martes, 9 de mayo de 2017

La Iglesia Católica llama a una conversión ecológica para contrarrestar el extractivismo



Latinoamérica está viviendo un boom extractivista que busca extraer la mayor cantidad posible de materiales al menor costo posible, es una expresión más de las políticas del neoliberalismo sin importar que haya la necesidad de expulsar a los pobladores de las comunidades que están sembradas en los suelos donde el subsuelo es rico en minerales.

Y frente a esta situación que golpea a las comunidades indígenas y campesinas, casi siempre olvidadas por los gobiernos, la Iglesia Católica está llamada a hacer un acompañamiento cómplice en la lucha por la vida señala Alirio Cáceres Aguirre, Ingeniero Químico y teólogo, diácono permanente de la Arquidiócesis de Bogotá, Colombia.

Para Cáceres que también es el Referente del programa Ecología Integral del Consejo Episcopal Latinoamericano, Celam y miembro de la Red Ecuménica Iglesia y Minería, con la encíclica Laudato Sí, la Iglesia propone un paso de la cultura del descarte, del desecho, del basurero y de las personas que se tratan como basura a una cultura del cuidado, pasar de una cultura de muerte prematura a una cultura de la vida, y para ello invita a una conversión ecológica que implica un cambio de estilo de vida.

Cáceres sostiene que el boom del extractivismo ha hecho que nuestros países, ricos a nivel de subsuelo, se conviertan en botín y foco de interés de los grandes grupos del capital.

Radio Progreso (RP) diálogo con Alirio Cáceres Aguirre (ACA) sobre el papel de la Iglesia Católica frente al extractivismo.

RP. ¿Cómo se combina la ingeniería química y la teología?

ACA. Se combina por opción personal, desde la perspectiva de fe. La articulación a través de la ecología, de las tecnologías apropiadas. Es una opción de vida, una vocación particular que la describo dentro del campo de la eco-teología, teología ecológica que es el diálogo entre los asuntos que tienen que ver con el ambiente y las perspectivas de fe no solamente católicas sino de diferentes creencias y espiritualidades.

RP. ¿Cuál es la realidad de la minería en América Latina?

ACA. Desde hace unos cinco o seis años estamos viviendo un boom extractivista, es decir un sistema económico de la civilización en donde ha adoptado extraer materiales para transformarlos, comercializarlos, consumirlos y desecharlos. Es una economía lineal que lo que está haciendo es un crecimiento exponencial y agotando los bienes de la naturaleza que son finitos.

RP. ¿Qué buscan el extractivismo?

ACA. Este boom del extractivismo ha hecho que nuestros países, ricos a nivel de subsuelo, se conviertan en botín y foco de interés de los grandes grupos del capital, entonces ya no vale tanto el suelo sino el subsuelo, y quienes están en el suelo, sea una comunidad indígena, una comunidad afrodescendiente o campesina o sea una reserva natural, eso pasa a segundo plano porque la prioridad es el subsuelo llamase plata, níquel o hidrocarburos. Ese boom del extractivismo ha generado que nuestros gobiernos asuman códigos mineros, privilegiando esos intereses transnacionales de capital poniendo en riesgo y generando conflicto en las comunidades sobre todo las más vulnerables.

RP. ¿Qué países de América Latina están en el foco de atención?

ACA. Ningún país está ajeno, pero tenemos casos dramáticos, en Brasil, por ejemplo la tragedia de Mariana en la que se rompió un dique con una cantidad de material de veneno, residuos químicos de una empresa minera, y contaminó toda una cuenca hasta llegar al río matando a mucha gente. Tenemos también los casos en Argentina, los casos de Perú, en Colombia, me parece que toda Centroamérica, toda Mesoamérica está siendo objetivo de esta búsqueda desenfrenada de sacar en el menor tiempo posible la mayor cantidad de material del subsuelo.

RP. ¿Cuál es la expresión más perversa del extractivismo?

ACA. Hay dos modalidades. Una es la minería a cielo abierto que rompe toda la capa vegetal para extraer el material con un criterio de optimización: el mayor material al menor tiempo posible. Lo otro es la fractura hidráulica que es tomar el agua para presionar en las capas geológicas subterráneas la salida de hidrocarburos. Eso no solo tiene efectos sísmicos sino que tiene efectos perversos ya que traslada toda el agua que debe ser para nutrir los ecosistemas, nutrir los animales, las plantas y las personas, es simplemente un insumo para obtener el petróleo y que no es una fuente renovable, eso es perverso y es como matar la gallina de los huevos de oro.

RP. ¿Qué países lideran el extractivismo?

ACA. Es muy fuerte la presencia de los Estados Unidos. Estados Unidos durante muchos años estuvo dependiendo del petróleo de Venezuela y de los países árabes, ahora se autoabastece porque ha implementado el fracking (fractura hidráulica) y eso ha hecho que recupere su posicionamiento a nivel internacional y está tratando de incidir en otras regiones del continente para tener ese tipo de prácticas, prácticas que han sido prohibidas porque se ha demostrado que no son viables.

RP. ¿Cómo expresa la fe, la teología en la madre naturaleza?

ACA. La imagen que tenemos de Dios es fundamental. Hay quienes que entienden a Dios como un dios metafísico, fuera del mundo, como si estuviera en un penthouses del sistema solar. Hay otras expresiones que experimentan a un Dios cercano, un Dios en contacto con la materia. Se reconoce que un árbol es Dios, una piedra o el agua. Dios es el creador. Laudato Si recoge a Francisco de Asís que recogió en una ecuación muy sencilla: si yo soy hijo de Dios y si Dios creó el sol, el bosque, la luna, entonces qué venimos siendo, venimos siendo hermanos.

RP. ¿Quiénes están resistiendo al extractivismo en América Latina?

ACA. Sobre todo las comunidades más vulnerables y más sensibles al agua, al bosque, tenemos muchas comunidades que en su sabiduría indígena han sabido dosificar con armonía satisfacer sus necesidades, tenemos comunidades afrodescendientes muy fuertes, comunidades de campesinos.

RP. ¿Qué papel debe asumir la Iglesia Católica?

ACA. La Iglesia Católica tiene ahora un pontificado en Francisco que le apuesta a la paz, a la humildad, a la fraternidad, que ha dicho tierra, techo y trabajo para todos, que ha planteado una iglesia en salida, una iglesia autorreferente, una iglesia que está en diálogo con los demás, una iglesia pobre para los pobres. Ha divulgado esa encíclica del Laudato Sí para proponer un paso de la cultura del descarte, la cultura del desecho, la cultura del basurero y de las personas que se tratan como basura a una cultura del cuidado, pasar de una cultura de muerte prematura a una cultura de la vida, y para ello invita a una conversión ecológica y una conversión ecológica implica cambio de estilo de vida personal.

RP. ¿Cómo ve usted la lucha que se libra en Honduras?

ACA. Quedé sorprendido de la cantidad de conflicto ambientales que hay a lo largo y ancho del mapa de ese territorio pero a la vez de la conciencia y la iniciativa que existe de parte de la Iglesia y otras organizaciones. Me parece tremendo el tema del agua como eje central, incluso la muerte de Berta Cáceres se inscribe dentro de esa defensa del río ante unos mega proyectos hidroeléctricos, una energía que es más para la economía del mercado, más para exportar y no tanto para satisfacer las necesidades de la misma población.

RP. ¿Y de la lucha contra las mineras?

ACA. Me parece que hay un gran desafío en el ordenamiento territorial, no sólo en defensa, en reclamar, en resistir, en denunciar, sino también es necesario el anuncio, cómo se vive bien como Dios quiere y como Dios lo manda, y sin minería. Tenemos que tener proyectos de agroecología, proyectos de silvicultura que permitan que la gente se alimente bien, se nutra y sea feliz, y que deje de lado esa idea de que solamente podemos desarrollarnos a través del dinero que viene del extractivismo.

RP. ¿Qué opina sobre la decisión en El Salvador de prohibir la minería a cielo abierto?

ACA. Yo la aplaudo, me parece que es un acto de cordura, es un acto razonable, me parece que es valiente. Ahora el reto es saber cómo se vive sin ese tipo de minería, es desvirtuar ese mito de que ahora son las locomotoras que impulsan la economía las que pueden permitir que haya salud, educación y vivienda. Ojalá eso se replique en otros países.

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