viernes, 12 de julio de 2019
El expansionismo geopolítico en el Atlántico Sur y sus repercusiones en América Latina
Por Roberto Rodolfo Georg Uebel y João Pedro Censi Morlin Seelig Portela
Desde la interrupción de la Guerra Fría [1] a principios de los años 1990 con la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la ascensión coordinada de los Estados Unidos de América como potencia global, el Atlántico Sur se ha convertido en un nuevo frente al expansionismo geopolítico (o inserción estratégica, como interpreta la literatura de la Geopolítica contemporánea) de la potencia norteamericana y de sus aliados europeos, sobre todo Gran Bretaña.
El expansionismo geopolítico también puede ser leído con un ropaje más suave por la expresión "inserción estratégica", en boga en las últimas tres décadas en las academias de Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Sin embargo, el término más adecuado para nombrar los mecanismos de expansión territorial, política, económica, comercial y bélica de un Estado aún no es consenso en la Geopolítica del mundo post-11 de septiembre, o mundo postoccidental (Stuenkel, 2017); no obstante, estos mecanismos son cada vez más evidentes en el Atlántico Sur y con repercusiones geopolíticas y geoeconómicas transformadoras (incluso de regímenes) en los países latinoamericanos.
Entendido geográficamente como la porción continental y oceánica por debajo de la línea ecuatorial, sin embargo, que abarca parte del norte de África, al borde del océano Antártico y la plataforma continental de la Antártida, el Atlántico Sur es hoy en día como una de las mayores áreas de tráfico marítimo y aéreo del planeta, con intenso movimiento económico y comercial, además de la constitución pacífica de sus Estados bañados, sobre todo las democracias latinoamericanas.
A pesar de este escenario de pacifismo interestatal, capitaneado por los regímenes latinoamericanos y oeste-africanos (con episodios puntuales de dictaduras o guerras civiles internas), porciones territoriales insulares o ultramarinas de las potencias europeas empiezan a surgir para un cambio de escenario de operaciones en el Atlántico Sur, agregadas a la mayor presencia militar de los Estados Unidos en la región.
La presencia norteamericana, siempre relacionada de forma subjetiva al mantenimiento o caída de gobiernos latinoamericanos, desde la interrupción de la Guerra Fría viene presentándose de manera más objetiva, como la presencia de bases militares en Colombia, ejercicios conjuntos con Brasil, la reactivación y reubicación de la Cuarta Flota y, más recientemente, el patrocinio de la inclusión de Colombia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) e invitación al gobierno brasileño para actuar como Estado observador en la organización (Mello, 2019).
De este modo, discutiremos brevemente en este artículo cómo el expansionismo geopolítico norteamericano está repercutiendo en América Latina y cuáles mecanismos se muestran evidentes en los cambios de regímenes políticos y económicos en el subcontinente, con impactos especiales en Brasil y Argentina, principales Estados bañados por el Atlántico Sur.
Con el inicio de la Guerra Fría, la presencia de grandes potencias en el Atlántico Sur era esencial, en especial para Estados Unidos por tres razones: i).- zona de influencia; ii).- control de las rutas marítimas y del estrecho de Drake y; iii).- evitar que los países asumieran una postura anti-Estados Unidos y se acercaran a los enemigos de Washington (postura que ocurrirá durante el siglo XXI contra los liderazgos oriundos de las alas progresistas de izquierda y centro derecha también).
A lo largo de la Guerra Fría el pensamiento naval brasileño estaba subordinado a las prácticas de Estados Unidos, pero inspiradas a través de los pensadores geoestratégicos brasileños, como Golbery do Couto e Silva (1967), Meira Mattos (1980) y Therezinha de Castro (1999), durante el inicio de los años 1970, la Armada brasileña inició sus propias estrategias navales basadas en su entorno estratégico.
Así como la postura brasileña, Argentina mantuvo una estrecha relación con Estados Unidos, incluso colaborando en la lucha anticomunista en Centroamérica (Silva, 2014). Sin embargo, con la guerra de las Malvinas hubo un enfriamiento diplomático, una respuesta al apoyo norteamericano a Gran Bretaña, aliada por la OTAN, y al incumplimiento del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
En los años posteriores al término de las dictaduras militares en América del Sur, Estados Unidos continuó orbitando la relación con Brasil y Argentina, principalmente en el período de la apertura económica que corresponde a los años 1990, en que el Consenso de Washington imperó para reestructuración económica de los países, generando crisis y endeudamientos para estos. Con el giro a la izquierda en América Latina, a principios de los años 2000, la relación de estos países con Estados Unidos se modificó, la autonomía e independencia pasó a gestionar la Política Externa de los países latinoamericanos, en Brasil este sentimiento estaba relacionado al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, y en Argentina por Néstor Kirchner.
Tal proyección regional y cambio gubernamental en América Latina está relacionado con el cambio de la política exterior norteamericana a principios del siglo XX para el XXI. Con el desmembramiento de la Unión Soviética, se estableció un nuevo orden mundial, momento conocido en las relaciones internacionales como unimultipolaridad [2]. Con los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la profundización de Estados Unidos en Oriente Medio y en la guerra contra el terrorismo, la política exterior norteamericana sufre un cambio, y la atención a América Latina disminuye, lo que permitió la ascensión de la izquierda progresista regional.
El reflejo de este alejamiento, que se dio por las dos partes, América Latina y Estados Unidos, fue el desarrollo regional y nacional. Para Brasil el aumento de la presencia en el Atlántico Sur garantizó la soberanía y seguridad de su entorno estratégico, aumento en el flujo de su comercio internacional y los descubrimientos de yacimientos de petróleo, gas natural y otros minerales en el espacio conocido como Amazonia Azul [3].
La participación de Argentina, sin embargo, no ocurre de forma tan dinámica como la brasileña, visto la tensión territorial en virtud de la cuestión de las Malvinas y de las otras islas británicas, que cuentan con flotas a disposición y de la ayuda de aliados como Estados Unidos. En cambio, cuando aumenta su presencia en el Atlántico Sur, se presentan dos efectos, un comercial y otro militar: i) la rápida salida de buques por el estrecho de Drake, alcanzando el océano Pacífico por el Sur y; ii) contrabalancear la presencia de Gran Bretaña cuya presencia es intensa a través de sus siete islas en el Atlántico Sur y de su base militar en la Antártida.
Para finalizar, con relación a las perspectivas de la relación geopolítica entre Buenos Aires y Brasilia con Washington, se identifican tres escenarios posibles: i) cambio de direccionamiento e intensificación de mecanismos de contacto entre las administraciones Bolsonaro y Trump; ii) mantenimiento del status quo de las relaciones Brasil-Estados Unidos, sobre todo por la presión de las alas militares del gobierno Bolsonaro, que perciben una posibilidad de discontinuidad, sea por proceso de destitución o no reelección de Trump en los Estados Unidos y; iii) distanciamiento de la administración Macri de Estados Unidos, considerando el escenario electoral argentino y norteamericano, que podrá ser definidor de los nuevos rumbos en América Latina y el Atlántico Sur en los próximos ciclos electorales a partir del segundo semestre de 2019.
Referencias bibliográficas
Castro, T. (1999). Geopolítica, princípios, meios e fins. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército.
Mattos, C. (1980). Uma geopolítica Pan-Amazônica. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército.
Mello, P. (2019, March 03). Brasil pode virar grande aliado extra-Otan dos EUA em visita de Bolsonaro. Retrieved March 13, 2019, from https://www.forte.jor.br/2019/03/03/brasil-pode-virar-grande-aliado-extr...
Silva, G. (1967). Geopolítica do Brasil. Rio de Janeiro: José Olympio.
Silva, A. (2014). O Atlântico Sul na perspectiva da segurança e da defesa. In R. Nasser & R. Moraes (Eds.), O Brasil e a segurança no seu entorno estratégico: América do Sul e Atlântico Sul (pp. 199-213). Brasília: IPEA.
Stuenkel, O. (2017). Post-western world: How emerging powers are remaking global order. Cambridge, UK: Polity Press.
-Roberto Rodolfo Georg Uebel y João Pedro Censi Morlin Seelig Portela
Escola Superior de Propaganda y Marketing de Porto Alegre
Este trabajo es parte del Boletín Integración regional. Una mirada crítica, N°4/5, mayo de 2019, editado por el Grupo de Trabajo Integración y Unidad Latinoamericana del Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales(CLACSO). https://www.clacso.org/wpcontent/uploads/2019/06/boletin_clacso_mayo_2019.pdf
Notas:
[1] Entendemos que la Guerra Fría nunca acabó de hecho, sino que sufrió un proceso de interrupción (o adormecimiento) en virtud de la caída de la URSS, está causada por múltiples factores económicos, sociales y políticos. Los episodios recientes como las tensiones entre Washington y Moscú en frentes diferentes alrededor del planeta, como en Crimea, Oriente Medio, y, más recientemente, en Venezuela, indican que el teatro de operaciones y tensiones de la Guerra Fría aún persiste en la agenda militar y diplomática de Estados Unidos y Rusia.
[2] Con el desmembramiento de la Unión Soviética, Estados Unidos surge como única superpotencia militar, al mismo tiempo que existían potencias regionales. En este contexto, el Sistema Internacional era unimultipolar.
[3] Expresión creada en 2004 por el comandante de la Armada de Brasil, Almirante Roberto Guimarães Carvalho. El área representa la extensión de la plataforma continental que Brasil busca, junto a las Naciones Unidas, establecer desde 2004.
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