La Hora Digital
Por Nuria Coronado
Bugchasing, fisting, chemsex o slamsex… No son simples palabras en inglés. Son algunas de las prácticas sexuales de riesgo que están en alza entre adolescentes y jóvenes y que como explica la educadora social Alicia Bazán Román, “conllevan un peligro físico, psicológico o de cualquier índole para una o más personas dentro de la misma, incluyendo enfermedades, agresiones e incluso la muerte”.
Y es que la población joven, lejos de tener sexo, normaliza dicha violencia influida por la pornografía que consume. “Confunden violencia con disfrutar de las relaciones sexuales. Tanto es así que muchos y muchas no conciben una relación sexual sin violencia, ya sean cachetadas, mordiscos, tirones de pelo o incluso cosas mucho más graves. Haciendo este tipo de cosas piensan que se disfruta más, que es una manera de expresar su excitación durante la relación sexual”.
Así las cosas el catálogo de prácticas sexuales entre la población más joven da cuanto menos escalofríos: desde quedar por internet para ir a la caza del bicho (bugchasing) y que personas con el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana que ataca el sistema inmunitario del cuerpo y que si no se trata puede causar sida), tengan relaciones con quienes no lo tienen para ver si se alguien se contagia o no; a hacer fisting (introducir un puño por el ano o vagina), lo cual puede generar daños en el esfínter, problemas en el intestino, en la próstata o incontinencia…), a tener sexo con varias personas mientras se consumen drogas (chemsex) sin utilizar ningún tipo de protección.
Un panorama que si de algo nos alerta es como manifiesta Alicia Baza Román “de vivir en una sociedad en la que una parte de la población joven refleja la desigualdad de poder, la asimetría y la violencia como método de diversión o excitación. Este tipo de prácticas sexuales conllevan la adquisición de una idea de violencia buena, ya que se utiliza para conseguir placer. Pensar que este tipo de prácticas no van a influir en la vida cotidiana es erróneo, ya que afirma y reafirma que la socialización, el pasarlo bien, el disfrute y la excitación solo se consiguen con violencia, sea cual sea el contexto. Por ello, si todo sigue igual, tendremos una sociedad en la que la violencia sea el material de ocio por excelencia”.
- El rito del riesgo
La normalización de dicha violencia en esta etapa de la vida viene de algo tan básico como la falta de educación en igualdad y del tabú que sigue siendo hablar del sexo. “Es muy importante reivindicar una educación afectivo sexual integral y de calidad en colegios, institutos, escuelas de familias, centros de salud… Esta información no tiene que ir dirigida única y exclusivamente a adolescentes o jóvenes, sino a toda la comunidad, ya sean padres, madres, educadores y educadoras, docentes y personas para llegar a cuantas más personas mejor”, según indica esta educadora andaluza.
Una información que sin lugar a dudas serviría para cambiar la percepción y el comportamiento sexual entre la población más joven. “Sin este tipo de formación lo que se mantiene es el egocentrismo adolescente. Es decir, los errores de pensamiento o la incapacidad de la persona adolescente de diferenciar el punto de vista propio y el de otra persona presuponiendo que su punto de vista es el correcto”, añade Baza Román.
- ¿Cómo se evidencia esto?
Se evidencia a través de cuatro errores. El primero se denomina la audiencia imaginaria, que es la creencia del adolescente de ser el centro de atención y no logra diferenciar entre lo que tiene interés para él o ella y para los demás. No entienden que su conducta pueda molestar. En segundo lugar, está la fábula personal que es cuando quien es adolescente se sobreestima, es decir, cree que sus sentimientos o experiencias son únicas, que nadie le comprende.
En tercer lugar, está la pseudoestupidez que se da cuando el adolescente racionaliza en exceso en situaciones cotidianas. Esto quiere decir que piensa en muchas posibilidades diferentes ante una situación sencilla. Y finalmente, y la que nos atañe está la hipocresía aparente. Sienten que no tienen que acatar las mismas reglas que creen que los demás si tienen que seguir. Por ejemplo, un adolescente no cree que tenga que estudiar ni hacer los deberes todos los días, pero si sus compañeros no lo hacen piensa que son unos flojos y que ellos sí deberían hacerlos. Dentro de la hipocresía aparente encontramos la sensación de invencibilidad. Durante este desarrollo vital como es la adolescencia, es común ver a adolescentes realizando prácticas de riesgo de todo tipo porque creen que son invencibles. Es por ello que utilizan el riesgo como “prueba” de esa invencibilidad.
- ¿Sin ese riesgo el sexo carece de sentido y excitación?
Así es. No es lo mismo mantener una relación sexual sana que una relación sexual con prácticas de riesgo. Sienten adrenalina y excitación por el riesgo que están llevando a cabo y sus posibles consecuencias. Por tanto, al ser parte de su psicología del desarrollo en esta etapa, es muy probable que una relación sexual al uso, como la conocemos todas y todos, en su caso sea muy aburrida y necesiten incluir este tipo de prácticas de riesgo para sentir más placer o excitación. Después de la adolescencia esto suele cambiar, pero también se necesita muchísima educación afectivo sexual.
- La mezcla de drogas y sexo significa que hay un doble mercado que se beneficia de ello: el de la pornografía y la drogadicción.
Totalmente de acuerdo. Con este tipo de prácticas encontramos un mercado en auge que se llena los bolsillos a costa de las consecuencias nefastas que paga su clientela. Actualmente, entre las prácticas de riesgo más peligrosas, vemos como muchas personas mezclan varias sustancias y tienen relaciones sexuales sin ningún tipo de protección. Es una mezcla explosiva, porque el riesgo se duplica. Ya no solo puedes contraer una enfermedad de transmisión sexual o, en el caso de las chicas, un embarazo no deseado, sino que además se le añade el riesgo de drogadicción, contagio de enfermedades contagiosas en el caso de drogas en las que se comparten jeringuillas, sobredosis…
- Una de las prácticas que llevan a cabo es la del fisting, muy requerida también por los puteros.
El fisting es una de las prácticas más peligrosas en cuanto a integridad física. Puede conllevar, incluso, una visita a urgencias de manera grave. Los puteros la requieren porque consiguen afirmar esa relación de abuso de poder que existe en la prostitución, además de, como ya hemos visto, de la influencia del porno, que no es exclusiva de los adolescentes o jóvenes. Con esta práctica, el putero demuestra, una vez más, la superioridad que consigue el hombre frente a la mujer en este tipo de actos. Ya en sí la prostitución conlleva un abuso de poder por parte del putero, ya que tiene en sus manos la libertad de elegir chica, pagar por ella, y durante el rato que él quiera hacer lo que le dé la gana con ella. Si le añadimos que las mujeres no pueden negarse, obtenemos una mezcla de lo más horrible, en la que el hombre puede realizar cualquier tipo de práctica de riesgo con ellas sin importar nada más que su placer. Nunca olvidemos que la prostitución son violaciones pagadas, y que la relación de asimetría de poder conlleva realizar cualquier práctica en la que esto quede muy patente.
- ¿Quién pierde más las chicas o los chicos con este tipo de prácticas violentas?
Aquí podemos diferenciar en dos sentidos. En el sentido físico, ambos pierden ya que realizan prácticas sexuales de un riesgo, en ocasiones extremo, que puede llegar a quitarles la vida o llevarlos al hospital de manera urgente. Ambos sexos pueden contraer enfermedades de transmisión sexual, tener problemas de drogadicción, obtener una idea del sexo errónea… Aunque en ellas habría que añadir los embarazos no deseados y lo que posteriormente se hiciera, ya sea abortar o seguir adelante.
En el sentido emocional, encontramos varias diferencias. Para ellos supone un aumento de su poder, sentirse poderosos, poner latente su capacidad para mandar, ser violentos y practicar el sexo según sus necesidades. Para ellas es muy distinto. Normalmente la chica es la sumisa, la que tiene que dejarse hacer o realizar las prácticas que su pareja sexual requiera para su placer. No se suele pensar en el placer de la mujer, lo que conlleva la sumisión, no disfrute de la relación sexual y un sentimiento de inferioridad que, a la larga, puede traer problemas de autoestima. Aunque ambos acepten realizar este tipo de prácticas, están pensadas para el placer masculino. Por lo tanto, si lo mezclamos todo, podríamos afirmar que las mujeres pierden en este tipo de prácticas, ya sea por sumisión, inferioridad, no disfrute de las relaciones, una idea concebida de relaciones sexuales insanas, o todo ello a la vez.
- Combatir esta realidad para poder actuar requiere conocimiento, sin embargo, muchas familias la desconocen o incluso prefieren cerrar los ojos a ella. ¿Cómo se actúa contra todo ello?
Para luchar contra esta realidad, solo tenemos un camino: información real. No todo lo que leemos en internet es cierto. Es por ello que, en vez de buscar la información a golpe de clic, deberíamos obtenerla de profesionales que conozcan estas realidades, documentados y con experiencia en este campo.
- Estas prácticas no solo están en la población joven, también en otras edades. ¿Cuál es la diferencia cuando se llevan a cabo en una etapa vital como la adolescencia y otra más madura?
Como ya mencioné antes en la etapa adolescente se cometen muchísimos errores de pensamiento propios de la etapa de desarrollo. Esto ocurre porque el o la adolescente está forjando su identidad. Esta identidad se forma en base a tres factores: intrapersonales (sus capacidades innatas), interpersonales (seguir ejemplos, identificarse con otros u otras) y culturales (los valores de la sociedad en la que viva). Para llegar a formarse la identidad, el o la adolescente tiene que pasar por una serie de estados.
En el primer estado no establece ningún tipo de compromiso con nada. Se deja llevar. En el segundo, se basa en experiencias vitales útiles o en el modelado (adquiere conductas que ha aprendido de sus personas cercanas) sin considerar alternativas. En el tercero se encuentra con incertidumbre, aplaza decisiones y experimenta con roles diferentes. En este estado podríamos incluir la realización de prácticas de riesgo. En el cuarto y último estado se logra la identidad, en la que la persona adolescente se compromete de una manera estable y forja su identidad en base a esos compromisos.
La principal diferencia entre adolescentes y personas de otras edades que realizan este tipo de prácticas es que los primeros todavía no tienen formada una identidad real y concisa y los segundos sí. En las personas adolescentes podemos llegar a pensar que lo hacen para experimentar y saber si lo que les gusta o no, incluso podemos llegar a justificarlos por la etapa vital en la que se desarrollan, y en las personas adultas no encontramos esto, ya que son personas con una identidad creada, una personalidad forjada desde hace años y una conciencia bastante más madura.
De una manera o de otra no es justificable este tipo de prácticas en ningún rango de edad. Lo que sí podemos afirmar es que en la etapa adolescente es mucho más peligroso por las ideas que pueden obtener en cuanto a las interacciones con los demás y que aprendan que tener relaciones o socializar con sus iguales solo se puede hacer de una manera violenta, agresiva y con este tipo de prácticas.
- ¿Por dónde empezamos con quienes ya practican esto para decirles que es perjudicial?
Normalmente se trabaja desde la prevención de este tipo de prácticas. Si el problema ya es latente, lo que podríamos hacer es concienciar y hacer una campaña de prevención de riesgos. Esto quiere decir que si las personas ya han comenzado a realizar este tipo de prácticas, por lo menos que lo hagan de la manera más segura posible. Puede sonar a frivolidad, pero cuando se comienza a hablar de seguridad y prácticas seguras, muchos y muchas comienzan a concienciarse de los problemas que pueden conllevar estas prácticas y dejan de realizarlas o las hacen, pero de una manera más segura.
Tampoco podemos olvidar que muchas de ellas conllevan el uso de sustancias tóxicas, por lo que también deberíamos hablar de ellas. El problema es que cuando se abordan las charlas sobre sexualidad en los centros educativos, solo se pone el foco en la colocación del preservativo o en las infecciones de transmisión sexual, dejando de lado un amplio porcentaje de contenidos y conocimientos necesarios, que van desde el resto de los métodos anticonceptivos hasta el aborto, pasando por el tema del consentimiento y las relaciones afectivo-sexuales sanas.
Por ello creo que es importante ampliar este tipo de información que se da e incluir en el currículo el tema de la drogodependencia, e incluso crear referentes positivos en estos ámbitos, como personas que hayan pasado por este tipo de experiencias y que comenten las consecuencias de estos actos. Y además no dejarlo sólo en los centros educativos, sino sacarlo a toda la comunidad. Para ello es clave reivindicar la importancia del papel de la Educación Social en todos los ámbitos de la sociedad ya que luchamos por las desigualdades y problemáticas sociales, intentando hacer de este mundo un lugar mejor, y a día de hoy todavía se nos infravalora en muchos contextos. Es por ello que desde aquí reivindico nuestro trabajo y nuestra importancia.
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