jueves, 30 de abril de 2020
La dictadura es el virus
La estructura criminal más organizada de América Latina tiene sede en Honduras. Es la misma mafia que robó el dinero de la transformación nacional después del huracán Mitch y que ha cumplido 11 años saqueando el Estado después del golpe de 2009. Y que hoy se exhibe otra vez robándose el dinero del Covd-19.
La presidenta del Colegio Médico de Honduras, Suyapa Figueroa, lo ha descrito correctamente: La pandemia es la corrupción que destruye la salud pública a favor de los bolsillos de un grupo de funcionarios y de sus amigos los inversionistas privados de hospitales.
En apariencia, han sido destituidos tres altos ejecutivos de COPECO denunciados por la ejecución fraudulenta de centenares de millones de lempiras en compras de equipos y materiales médicos inútiles; en apariencia, porque los acusados siguen ahí sin haber sido requeridos por la Fiscalía.
En este desastre ético en cuarentena no sólo ha sido la compra de chatarras a través de los amiguetes intermediarios de la cúpula criminal que dirige el país, sino la mentira vulgar repetida a la población que se contagia y muere en tiempo real, sin hospitales de verdad, sin pruebas de verdad, sin reconstituyentes serios de sus sistemas inmunológicos.
Es una vergüenza la gerencia de esta pandemia en Honduras en términos de ética pública ante los ojos de la OMS, de las Naciones Unidas y de la población en general. Desde febrero tenían todo calculado en el Congreso, en la Gaceta, en COPECO y en el tal SINAGER para crear el marco de emergencia sin licitación, con una ley de aceleramiento económico que inyecta dinero al hocico de los buitres. Y quieren seguir aprobándose más dinero en medio de la recesión mundial.
En este contexto de robancina en medio de la desgracia nacional, el gobierno de Turquía aclaró que no está vendiendo ningún hospital a Honduras como informó COPECO, al contrario casi dijo que si le hubieran solicitado en donación lo habría hecho con gusto. Pero no lo hicieron los criminales del Covid, porque adquirir en donación no es negocio para ellos.
El forense Denis Castro, por iniciativa propia, mostró mascarillas en frágil papel desechable que COPECO compró por más de 100 lempiras cada una, y en Villanueva la prensa mostró unas carpas de circo abandonadas que los voceros del Sinager llaman hospitales móviles valoradas en millares de dólares.
El pueblo obediente en confinamiento dentro de sus casas y el pueblo hambriento en resistencia sobre las calles está harto de este comportamiento miserable que hace sonar los nombres de Investh, Dimex, David Chávez, Gabriel Rubí, Marco Antonio Bográn, sobrino del oráculo perverso, y el propio Juan Orlando Hernández. Son todos lobos de una manada que conocemos.
El robo es tan vulgar que la gente en las calles lo sabe, porque las adquisiciones hechas hasta ahora son todas pirujas de forma, tamaño y funcionamiento, y el sólo detalle que tienen elevado es su precio. Es la misma historia del Seguro Social en 2011 o la misma farsa informática del 2017.
En medio de esta pandemia corrupta el régimen no asegura la gratuidad del agua, la electricidad, los combustibles ni garantiza los salarios de los trabajadores confinados ni la comida de los 4 millones de familias empobrecidas que reciben raciones sectarias, incompletas, insuficientes, miserables.
Por esta horrible injusticia que se suma a la mentira oficial, la gente está tomando lentamente las calles en varios departamentos del país literalmente por hambre de comida y sed de justicia, exigiendo respeto. En respuesta, las manifestaciones han recibido balas vivas y gases lacrimógenos, como ocurrió esta semana en la aldea Las Metálicas, en el municipio de Tela, en Siguatepeque, Comayagua; en El Progreso, Yoro; en Choloma, Cortés y en la capital, entre otros sectores.
El empresario Roberto Contreras, por su parte, ha decidido someterse a una huelga de hambre desde la mañana del próximo lunes en San Pedro Sula, porque la mafia de la dictadura no solamente le cobra los impuestos y la energía eléctrica sin haber generado ingresos en sus restaurantes, sino que además lo amenaza.
En medio de la tragedia nacional, el régimen impostor construye escenarios de porvenir luminoso con derrames de leche y miel, de sobreabundancia, de paz y tranquilidad; mientras, los hijos rapaces del “cariato” roban a lo bruto, abren los negocios de sus amigos, inducen el cierre o la destrucción de los mercados populares, y lanzan al ejército contra su pueblo.
El cronista y poeta Fabricio Estrada dice al respecto que desde el inicio de la cuarentena en marzo hubo una campaña sistemática de la televisión y la radio controlada por Juan Orlando Hernández contra los mercados de Comayagüela como sitios masivos de contagio.
“Ojalá se contaminen todos los que venden ahí”, decía una portavoz de esa feroz clase media que asiste también en masa a los centros comerciales de los agiotistas del régimen azul y a los súper mercados de la dinastía liberal coludida con el diablo.
“Estos ignorantes nos llevarán a la desgracia con esos tumultos en Comayagüela” repetía uno de los felinos caza votos que utilizan a los locatarios como mulas electorales. Luego, ya instalada la consigna de que el Covid 19 habitaba en los mercados populares, el nazismo local prendió fuego al mercado Colón. Y no es la primera vez, concluía el poeta.
Por la noche, otra vez la cadena; otra vez el impostor adelantándose a resumir una plática telefónica con el líder del fracaso estadounidense, Donald Trump, afirmando que éste le prometió respiradores mecánicos, traslado de makilas chinas al valle de sula para evitar las caravanas y que todo irá sobre ruedas. Minutos después, el fracasado supremacista blanco reveló en rueda de prensa que realmente lo que ofreció a Hernández fue experimentar en pacientes hondureños sus cockteles de hidrocloroquina para vencer el Covid-19. Y que ese desinfectante es maravilloso.
¡Vergüenza de dirigentes! ¡Vergüenza de humanos, sinvergüenzas!
Al pueblo le toca resolver esta situación y es de nuevo a la Convergencia Contra el Continuismo el actor social al que le toca trazar la ruta.
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