jueves, 14 de abril de 2011

Iraq, un país gobernado por «desconocidos»

Boletín
Por Haifa Zángana


“[…] a pesar de todas estas fuerzas de seguridad, de todos sus conocimientos, sus aparatos de vigilancia aérea y terrestre, sus medios de detección -que nos han costado miles de millones de dólares-, a pesar de los controles de seguridad que sufren los ciudadanos, de los muros de separación sectaria, ¿es posible que no sean capaces de detener o siquiera de identificar a «los desconocidos» a quienes se acusa de hundir al país en la corrupción, la violencia y la muerte? ¿No será que son «los desconocidos» quienes gobiernan y dirigen el país?”

El martes 29 de marzo por la tarde fue asesinado en Bagdad Mohamed Huseín al Aluán, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de al-Mustansiriya. Fue el objetivo de una bomba lapa colocada por «desconocidos» en su coche. También unos «desconocidos» asesinaron al delegado de la policía en la ciudad de Mosul y fueron unos «desconocidos», con uniformes militares, quienes asaltaron ese mismo día el edificio del Consejo de la provincia de Saladino e hicieron rehenes en su interior a decenas de funcionarios. La liberación del edificio se zanjó con la muerte de 70 ciudadanos y 95 heridos. El miércoles, unos «desconocidos» acuchillaron con resultado de muerte a una mujer al oeste de Bagdad. Fuentes policiales aseguran que «el ataque lo llevaron a cabo hombres armados y con uniformes militares. La mujer era uno de los testigos de uno de los juicios que debían celebrarse el jueves». Ese mismo día, unos «desconocidos», también con uniformes militares asesinaron, a cinco hermanos en su casa, en la ciudad de Abu Graib, al oeste de Bagdad. El jueves, otros «desconocidos» asesinaron a un civil en el este de la ciudad de Baquba. Dos civiles más fueron asesinados por «desconocidos» en su casa, situada en la zona de al- Zaafaraniya, al sur de Bagdad. El anonimato no es una receta que se limite solo a los autores de las acciones criminales, en toda su variedad, sino que se extiende a veces también a las víctimas. Por ejemplo, el martes se encontró al este de Mosul un cadáver «sin identificar» con heridas de bala en la cabeza y en el pecho. El anonimato abarca también lugares y vehículos, pues los desconocidos se refugiaron en un «lugar desconocido» huyendo en coches con «matrículas sin identificar». El día 11 de marzo «12 hombres armados que circulaban en un coche marca Kia y en otro modelo Saloon con matrículas sin identificar, robaron una joyería al este de Bagdad». Sobra decir que «las razones, los métodos de los ataques o los crímenes o quien los ha perpetrado» son, por supuesto, desconocidos.

El registro de acciones cometidas por «desconocidos» abarca un amplio abanico de masacres y actos devastadores. Solo hace falta buscar en Internet los actos perpetrados por desconocidos en el nuevo Iraq y daremos con más de medio millón de crímenes, una vez eliminadas las repeticiones. Entre las atrocidades de los hombres armados «desconocidos» está la el ataque perpetrado el 31 de octubre de 2010 contra la iglesia de Nuestra Señora de al-Naya, después de haber fracasado en su intento de tomar la Bolsa, que se encuentra en la misma zona. Unos desconocidos también asaltaron el edificio de la Dirección de Ferrocarriles Iraquíes y secuestraron a dos de sus funcionarios. Igualmente unos desconocidos armados atacaron la sede del Sindicato de Periodistas Iraquíes al igual que la sede del periódico Misán. Fueron unos «desconocidos», armados y vestidos con uniformes de las fuerzas del gobierno y en vehículos militares tipo Hammer, los que atacaron el Banco Central de Iraq en pleno centro de Bagdad. Otros «desconocidos» robaron el Banco Al Zawiya, en el barrio de Kerrada matando al guardia de seguridad. Parece que los «desconocidos» no están a favor de las manifestaciones pacíficas, pues en la tarde del 20 de febrero unos «desconocidos», que llegaron en vehículos gubernamentales tipo pick-up, atacaron con cuchillos y palos la tienda de campaña de los que protestaban en la Plaza Tahrir de Bagdad, rompieron las pancartas, desmontaron la jaima y destrozaron la instalación de sonido que se iba a usar en la manifestación además de herir a varios manifestantes.

No hay espacio suficiente para enumerar todos los actos cometidos por los «desconocidos» (a quienes a veces llaman terroristas) en Iraq. Si analizaran estos crímenes surgirían muchas preguntas, entre ellas, ¿cómo se han podido llevar a cabo estas operaciones si el «nuevo» Iraq tiene más de medio millón de militares, policías y agentes secretos (por no hablar de los informantes) a los que hay que sumar los 50.000 soldados de la ocupación estadounidense, los 65.000 mercenarios (contratistas de las empresas de seguridad) y un desorbitado número de guardaespaldas de los dirigentes y responsables de cualquier categoría? Sin embargo, a pesar de todas estas fuerzas de seguridad, de todos sus conocimientos, sus aparatos de vigilancia aérea y terrestre, sus medios de detección -que nos han costado miles de millones de dólares-, a pesar de los controles de seguridad que sufren los ciudadanos, de los muros de separación sectaria ¿es posible que no sean capaces de detener o siquiera de identificar a «los desconocidos» a quienes se acusa de hundir al país en la corrupción, la violencia y la muerte? ¿No será que son «los desconocidos» quienes gobiernan y dirigen el país?

La respuesta oficial llega entretejida con las mentiras y falsedades del estamento político que domina el país desde la ocupación, para encubrir el volumen de la catástrofe e intentar desvincular de ella a los responsables, al mismo tiempo que otras personas intentan llegar al fondo de la verdad de esta tragedia. En lo que se refiere al ataque al Banco Central, uno de los responsables del mismo ha manifestado que el móvil no fue el robo sino la destrucción del Centro de Documentación del banco, el cual, como Banco central, controla directamente todos los movimientos bancarios del país, es decir, sabía de todos los excesos llevados a cabo por los Ministerios e instituciones gubernamentales con el dinero público. La destrucción de documentación fue también el móvil del secuestro de decenas de funcionarios -a los que se cree que han asesinado- perpetrado por «policías desconocidos» que llegaron a bordo de coches oficiales del Ministerio de Educación Superior, además de haber hecho desaparecer las pruebas de las falsificaciones de títulos.

Con respecto al robo del Banco al-Zawiya en el barrio de Karrada los dedos acusadores apuntan a los guardaespaldas de Adel Abdelmehdi, viceprimer ministro, y más aún cuando los atracadores usaron vehículos del gobierno irrumpiendo a plena luz del día sin ningún problema. ¿Y qué decir del asalto al edificio del gobierno provincial de Saladino el pasado martes? El edificio estuvo bajo el control de los asaltantes durante varias horas y mientras los responsables gubernamentales, que necesitaron el apoyo de las tropas estadounidenses, siguen intercambiándose acusaciones para desviar la atención sobre su incapacidad de gestionar la seguridad. Omar Taama, miembro de la comisión de Defensa y seguridad del parlamento iraquí, ha asegurado que el ataque a este edificio es un claro indicio de la infiltración de las milicias en los cuerpos de seguridad, pues antes de que se llevase a cabo el ataque se permitió la entrada de explosivos en el edificio del gobierno provincial, lo que ha dejado en evidencia la incapacidad para garantizar la seguridad de este tipo de instituciones.

Por su parte, Ahmed Chalabi, jefe de una milicia entrenada por los estadounidenses y candidato al puesto de ministro del Interior, ha pedido que se revisen todas las políticas de seguridad. ¿Cuáles son las medidas prácticas tomadas hasta ahora al respecto? Absolutamente ninguna, si dejamos de lado las rutinarias declaraciones mediáticas. Lo máximo que ha pasado es que «fuentes parlamentarias anuncien la formación de un comité de investigación para esclarecer lo sucedido». De esta forma, este anuncio se suma a los cientos de anuncios sobre la formación de comisiones de investigación que son como el traje del emperador: Todos han oído hablar de él pero nadie lo ve. Parece ser que ni siquiera el mismo Nuri al-Maliki da mucha credibilidad a la formación de comisiones de investigación, pues las ha convertido en una nueva fuente de mentiras y engaños, entre los que destaca un comunicado en el que «promete no dejar impune el asesinato del Rector de la Facultad de Medicina de la Universidad de al-Mustansiriya y llevar ante la justicia a los criminales para que cumplan la pena que les corresponde por sus terribles actos».

Quizá al-Maliki está ciego y no ve una realidad que conoce al dedillo, pues el Rector de la Universidad de al-Mustansiriya era una de las personas que estaba en la lista de más de quinientos académicos y científicos a quienes Maliki y su gobierno están liquidando, como han hecho también el resto de los gobiernos de la ocupación desde 2003. Está claro que Maliki pretende eludir su responsabilidad, ya sea porque está directamente vinculado con la comisión de los crímenes o bien porque el puesto que ocupa le convierte en el primer responsable de la protección de los ciudadanos en su conjunto. Pero asumir responsabilidades por las violaciones de los Derechos Humanos y de los crímenes perpetrados por los «desconocidos» cuyas víctimas son los ciudadanos se ha convertido en la mentira desnuda del emperador. Es suficiente escuchar las consignas de los manifestantes dentro y fuera de Iraq: «¡Mentiroso! Nuri al Maliki ¡eres un mentiroso!» para conocer la identidad de quien ha cometido el crimen «desconocido» o de quien sabe perfectamente su identidad.

Haifa Zángana es escritora iraquí y fundadora de la International Association of Contemporary Iraqi Studies
Texto original en árabe en: http://www.alquds.co.uk/
Traducido por Al Fanar Traductores (www.boletin.org) para Iraq Solidaridad

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