miércoles, 31 de julio de 2019

Es la juventud la que desafía al régimen



Por Gerardo Iglesias

La estructura edilicia es amigable, el local minucioso huele a madera y hay libros por doquier. Casa Alianza es una organización que aboga por la defensa y la protección de los derechos fundamentales de la niñez y juventud, especialmente de niños, niñas y adolescentes en desamparo. José Guadalupe nos recibe amable y dispuesto a profundizar en las heridas de un país que se desangra.

La violencia se transformó en un fenómeno generalizado. En este escenario la juventud es extremadamente vulnerable…
-Recientemente la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), a través del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS) y el Observatorio Nacional de la Violencia (ONV), dio a conocer datos que son espeluznantes: entre 2010 y el primer trimestre del 2018 fueron asesinados más de 1.520 estudiantes.

Más de la mitad de ellos de educación media.

Si a estos datos le agregamos la cantidad de jóvenes no estudiantes asesinados en el mismo período, el escenario resulta aún más dramático.

Las principales víctimas son los jóvenes, más aún si son de países estigmatizados como El Salvador, Honduras y Guatemala. Dicen simplemente que somos del Triángulo Norte y siempre nos relacionan con el narcotráfico y el crimen organizado. Esto nos vuelve anónimos y más expuestos.

-¿Cómo se explica tanta violencia?
-El tema de la violencia está relacionado con una discapacidad social y política que hemos venido acumulando durante décadas.

En Honduras la gente se mata por cualquier cosa. Todo se resuelve mediante violencia, convirtiéndose en un método de opresión, represión y atomización de la sociedad.

Por otro lado, existe un manifiesto descontento en la sociedad. No hay lugar o actividad pública donde no se grite o aparezcan mantas con “Fuera JOH” (Juan Orlando Hernández). De verdad parece que todo el mundo está en contra de que este personaje siga gobernando.

Los líderes opositores terminan tomando café con los gobernantes

-Ante esta profunda crisis de seguridad, económica, social y política, ¿cómo es posible que el presidente siga en su lugar?
-Desde que se creó la Plataforma por la Defensa de la Salud y la Educación ha habido movilizaciones masivas.

El problema aquí está en la diferencia entre los liderazgos de la Plataforma y los liderazgos de los partidos políticos. Es tanto el descontento que ambos pueden aglutinar y convocar gente para que se movilice.

La diferencia es que quienes lideran la Plataforma mantienen una posición de confrontación con el poder. Esta actitud es visible mediáticamente y con cierta independencia política.

Los otros se movilizan, protestan, se indignan, pero cuando se sientan con el poder lo hacen tomando café, negociando y poniéndose de acuerdo.

Por esto hay mucha disconformidad dentro de la base de los partidos de oposición y de los movimientos populares. Desde la Plataforma se está luchando por reivindicaciones sociales, económicas y de dignidad, mientras esos dirigentes negocian puestos en instituciones públicas con fines electorales.

En la Plataforma hay coincidencia entre las aspiraciones del liderazgo y las de la gente que se moviliza, mientras que en los partidos se utiliza la manifestación social de descontento para negociar con el poder.

Esto es uno de los elementos que ha permitido al régimen mantenerse en el poder.

Hernández, más aislado e ilegítimo pero ahí sigue

-No obstante se evidencia una fractura en sus aliados…
-Sí, en los últimos meses ha habido un cambio en la correlación de fuerzas. Juan Orlando Hernández ya no cuenta con el apoyo absoluto de la empresa privada, de la iglesia católica y de otros sectores.

Hay entidades que se están desmarcando de él y el régimen siente que su espacio vital político se ve reducido.

Todo eso lo hace reaccionar a través de campañas mediáticas y del uso de la fuerza bruta de los militares.

Lamentablemente, como organizaciones, como pueblo, aún no hemos aprendido a juntarnos y a leer lo que de nuevo está ocurriendo en nuestra sociedad. Y esto es otro elemento que permite al régimen mantenerse en el poder.

-La campaña mediática tiene la intencionalidad de internalizar que juventud y sedición son sinónimos…
-La juventud se siente profundamente afectada por la triste realidad que vive la población, y se apasiona por las luchas territoriales, temáticas, jurídicas, económicas y empieza a involucrarse. Esto, claro está, es algo que preocupa mucho al régimen.

Los jóvenes son los que le dan a la protesta social un tinte de lucha y confrontación, volviéndose una amenaza real contra el poder de las armas. Por esto la represión es terrible contra ellos.

El régimen se indigna por el desafío que le plantea la juventud. Desde su perspectiva las y los jóvenes deben mantener el orden y obedecer, y pagan con su sangre el atrevimiento de ser desobedientes y desordenados.

-Una juventud que carece de ámbitos de participación, más allá de las calles.
-Esto es el corazón del problema. Tener ámbitos de participación presupone vivir en un país donde haya instituciones legítimas.

En Honduras no las hay porque el mismo régimen es ilegítimo y se ha constituido al margen de la Carta Magna.

Entonces no hay una institucionalidad con la cual se pueda dialogar o hacer incidencia política. Mientras Honduras no regrese a la institucionalidad, mientras no restauremos la República, todo lo que se haga son simples parches.

La sociedad y las mismas autoridades universitarias deberían estar orgullosos de que los jóvenes salgan a las calles a manifestar su inconformidad.

Si estos jóvenes están dispuestos a sacrificar sus propios proyectos individuales por un proyecto colectivo hay que apoyarlos y felicitarlos porque tenemos a una adolescencia que piensa en el futuro.

Una migración de la desesperanza

-La migración masiva actúa como una válvula de escape para el gobierno.
-Así es. Es una migración de la desesperanza. Prefieren arriesgarlo todo antes que quedarse aquí. Hay un nivel de frustración altísimo y el tema de la impunidad y la corrupción es lo que hace que la gente pierda cualquier esperanza.

Imagínate que del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) se robaron 7.000 millones de lempiras (280 millones de dólares). Si se le diera a una persona una lempira por segundo, necesitaría 221 años para alcanzar la cantidad que se robaron.

Según el Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh) la corrupción produce pérdidas al Estado calculadas en unos 55.000 millones de lempiras (2.200 millones de dólares) al año.

El presupuesto anual de la educación es de 20 mil millones (813 millones de dólares), es decir que se roban casi tres veces lo que gastamos para la educación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Si consideramos que con este presupuesto logramos que sólo el 51 por ciento de niños y niñas en edad escolar tenga acceso a estudios primarios y apenas el 31 por ciento de los y las adolescentes de entre 13 y 17 años cursen educación secundaria, los alcances de corrupción e impunidad son aún más dramáticos.

¿Qué más les queda si no irse para ser explotados en Estados Unidos, pero ganando en un día lo que aquí ganarían en dos semanas?

Este año se calcula que las remesas alcanzarán los 5.500 millones de dólares, es decir un poco más de la mitad de nuestra deuda externa.

Pero si dividimos esta cantidad entre un millón de migrantes, vemos que lo que envían es aproximadamente el equivalente a un salario mínimo por familia. Muy poco, pero igual la gente logra sobrevivir.

Y ahí la irresponsabilidad de los gobernantes que piensan que la gente igual sobrevive con nada. Lamentablemente, esta prueba de resiliencia muchas veces se convierte en un método de validación del sistema de explotación.

El sostén del imperio, una constante

-¿Qué papel juega Estados Unidos?
-Si pensamos el papel que jugó el entonces embajador Hugo Llorens durante el golpe, el de la actual encargada de negocios Heide Fulton durante las elecciones de 2017 o lo que pasó en mayo con el “falso positivo” de la quema de llantas frente al portón de la embajada, resulta evidente que el respaldo a los gobiernos instalados después del golpe ha sido absoluto.

A Juan Orlando Hernández lo pusieron ellos y siguen apostando por él.

El problema es que en Honduras hay liderazgos pero todos son polarizantes. Hasta que no entendamos que en lugar de evidenciar las diferencias debemos valorizar lo que nos une, Juan Orlando se va a quedar.

-También el comportamiento de los organismos internacionales deja mucho que desear.
-Es gente que está cómoda. Quién está mal es el pueblo. Además, con el tema de la cooperación tenemos un problema muy serio. Técnicamente hablando en Honduras no hay políticas sociales, sino filantropía gubernamental, limosnas.

Nuestra política económica no está dictada por planes o necesidades nacionales, sino por nuestra capacidad de endeudamiento. Hace 20 años, junto con Bolivia fuimos considerados países pobres altamente endeudados. Entramos a la misma iniciativa y nos condonaron la deuda.

En la actualidad somos el país más pobre de América Latina después de Haití y tenemos una deuda de casi 15 mil millones de dólares, es decir tres veces más que hace 20 años.

Sin embargo estos organismos siguen diciéndonos que privaticemos, que despidamos a médicos y maestros, que vendamos nuestros recursos, para así tener el dinero para pagar los intereses de la deuda. Así funciona.

“Hemos internalizado la sumisión”

-¿Crees en la construcción de una Honduras diferente?
-Lo que está proponiendo la Plataforma a través del diálogo alternativo es interesante.

Hay que formarse, organizarse en la diversidad, planificar y mantenerse fiel a lo que se ha planificado.

Lamentablemente, hay amplios sectores de la sociedad que siguen creyendo que el voto puede resolver las cosas. Hay factores educativos que van formando una infraestructura de creencias que nos hacen aceptar tantas barbaridades, incluso la sumisión.

Afortunadamente, en medio de esto hay jóvenes que se rebelan, que se enfrentan a policías armados, que no bajan la cabeza. Esto también es el resultado del golpe que sufrimos en 2009.

Es una juventud que no confía en nosotros.

Y nosotros, en lugar de aprender de ellos y ellas, nos hemos puestos a la defensiva.

Tegucigalpa, Gerardo Iglesias
Fotos: Giorgio Trucchi

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