente en extensión, generó un “proceso de atracción de población, su inserción en las relaciones capitalistas y el crecimiento de una industria liviana con una baja composición orgánica del capital, basada en un empleo extensivo de fuerza de trabajo, cuya propiedad era en buena medida extranjera (…)”20. El crecimiento de la fuerza de trabajo ocupada se correspondió, peronismo mediante, con un enorme proceso de ciudadanización.
En el libro se toman como indicadores de ese proceso de ciudadanización conducido por el peronismo a los grados de participación electoral (entre la que se cuenta el voto femenino) y de sindicalización. A lo que además podríamos agregar la propia ampliación de derechos largamente demandados y plasmados constitucionalmente.
Así en cuanto a uno de sus indicadores, el nivel de sindicalización (que en la actualidad se ha reducido pero en Argentina sigue siendo mas alto que en el resto de América Latina salvo Uruguay), el autor señala que “si hasta 1945 el movimiento sindical estaba por debajo del medio millón de afiliados, tres años después había triplicado esa cifra y en la década de 1950 la había quintuplicado”23, pero a la vez esas cifras muestran que para 1945 existía un movimiento obrero sindicalmente organizado importante.
En cuanto al otro indicador, la participación electoral, es también con el peronismo que se da un proceso de crecimiento exponencial con la incorporación de las mujeres al padrón electoral (luego de 1947) y la población de los territorios nacionales.
El grado de ciudadanización remite a “la legitimación de una porción de los intereses de los trabajadores dentro del sistema institucional vigente, la porción que remite a su condición de asalariados, aparentes propietarios de su fuerza de trabajo, pero no a su totalidad como expropiados de sus condiciones materiales de existencia”.
La dinámica de la lucha de clases en Argentina deja en evidencia que con cada gobierno o momento peronista (de los tres mencionados anteriormente) se profundizan los grados de ciudadanización, traspasando los límites aceptables para los intereses de una oligarquía poderosa pero a la vez subordinada a la lógica de acumulación reservada para los países de la periferia capitalista. No es que tal profundización de la ciudadanización sea una tendencia de largo plazo histórico o un proceso de conquista lineal de derechos, porque justamente los golpes de estado al servicio de los grandes grupos económicos y el capital trasnacional, al igual que algunos gobiernos surgidos de las urnas pero que respondían a los mismos intereses, retrotrajeron, o directamente destruyeron varios de los derechos conquistados, por lo que en algunos sentidos los gobiernos de las posteriores dos etapas peronistas debieron recomenzar la tarea, al igual que ahora (febrero 2021) proclama el gobierno nacional y le reclaman las fracciones del pueblo afectadas por las políticas de concentración de la riqueza y empobrecimiento y opresión de las mayorías efectuadas por el macrismo.
A diferencia de los países centrales, en la periferia capitalista el estado de bienestar no fue ni es tolerado, porque debe constituir un territorio de agudización de la explotación, maximización de las tasas de ganancia y desborde de la superpoblación relativa (desde el punto de vista del capital) que permita a su vez efectuar cierta redistribución social de la riqueza en los países centrales del capitalismo a los fines de mantener un territorio estable.
Al menos sin duda así lo fue hasta la caída del muro de Berlín, ya que después sin contrapeso político del campo socialista se fue desmontando también el estado de bienestar en Europa y EEUU quedando cada vez mas reducido a la población blanca ya inserta y no así para las crecientes oleadas migratorias. La complejización que trae la retirada gradual de las políticas “de bienestar” en el propio centro capitalista se observa con la agudización de la lucha de clases racializada por ejemplo en 2020 y en plena pandemia en EEUU.
Combates intelectuales: reduccionismo e invisibilización del protagonismo de la clase obrera
La obra de Nicolás Iñigo Carrera avanza rastreando la génesis del enfrentamiento social que marcó el escenario en 1945 para comprender por qué la mayoría de la clase obrera se incorporó a esa fuerza social que se fue delineando como peronismo.
Intenta mostrar -y lo logra basándose en numerosos datos estadísticos y fuentes, como así también en otrxs autores que también refutan esa tesis- que no es la explicación académica oficial acerca de la composición de la clase obrera producto de la nueva migración interna de obreros despolitizados y puestos en disponibilidad -como masa de maniobra- y la emergencia de un líder carismático, la que explica el surgimiento del peronismo. Sino que intenta rearmar analíticamente las estrategias o metas manifiestas en la acción concreta de la clase, en la lucha de los y las obreras, y su combinación con las estrategias subjetivas propuestas por las diferentes organizaciones y referentes para comprender los alineamientos y realineamientos que se expresan con toda contundencia el 17 de octubre de 1945 y con la emergencia de esa fuerza social-política que toma el nombre de peronismo.
Así el autor refuta las tesis oficializadas por la importante huella dejada por Gino Germani26 de los nuevos obreros de origen rural más “tradicional” fruto de la migración interna vs. viejos obreros producto de la inmigración internacional mas politizados, retomando a otros autores que ya habían mostrado la falsedad de esta hipótesis, y agrega que tanto entre la vieja guardia sindical que protagonizó los hechos mas significativos de las décadas anteriores, como los de la “Semana trágica”, la inmortalizada por Osvaldo Bayer como la “Patagonia rebelde”, las luchas en La Forestal y otras, contaban entre sus filas tanto a obreros inmigrantes como a nacidos en Argentina y de origen indígena, como también a las filas del naciente peronismo se suman variados referentes de esa vieja guardia sindical mencionados en el libro.
Asimismo la conciencia nacional y antiimperialista se fue fortaleciendo frente a las pretensiones de las oligarquías que habían retomado el gobierno mediante el golpe del 30 de seguir insertando de manera subordinada al país en la división internacional del trabajo alineándose con el imperialismo inglés en franca decadencia.
Pero esta presencia importante -a pesar de la intensa represión estatal- del movimiento obrero organizado previamente al peronismo en la década infame, es negada, ocultada o invisibilizada en varios estudios que Iñigo Carrera se ocupa de citar minuciosamente, aduciendo una supuesta debilidad del movimiento obrero pre-peronista, llegando al extremo por parte de algunos autores de decir directamente que a la clase obrera argentina “la creó Perón”: “afirmación que no hace mas que reiterar lo que era la percepción de la situación, no necesariamente generalizable ni acertada, expresada por una parte del movimiento sindical”.
Es decir que acá Iñigo Carrera retoma lo que expresara en otros textos acerca de la confusión entre historia y militancia: la militancia en la actividad científica del historiador esta dada intrínsecamente por el bando que asume el o la investigadora en la guerra (solapada) de clases desde el cual estudia la dinámica social, y que le lleva a asumir determinado marco teórico y su instrumental conceptual con el cual, a partir de esa explicitación y honestidad, se puede aspirar a lograr grados de objetividad en la construcción de conocimiento. Es en el posicionamiento y cuerpo teórico que se asume que está la “militancia” y no en calcar argumentos de organizaciones social-políticas que intervienen en la disputa inmediata y coyuntural, revistiéndolas de palabras académicas pero que no reflejan necesariamente la realidad histórica, sino posicionamientos políticos.
Por supuesto que las argumentaciones contrapuestas también provienen de la definición de lo que se entiende por “movimiento obrero”, pues como señala Iñigo Carrera “(…) si se entiende por movimiento obrero no solo a la organización sindical sino también los procesos de lucha que tienen como protagonista a la clase obrera, es decir, no solo las resultantes institucionales de la lucha, sino la lucha misma, puede observarse que desde muy temprano existió en Argentina un movimiento obrero en el plano nacional”.
Algunas miradas sólo ven lucha de clases cuando ésta se expresa institucionalmente, como a partir de la segunda mitad de los años 30 o cuando ya se constituye la fuerza social-política del peronismo. Hay una imposibilidad teórica y política (o su deliberado ocultamiento) de considerar el desarrollo de la lucha por fuera de los carriles institucionales, en la calle, como también de distinguir ese proceso de acumulación de fuerza que finalmente impacta y cristaliza en las instituciones.
En este sentido puede hacerse un paralelismo entre la operación de invisibilización de las luchas, resistencias y enfrentamientos de los 30, con la invisibilización del proceso de acumulación de fuerza, lucha y resistencia del llamado ciclo de la rebelión de los años 90 que recién parece apreciarse con la insurrección espontanea de diciembre de 2001 o sus inmediatos prolegómenos.
No es casualidad que el PIMSA, conducido por el mismo autor junto a Maria Celia Cotarelo se haya dedicado a estudiar este período histórico también víctima de una operación de invisibilización u ocultamiento. Dicho programa se encargó de estudiar con toda rigurosidad ese ciclo que comienza con el motín de Santiago del Estero en diciembre de 1993 mientras sucedía, diferenciándose de quienes no veían ni lucha, ni clases, ni tan siquiera protesta o resistencia (y no nos referimos a los medios hegemónicos sino a la academia) hasta que el ruido tronó tan fuerte que se hizo inocultable. El proceso de acumulación de fuerzas a través de distintas formas de organización, resistencia y lucha que se dio en los 90 se tornó un irrefrenable proceso nacional, popular y policlasista ya para los 2000 y se manifestó con toda contundencia en la insurrección espontánea de 2001. ¡Ahí sí se ve!! Pero sobre todo esta operación de ocultamiento se dedicó a la clase obrera y al movimiento obrero organizado, llegando a silenciar por completo los 9 paros generales que dieron en ese ciclo y que oficiaron de jornadas articuladoras de las distintas fracciones del pueblo movilizadas. Así como en el 17 de octubre de 1945, se la hizo nacer de un repollo (para no decir que la cigüeña la trajo de París porque ya sería darle un tinte eurocéntrico, porque este era un repollo mas bien criollo -los migrantes internos-), a partir de 2003 pareció que esa clase obrera a la que ya daban por muerta comenzaba a revivir para ya no poder disimular su fuerte presencia en los conflictos laborales cuando se disputó con buenas perspectivas populares la redistribución de la riqueza a partir de la asunción de Néstor Kirchner en la presidencia33.
Volviendo a las fases de acumulación de fuerza social-política de los ‘30 y de los ‘90 podemos decir que, en general muchxs autores olvidan u omiten estudiar lo que Gramsci llamaba “las fases moleculares” del proceso de formación de un movimiento histórico colectivo:
«Se podría estudiar en concreto la formación de un movimiento histórico colectivo, analizándolo en todas sus fases moleculares, lo que habitualmente no se hace porque tornaría pesado el análisis. Se toman en cambio, las corrientes de opinión ya constituidas en torno a un grupo o a una personalidad dominante. Es el problema que modernamente se expresa en términos de partido o de coaliciones de partidos afines: cómo se inicia la constitución de un partido, de qué modo se desarrolla su fuerza organizada y su influencia social, etc. Se trata de un proceso molecular, minucioso, de análisis extremo, capilar, cuya documentación está constituida por una cantidad interminable de libros y folletos, de artículos de revistas y de periódicos, de conversaciones y de debates orales que se repiten infinidad de veces y que en su conjunto gigantesco representan este trabajo del cual nace una voluntad colectiva con cierto grado de homogeneidad, con el grado necesario y suficiente para determinar una acción coordinada y simultánea en el tiempo y en el espacio geográfico en el que se verifica el hecho histórico».
No es el caso de Iñigo Carrera que nos muestra que para la década del ‘30, y no sólo respecto de la clase obrera, la historia oficial nos dice que no pasó nada significativo, que no hubo grandes conflictos y sin embargo ¡pasó de todo! ¡hasta los radicales de la UCR se levantaron en armas!
Pero respecto de la clase obrera -llevado al extremo por quienes dicen que fue el peronismo o Perón el que formó a la clase obrera- se omite estudiar o ver lo que hace la clase, y se centra la mirada solo en lo que dicen los que pretenden hablar por ella legítimamente o no, es decir, mas allá de los grados de representatividad que tengan, lo que constituye órdenes analíticos diferenciados, o deberían serlo. Esta mirada institucionalista que continua hegemonizando los estudios académicos, se suma a la moda de obnubilarse por los movimientos de moda comonuevos sujetos, que siempre están a mano para sumar porotos a sus versiones del fin de la clase obrera, pretendiendo separar las subjetividades movilizadas de la clase a cuya mayoría pertenecen.
Por otra parte a lxs referentes o conducciones que están muy insertos e institucionalizados no se les da o se les resta importancia, resaltando sus posturas negociadoras, burocratizadas y/o claudicantes ante los gobiernos, sin advertir, al igual que en los 90, que expresaban los grados de conciencia e intereses de sus bases. En los 90 algunos de los “gordos” de la CGT lograron defender y preservar las fuentes laborales estrictamente de sus afiliadxs, replegados al primer momento de las relaciones de fuerza políticas en el que el interés que predomina y aglutina es el mas estrecho interés corporativo, profesional, inmediato, restringido, evitaron el despido masivo en sus respectivas ramas (tal como se dio en otras ramas y/o empresas, y sobre todo con las privatizaciones donde en algunos casos los sindicatos formaron parte a través del Programa de Propiedad Participada) como así también se impidió la contra-reforma laboral que se dio de hecho por el empeoramiento de las condiciones laborales, pero no por ley. No se predisponían a defender los intereses inmediatos de la clase en su conjunto sino solo los de sus afiliadxs y lo lograron.
En esa época, como en los 30 y en otras, el hecho de que los sindicatos negocien -lo que generalmente es visto como un síntoma de entreguismo- para nuestro autor puede ser una evidencia de la fuerza que tienen determinados sindicatos tal que deben ser tomados en cuenta por los gobiernos antes de avanzar o afianzar sus decisiones en materia de decisiones políticas.
Otro paralelismo con los años 90 es que en los 30 fueron las organizaciones políticas que luchaban por fuera del sistema institucional -anarquistas y comunistas- las que se postularon como dirección de los trabajadores desocupados movilizados. Y en los años 90 pudo apreciarse un fenómeno parecido con la conformación de un importante movimiento de trabajadores desocupadxs organizadxs en gran medida impulsado por organizaciones de izquierda, o peronistas, o sindicales, o dirigentes y referentes que provenían del movimiento estudiantil o de la lucha de la década de los 70, todas ellas organizaciones que desarrollaban su actividad en su mayoría por fuera de los canales institucionales, sea por decisión o por no lograr representatividad dentro de ellas. Lo cual comienza a revertirse a partir de 2003.
Así el título del Capítulo 6: “De la resistencia a la génesis de una fuerza social (1930 – 1935)” podría aplicarse, cambiando los años, al ciclo de la rebelión de los 90 en la Argentina. Ese “no pasó nada” tanto de los 30 como de los 90, se instaló en el sentido común -en el que aún siendo un campo de disputa predomina el sentido de la clase dominante- construido y difundido desde los medios masivos y monopólicos de información pero tuvo su caja de resonancia y legitimación en la academia.
En clave de seguir resaltando la importancia de la lectura histórica de la lucha de clases del pasado a la luz de los desafíos actuales, se suele decir que la historia es central para la interpretación del presente. Pero si partimos de una visión reificada en misticismos producto unas veces de la conveniencia política por buenas causas o no tanto, otras de las operaciones políticas deformadoras y manipuladoras de la clase dominante, y otras de la ingenuidad pavorosa de académicxs que se prestan a tales utilizaciones, se complejiza aportar a la identificación de tales desafíos.
Proceso de formación de una fuerza social política. Periodización y estrategia
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