martes, 6 de abril de 2010

Inquietudes de un atípico marzo: entre el terremoto y el arribo de la derecha al poder político

Refundación

Por Claudia Villagrán Muñoz

Mientras miles de chilenos se alejaban angustiados del borde costero por una alerta preventiva de tsunami en gran parte del país, debido a tres fuertes réplicas consecutivas del terremoto del 27 de febrero y del posterior maremoto, el salón del Congreso Nacional en pleno albergaba a diversas autoridades nacionales e internacionales que guardaban compostura obligada [1] frente a los temblores de 7,2; 6,9 y 6,0 de magnitud Richter en una presurosa ceremonia de cambio de mando presidencial, que ya había sido signada como austera.

Los sismos, que precedieron la investidura de Sebastián Piñera Echeñique, remarcaron que el cambio de gobierno de este 11 de marzo de 2010 no era uno más en la historia de Chile, sino uno que marca una inflexión social y política en estas latitudes australes.

Tales movimientos telúricos parecieron subrayar el fin de veinte años de gobiernos de la Concertación (encargada de la transición a la democracia después de la dictadura militar), la despedida de la primera mujer Presidenta de la República Michelle Bachelet, además del arribo por la vía electoral -después de 50 años- de la derecha al poder político [2] y el cambio cultural que permitió que un 51% de los chilenos votaran por un “empresario” que en su momento defendió la liberación de un Pinochet detenido en Londres.

Pero también tales réplicas recordaron que el terremoto grado 8,8 –el segundo más grave en la historia de un país sísmico [3] - mostró las caras sociales ocultas de un país Latinoamericano que se pretendía “moderno” y “a las puertas del desarrollo”.

Un marzo terremoteado políticamente

Febrero es el mes de vacaciones por antonomasia en Chile, el mes en que las universidades, colegios, reparticiones públicas y empresas privadas están de descanso. Algo así como el mes de catarsis y descanso colectivo para enfrentar el inicio de actividades de marzo.

Claro, desde que el 17 de enero –fecha de la segunda vuelta electoral- ganara la elección presidencial Sebastián Piñera, con un respaldo de un 51,87% [4] , estas vacaciones tuvieron un ánimo y un gusto diferente. Se acababa la “transición a la democracia chilena”, dando paso a la alternancia en el poder.

El terremoto político generado en las urnas supuso un verano de reflexiones sobre los últimos veinte años gobernados por la Concertación [5] , conglomerado que durante cuatro periodos presidenciales [6] había alcanzado logros como haber hecho de Chile un país económicamente pujante, con niveles socio-económicos donde la pobreza se había reducido drásticamente, haciéndolo socio del mundo y siendo felicitado por su macroeconomía.

Como contrapunto, las dudas de un modelo económico neoliberal a raja tabla, el mismo que ha impuesto un desarrollo basado en la explotación de recursos naturales que se consiguen a como de lugar, irrespetando directrices medioambientales, no considerando mayormente las opiniones ciudadanas frente a los proyectos de inversión y menos los derechos territoriales de los pueblos originarios del país, a pesar de existir una Ley Medioambiental, un ministerio del ámbito recientemente creado (2007) y una Ley Indígena [7] .

A ello también se sumó la desarticulación del movimiento social y su aletargamiento, así como la despolitización de una sociedad donde cada vez más la opinión política ha ido quedando fuera de lugar. La manera de hacer política se ha expresado en una democracia de los acuerdos, sumado a una Concertación que permitió que los medios de comunicación críticos se extinguieran por falta de recursos, clausurando la posibilidad a la discrepancia y diversidad de opiniones en la esfera pública.

¿Por qué perdió la Concertación? O ¿por qué gano la derecha? ¿Cuál pregunta es la adecuada? Las respuestas parten –entre las mismas personas que opinan en sus casas, en la calle, en la feria libre o tianguis- desde la simple afirmación: porque la Concertación después de veinte años estaba desgastada y obnubilada de poder. La soberbia de las autoridades que no aceptaban críticas pasó la cuenta, los ministros reacios a escuchar a los gremios movilizados provocó algo, mientras que otros sindicatos –como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT)- entraron en la dinámica de los acuerdos.

Mientras tanto, la televisión hacía lo suyo usufructuando de los réditos de la farándula, la prensa abandonaba su trabajo de crítica y contraloría social obedeciendo a sus directorios pro derecha. Sin contar los casos de corrupción cada vez más altisonantes, como el incidente de Ferrocarriles del Estado, en cuya recuperación se gastaron millones de dólares, quedando al poco tiempo el servicio inoperante por graves fallas estructurales a vista de un país cuyos trenes eran un orgullo.

A ello se sumó el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei. Un candidato deplorable, no por su apagada personalidad, sino porque durante 1994 y 2000 había gobernado Chile con pésimos recuerdos para la población. Brevemente: privatizó (concesionó, según clarificó en uno de los debates presidenciales) servicios básicos como luz, agua, teléfonos; concesionó los puertos (en Valparaíso, ciudad que desde entonces sufre una de las más altas cesantías del país, ese recuerdo es patente); negoció la traída a nuestro país de Pinochet cuando fue detenido en Londres por orden del juez Baltasar Garzón por crímenes de lesa humanidad y aprobó la central hidroeléctrica Ralco de Endesa España, irrespetando las leyes indígena y medioambiental otrora recién inauguradas.

¿Ganó la Derecha o peridió la Concertación?

Esta parece ser, entonces, la pregunta que sigue flotando. Sebastian Piñera -un accionista de empresas tan fuertes en el mercado como LAN Chile, militante de Renovación Nacional (derecha liberal)- quizás ganó por todos los errores de la Concertación, pero también porque su campaña presidencial supo identificar muy bien las falencias de dos décadas, centrando su discurso en contra de la corrupción, en contra de la lejanía con los ciudadanos, de la falta de beneficios para la clase media, en contra de la delincuencia y a favor de un millón de empleos y la entrega de un bono marzo (U$77) por cada niño en el colegio de los hogares más desposeídos, según la encuesta de Caracterización Socioeconómica (Casen).

Al mismo tiempo, sus compañeros de fórmula de la bautizada “Coalición por el Cambio”, la Unión Demócrata Independiente (UDI) -que representa la derecha ortodoxa, Opus Dei, pinochetista y ultraconservadora-, permaneció más bien en silencio y lejana. Los militantes UDI sólo se hicieron escuchar cuando, a mediados de febrero, el gabinete no incluía suficientes nombres de su partido [8] .

Ante tanto elemento, parece que la pregunta debería de ser otra: ¿cuál fue el cambio cultural que permitió que la derecha ganara en Chile? A nuestro juicio, la respuesta se acerca a una cultura exitista económicamente, de unos ciudadanos despolitizados (por los mecanismos de despolitización ejercidos desde la dictadura y perpetuados por la concertación), interesados en un bienestar económico exhibicionista (mostrar lo que se gana), donde los contenidos sociales y culturales dejaron de importar, en una sociedad individualista de mercado, donde es ciudadano el que se endeuda y tiene libertad de elegir los mejores precios y no el que opina políticamente, discrepa, se organiza y protesta para demandar.

Esta sensibilidad quizás calzó y cuajó con la imagen proyectada de un Piñera sin pasado pinochetista, que hizo fortuna por su propio ingenio (no por contar con información privilegiada durante la dictadura), dinámico, exitoso y que pondrá candado a la “puerta giratoria” de la delincuencia y el narcotráfico.

Mientras tanto, la primera mujer presidenta de Chile, Michelle Bachelet (pediatra, hija de un general de la FACH constitucionalista, detenida en un centro de tortura de la represión dictatorial) terminó su gobierno como una figura política fuerte, independiente del rechazo que genera la Concertación, con un apoyo ciudadano del 84% según las encuestas [9] . Es más, los gritos de despedida de sus adherentes -en su última salida del Palacio de La Moneda- coreaban “Michelle, te veremos el 2014”, en directa alusión a las próximas elecciones presidenciales [10] .

Con una estrategia comunicacional simple pero efectiva, Bachelet logró desmarcarse del barco concertacionista que se hundía, al dar a conocer personalmente las buenas noticias (como los beneficios sociales de programas como Chile Crece Contigo o la ampliación del Plan Auge [11] , entre otras políticas sociales que la última gestión concertacionista sí llevo a cabo). Mientras tanto, hacía que los ministros se enfrentaran con los conflictos sociales (designar, por ejemplo, un secretario de estado que abordara la crisis mapuche que acaeció en el segundo semestre de 2009 -entre otras razones- debido al asesinato del tercer comunero mapuche por funcionarios de la policía uniformada durante estos veinte años) [12] .

Ahora, en este atípico marzo las preguntas son muchas sobre las acciones y estilo de gobernar del nuevo presidente (que previa conferencia de prensa durante su campaña pauteaba a los periodista y de antemano tachaba los temas que no respondería) y sus ministros más técnicos –en su mayoría- que políticos, pero también, con la impronta de ser autoridades venidas prioritariamente del mundo empresarial, tal como Piñera [13] .

Bicentenario Chileno con terremoto grado 8,8

En los últimos seis meses existía en Chile un ánimo exitista que recibiría el Bicentenario a las puertas del desarrollo. No sólo habíamos clasificado inéditamente en segundo lugar en las eliminatorias sudamericanas para el mundial de Sudáfrica, sino que también habíamos sorteado la crisis económica sin endeudarnos, el mundo felicitaba la gestión de Bachelet y la OCDE nos invitaba a ser parte de los países más desarrollados del planeta. Chile y los chilenos todo lo podíamos.

Los casi tres minutos de terremoto, que afectó alrededor de un 80% de la población del país en la madrugada del 27 de febrero, vino a mostrar que ese triunfalismo anclado en los logros economicistas y financieros, en una “imagen país” construida por una Concertación que pactó TLC´s con el mundo, adolecía de contenidos sociales y le faltaba mucho para vanagloriarse como “nuevo rico de la región”.

El día que la Concertación perdió las elecciones el ex presidente Ricardo Lagos (2000-2006) recordaba que esta coalición había recibido en 1990 a “un Chile con el alma quebrada”. Este 11 de marzo Sebastián Piñera recibía la mitad de un país devastado y arrasado por las aguas de un maremoto y los destrozos de un terremoto que tiro al suelo casas, escuelas, hospitales, puertos, aeropuertos, iglesias, monumentos nacionales coloniales y que también parece haber borrado aquel ánimo triunfal con que Chile se aprestaba a celebrar el Bicentenario en septiembre.

El terremoto de Cobquecura [14] , cuál movimiento telúrico, pareció poner el cable a tierra a una sociedad centrada en el consumismo y mostraba las caras sociales subdesarrolladas de un país con altas desigualdades sociales que volvía a cargar la mano a quienes menos tienen. También este terremoto hizo cambiar los acentos en las prioridades del nuevo gobierno.

Unos 30 mil millones de dólares costará aproximadamente la reconstrucción del país, sin contar la merma en el comercio y las dificultades en los sectores productivos (celulosa, agroindustria, vitivinícola), el alza de los precios, la pérdida de infraestructura de todo tipo.

Además, un millón 250 mil niños permanecen sin clases. Decenas de proyectos de investigación científica se perdieron en las universidades. Miles de familias necesitan hogares para refugiarse del frío invierno chileno. Los servicios de emergencia como el Servicio Hidrológico y Oceánico de la Armada (SHOA) y la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) están fuertemente cuestionados por no haber dado la alerta temprana de maremoto, debiendo ser revisados y reestructurados [15] .

Asimismo, las concesiones de las carreteras y del aeropuerto deben responder frente a los destrozos sufridos y el desplome de edificios de departamentos con menos de un año de construcción que colapsaron cual castillo de arena mostraron la vulnerabilidad del sistema de fiscalización para las constructoras y la necesaria revisión de las normas de construcción. Todo, ante la indignación de personas que quedaron sin hogar por la falta de escrúpulos de quienes se ahorraron unos cuantos millones por departamentos de tarifas medianas y altas.

El sentido de urgencia con el que dijo Piñera iba a gobernar ahora se ve apremiado y aún más urgido por el terremoto del 27 de febrero y sus diversas consecuencias, mientras los ciudadanos se reponen moralmente de un golpe que arrebató la vida a centenares de personas y que mostró que el individualismo consumista no servía ante el drama humano que pedía la solidaridad de todos.

Con el terremoto político y el terremoto físico, el ánimo general de los chilenos es de falta de certeza, de inestabilidad. Mientras el domingo 14 de marzo hubo un desperfecto del Sistema Interconectado Central de abastecimiento eléctrico -que dejó sin luz al 90% del país- como efecto secundario del terremoto que dejo débil el suministro durante los próximos meses, el lunes 15 en la noche volvió a replicar con una intensidad de 6,7 en la escala Richter muy cerca del epicentro del primer evento sísmico.

Todo, al tiempo que las nuevas autoridades muestran su propio estilo (el “cambio” encarnado en rostros aún poco familiares o de plano desconocidos), modificando el logo institucional de gobierno, comenzando a despedir los cargos de confianza –reales o supuestos- de la anterior administración. Por su parte Piñera ya incumplió su primera promesa de campaña: deshacerse de sus acciones de LAN y traspasar a una fundación su canal de TV Chilevisión, de tal forma de no generar conflictos de intereses [16] .

En resumen, por estos días son muchas las cosas que se mueven fuerte, causan inquietud y hacen cuestionarse asuntos centrales en Chile. Y no es sólo la tierra el origen de tales incertidumbres.


[1] Entre ellos los presidentes de Bolivia, Evo Morales; Fernando Lugo de Paraguay y el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, quienes no dejaban de mirar con evidente cara de preocupación el techo del Congreso Nacional ubicado a escasas cuadras del borde costero.
[2] El último presidente de derecha fue Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964), independiente acompañada por un pacto entre el partido Liberal y Conservador e hijo del ex presidente Arturo Alessandri Palma (1920-1925 y 1932-1938). Recordemos que la derecha solicitó la intervención de las Fuerzas Armadas durante la Unidad Popular y eran partidarias de un Golpe de Estado al Presidente Salvador Allende (1970-73). Posteriormente, civiles como José Piñera (hermano del actual presidente) participaron de las reformas estructurales de la economía chilena a principios de la década de los 80's, inaugurando en la región las recetas neoliberales de la Escuela de Chicago.
[3] El terremoto de Valdivia el 22 de mayo 1960 (sur de Chile) es considerado el movimiento sísmico más fuerte en la historia moderna mundial. Su magnitud fue de 9,5 en la escala Richter y duró cerca de 10 minutos. El actual terremoto afectó desde la región de Valparaíso hasta la región de la Araucanía causando profundos daños materiales en infraestructura social y productiva en la zona centro sur, la más densamente poblada del país, cobrando la vida de cerca de ochocientas personas.
[4] Equivalente a 2 millones 132 mil sufragios, frente a un 48% del candidato oficialista y ex presidente Eduardo Frei Ruíz Tagle, de un total de 4 millones de votos validamente emitidos.
[5] La Concertación de Partidos por la Democracia está compuesta actualmente por la Democracia Cristiana (centro derecha), el Partido Socialista (renovado), el Partido por la Democracia (creado con fines instrumentales sin identidad clara), y el Partido Radical Social Demócrata (que tuvo su auge en los años 50’s). Esta coalición, calificada por estos días como la más exitosa que ha tenido Chile, fue creada con el fin de que la oposición a Pinochet los enfrentara unidos, de tal forma de ganar el Plebiscito de 1988, donde se decidió –al ganar el NO sigue Pinochet- la salida institucional y negociada de la dictadura en nuestro país. Muchos fueron los que se alejaron con el transcurso de los años, siendo la última escisión la ocurrida durante el 2009 cuando el diputado socialista Marco Enríquez-Ominami (hijo del líder del MIR Miguel Enríquez asesinado por los órganos de represión dictatorial) decide renunciar a su partido y lanzar su propia candidatura presidencial (que en la primera vuelta del 13 de diciembre alcanzó un 20% de los votos) al negarse la Concertación a realizar unas primarias abiertas y nacionales para determinar al presidenciable.
[6] Patricio Aylwin (1990-1994), Eduardo Frei Ruíz Tagle (1994-2000), Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010).
[7] Uno de los conflictos inaugurales emblemáticos en esta materia fue la construcción de la Central Hidroeléctrica Ralco en el alto Bío Bío, donde comunidades mapuche pehuenches tuvieron que permutar sus tierras, debido a la política de hechos consumados que se siguió en la construcción. Recientemente se aprobó el proyecto Pascua Lama (2009) donde se permitió a la canadiense Barrick Gold la extracción de oro dañando glaciales (www.noapascualama.org/), mientras que dos días antes del terremoto la Comisión Regional Ministerial de Medio Ambiente (Corema) de la Región de Los Ríos aprobó el proyecto Celco, que significa la construcción de un ducto que evacuará los desechos líquidos de la celulosa Valdivia a la bahía Mehuín en territorio Mapuche Lafkenche (www.ecoportal.net/content/view/full/91218).
[8] Su principal líder Joaquín Lavín (Opus Dei supernumerario y ex candidato presidencial frente a Lagos y a Bachelet) fue designado ministro de Educación. Debido a la fuerza del movimiento secundario –denominado pingüinos- que durante Bachelet crearon las condiciones para la salida de dos ministros, sumado a la deuda histórica generada durante la dictadura con el magisterio de profesores, es identificado entre los chilenos como el ministro que menos durará en su cargo.
[9] La última encuesta en evaluación al gobierno de Bachelet se encuentra en: www.adimark.cl/medios/Ev_Gob_Terremoto2010.pdf . En este documento también se observa la confianza que existe, a pesar del terremoto, respecto a la gestión que realizará Piñera y del cumplimiento de sus principales promesas electorales.
[10] Claro, tal adhesión está atravesada por un gobierno de derecha que durante cuatro años intentará ser reelecto. Recordemos que el Presidente Lagos terminó su mandato con una aprobación ciudadana del orden del 60%, lo cual fue destruido debido a la crisis generada por la transformación del sistema de locomoción pública al “Transantiago”. Éste –en los primeros meses de implementación- provocó atochamientos, pobladores sin servicio de transporte y aglomeraciones en el metro, un retroceso en la calidad del servicio que costó la cabeza del ministro de transportes de la época y la cabeza presidencial del mismo Lagos para estas elecciones de 2009-10, en tanto gestor y responsable político de tal proyecto.
[11] Chile Crece Contigo es un programa de protección integral a la infancia desde la gestación del bebé hasta prekinder (www.crececontigo.cl/sobre-chile-crece-contigo/). El Plan Auge es un sistema de garantías explícitas en salud de enfermedades graves y/o recurrentes de alto costo (www.redsalud.gov.cl/portal/url/page/minsalcl/g_gesauge/g_publico/publico.html ).
[12] El conflicto mapuche y la criminalización de sus demandas, a través de la aplicación de la ley antiterrorista, es una de las grandes deudas de los gobiernos de la Concertación, incluido el de la Pdta. Bachelet, ya que a pesar de haber ratificación el Convenio 169 de la OIT, por ejemplo, no consideró un diálogo efectivo con las comunidades organizadas por la recuperación de sus territorios ancestrales frente a megaproyectos principalmente forestales. Para más información desde los pueblos indígenas consultar http://mapuexpress.net/ y www.azkintuwe.org. Con la llegada de la derecha al gobierno el manejo del tema indígena es poco claro (www.observatorio.cl/noticias/persiste-la-incognita-sobre-la-politica-indigena-del-gobierno-de-pinera/). Sin embargo, las evidencias han mostrado que la derecha se ha negado durante los veinte años de la Concertación a reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas, parlamentarios de la zona han manifestado que no es necesaria una política de derechos colectivos diferenciados y Piñera durante la campaña dijo que no dudaría en aplicar la ley antiterrorista para restablecer el orden en la Araucanía frente a la toma de territorios ancestrales. En tanto, el nuevo intendente de la IX región ha estado ligado al mundo de las forestales, siendo dueño de una empresa de este tipo y dirigente gremial de este sector productivo (www.laopinon.cl/admin/render/noticia/23484), sector que es con el cual las comunidades mapuche más problemas poseen.
[13] Una semblanza de los ministros se encuentra en: www.perfil.com/contenidos/2010/02/10/noticia_0011.html
[14] Se refiere a la zona del epicentro. Para más información e imágenes del terremoto revisar: http://es.wikipedia.org/wiki/Terremoto_de_Chile_de_2010
[15] De hecho, el director del Shoa fue destituido de su cargo y la Directora de la ONEMI presentó su renuncia. Asimismo se anunció por parte del Fiscal Nacional una investigación sobre las responsabilidades, ya que la alerta temprana de tsunami la madrugada del 27 de febrero habría salvado la vida de decenas de personas.
[16] Comenzó a circular un chiste en la red que señala lo siguiente: “ Se le anuncia a nuestra distinguida clientela y público en general que Chile, a partir del 11 de marzo de 2010, comenzó a ser atendido por sus propios dueños”.

No hay comentarios: