martes, 1 de junio de 2010
Hugo Llorens y la libertad de expresión
Tiempo
Por Roberto Quesada
“La impunidad criminal no se debe permitir sobre todo cuando se presenta como un intento en contra de la libre expresión”:
Hugo Llorens, embajador de EE UU en Honduras
El embajador Hugo Llorens representa un hermoso país, en nuestro deteriorado casi país (de allí que cada día me convenzo más que no queda otro opción que refundarlo). Yo creo, no, casi estoy seguro, por ejemplo, de que los Estados Unidos, ante una crisis política, no deja de pagar a sus funcionarios en el exterior, por capricho o revanchismo político. Tampoco creo que clasificaría estos son golpistas y sí les pagamos, esto son constitucionalistas y por ello los castigamos. Tampoco creo que no les pague por casi un año, y, como si fuera poco, después simplemente les envíe una nota de desacreditación (sin siquiera enviarles gastos de traslado o de regreso a su país de origen) al lugar donde laboran, podría ser en un organismo internacional, digamos, por ejemplo, las Naciones Unidas. No, no es posible. Esto sería, sin duda, en códigos de derecho internacional: desterrar a sus conciudadanos, enviarlos al exilio, eso sería una grave violación a los Derechos Humanos, y, que cosas, en una organización, como lo es la ONU, que su función primordial es velar porque se respeten los derechos humanos en el mundo entero.
En los cambios diplomáticos el embajador saliente, por ejemplo, Jorge Arturo Reina, en el caso de la ONU, entrega al embajador/a entrante las cosas ya bastante encaminadas.
El o la entrante está en la obligación de que todo funcione bien: cuentas de funcionamiento pagas; cuotas dentro de las Naciones Unidas al día; y, sobre todo, clasifica el personal que se queda y el que se va. Al personal que se va se le cancela hasta su último día de labores, se habla con ellos por si tienen hijos en escuela o cosas pendientes para el tiempo que requiera en el país anfitrión, y, por supuesto, sus gastos de traslado y una nota de agradecimiento por los servicios prestados a la patria. Si no se hace nada de esto, se trata, sin duda, de una flagrante violación a los derechos humanos y de un acoso denominado persecución política. Mismo que puede interpretarse como acoso al funcionario, sobre todo si es periodista o tiene que ver con el mundo de la comunicación, con la intención de causarle sufrimiento económico y moral, y presionado a volver al país en donde lo más probable se le espera para ser asesinado bajo pretexto de asalto, marido celoso, suicidio o cualquier otra cortina de humo.
No, en los Estados Unidos las cosas no son así.
Puedo decirlo, con propiedad, que en los Estados Unidos uno puede asistir, por la mañana, a una charla en una universidad o cualquier lugar del intelectual izquierdista Noam Chomsky, y por la tarde o noche, asistir a la del ultraderechista Samuel Huntington. Y para ambos, pese a lo opuesto de sus posturas, existe respeto por parte del gobierno estadounidense, así como por el pueblo. Sin duda, esta democracia es envidiable. Seguramente alguien me dirá que los Estados Unidos actúa así hacia el interior pero maneja otra agenda para su política exterior, es posible, pero no es el tema del que estamos hablando.
Muchas veces las ventajas que da la literatura no son económicas sino de tipo social, el acceso a los contactos. El hecho de que mi literatura haya sido reseñada por New York Times, que se estudie en muchos centros de enseñanza estadounidenses y que haya sido respaldada por el autor que en los Estados Unidos es considerado maestro de maestros, Kurt Vonnegut, me ha abierto puertas para ayudar a mi país (como cuando el huracán Mitch, por ejemplo), pero también para defenderme cuando estoy siendo víctima de ataques injustificados.
Precisamente, ante las amenazas que he tenido desde Honduras últimamente, de las que hablaré con toda la información en su momento oportuno, que estoy siendo perseguido por combatir de frente el golpe de Estado militar, y le he llamado como tal (de hecho hasta la FIFA tiene un anuncio contra el golpe de Estado en Honduras), pues hicimos la semana recién pasada, una reunión en casa (cosa que no es prohibida en los Estados Unidos) con diferentes organizaciones populares, entre ellas hubo representantes de Amnistía Internacional, que llegaron a informarse más de mi caso y para trabajar en torno a las medidas que tomaremos en los próximos días. Tenía sintonizado en la laptop Cholusat Sur, cuando anunciaron la transmisión del discurso del embajador estadounidense en Honduras, Hugo Llorens, con motivo del Día del Periodista hondureño.
Nos concentramos en el discurso y fue increíble como hubo voces de aprobación hacia lo expresado por el embajador Hugo Llores. Una dirigente me preguntó dos o tres veces, como si no pudiera creérselo: “Ese es mi embajador en Honduras”. Y yo siempre le reafirmé y reconocí públicamente el importante papel que está desempeñando el embajador Llorens para que se respeten los Derechos Humanos, la libertad de expresión y se encuentre el camino de la reconciliación nacional que lidera el presidente hondureño Pepe Lobo. Para que hicieran un balance les conté el discurso del Presidente del Colegio de Periodistas, tampoco podía creérselo, sin duda, el gran defensor del periodismo libre fue el embajador Hugo Llorens.
Y sinceramente creo que es bueno contra el golpe de Estado no tener un embajador o una administración estadounidense de extrema derecha, pues es probable que le hubiese dado el visto bueno al golpe y la arrogancia y el terror golpista estaría masacrando aun más a nuestros compatriotas. Y esto queda muy claro en la cita que aquí hago del periódico tegucigalpense La Tribuna (26/05/10): “Llorens señaló que el asesinato es un crimen terrible bajo cualquier circunstancia y aún más, cuando viola la protección especial que la sociedad y el gobierno les deben a los trabajadores de los medios de comunicación.
Para el embajador estadounidense, los asesinatos contra los representantes de los medios de comunicación “son un golpe directo al corazón de la sociedad civil y de la democracia”.
Debemos de quitarnos las vendas extremistas que ciegan y nos hacen desconocer méritos ajenos. Realmente el embajador Hugo Llorens ha jugado, y sigue haciéndolo, un papel protagónico a favor del respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión. Y debemos recordar que un embajador no va a representar los intereses del país donde es asignado sino del país que lo asigna, pero, aun así, tratándose de una de las grandes potencias, el embajador Llorens ha tratado por todos sus medios de que llevemos la fiesta en paz… aun cuando le ha llovido desde las ex camisetas blancas (pues ya nadie las ve por ningún lado) hasta desde camisetas de otros colores… Ojalá el embajador Hugo Llorens así esté siempre de atento y comprensivo, pues en las condiciones que está Honduras no es de extrañas que escuche un tock tock tock en su puerta de otra u otro periodista solicitándole exilio.
Roberto Quesada: escritor y ex diplomático hondureño. Ex Consejero de Honduras ante las Naciones Unidas.
Por Roberto Quesada
“La impunidad criminal no se debe permitir sobre todo cuando se presenta como un intento en contra de la libre expresión”:
Hugo Llorens, embajador de EE UU en Honduras
El embajador Hugo Llorens representa un hermoso país, en nuestro deteriorado casi país (de allí que cada día me convenzo más que no queda otro opción que refundarlo). Yo creo, no, casi estoy seguro, por ejemplo, de que los Estados Unidos, ante una crisis política, no deja de pagar a sus funcionarios en el exterior, por capricho o revanchismo político. Tampoco creo que clasificaría estos son golpistas y sí les pagamos, esto son constitucionalistas y por ello los castigamos. Tampoco creo que no les pague por casi un año, y, como si fuera poco, después simplemente les envíe una nota de desacreditación (sin siquiera enviarles gastos de traslado o de regreso a su país de origen) al lugar donde laboran, podría ser en un organismo internacional, digamos, por ejemplo, las Naciones Unidas. No, no es posible. Esto sería, sin duda, en códigos de derecho internacional: desterrar a sus conciudadanos, enviarlos al exilio, eso sería una grave violación a los Derechos Humanos, y, que cosas, en una organización, como lo es la ONU, que su función primordial es velar porque se respeten los derechos humanos en el mundo entero.
En los cambios diplomáticos el embajador saliente, por ejemplo, Jorge Arturo Reina, en el caso de la ONU, entrega al embajador/a entrante las cosas ya bastante encaminadas.
El o la entrante está en la obligación de que todo funcione bien: cuentas de funcionamiento pagas; cuotas dentro de las Naciones Unidas al día; y, sobre todo, clasifica el personal que se queda y el que se va. Al personal que se va se le cancela hasta su último día de labores, se habla con ellos por si tienen hijos en escuela o cosas pendientes para el tiempo que requiera en el país anfitrión, y, por supuesto, sus gastos de traslado y una nota de agradecimiento por los servicios prestados a la patria. Si no se hace nada de esto, se trata, sin duda, de una flagrante violación a los derechos humanos y de un acoso denominado persecución política. Mismo que puede interpretarse como acoso al funcionario, sobre todo si es periodista o tiene que ver con el mundo de la comunicación, con la intención de causarle sufrimiento económico y moral, y presionado a volver al país en donde lo más probable se le espera para ser asesinado bajo pretexto de asalto, marido celoso, suicidio o cualquier otra cortina de humo.
No, en los Estados Unidos las cosas no son así.
Puedo decirlo, con propiedad, que en los Estados Unidos uno puede asistir, por la mañana, a una charla en una universidad o cualquier lugar del intelectual izquierdista Noam Chomsky, y por la tarde o noche, asistir a la del ultraderechista Samuel Huntington. Y para ambos, pese a lo opuesto de sus posturas, existe respeto por parte del gobierno estadounidense, así como por el pueblo. Sin duda, esta democracia es envidiable. Seguramente alguien me dirá que los Estados Unidos actúa así hacia el interior pero maneja otra agenda para su política exterior, es posible, pero no es el tema del que estamos hablando.
Muchas veces las ventajas que da la literatura no son económicas sino de tipo social, el acceso a los contactos. El hecho de que mi literatura haya sido reseñada por New York Times, que se estudie en muchos centros de enseñanza estadounidenses y que haya sido respaldada por el autor que en los Estados Unidos es considerado maestro de maestros, Kurt Vonnegut, me ha abierto puertas para ayudar a mi país (como cuando el huracán Mitch, por ejemplo), pero también para defenderme cuando estoy siendo víctima de ataques injustificados.
Precisamente, ante las amenazas que he tenido desde Honduras últimamente, de las que hablaré con toda la información en su momento oportuno, que estoy siendo perseguido por combatir de frente el golpe de Estado militar, y le he llamado como tal (de hecho hasta la FIFA tiene un anuncio contra el golpe de Estado en Honduras), pues hicimos la semana recién pasada, una reunión en casa (cosa que no es prohibida en los Estados Unidos) con diferentes organizaciones populares, entre ellas hubo representantes de Amnistía Internacional, que llegaron a informarse más de mi caso y para trabajar en torno a las medidas que tomaremos en los próximos días. Tenía sintonizado en la laptop Cholusat Sur, cuando anunciaron la transmisión del discurso del embajador estadounidense en Honduras, Hugo Llorens, con motivo del Día del Periodista hondureño.
Nos concentramos en el discurso y fue increíble como hubo voces de aprobación hacia lo expresado por el embajador Hugo Llores. Una dirigente me preguntó dos o tres veces, como si no pudiera creérselo: “Ese es mi embajador en Honduras”. Y yo siempre le reafirmé y reconocí públicamente el importante papel que está desempeñando el embajador Llorens para que se respeten los Derechos Humanos, la libertad de expresión y se encuentre el camino de la reconciliación nacional que lidera el presidente hondureño Pepe Lobo. Para que hicieran un balance les conté el discurso del Presidente del Colegio de Periodistas, tampoco podía creérselo, sin duda, el gran defensor del periodismo libre fue el embajador Hugo Llorens.
Y sinceramente creo que es bueno contra el golpe de Estado no tener un embajador o una administración estadounidense de extrema derecha, pues es probable que le hubiese dado el visto bueno al golpe y la arrogancia y el terror golpista estaría masacrando aun más a nuestros compatriotas. Y esto queda muy claro en la cita que aquí hago del periódico tegucigalpense La Tribuna (26/05/10): “Llorens señaló que el asesinato es un crimen terrible bajo cualquier circunstancia y aún más, cuando viola la protección especial que la sociedad y el gobierno les deben a los trabajadores de los medios de comunicación.
Para el embajador estadounidense, los asesinatos contra los representantes de los medios de comunicación “son un golpe directo al corazón de la sociedad civil y de la democracia”.
Debemos de quitarnos las vendas extremistas que ciegan y nos hacen desconocer méritos ajenos. Realmente el embajador Hugo Llorens ha jugado, y sigue haciéndolo, un papel protagónico a favor del respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión. Y debemos recordar que un embajador no va a representar los intereses del país donde es asignado sino del país que lo asigna, pero, aun así, tratándose de una de las grandes potencias, el embajador Llorens ha tratado por todos sus medios de que llevemos la fiesta en paz… aun cuando le ha llovido desde las ex camisetas blancas (pues ya nadie las ve por ningún lado) hasta desde camisetas de otros colores… Ojalá el embajador Hugo Llorens así esté siempre de atento y comprensivo, pues en las condiciones que está Honduras no es de extrañas que escuche un tock tock tock en su puerta de otra u otro periodista solicitándole exilio.
Roberto Quesada: escritor y ex diplomático hondureño. Ex Consejero de Honduras ante las Naciones Unidas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario