Por Ricardo Salgado
Es una lástima que las críticas de algunos sectores de la izquierda, que se han publicado en relación al proceso de mediación iniciado en Cartagena de Indias, en busca de salidas a la crisis hondureña, no han sido planteadas de modo que se produzca pensamiento crítico o revolucionario, sino que se ha generado el debate con argumentos que más bien parecen intereses de grupos específicos. Un ejemplo es el tan llevado debate entre “refundacionistas” y “electoreros”, el que careció siempre de sustancia y al final cada quien sacó una conclusión a su conveniencia. Así, por ejemplo, se plantea el auto convocatorio como una idea casi exclusivamente defendida por los amigos “refundacionistas”, a lo que añaden una tesis visceral sobre el carácter traidor de los electoreros que prefieren una Asamblea Nacional Constituyente de la oligarquía.
Como se puede notar en el párrafo anterior el problema de fondo no es teórico, pues toda la estructura de pensamiento carece de fundamento. La auto convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, presume encontrar un mecanismo que nos lleve, en última instancia, a hacer uso de un mecanismo del Estado burgués para reconstruir el sistema, esa es la finalidad de las Asambleas Constituyentes, que son parte integral del derecho, de la superestructura burguesa. Esto nos lleva a que ambos grupos, si es que existen como tales, persiguen un mismo fin, y la diferencia que mantienen entre ellos tiene un motivo diferente a la mera definición conceptual.
En algún momento se ha dicho, en defensa de la tesis del camino auto convocado, que lo que tenemos en frente es una lucha de clases y no una lucha electoral. Nuevamente, la afirmación “enriquece” la discusión, pero no aporta nada a la construcción de teoría revolucionaria al meter en el mismo cajón dos conceptos que no tienen nada que ver uno con el otro. Mientras la lucha de clases define el curso de la historia (el rigor del análisis dialectico no es parte del fin de este escrito), la lucha electoral es solamente un mecanismo de dominación de la clase dominante para preservar el sistema; sin embargo, la experiencia de las democracias populares demuestra que las elecciones burguesas son también un camino valido para que la clase trabajadora busque y obtenga el poder político de una nación.
También, las sociedades socialistas, tanto en los experimentos fallidos del socialismo real, como la nueva tendencia de democracias socialistas, y Cuba hacen uso de procesos electorales para definir sus estructuras de gobierno. El problema entonces no son las elecciones, es quienes y como participan en ellas.
Este debate, además de estéril, como les decía, ha servido últimamente para reflexiones alrededor del proceso de mediación iniciado por las repúblicas de Colombia y Venezuela, criticas nada constructivas que, desafortunadamente, han estado orientadas a desvincular ese proceso de las decisiones tomadas por la Asamblea del Frente Nacional de Resistencia Popular en febrero de este año. Se habla de tal forma que se pretende que la dirigencia del frente, involucrada en este proceso, está violando lo estipulado en esa asamblea, y que, ante esta actitud el frente se encuentra perdido. Dos cosas son tendenciosas y perturbadoras en estos análisis; su afirmación de que el coordinador y sub coordinador actúan contra los intereses del frente, y que los mismos están contraviniendo el acuerdo de auto convocatoria.
Parece que a propósito quieren desconocer que el millón 400 mil firmas, recolectadas en 2010, es un mandato del pueblo en ejercicio de su soberanía y concretamente establece como demandas específicas el retorno y Asamblea Nacional Constituyente, obligando a cualquier instancia del frente a luchar por estas dos exigencias.
Las condiciones planteadas al régimen de Porfirio Lobo Sosa, dadas a conocer al pueblo de Honduras por los medios de comunicación, se centran en cuatro aspectos esenciales que están en consonancia con las actas soberanas y las resoluciones de la asamblea del 26 de febrero a) La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente originaria; b) El retorno de los exiliados, incluido el coordinador general; c) El respeto a los derechos humanos incluyendo tema justicia y; d) Reconocimiento del Frente Nacional de Resistencia Popular como organismo político. Por ninguna parte es posible visualizar la traición de la que han hablado con vehemencia algunos escritos; todo luce exactamente dentro de las decisiones adoptadas por la asamblea. Nos encontramos entonces en un problema motivado por otras razones; de estas condiciones la única que parece propicia para crear debate dentro del frente es justamente la inscripción, y eso no está divorciado de las pretensiones del mismo, pues de lo que se habló siempre fue de participar si se cumplían condiciones.
Objetivamente el proceso de reconciliación, pasa por el retorno al orden democrático y es una salida necesaria a una crisis en la que los más afectados siguen siendo los mismos de siempre. Además, no existe una diferenciación entre el hambre que sufre un miembro de la resistencia y un miembro de los partidos de derecha. Es absurdo pretender que ahora estamos divididos entre pobres y ricos, de ser así, hace rato habríamos tenido la posibilidad de vencer al régimen. La nueva sociedad que podamos construir debe tener como propósito fundamental garantizar el bienestar de todos y todas, indistintamente de lo que piensen. Claro la oligarquía, los grupos facticos son otra cosa, pero no estamos aquí hablando de fundar un nuevo estado lleno solo de nuestros propios consensos.
La idea de que estamos en una vía insurreccional es discutible por muchas razones, la principal es que aún no hemos sido capaces de dar vida orgánica a toda la gente opuesta a las arbitrariedades del régimen. Las condiciones que se han presentado muestran mejor organización, pero es evidente que mientras no seamos una organización bien definida, con ideas propias, y con profundas diferencias originadas en nuestros intereses, no estaremos en capacidad de dirigir al pueblo a ningún lado. Abrigar la idea de que en el corto plazo podemos desafiar el poder del imperio y de las fuerzas represivas locales, y derrotarles es ingenuo o malintencionado, prefiero creer lo primero.
Si bien es cierto que el imperio debe estar al tanto de todo este movimiento diplomático, esto no quiere decir que abordar el asunto, como lo han hecho el presidente de Venezuela en reunión con los dirigentes del FNRP sea un acto torpe o vil, por el contrario, la exploración de una salida acordada al conflicto es la acción más responsable que pueden adoptar; lo sabemos todos, incluso quienes han escrito contra esto. Nuestra preocupación por la posibilidad de una “celada” yankee no debe superponerse sobre nuestro propósito concreto; es decir que sea una trampa no quiere decir que vamos a caer en ella, aunque si podemos buscar quedarnos con la carnada.
El ganador de este proceso será aquel que tenga más claros sus objetivos de corto o mediano plazo, y actué con inteligencia, llegando a una mesa de negociación sin que ninguna de las partes ponga una pistola en la cabeza del otro; rechazar la opción ahora mismo equivale a decir que aceptamos que el régimen y la oligarquía, estén indefinidamente llevando adelante todos sus planes; significa renunciar a nuestro papel protagónico como pueblo en la resolución de nuestra historia. Si creemos que la derecha y el imperio son seguros ganadores, incluso antes de conocer en detalle lo que está sucediendo, habla muy mal de nuestras propias convicciones, y nos encasilla en una posición que más temprano que tarde será considerada como un acto de intransigencia, aun por nuestros aliados.
Es evidente que la asamblea no decidió en ningún momento rechazar una mediación, simplemente porque nunca la consideró como una posibilidad. Esa asamblea estableció criterios de como participar y esas resoluciones están escritas y al final no deben provocar confusiones. La falta de estudio y formulación de conceptos nos hacen caer en muchas incoherencias, y en enfoques reducidos e inconsistentes de la realidad. En el caso de lo actuado por el coordinador y el sub coordinador, debería dárseles un voto de confianza sobre sus actos, a final de cuentas ellos no pueden tomar decisiones en contra de la voluntad del pueblo, es impensable.
La izquierda hondureña no debe jugar al infantilismo, y aprender a ser consecuentes con la lucha del pueblo, deduciendo que no estamos solos en el teatro de operaciones, que existe un adversario, al que tenemos acostumbrado a darle la espalda para que haga lo que le plazca, perdidos en un ir y venir permanente de quejas contra el sistema, sin opción de cambiarlo. Nuestra posición debe estar intrínsecamente ligada en avanzar en la búsqueda de resultados, Mientras llegan más informes, seamos sensatos, la discreción y agilidad de nuestros dirigentes es ahora más importante que nuestras disputas, está en juego un momento histórico definitorio para Honduras.
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