martes, 7 de abril de 2020

El coronavirus y el pánico global



Por J. Donadín Álvarez 

El mundo de las finanzas globales ha entrado en una nueva crisis, mediáticamente atribuida al coronavirus. Sin embargo, han sido las políticas desarrolladas por el mismo capital a escala planetaria, en contubernio con los gobiernos de los países, quienes condujeron a la creación de un capital ficticio creado exclusivamente en el ámbito financiero sin ninguna vinculación con la producción real, desembocando finalmente en la crisis actual. El coronavirus solo fue el fósforo que encendió un fuego cuya presencia ya se había percibido por los economistas.

Para debilitar las sospechas sobre este nuevo aprieto del capitalismo global la maquinaria mediática de la élite dominante se ha enfocado en dar un tratamiento informativo escandaloso al COVID-19. Es importante mencionar que, de acuerdo con los especialistas, esta enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente, es mucho menos mortal que otras enfermedades por las que no se hace ningún escándalo mediático. De acuerdo con los expertos, la tasa de mortalidad del nuevo coronavirus oscila entre el tres y el cuatro por ciento. Existen más probabilidades de contagio de la gripe que del nuevo coronavirus. A pesar de ello, este  peligro sanitario no deseado por nadie ha resultado apto para la manipulación y la desinformación en los medios de comunicación a nivel mundial. 

El pánico global ha maquillado de verosimilitud cualquier información sobre el coronavirus por falsa que sea. Por supuesto, nadie quiere formar parte de las estadísticas de la mortalidad mundial ante lo cual la mentira más inocente sobre la COVID-19 produce desconcierto y terror a tal grado que el planeta entero se ha convertido en un manicomio global. 

Ahora bien, hay otros problemas más graves que el nuevo coronavirus y que verdaderamente sí deberían producir un pánico colectivo. Por ejemplo, más de mil millones de personas tienen hambre cada día, nueve millones de seres humanos mueren de hambre anualmente, seis millones de ellos son niños y niñas; más de tres millones y medio de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el agua, dos millones doscientos mil son niños; cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo, son casi ochocientas mil por año; como consecuencia de los diferentes eventos de la naturaleza mueren noventa mil personas aproximadamente; alrededor de un millón trescientos cincuenta mil personas mueren cada año por accidentes de tráfico; más tres millones de personas mueren por ingesta de alcohol; más de treinta millones de personas sufren desórdenes producidos por el uso de drogas; durante el 2017 murieron cuatrocientos sesenta y cuatro mil personas de manera violenta en el  mundo de las cuales más de tres mil setecientas eran hondureñas; cada día mueren ciento treinta y siete mujeres a manos de su familia en diversas latitudes del planeta; en fin, hay tantos problemas que sufre la población más pobre sin ser considerados de interés para quienes controlan financieramente el planeta.

En el terreno nacional el pánico generalizado, la manipulación mediática, el encierro obligatorio sin comida garantizada y la corrupción del gobierno azul han creado una atmosfera grisácea. El régimen, deslegitimado y con poca aceptación popular por surgir de un fraude electoral, a través de continuas cadenas nacionales de radio y televisión ha tratado de demostrar una aparente preocupación por la población que sufre más del pánico mediático que de los efectos de un contagio real del coronavirus y que comienza a sentirse custodiada por el hambre en la reclusión doméstica decretada por un gobierno que ha asegurado poder manejar la situación después de auto-aprobarse más de doce mil millones de lempiras en el marco de la Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social frente a los efectos del coronavirus.

Por lo general, en medio de las crisis  las personas se centran en su proyecto de sobrevivencia y su nivel de confianza crece hacia aquellos que le demuestran interés por ayudarle.  Esto lo ha comprendido bien el gobierno azul y por eso se ha puesto a tono con la alarma mundial que el coronavirus ha significado mientras el capitalismo sufre un reacomodo financiero global.

De persistir el miedo, el fanatismo y la superstición entre los hondureños y hondureñas quedaremos a merced de la malicia de una dictadura que ha aprovechado la infodemia sobre el coronavirus para buscar el aplauso popular mientras con la anestesia de la demagogia busca inocular en el imaginario colectivo la idea de “cuatro años más”.

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