sábado, 4 de agosto de 2018
Guerra comercial: Es un asunto de clase, no de país
Por Dean Baker
Existe un error fundamental en el modo que tanto Donal Trump y sus críticos hablan normalmente sobre comercio exterior. Lo hacen un asunto de un país contra otro país, planteando la cuestión de si China, Canadá o cualquier otro socio comercial están tratando a los EEUU de manera justa.
Por supuesto, Trump lo hace aún más explícito con su retórica de “America First” y sus quejas sobre que otros países nos engañan porque ellos tienen superávits comerciales, pero sus críticos usan a menudo un lenguaje similar. Después de todo, es moneda corriente afirmar que China roba “nuestra” propiedad intelectual.
¿Alguna vez le ha robado China a usted alguna propiedad intelectual?
Los economistas y políticas que han puesto sobre la mesa el tema del comercio internacional durante las últimas cuatro décadas afirman que todo el mundo gana con el comercio. Esto es lo que se conoce en la profesión de los economistas como mentira.
Ningún modelo económico muestra que todo el mundo gana con el comercio. Los modelos estándar muestran que algunos grupos se benefician del comercio y otros salen perjudicados. La historia suele ser que los que se benefician ganan más que lo que pierden los perdedores.
Esto principalmente significa que los ganadores pueden compensar a los perdedores así que todo el mundo estaría mejor. En el mundo real, esta compensación nunca ocurre, por lo que cuando hablamos sobre comercio internacional… hablamos sobre política comercial… hablamos sobre una política que redistribuye de unos países hacia otros.
Nuestra política comercial durante cuatro décadas ha sido explícitamente diseñada para redistribuir hacia los de arriba. Este era el objetivo de acuerdos como NAFTA o admitir a China en la Organización Mundial de Comercio.
Todos estos acuerdos son para poner a los trabajadores de la manufactura de EEUU en competencia directa con trabajadores mucho peor pagados en el mundo en desarrollo. El resultado esperado, y lo que de hecho ha pasado, es una reducción del empleo en el sector manufacturero. Esto también crea una presión a la baja sobre los salarios de los trabajadores manufacturero que mantuvieron su trabajo así como sobre los salarios en general de los trabajadores menos educados, ya que la manufactura ha sido históricamente una fuente de empleo relativamente bien pagado para trabajadores sin estudios universitarios.
Esto no es un asunto sobre el comercio libre. Nuestros acuerdos comerciales hicieron poco o nada para que los profesionales bien educados encontraran trabajo en los Estados Unidos. Como resultado de ello, nuestros doctores ganan de media casi dos veces menos que los doctores en otros países ricos. Incluso nuestros trabajadores en la manufactura ganan considerablemente menos que sus homólogos en Alemania y en otros muchos países.
En la última década, China empezó a tener enormes superávits comerciales con los EEUU, principalmente porque mantuvo devaluada el precio de su moneda. Esto tuvo el efecto de hacer las exportaciones chinas más competitivas en el resto del mundo.
China todavía mantiene su moneda devaluada. Como el CIA World Factbook cuenta: “ya que el tipo de cambio en China está determinado por sus autoridades en vez de por las fuerzas del mercado, el computo del PIB usando el tipo de cambio oficial no mide de manera adecuada la producción total de China. El PIB chino usando el tipo de cambio oficial subestima de manera substancial la producción total china vis-à-vis el resto del mundo”.
Dicho de otro modo, China todavía mantiene devaluada su moneda de acuerdo con la apreciación del CIA World Factbook.
Pero contrario a la retórica de Trump, el resultante déficit comercial no significa que China gana y que los EEUU pierden en general. Las empresas como General Electric tienen instalaciones manufactureras en China y están muy felices de que China haya reducido sus costes de producción.
Lo mismo es cierto para las empresas de comercio al por menor que venden a menor precio que sus competidores gracias a las cadenas de producción de bajo coste en China. Los profesionales bien pagados que están bastante protegidos de la competencia internacional también se benefician, ya que tienen acceso a importaciones baratas sin tener que perder parte de su salario.
Trump podría al menos haber tratado de revertir parcialmente la redistribución hacia los de arriba que genera el déficit comercial de los EEUU si hubiese seguido lo que prometió en su campaña electoral de poner la gestión (él lo llama manipulación) del tipo de cambio de la moneda china en el centro de su política comercial. En cambio, la gestión del tipo de cambio no aparece por ninguna parte en sus vagas y cambiantes quejas contra China. Quizá los que se benefician gracias a un dólar sobrevalorado han presionado lo suficiente a Trump para que cese en uno de sus principales puntos de su campaña.
Pero hemos sido confrontados con interminables cuentos por parte de los medios donde los tertulianos expresan su preocupación con que Trump puede no estar poniendo suficiente atención a la cuestión de que China “roba” tecnología a las empresas americanas. Es aquí de nuevo esencial recordar que es la clase social, y no el país, lo que de verdad importa.
Si las empresas chinas utilizan tecnología desarrollada por Boing, Microsoft o algún otro gigante de los EEUU esto son malas noticias para sus accionistas, pero no nos afecta muy directamente al resto. De hecho, si las empresas chinas pueden producir los mismos productos a un menor precio y luego exportarlos a los EEUU, esto sería un beneficio para los no accionistas. Este es el clásico argumento a favor del libre comercio.
De hecho, si China tiene que pagar menos dinero a empresas por el uso de países y derechos de propiedad intelectual, tendría más dinero para comprar otros productos y servicios de los Estados Unidos. Supuestamente, los economistas están preocupados sobre la desigualdad en los EEUU. Si China no paga nuestras patentes y derechos de propiedad intelectual, sería un paso hacia la solución de este problema.
A fin de cuentas, cuando Trump o cualquier otro habla de los intereses de los EEUU sobre política comercial, deberías mirar con más detenimiento. Están tratando de encubrir a quien está realmente ganando y perdiendo.
Dean Baker es un economista estadounidense, cofundador y codirector del Center for Economic and Policy Research. Licenciado en Economía por la Universidad de Michigan, ha sido economista del Economic Policy Institute y profesor de la Universidad de Bucknell.
Traducción: Ayoze Alfageme
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario