Radio Progreso
“Hay días que solo comemos un tiempo de comida”, aseguró Gloria Martínez (55), mientras el reloj marca las 11:00 am. El estómago de sus dos nietos comienza a rugir, pues el desayuno lo hicieron con una “semita” (pan) y un poco de café. El hambre hace que los pequeños salgan de su vivienda a hurgar en los basureros de colonias vecinas en busca de botellas plásticas, aluminio o pedazos de hierro para venderlos en las recicladoras. Esta familia vive una pequeña casita construida de lámina y madera en el bordo Santa Ana en San Pedro Sula, al norte de Honduras.
Mientras conversábamos con doña Gloria, los vecinos que viven en las mismas condiciones platicaban sobre lo sucedido el sábado anterior en Tegucigalpa, donde activistas del Partido Nacional iniciaron un zafarrancho; insultos, golpes y amenazas con integrantes de otros partidos políticos, cuando el Consejo Nacional Electoral, CNE, realizaría el sorteo para la posición en las papeletas electorales de las elecciones de noviembre próximo.
“Ni hablen de eso. Todos los políticos están cortados con la misma tijera. Se pelean para llegar al poder y para ir a robar. De nosotros los pobres solo se acuerdan cada cuatro años para que votemos por ellos. Aquí en estos bordos hay hambre y ningún gobierno se preocupa por ayudarnos”, le gritó a sus vecinos doña Gloria.
El caso de doña Gloria, solo retrata la pobreza y miseria económica que está ligada a una creciente desigualdad social que amenaza a la familia hondureña. Las acciones y omisiones del gobierno lejos de proteger a las personas de estas situaciones críticas y dominantes, las han profundizado. El Foro Social para la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh) estimó que, para finales de 2020, cerca del 70 por ciento de la población alcanzó niveles de pobreza alarmante, y pronostica que, al cierre del 2021, tres de cada cuatro hondureños y hondureñas serán pobres.
“En los últimos 10 años la pobreza ha incrementado. Antes comíamos por lo menos frijolitos y tortillas, ahora hay días que nos dormimos con el estómago vacío. Nos preocupamos que por lo menos los niños coman una tortilla con sal, porque ellos son más débiles. Nosotros los más viejos aguantamos más”, indicó Martínez, mientras realizaba labores domésticas.
Pobreza, hambre y migración un círculo peligroso
De los 9.5 millones de hondureños y hondureñas, el 70% es pobre. Es decir que de cada 10 personas 7 son pobres. “Esta condición limita sus posibilidades de acceder a una vida digna y plena, constituyéndose en el principal obstáculo para la seguridad humana”, según Rafael Delgado, vicepresidente del Colegio de Economistas en la zona noroccidental de Honduras.
La pobreza en Honduras aumentó al 70 % en 2020, con un alza de 10,7 puntos porcentuales con respecto al 59,3 % del 2019, impulsada por la pandemia del Covid-19 y las tormentas tropicales Eta e Iota, según un estudio reciente de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
“La pobreza o mejor dicho la desigualdad social aumenta la inestabilidad política y erosiona la confianza en los gobiernos, que en el caso hondureño se han deslegitimado cada vez más. Entonces la población no encuentra esperanza en el país y se ve obligada a marcharse a otras naciones como Estados Unidos o España, en busca de mejores oportunidades. Y todo esto trae grandes consecuencias para la patria, porque se está yendo el capital humano e intelectual. Se está marchando la juventud y con ella la esperanza de un futuro mejor”, indicó el economista Delgado.
El reflejo del deterioro de la economía se vive día a día en los semáforos, bulevares y calles de las principales ciudades del país, allí familias enteras con rótulos en mano se dedican a pedir dinero para poder comer. Magda de 28 años de edad, es originaria de Quimistán, Santa Bárbara, dijo que antes de la pandemia se dedicaba a vender ropa en las calles de las colonias de San Pedro Sula. Sin embargo, desde el año pasado ha quedado sin la capacidad para pagar alquiler y para el sustento diario, lo que la obliga a pedir.
“Desde diciembre nos venimos a vivir al Bordo El Pedregal porque no tenemos dinero para alquilar una casa. Para comprar comida tenemos que salir con mi pequeña hija a pedir “una ayuda” bajo las inclemencias del clima (a veces frío, lluvia o sol). Aquí no miro alguna posibilidad para salir adelante, la única que se me viene a la menta es irme para Estados Unidos, pero no tengo quien me reciba allá”, indicó entre lágrimas.
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