jueves, 5 de agosto de 2021

La catástrofe educativa


Defensores en Linea | Una producción de COFADEH

Al final del año 2019 las estadísticas oficiales eran devastadoras en materia de educación. La Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas revelaba entonces que casi la mitad de los niños y niñas de entre 3 y 17 años estaba fuera del sistema escolar.

Según esa misma encuesta de la dictadura en 2019 los niños y niñas que viven en la zona rural eran los más afectados, en comparación a las zonas urbanas. El 48,7 por ciento. Los que tienen entre 3 y 5 años en aldeas y caseríos son la población más tocada, representan el 65 por ciento. En cuanto a los adolescentes entre 12 y 17 años, el 75 por ciento de ellos está fuera de las aulas. Lejos de la educación.

La dictadura criminal que asaltó el país en 2009 acepta con cinismo que la causa principal de este desastre en la educación básica es la falta de recursos económicos, la presión por la sobrevivencia y porque la chavizada no ve la oferta educativa como un puente real al mundo del trabajo. Estudiar no sirve casi para nada. Lo que no se dice es que el ridículo plan de contenidos dictados por iglesias, fundaciones privadas y santurrones, efectivamente corresponden a 1940 o al falso mundo maquilero de 1990 que se impuso en los pensum educativos.

Ahora pasemos al año 2020 ¡Qué desastre! A pesar de los esfuerzos de la comunidad docente que pagó su internet, sus carísimos planes telefónicos y que ha trabajado extra para adaptar los contenidos a las aplicaciones Teem o zoom, más del 50% del alumnado primario y secundario quedó fuera del alcance tecnológico.

La mayoría de los estudiantes inscritos, sin embargo, fueron promovidos a los grados inmediatos superiores en un autoengaño colectivo, el más grande de todos los tiempos.

La dictadura miserable, que tanto habló en las últimas décadas de educación y computadoras y tabletas, no tenía nada para reaccionar al momento del arribo de la pandemia.

Las empresas privadas vampirescas que explotan nuestro espectro radioeléctrico con telefonía y fibra óptica tampoco tenían solidaridad para dar a niños, niñas y jóvenes de Honduras. Pescaron en río revuelto como inhumanas máquinas de hacer pisto.

Los caseríos y aldeas de la República sin internet comunitario, sin instalaciones en escuelas y sin programas de telefonía inteligente para la educación, fueron víctimas de este sistema desigual que concentra los privilegios tecnológicos en las ciudades donde residen quienes pueden pagar las onerosas facturas.

Esta noche le rendimos el sombrero en reconocimiento público a maestros, maestras y madres de familia que hicieron lo imposible para acompañar a la niñez y juventud en su derecho de acceso a la educación en 2020. Solo ellos y ellas pudieron hacer posible que al menos la mitad de 3 millones de personas gozaran de formación personalizada por teléfono o internet, pagando con el sudor de su frente.

En 2020 como bien lo dijo el UNICEF “nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas. Las repercusiones que tendremos tocarán, entre otras esferas, la nutrición infantil y la igualdad entre géneros”.

Antes que la pandemia mordiera a fondo nuestras limitaciones, los países de ingresos bajos controlados por los delincuentes como el nuestro, la necesidad no satisfecha de fondos para la educación era ya de millones de dólares al año.

Ese déficit financiero aumentó con todos los brutales actos de corrupción de estos miserables el año pasado y, lo peor, es que no protegieron el presupuesto de educación, más bien se lo entregaron a los chafas que han sido inútiles en la gestión de la pandemia y eficientes en la represión del pueblo.

Hoy estamos en el tercer desbordamiento de los hospitales públicos y privados, con una vacunación desordenada e incompleta, fruto del desastre monumental que representa juan orlando hernández y su grupo de ladrones feroces.

Lamentablemente, en este contexto desastroso de agosto 2021 el señor Arnaldo Bueso que llaman ministro de educación ha dado luz verde al retorno a clases presenciales con mascarillas y jabones en mano. Necesitamos la educación como el gran igualador, nos dice. Debemos tomar medidas audaces a fin de crear sistemas educativos de calidad, inclusivos y resilientes, adecuados para el futuro post pandémico.

Toda esta paja nos repite a control remoto, desde dispositivos virtuales, mientras las salas hospitalarias desbordan de pacientes reales y los cementerios suman sus propias estadísticas de personas muertas por el virus.

Con razón la polémica doctora Suyapa Figueroa ha preguntado al señor Bueso y a su jefe el impostor presidente qué es lo que fuman, porque ella encuentra incoherente la realidad de la catástrofe sanitaria y las clases presenciales. Las concentraciones de personas no inmunizadas aumentan exponencialmente los riesgos. Por eso preguntó qué fuman.

Si las personas fuman tabaco con nicotina suelen estar casi siempre inestables y tomar decisiones impulsivas. Si fuman marihuana suelen levitar sobre las nubes, reír cándidamente mientras se separan de la realidad circundante, y dormir largamente sin alimentar el cuerpo y el espíritu o reaccionar frenéticos y creativos a un ritmo extraño.

Peor aún, como reflexionan en el barrio “monte largo”, si la has fumado verde debes atenerte a las consecuencias. No sabemos siquiera si esos personajes del zoom ministerial fuman o no, o si aspiran o respiran, o beben. Lo que se entiende claro es que sí saben lo que hacen. Necesitan justificar el presupuesto al cierre del año, aunque éste no haya sido ejecutado formalmente.

En las circunstancias actuales el país debería tener a las empresas telefónicas junto a los restos mortales de la empresa hondureña de telecomunicaciones trabajando en todas las escuelas y colegios del país para asegurar con instalaciones que la niñez y juventud inscrita en el sistema pueda acceder gratis a los servicios de conectividad con sus educadores.

Y en cada instalación educativa debieron procurar condiciones mínimas para recibir clases en línea, con pantallas gigantes, parlantes de amplificación para la voz y los sonidos del profesor o profesora, y micrófonos para la participación de los educandos.

Pero como reflexiona el pueblo en las calles, ni el Congreso Nacional realiza sesiones presenciales por miedo al virus y entonces algo no cuadra… la legislación en línea con hombres y mujeres ya vacunados y las clases en presencia física con el profesorado de primera línea vacunado parcialmente, y con la niñez y juventud a cero vacunaciones. Un suicidio colectivo.

Por todo esto, el nuestro es un tiempo difícil. Estamos lejos de la mano de la comunidad internacional que está ocupada en su propia crisis. El imperio estadounidense vive su propia catástrofe con una descontaminación masiva de personas ya vacunadas y rebrotes de nuevas variantes, tratando de mejorar su imagen pública con algunas donaciones de vacunas sobrantes a través del sistema Covax.

Una vez más sólo el pueblo salva al pueblo. El magisterio debe hacer oír su voz con la fuerza independiente y valiente que le ha caracterizado en los años más difíciles. Estos no son los tiempos de dios, él está bien ocupado despidiendo almas en los cementerios por la negligencia de sus pastores Díaz, García Carías, Livio Moreno y otros profetas inútiles que anuncian el reino de la muerte desde los púlpitos del régimen, blasfemos, charlatanes.

Sólo el pueblo salva al pueblo. ¡Buenas noches!


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