jueves, 21 de abril de 2011
China: un Desafío para Argentina y América Latina
Adital
Por Santiago Solda
Economista de AIERA - Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina
Hace cerca de 200 años, Napoleón había dicho que China era un gigante dormido que cuando despertara y se pusiera de pie, haría temblar al mundo. Esa sentencia sobre el avance del gigante de oriente parece haberse cumplido y está despertando en algunos países y regiones un gran interés y, en otros, cierta preocupación. Porque es un hecho que China ha comenzado a andar, incluso más rápido de lo que se pensaba.
Lo novedoso es que ha puesto un pie en América Latina, espacio con el que tradicionalmente no había tenido relación y que siempre había sido lugar de influencia de las potencias de occidente.
Ésto ha atraído la atención de los centros de poder. Esta nueva presencia ha introducido un elemento dinamizador en las relaciones de los países latinoamericanos, que abre nuevas oportunidades para el desarrollo, pero también plantea importantes desafíos.
(…)
Desafíos para el futuro
Pero no todo son rosas en esta relación. Ni para América Latina, ni para la Argentina. La presencia china también provoca dificultades y desafíos que exigen nuevas respuestas.
La primer y más importante cuestión viene dada por el hecho de que, siendo China el principal exportador mundial, el resultado del balance comercial en materia de valor agregado es muy deficitario para Latinoamérica y para la Argentina.
El 72% de las exportaciones latinoamericanas a China, y el 71% de las exportaciones argentinas, son bienes primarios. Y de las exportaciones de manufacturas restantes, el 56% de las de América Latina y el 85% de las de Argentina son manufacturas basadas en recursos naturales. Ello implica que sólo el 12% de las exportaciones de América Latina a China son bienes de baja, media o alta tecnología, mientras en el caso de la Argentina, ese porcentaje se reduce a 4,2%. Si tenemos en cuenta que las importaciones de manufacturas desde ese país a la región se elevan al 97,8% y que las de la Argentina son del 99,3%, está claro que este punto se debe modificar a futuro.
Luego del viaje de la Presidenta a China, en julio pasado, trascendió que en el encuentro entre los dos mandatarios se le planteó al premier chino la necesidad de exportar más valor agregado, a lo que éste respondió que entendía la situación, y dado que consideraba a la Argentina como un aliado estratégico, esperaba propuestas concretas, de parte de nuestro país, para avanzar en ese sentido. Esto es relativamente reciente para traducirse en las cifras actuales. Aunque sabemos que actualmente la Ministra de Industria se encuentra en China por este motivo, el trabajo debería concluir con el lanzamiento de nuevos programas de exportación a ese país.
Está claro que no es fácil venderle productos industriales a China, incluso para las economías desarrolladas. Pero debería pensarse en modelos graduales, que en una primer etapa implicaran agregación de valor a exportaciones primarias, y posteriormente a otros bienes de mayor complejidad, de manera de ir equilibrando en el tiempo este intercambio.
También debería servir para atraer inversiones que permitieran fabricar localmente parte de los bienes que se importan. Ya hay muchas industrias que están sustituyendo importaciones y está resultando positivo para la producción y para el empleo. Ésta puede ser una vía intermedia, realista, para reducir el déficit industrial, siempre que se lo haga manteniendo la competitividad. Pero el objetivo final debe ser exportar más valor agregado.
También se debe señalar que hay un trabajo estrecho del Gobierno con las cámaras para regular las entradas de productos que ingresan al país en condiciones desleales y que, junto a la introducción de las licencias no automáticas, ello ha colaborado en mantener la balanza comercial global equilibrada. Pero es una estrategia defensiva que tiene sus límites y genera muchas tensiones con los demás países.
También para China, esta situación, en algún sentido, representa una cuestión pendiente. Mientras esta nación señala que Argentina es un aliado estratégico, en los hechos se mantiene una relación desequilibrada, donde se intercambian bienes primarios por productos manufacturados. La misma se parece más al patrón clásico de intercambio comercial de Sudamérica del siglo XIX que a lo que esta nación propone. Así, se asume el riesgo de que, en algún momento, la misma se interrumpa. Si es cierto que necesita los recursos, debería cuidar el abastecimiento seguro a largo plazo, qué sólo se consigue manteniendo una relación igualmente ventajosa.
El ascenso chino también ha producido problemas para algunos países de la región (especialmente para México, República Dominicana y otros países de América Central), que exportaban manufacturas tradicionales de bajo valor agregado como vestuario, textiles y algunos electrónicos menos complejos, que se han visto desplazados de terceros mercados, donde la producción masiva y barata de esta nación fue más competitiva (a veces con importante apoyo del Estado).
El caso de las inversiones también podría potenciarse. Si bien las autoridades chinas anunciaron algunos programas de gran envergadura, las mismas se han ido concretando más lentamente. Más allá de ello, al menos les permitió a los líderes y gobiernos de la región saber que podían contar con una fuente de inversiones alternativa. La atención generada permitió apreciar a ese país como un actor importante en ese terreno. En el caso de la Argentina, en 2004 se habían anunciado obras por un monto de alrededor de 20.000 millones de dólares. También se acordó un convenio SWAP de asistencia financiera el año pasado, en plena crisis por el uso de las Reservas del BCRA, por el que se puso al servicio de nuestro país un monto de libre disponibilidad de hasta 10.000 millones de dólares.
El tema de fondo no radica en la magnitud de las inversiones, sino que las inversiones se concretan siempre en áreas que a China le resultan necesarias para asegurar la salida de los recursos primarios. Es lógico que así sea. Pero esta región necesita atraer aquellas inversiones que permitan aumentar las exportaciones a ese país, pero también a cualquier otro. La apertura o el mejoramiento de puertos, la construcción de nuevos o mejores caminos, la puesta en funcionamiento o mejora de los ferrocarriles, son todos hechos que permitirían aumentar la potencialidad económica de la región y de nuestro país.
Con esto no se quiere poner en duda que la presencia China en la región representa una buena oportunidad. De hecho, ha permitido subir los precios de los productos primarios que venden Argentina y la región, fortalecer la situación macroeconómica general, diversificar el destino de las exportaciones y mejorar la posición negociadora de la Argentina y de la región. Pero se necesita traducir esa presencia en elementos que permitan modificar la estructura económica de la región. Esta presencia debería utilizarse para desarrollar nuevos emprendimientos económicos de alta productividad, orientados al mundo, con un nuevo patrón productivo de mayor valor agregado.
Para lograr esto, es necesario que América Latina (o los países integrantes de UNASUR), en conjunto, reorienten la relación. Mientras China tiene una estrategia clara de inversión y de negociación, los países de la región, negocian separadamente. Con ello pierden fuerza.
Hay mucho terreno común para mejorar la negociación. Ambas partes tienen objetivos de fondo similares.
Podría negociarse cuotas de mercado a cambio de la experiencia china en sectores estratégicos que se necesita desarrollar. Brasil cuenta con un programa espacial conjunto en el que los dos países fabrican y lanzan satélites. Otros sectores de alta tecnología podrían desarrollarse de igual modo para lograr romper el retraso regional en la materia: energías alternativas, industrias médicas y farmacéuticas, tecnología militar, desarrollo de nuevos materiales, industria informática, entre otros, permitirían a la región dar un paso adelante.
Argentina tiene un avance razonable en algunos sectores importantes, como el farmacéutico, biotecnológico, desarrollo de programas informáticos, maquinaria agrícola o sector petroquímico. Podrían plantearse proyectos conjuntos que permitieran cubrir mejor nuestras necesidades internas, reduciendo importaciones, o aumentando las exportaciones al resto del mundo.
Ya la Presidenta y la Ministra de Industria han planteado públicamente esta problemática y han bajado línea para revertir los términos de la relación comercial. Es un primer paso. A mediados de diciembre pasado, la Ministra de Industria, Débora Giorgi, sostuvo que "necesitamos diversificar las exportaciones hacia China con presencia de productos con mayor valor agregado. China se presenta como una enorme oportunidad para nuestro país, y estamos buscando insertarnos en ese mercado de manera inteligente y no exportar solo productos primarios sin valor agregado. Para Argentina este es uno de los principales desafíos: vender a un mercado de 1.400 millones de habitantes productos nacionales que impliquen trabajo”.
Las declaraciones de la Presidenta Cristina Fernández, en julio, en Beijing, fueron muy alusivas y enfocaron el centro de la cuestión. "Argentina no puede ser solamente vista como productora de granos. Es precisamente la necesidad de lograr inversión para agregar valor a la materia prima y al recurso en origen… Esta visita debe significar un relanzamiento de nuestra relación, que podemos hacer una verdadera asociación estratégica con beneficios recíprocos… Vamos a "desojizar" la relación entre Argentina y China, porque si la relación entre Argentina y China pasa únicamente por la soja estaríamos en problemas, nosotros y los chinos. Los chinos porque dentro de poco nosotros vamos a procesar cada vez más porotos de soja en el propio país, y nosotros porque si lo único que nos une con los chinos es la soja no estaríamos dentro de una relación estratégica. Nosotros deseamos hacer algo más que eso, porque también necesitamos hacer una relación comercial diferente; el 82 por ciento de nuestras exportaciones a China son solamente cuatro productos y el 98 por ciento de las exportaciones chinas a Argentina son muchísima diversidad de productos, con mucho valor agregado. Los cuatro productos que conforman ese 82 por ciento de nuestras exportaciones tienen bajo valor agregado. Entonces es necesario fundamentalmente también tener una relación global que no solamente abarque a la soja o al aceite de soja, sino que mejore en su conjunto para ambos países sus relaciones y sus términos de intercambio comercial”.
Tanto China como América Latina comparten su visión sobre el futuro al que aspiran, han planteado su deseo de potencializar las relaciones Sur – Sur, y trabajan activamente en los foros mundiales para el afianzamiento de un mundo multipolar. El país oriental, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y Argentina, como miembro del G-20 y como responsable del G-77, comparten posiciones comunes en estos espacios de negociación internacional. Por otra parte, es claro que China necesita los alimentos, los productos primarios y la energía que posee Sudamérica para poder seguir creciendo a futuro. A su vez, dispone de capitales y experiencia productiva y exportadora, que sería muy útil para nuestra región. Es una buena base para negociar y reconducir la relación. Debemos vernos como socios estratégicos. Pero la iniciativa debe ser de esta región.
La oportunidad está latente. Es un desafío estratégico. Depende de lo que se logre, el futuro nos encontrará de una u otra forma. Hasta ahora se avanzó positivamente: se tomó conciencia de la situación, se planteó la necesidad de generar un cambio, y el gobierno chino, al menos formalmente, dio su conformidad. Ahora se necesita pasar a los hechos. Podría ser la base de una nueva inserción internacional y de un período de alto crecimiento, tanto para la Argentina, que podría impulsar una nueva era industrial, como para todas las regiones del país, que podrían experimentar una alta demanda de productos manufacturados de las materias primas, que hoy se venden con poco valor agregado. Es la inserción internacional que se necesita, la que alienta el desarrollo.
[Originalmente publicado en la página web de la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina (AIERA) - Enero 2011].
Lea todo El documento en: Solda.AIERA.pdf]
Por Santiago Solda
Economista de AIERA - Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina
Hace cerca de 200 años, Napoleón había dicho que China era un gigante dormido que cuando despertara y se pusiera de pie, haría temblar al mundo. Esa sentencia sobre el avance del gigante de oriente parece haberse cumplido y está despertando en algunos países y regiones un gran interés y, en otros, cierta preocupación. Porque es un hecho que China ha comenzado a andar, incluso más rápido de lo que se pensaba.
Lo novedoso es que ha puesto un pie en América Latina, espacio con el que tradicionalmente no había tenido relación y que siempre había sido lugar de influencia de las potencias de occidente.
Ésto ha atraído la atención de los centros de poder. Esta nueva presencia ha introducido un elemento dinamizador en las relaciones de los países latinoamericanos, que abre nuevas oportunidades para el desarrollo, pero también plantea importantes desafíos.
(…)
Desafíos para el futuro
Pero no todo son rosas en esta relación. Ni para América Latina, ni para la Argentina. La presencia china también provoca dificultades y desafíos que exigen nuevas respuestas.
La primer y más importante cuestión viene dada por el hecho de que, siendo China el principal exportador mundial, el resultado del balance comercial en materia de valor agregado es muy deficitario para Latinoamérica y para la Argentina.
El 72% de las exportaciones latinoamericanas a China, y el 71% de las exportaciones argentinas, son bienes primarios. Y de las exportaciones de manufacturas restantes, el 56% de las de América Latina y el 85% de las de Argentina son manufacturas basadas en recursos naturales. Ello implica que sólo el 12% de las exportaciones de América Latina a China son bienes de baja, media o alta tecnología, mientras en el caso de la Argentina, ese porcentaje se reduce a 4,2%. Si tenemos en cuenta que las importaciones de manufacturas desde ese país a la región se elevan al 97,8% y que las de la Argentina son del 99,3%, está claro que este punto se debe modificar a futuro.
Luego del viaje de la Presidenta a China, en julio pasado, trascendió que en el encuentro entre los dos mandatarios se le planteó al premier chino la necesidad de exportar más valor agregado, a lo que éste respondió que entendía la situación, y dado que consideraba a la Argentina como un aliado estratégico, esperaba propuestas concretas, de parte de nuestro país, para avanzar en ese sentido. Esto es relativamente reciente para traducirse en las cifras actuales. Aunque sabemos que actualmente la Ministra de Industria se encuentra en China por este motivo, el trabajo debería concluir con el lanzamiento de nuevos programas de exportación a ese país.
Está claro que no es fácil venderle productos industriales a China, incluso para las economías desarrolladas. Pero debería pensarse en modelos graduales, que en una primer etapa implicaran agregación de valor a exportaciones primarias, y posteriormente a otros bienes de mayor complejidad, de manera de ir equilibrando en el tiempo este intercambio.
También debería servir para atraer inversiones que permitieran fabricar localmente parte de los bienes que se importan. Ya hay muchas industrias que están sustituyendo importaciones y está resultando positivo para la producción y para el empleo. Ésta puede ser una vía intermedia, realista, para reducir el déficit industrial, siempre que se lo haga manteniendo la competitividad. Pero el objetivo final debe ser exportar más valor agregado.
También se debe señalar que hay un trabajo estrecho del Gobierno con las cámaras para regular las entradas de productos que ingresan al país en condiciones desleales y que, junto a la introducción de las licencias no automáticas, ello ha colaborado en mantener la balanza comercial global equilibrada. Pero es una estrategia defensiva que tiene sus límites y genera muchas tensiones con los demás países.
También para China, esta situación, en algún sentido, representa una cuestión pendiente. Mientras esta nación señala que Argentina es un aliado estratégico, en los hechos se mantiene una relación desequilibrada, donde se intercambian bienes primarios por productos manufacturados. La misma se parece más al patrón clásico de intercambio comercial de Sudamérica del siglo XIX que a lo que esta nación propone. Así, se asume el riesgo de que, en algún momento, la misma se interrumpa. Si es cierto que necesita los recursos, debería cuidar el abastecimiento seguro a largo plazo, qué sólo se consigue manteniendo una relación igualmente ventajosa.
El ascenso chino también ha producido problemas para algunos países de la región (especialmente para México, República Dominicana y otros países de América Central), que exportaban manufacturas tradicionales de bajo valor agregado como vestuario, textiles y algunos electrónicos menos complejos, que se han visto desplazados de terceros mercados, donde la producción masiva y barata de esta nación fue más competitiva (a veces con importante apoyo del Estado).
El caso de las inversiones también podría potenciarse. Si bien las autoridades chinas anunciaron algunos programas de gran envergadura, las mismas se han ido concretando más lentamente. Más allá de ello, al menos les permitió a los líderes y gobiernos de la región saber que podían contar con una fuente de inversiones alternativa. La atención generada permitió apreciar a ese país como un actor importante en ese terreno. En el caso de la Argentina, en 2004 se habían anunciado obras por un monto de alrededor de 20.000 millones de dólares. También se acordó un convenio SWAP de asistencia financiera el año pasado, en plena crisis por el uso de las Reservas del BCRA, por el que se puso al servicio de nuestro país un monto de libre disponibilidad de hasta 10.000 millones de dólares.
El tema de fondo no radica en la magnitud de las inversiones, sino que las inversiones se concretan siempre en áreas que a China le resultan necesarias para asegurar la salida de los recursos primarios. Es lógico que así sea. Pero esta región necesita atraer aquellas inversiones que permitan aumentar las exportaciones a ese país, pero también a cualquier otro. La apertura o el mejoramiento de puertos, la construcción de nuevos o mejores caminos, la puesta en funcionamiento o mejora de los ferrocarriles, son todos hechos que permitirían aumentar la potencialidad económica de la región y de nuestro país.
Con esto no se quiere poner en duda que la presencia China en la región representa una buena oportunidad. De hecho, ha permitido subir los precios de los productos primarios que venden Argentina y la región, fortalecer la situación macroeconómica general, diversificar el destino de las exportaciones y mejorar la posición negociadora de la Argentina y de la región. Pero se necesita traducir esa presencia en elementos que permitan modificar la estructura económica de la región. Esta presencia debería utilizarse para desarrollar nuevos emprendimientos económicos de alta productividad, orientados al mundo, con un nuevo patrón productivo de mayor valor agregado.
Para lograr esto, es necesario que América Latina (o los países integrantes de UNASUR), en conjunto, reorienten la relación. Mientras China tiene una estrategia clara de inversión y de negociación, los países de la región, negocian separadamente. Con ello pierden fuerza.
Hay mucho terreno común para mejorar la negociación. Ambas partes tienen objetivos de fondo similares.
Podría negociarse cuotas de mercado a cambio de la experiencia china en sectores estratégicos que se necesita desarrollar. Brasil cuenta con un programa espacial conjunto en el que los dos países fabrican y lanzan satélites. Otros sectores de alta tecnología podrían desarrollarse de igual modo para lograr romper el retraso regional en la materia: energías alternativas, industrias médicas y farmacéuticas, tecnología militar, desarrollo de nuevos materiales, industria informática, entre otros, permitirían a la región dar un paso adelante.
Argentina tiene un avance razonable en algunos sectores importantes, como el farmacéutico, biotecnológico, desarrollo de programas informáticos, maquinaria agrícola o sector petroquímico. Podrían plantearse proyectos conjuntos que permitieran cubrir mejor nuestras necesidades internas, reduciendo importaciones, o aumentando las exportaciones al resto del mundo.
Ya la Presidenta y la Ministra de Industria han planteado públicamente esta problemática y han bajado línea para revertir los términos de la relación comercial. Es un primer paso. A mediados de diciembre pasado, la Ministra de Industria, Débora Giorgi, sostuvo que "necesitamos diversificar las exportaciones hacia China con presencia de productos con mayor valor agregado. China se presenta como una enorme oportunidad para nuestro país, y estamos buscando insertarnos en ese mercado de manera inteligente y no exportar solo productos primarios sin valor agregado. Para Argentina este es uno de los principales desafíos: vender a un mercado de 1.400 millones de habitantes productos nacionales que impliquen trabajo”.
Las declaraciones de la Presidenta Cristina Fernández, en julio, en Beijing, fueron muy alusivas y enfocaron el centro de la cuestión. "Argentina no puede ser solamente vista como productora de granos. Es precisamente la necesidad de lograr inversión para agregar valor a la materia prima y al recurso en origen… Esta visita debe significar un relanzamiento de nuestra relación, que podemos hacer una verdadera asociación estratégica con beneficios recíprocos… Vamos a "desojizar" la relación entre Argentina y China, porque si la relación entre Argentina y China pasa únicamente por la soja estaríamos en problemas, nosotros y los chinos. Los chinos porque dentro de poco nosotros vamos a procesar cada vez más porotos de soja en el propio país, y nosotros porque si lo único que nos une con los chinos es la soja no estaríamos dentro de una relación estratégica. Nosotros deseamos hacer algo más que eso, porque también necesitamos hacer una relación comercial diferente; el 82 por ciento de nuestras exportaciones a China son solamente cuatro productos y el 98 por ciento de las exportaciones chinas a Argentina son muchísima diversidad de productos, con mucho valor agregado. Los cuatro productos que conforman ese 82 por ciento de nuestras exportaciones tienen bajo valor agregado. Entonces es necesario fundamentalmente también tener una relación global que no solamente abarque a la soja o al aceite de soja, sino que mejore en su conjunto para ambos países sus relaciones y sus términos de intercambio comercial”.
Tanto China como América Latina comparten su visión sobre el futuro al que aspiran, han planteado su deseo de potencializar las relaciones Sur – Sur, y trabajan activamente en los foros mundiales para el afianzamiento de un mundo multipolar. El país oriental, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y Argentina, como miembro del G-20 y como responsable del G-77, comparten posiciones comunes en estos espacios de negociación internacional. Por otra parte, es claro que China necesita los alimentos, los productos primarios y la energía que posee Sudamérica para poder seguir creciendo a futuro. A su vez, dispone de capitales y experiencia productiva y exportadora, que sería muy útil para nuestra región. Es una buena base para negociar y reconducir la relación. Debemos vernos como socios estratégicos. Pero la iniciativa debe ser de esta región.
La oportunidad está latente. Es un desafío estratégico. Depende de lo que se logre, el futuro nos encontrará de una u otra forma. Hasta ahora se avanzó positivamente: se tomó conciencia de la situación, se planteó la necesidad de generar un cambio, y el gobierno chino, al menos formalmente, dio su conformidad. Ahora se necesita pasar a los hechos. Podría ser la base de una nueva inserción internacional y de un período de alto crecimiento, tanto para la Argentina, que podría impulsar una nueva era industrial, como para todas las regiones del país, que podrían experimentar una alta demanda de productos manufacturados de las materias primas, que hoy se venden con poco valor agregado. Es la inserción internacional que se necesita, la que alienta el desarrollo.
[Originalmente publicado en la página web de la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina (AIERA) - Enero 2011].
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