sábado, 3 de abril de 2010

En apenas un mes, matan a cinco periodistas en Honduras

Por Miguel Wiñazki


 No hay rastros de los sicarios. Todos eran cronistas de bajo perfil y de zonas rurales.
Tegucigalpa. Marcha. Indignación y reclamo de justicia tras el asesinato de Joseph Hernández Ochoa.
Durante el mes de marzo, asesinaron a cinco periodistas en Honduras. En el ojo de esa tormenta de sangre solo truena el desconcierto. No hay evidencias que indiquen quiénes son los asesinos.

Los sicarios que perpetraron los crímenes se esfumaron como por arte de magia negra; y sólo hay sospechas y versiones muy confusas. En ese clima tan violento, en el que la confrontación política horadó el campo comunicacional hondureño, hay sectores que culpan a esbirros del actual presidente Porfirio Lobo, que arrasarían a sangre con los hombres de prensa, cimentando las bases de una inminente censura absoluta y brutal. Pero hay otros sectores políticos, hoy oficialistas, que responsabilizan a paramilitares sedimentales que aún responderían al presidente depuesto Manuel Zelaya. Matarían periodistas para inculpar a Lobo por ello.

Sin embargo, el dato central es que los periodistas asesinados no participaban del centro del debate político en Honduras, y que no trabajaban ni en Tegucigalpa ni en San Pedro Sula, las dos ciudades más importantes y politizadas del país.

El 1° de marzo fue asesinado el periodista Joseph Hernández Ochoa y herida en un brazo su colega Carol Cabrera. Clarín conversó con periodistas del diario El Heraldo de Tegucigalpa. Allí conjeturaban que el blanco era Cabrera -que sigue herida en un brazo-. Ella es "antizelayista" confesa. Mientras iba en el auto que fue baleado, transmitía desde su celular un programa de radio que ella misma conducía. Allí, al aire, anunció que tenía videos de funcionarios en situaciones privadas con sus amantes. Muy poco después, su vehículo fue baleado.

También mataron en días posteriores a David Meza, un periodista deportivo del interior del país, y a Nahum Palacios Arteaga.

José Bayardo Mairena y Manuel Juárez fueron ejecutados el viernes 26 de marzo. El método preferido para liquidarlos fue expedito y a la vez clásico: ráfagas de metralla disparadas desde vehículos que se desvanecen con los sicarios en calles laberínticas.

Otro periodista, José Alemán, según las agencias internacionales, partió raudamente del país, después de que también a él intentaran asesinarlo en plena calle. Antes de salir de Honduras, agentes de una estación de la policía donde buscó refugio le dijeron que eran incapaces de garantizar su seguridad.

Fuentes oficialistas dicen en Tegucigalpa que periodistas que fueron y que se sienten aún cercanos a Manuel Zelaya permanecen trabajando sin ningún problema.

Mientras tanto, la indignación internacional llegó pronto y crece. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la SIP, el CPJ, UNESCO, Reporteros Sin Fronteras y el Gobierno de Francia, entre otros, condenaron la masacre serial.
Mientras tanto, el misterio del asesinato de los periodistas se acrecienta. Nadie sabe bien porqué los mataron.

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