jueves, 8 de julio de 2021

JOH, de abogado a arquitecto de un narcoestado

Radio Progreso

(Ismael Moreno sj, julio 2021)

Juan Orlando Hernández es universalmente señalado como narcotraficante y corrupto. Y dentro de Honduras es además calificado de ladrón, criminal y mafioso. Como corolario, lo tildan de mentir sin el más mínimo escrúpulo. Propios y extraños, cercanos y alejados, dan por sentado que sus afirmaciones, compromisos y decisiones transmitidas en sus comparecencias públicas, no son creíbles. Estas calificaciones arrastran a su familia, a su partido político y a sus más cercanos colaboradores.

¿Qué tienen que ver los líderes de los partidos políticos y los líderes de la élite empresarial para que un connotado líder sea identificado con esos nada nobles calificativos? ¿Qué ha tenido que ver el gobierno de los Estados Unidos, en sus diversas ediciones para permitir que una persona así se haya mantenido en el poder por doce años consecutivos, de los cuales ocho como Titular del Ejecutivo? ¿Cómo quedó Juan Orlando Hernández tras el juicio y sentencia de Tony Hernández que fue condenado a cadena perpetua? ¿Por qué no se desmoronó su poder? ¿Cuáles son los apoyos efectivos de Juan Orlando Hernández? ¿Hasta cuándo mantendrá poder y control político este hombre al que todo mundo identifica como narcotraficante? Algunas de estas preguntas se buscan responder en las siguientes anotaciones. Otras quedan abiertas, como abiertas quedan las dudas de por qué un hombre así ha durado tanto tiempo con tanto poder en un típico país sometido a las decisiones e intervenciones del gobierno de los Estados Unidos.

“Enclave de lucha anti droga”

A lo largo de más de una década, el gobierno de los Estados Unidos a través de la DEA, el Departamento de Estado, el Comando Sur y el sistema de justicia, diseñó e implementó una sostenida estrategia para Honduras con el objetivo de alcanzar control sobre los diversos corredores del tráfico de drogas que viniendo de América del Sur convirtieron el territorio hondureño desde hace unas tres décadas en la principal plataforma de encuentro y cruce de los caminos que conducen la droga hasta introducirla en territorio estadunidense. 

Esta estrategia se puso en marcha porque el gobierno de los Estados Unidos perdió el control de una parte importante de las rutas de la droga, y los principales actores y propietarios de las rutas, empoderados en tan solo una década de actividades ilícitas, se habían escapado de sus manos y de las manos de sus tradicionales aliados en Honduras y Centroamérica. Y esto es así porque los datos sobre el tema de la droga deja muy establecido de que al gobierno de los Estados Unidos tiene tanto compromiso con quienes manejan el negocio de la droga dentro de territorio estadunidense, que el objetivo ante el tráfico de droga no es tanto eliminarlo cuanto controlar sus rutas y a quienes a lo largo de ellas tienen responsabilidades para llevar el producto hasta las instancias comercializadoras y distribuidoras para el consumo.

La estrategia del gobierno de Estados Unidos implementada a través de la conjunción de las diversas instancias especializadas, supuso la instalación en territorio hondureño de una especie de “enclave de Lucha anti droga”, con una DEA que así como actuaba oficialmente en armonía con los órganos hondureños operadores de justicia, actuaba en clandestinidad infiltrando a los mismos órganos con quienes trabajaba oficialmente y a la vez creaba instancias paralelas y bajo su estricto control desde donde lanzaba y sigue lanzando los verdaderos operativos anti droga.

Con el montaje de este “enclave de lucha anti droga”, el gobierno de los Estados Unidos se dispuso el primer objetivo de su estrategia: descabezar a las mafias que controlaban los diversos corredores de la droga que desde la Mosquitia cruzaban territorio hondureño para entregar la droga a las redes colegas primordialmente en Guatemala, pero también con sus rutas por Islas de a Bahía, Belice y en menor escala por territorio salvadoreño. La señal de inicio la dio el propio presidente Barak Obama en mayo de 2013 cuando, junto con el Departamento del Tesoro de ese país del Norte, cuando señaló con nombre propio a los Cachiros como una banda peligrosa a la que había que hacer frente para contrarrestar al narcotráfico en Honduras y Centroamérica.

Anuncio de Obama, señuelo para los Cachiros

El anuncio de Obama no pareció haber sido entendido como grito de guerra y la puesta en marcha de la estrategia estadunidense en su lucha anti droga. Los Cachiros sí lo supieron encajar, y pusieron en marcha sus propios dispositivos, porque a esas alturas del anuncio ya venían siendo colaboradores de la DEA, y lo dicho por el presidente Obama fue como el señuelo para poner en marcha su entrega oficial a las autoridades estadunidenses. Los Cachiros lo hicieron así porque tenían información precisa de que era el único camino que les quedaba si querían seguir vivos, porque de acuerdo a informantes internos, el entonces jefe de inteligencia de las Fuerzas Armadas, y hasta esos mismos días colaborador directo de los Cachiros, Julián Pacheco Tinoco, tenía listo el operativo para la eliminación física de cada uno de los miembros de la banda para así adelantarse a la estrategia gringa.

La entrega oficial de los Cachiros en el mes de enero de 2015 a la justicia de los Estados Unidos ratificó la exitosa campaña de capturas y extradiciones de los principales cabecillas de narcotraficantes hondureños, que habiendo iniciado en 2013 continuaría tras la entrega oficial de los Cachiros, seguida de la entrega de Fabio Lobo, hijo del expresidente Porfirio Lobo Sosa. No obstante haber caído casi todos los cabecillas de las bandas de narcotraficantes, cosa curiosa, de acuerdo a versiones de un oficial de la Embajada Americana en Tegucigalpa, la circulación de la droga por territorio hondureño en lugar de reducirse, aumentó de 80 que era antes de 2013, a 85 por ciento de la cocaína que se consume dentro de territorio estadunidense.

Los Rosenthal, ¿forajidos o ajustes de cuentas de banqueros y JOH?

Ese mismo año, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos intervino a la poderosa familia Rosenthal, liderada por don Jaime Rosenthal Oliva y por su hijo Yani. Se incautaron bienes extendidos especialmente a lo largo del valle de Sula, y se intervino el banco Continental, con el argumento de servir de lavado de dineros procedentes de los negocios ilícitos de los Cachiros. En esa ocasión, don Jaime Rosenthal expresó que la intervención de los bienes, y especialmente de su banco era una acción discriminatoria que respondía a un contubernio entre el gobierno de Juan Orlando Hernández y las élites árabes, una dupla que manejaba todo el sistema financiero y desde donde se hacía limpieza de dinero sucio en una escala muy superior a la que hacía el banco Continental. 

Al propio banco Ficohsa, –el más emblemático sistema bancario como parte de un engranaje que controla las más importantes redes financieras, supermercados, industria farmacéuticas y medios de comunicación—don Jaime Rosenthal afirmó que e los círculos financieros le llamaban “ficoca”, por los altos niveles de lavados de dineros que realizaban dentro de ese enorme aparato empresarial, cuya presencia no se reduce a Honduras, sino que se ha extendido a los países centroamericanos, Panamá y los Estados Unidos.

Toda la campaña de captura de forajidos que alcanzó gran renombre y poder, la realizaron instancias del gobierno de los Estados Unidos, con una participación secundaria, y a veces ausencia por parte del oficialismo del gobierno hondureño. En esta campaña de limpieza que puso en marcha el gobierno de los Estados Unidos, y que de los principales forajidos pasó a la familia Rosenthal Oliva, nunca quedó fuera de la mira la familia Hernández Alvarado, especialmente Juan Orlando Hernández Alvarado y sus hermanos Antonio Tony Hernández e Hilda Hernández.

Tony Hernández narco desde 2004 y Juan Orlando diputado desde 1998

De acuerdo a informes que se filtraron, Tony Hernández, hermano menor de Joh, se vinculó a actividades de narcotráfico y de crimen organizado desde el año 2004 cuando contaba con 25 años, teniendo a Gracias, Lempira, su lugar de origen, como base de operaciones, y desde donde se vinculó con la banda criminal dirigida por los hermanos Ardón –uno de los cuales, Alexander, se convirtió en alcalde por el Partido Nacional, del municipio El Paraíso, modelo de la narco actividad–, los hermanos Valle Valle, en la zona de Copán, y con la banda de los Cachiros con sede en la zona de Colón, en el atlántico hondureño.

Para entonces, Juan Orlando Hernández era diputado del Congreso Nacional, puesto al que había accedido de manera fraudulenta desde 1998 cuando la ley le impedía por tener familiares en puestos públicos, y se perfilaba como secretario, posición desde donde inició compromisos directos para negociaciones entre partidos políticos para aprobar leyes que favorecían a los empresarios de la industria de la energía, las comunicaciones, las empresas extractivas, la industria maquiladora y la implementación de los Tratados de Libre Comercio. Pero sobre todo para favorecer a los amigos de su hermano para que los mismos fueran colocados en puestos clave y así garantizar el movimiento del tráfico de drogas por territorio hondureño.  

Juan Orlando Hernández Alvarado, abogado de profesión, ha sido señalado por diversas fuentes, entre ellas, las voces que proceden de los liderazgos del crimen organizado, como un líder que logró escalar posiciones en la estructura del Estado que procediendo como ayudante de diputados pasó a ser diputado, luego secretario del congreso, posición en la que estaba cuando, junto a sus más cercanos amigos, participó en hacer efectivo el golpe de Estado el 28 de junio de 2009. A partir de ese hecho logró crear todas las condiciones para que lo eligieran en enero de 2010 presidente del Congreso Nacional, puesto desde el cual ensanchó todas las condiciones y favores para convertirse en candidato por su partido a la presidencia de la República, puesto que alcanzó en enero de 2014, tras las elecciones de noviembre de 2013 con resultados electorales cuestionados por los adversarios contendientes, tanto por Salvador Nasralla, del Partido Anti Corrupción, como por Xiomara Castro del ´partido Libertad y Refundación, partido que participaba por primera vez en un proceso electoral. 

2010-2013, período de ensanchamiento y gloria del narcotráfico…

Sin embargo, fue en su período como presidente del Congreso Nacional cuando Juan Orlando Hernández consolidó las estructuras de crimen organizado más sólido en la historia del país, hasta convertirse en un indiscutible líder, especialmente del narcotráfico, pero también de las diversas redes de negocios ilícitos, vinculadas la mayoría de ellas con estructuras de la institucionalidad del Estado. Cuentan que en ese lapso entre 2010 y 2013, Juan Orlando logró que todos los hilos legales fundamentales y sobre todo los hilos ilegales pasaran por su decisión personal, fue el período cuando se consolidaron las relaciones entre los carteles de la droga de Suramérica y con Guatemala y principalmente con México. 

De igual manera, fue el período cuando el Estado otorgó más concesiones a empresas extractivas para la explotación de la industria minera y para la utilización de ríos y fuentes de agua para la industria extractiva, y cuando se aprobó por encima de la constitución de la República las Ciudades Modelo. Una muestra de este indiscutible poder acumulado por Juan Orlando Hernández fue la reacción vengativa ante cuatro de los cinco magistrados de la sala constitucional cuando en diciembre de 2012 declararon inconstitucional la existencia de las ciudades modelo. De los cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia, cuatro fueron defenestrados, y el quinto que votó a favor de las Ciudades Modelo, Óscar Chinchilla, fue nombrado personalmente por Juan Orlando Hernández para que el Congreso Nacional lo eligiera en 2013 como Fiscal General del Estado, pasando por encima de todos los procedimientos establecidos por el proceso que culmina con la elección de este titular del Ministerio Público.

…Y cuando Juan Orlando Hernández tocó la gloria

El período 2010-2013 ha quedado establecido como el de la cumbre de un líder que logró articular magistralmente todos los cabos para hacerse del control de todos los hilos de la institucionalidad del Estado y todos los hilos de la criminalidad organizada, de manera que a este período es al que se puede calificar como el ensanchamiento del narco Estado, cuando los diputados al Congreso Nacional en su mayoría se pusieron al servicio de las actividades ilícitas y cuando las diversas instancias contraloras del Estado como la Fiscalía, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Comisionado Nacional de los Derechos humanos, el Tribunal Superior de Cuentas, la Procuraduría General de la República cumplieron el rol de dar legitimidad a todos los actos que emanaron de la presidencia del Congreso Nacional. Aunque las campañas políticas venían recibiendo fuertes suministros por parte de la criminalidad organizada, en este período es cuando los dineros ilícitos –de la droga y de los saqueos a instituciones públicas–se hicieron tan normales en los círculos del gobierno, que no solo financiaron la campaña electoral de JOH, sino que resultó raro y anormal que alguna actividad oficial no estuviera alimentada por dineros sucios.  

Fue en este período cuando la policía Nacional y las Fuerzas Armadas se convirtieron en protectoras de los movimientos del tráfico de droga que legaban del exterior, pasaban por territorio hondureño o por vía marítima, y los capos de la droga gozaron de la mayor protección por parte de los distintos cuerpos armados del Estado. En este período fue cuando se logró establecer en 2012 el reglamento del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad para que se convirtiera en el máximo órgano de decisión del Estado, por encima de los tres poderes del Estado, para que las decisiones pasaran a manos del Titular del Ejecutivo. Esto fue así en este período porque Juan Orlando Hernández consideró que garantizando su poder desde el Congreso Nacional, dar el paso a la presidencia de la República era asunto de procedimiento y de tiempo, como en efecto ocurrió.

Este período fue el tiempo de la gloria para Juan Orlando Hernández, su familia y sus más cercanos leales colaboradores. De igual manera, fue el período de la gloria de los diversos líderes del crimen organizado, y en donde quedaron todas las huellas del compromiso de Juan Orlando Hernández con cada una de las redes criminales existentes en el país. En la semana santa de 2010 en una fiesta organizada por el alcalde de El Porvenir, a la sazón, el modelo de municipio narco en las cercanías con la frontera con Guatemala, en el occidental departamento de Copán, se le vio junto a sus más cercanos colaboradores en una noche de parranda, y con música de al menos un grupo mexicano que llegó en helicóptero y custodiado por varias unidades de patrullas de la policía, del ejército y del Ministerio Público. Los años subsiguientes habrían de verse estas actividades con mucha más frecuencia, que dejaban por sentado que los criminales, no solo estaban libres de cualquier amenaza legal, sino que eran los que de hecho gobernaban la institucionalidad del Estado. 

Un emprendedor en apuros

En el año 2011, un vecino emprendedor de una zona de la costa norte hondureña, dedicado a cultivar su tierra que había adquirido luego de muchos años de trabajar en la empresa bananera, recibió la visita de un grupo de hombres, quienes de inmediato le ofrecieron la oferta de trabajar juntos, que ellos financiarían la construcción y puesta en marcha de una granja avícola, a cambio de que el señor permitiera la construcción de unos módulos que sirvieran de bodega. El señor emprendedor respondió que esta propuesta debía discutirla con su familia. “Esta no es una propuesta la que le traemos amigo –le dijeron los hombres—es una decisión que le transmitimos, usted se beneficiará de nuestros negocios y todos saldremos ganando. Y todos amigos. Si no acepta, lo matamos a usted y a toda su familia”.

Así comenzó a funcionar una granja avícola en la zona, y detrás se construyeron instalaciones con excelente material y debidamente resguardadas adonde llegaban camiones que descargaban y camiones que cargaban bultos. El dueño de la propiedad no tuvo más remedio que ser socio silencioso de aquellos negocios, aunque él solo conocía la parte de la granja avícola, la cual servía de mampara para otros negocios. Pero por el patio de su casa pasaban los vehículos y las personas que iban a reunirse o a entregar o recoger bultos en las bodegas. Cuenta el dueño de la propiedad que en aquellas instalaciones había reuniones frecuentes, y con regularidad llegaban camionetas de lujo, de donde se bajaban hombres varios de los cuales él había visto en la televisión, y otros vestidos de vaqueros, con botas y sombreros de lujo. 

En esas reuniones fue donde identificó plenamente a Tony Hernández, y al menos en dos ocasiones llegó Juan Orlando Hernández para tener reuniones con unos señores que luego, muy pocos años después, tras la amplia difusión a través de los medios de comunicación, identificó como los hermanos Valle Valle, del departamento de Copán, los hermanos Cachiros del departamento de Colón, y en otras ocasiones había reuniones con otras personas que luego de las capturas en el año 2014, identificaría como el Negro Lobo, Don H y Winter Blanco.


Cuenta el informante que aquellas reuniones eran frecuentemente conducidas por la única mujer que llegaba a aquellas instalaciones, se trataba de Hilda Hernández, la hermana mayor, y la que luego se comprobaría que era una de las que administraba los fondos que mezclaban magistralmente los recursos del Estado con los recursos de la criminalidad organizada. Con unas indagaciones primarias se puede establecer que este lugar tenía una ubicación privilegiada, a equidistante de la zona de la mosquita, la capital de la República y la zona fronteriza con Guatemala, convirtiéndose así en un lugar de encuentros y negocios entre los grandes capos.    

En la gloria, pero le pisan los talones

La perspectiva de Juan Orlando Hernández era precisa. Una vez que consolidó el control de la institucionalidad del Estado y sus vínculos con el crimen organizado, buscaría ya como presidente de la República el control absoluto de las redes criminales, sin competidores, de aquí se explica que ya para 2013 comenzaron a descubrirse los primeros signos de ajustes de cuentas, confrontaciones con el sector banquero de los Rosenthal, aumento de masacres vinculadas con grupos irregulares, confrontaciones exacerbadas entre pandillas juveniles. Asimismo, se puso en marcha el proceso para la creación de la Policía Militar del Orden Público, que la entendió desde su concepción, como su cuerpo pretoriano, listo para defenderlo ante las amenazas externas a su grupo y ante eventuales traiciones desde dentro de sus propios corredores.

Bien dicen que la ambición rompe el saco. Cuando Juan Orlando Hernández se gloriaba de su poder y del control de todos los andamiajes del mismo, la inteligencia del gobierno de los Estados Unidos le pisaba los talones justo cuando más encumbrado se encontraba. Y lo hacía tanto directamente como a través de su hermano Tony Hernández, quien cumplía a pie juntillas su papel de representante territorial de la familia Hernández Alvarado. 

Todo amarrado, faltaban los gringos

Cuando Juan Orlando Hernández aseguró su campaña y sus estructuras para elevarse a la primera magistratura del Estado, y habiendo nombrado en mayo de 2013 a David Matamoros Watson como Titular del Tribunal Supremo Electoral para amarrar a su favor los resultados electorales, las instancias del gobierno de los Estados Unidos llenaban archivos que señalaban a Tony Hernández como una persona que en menos de una década había alcanzado los niveles de un auténtico capo de la droga con capacidad para negociar o intercambiar negocios con el propio Chapo Guzmán o el mismo Ismael, el Mayo Zambada. 

Con control político de las instancias electorales para prevenir cualquier sorpresa, control de los empresarios, y luego de convertir al Partido Nacional, más que en instituto político en una estructura de corrupción y criminalidad, solo le quedaba garantizar el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Junto con los empresarios, Joh puso en marcha su campaña de relacionamiento con los gringos, a través de elevar el riesgo que significaba para Honduras que Mel Zelaya recuperara el poder, porque esto significaba la presencia de Venezuela en Honduras y Centroamérica. Aparentemente Juan Orlando Hernández se había ganado la confianza y el favor del gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, como quedó establecido en los años siguientes, este apoyo estadunidense respondía a esas posiciones pragmáticas muy propias de una política histórica de los Estados Unidos que nunca se basa en relaciones de amistad, sino de intereses y de cálculos.  

La familia entera en la gloria

El período glorioso de Juan Orlando Hernández está inmediatamente en correspondencia con la gloria de su hermano Tony como el mayor exportador de droga hacia los Estados Unidos, y como uno de los mayores controladores directos de los diversos corredores de la droga por territorio hondureño. Cuentan personas de la zona de Sico y de las costas en el noreste del atlántico hondureño que durante varios años, pero especialmente entre 2010 y 2014, se vio pasar a Tony Hernández, casi siempre asociado con cargamentos de mercaderías, y se lo vio negociando con políticos de alto renombre tanto de los departamentos de Colón y Olancho, como de departamentos como el de Cortés, Yoro, Copán, Lempira, Santa Bárbara y Francisco Morazán. 

Esa plataforma criminal le sirvió a Tony de trampolín para lanzarse al ruedo de la política como candidato a diputado, obviamente por el Partido Nacional y por su departamento de Lempira, en correspondencia con la indetenible carrera de Juan Orlando Hernández hacia la presidencia de la República. Ambos accedieron simultáneamente a cargos de elección popular, mientras su hermana mayor, Hilda, se logró colocar en el gobierno de Pepe Lobo –que no pasó de ser un titular del Ejecutivo conserje del presidente del Congreso–, como Ministra de Desarrollo e Inclusión Social. 

Desde esta cartera ministerial, Hilda Hernández administraba todos los fondos destinados a programas sociales y de asistencia, y que permitió que ella organizara una estructura de Ongs que captaban esos millonarios fondos y luego servían para la campaña política que catapultaría a su hermano a la presidencia de la República, al pago de lealtades y a cuentas particulares de la familia Hernández Alvarado. Hilda Hernández se convirtió desde 2010 en administradora de fondos, gestora de dineros, y a partir de 2014 en responsable de administrar y destinar todos los dineros del presupuesto nacional de la República, y el control de las relaciones públicas, desde su puesto de responsable de la estrategia de comunicación de Casa Presidencial.

Ya encumbrados en las alturas del poder político y criminal, y como presidente de la República, Juan Orlando Hernández decidió avanzar hacia arriba, quitándose de en medio a los competidores en los corredores criminales y afianzar sus alianzas con sus leales. La creación de la Policía Militar del Orden Público, a la que infructuosamente quiso elevar a rango constitucional en febrero de 2014, estuvo orientada a fortalecer el poder personal y familiar de los Hernández Alvarado, la aprobación en 2014 de las Zona Especiales de Desarrollo Económico, ZEDE, en su segundo y definitivo intento, el soplo a instancias estadunidenses que llevaría a la captura de varios de los más altos narcotraficantes hondureños, la construcción de cárceles de alta seguridad para encerrar y neutralizar a delincuentes, y tenerlos a mano para realizar actividades sucias, fueron algunas de las decisiones que puso en marcha Juan Orlando Hernández como presidente de la República en el inicio de su primera edición. 

Coqueteos ambivalentes de los gringos

Simultáneamente y en sentidos contrarios, Juan Orlando Hernández tocaba la cima de su gloria mientras el gobierno de los Estados Unidos ponía en marcha el plan anti droga que llevaría a desmontar las estructuras conducidas por el político y criminal hondureño. Y a su vez, los antiguos socios de los Hernández, caídos en desgracia o amenazados, se preparaban para el contraataque. Así, desde el año 2013 comenzó el proceso de ataques y contra ataques entre los diversos líderes de la droga en Honduras, proceso que llevaría en 2017 al todavía supuesto asesinato de Hilda Hernández y a la captura en 2018 de Tony Hernández. 

Si 2013 fue el año de cristalización del poder de Juan Orlando Hernández como comandante mayor de la droga y de la política hondureña, ese mismo año fue el inicio de lo que sería la implementación de la ofensiva de la DEA y otras instancias del gobierno de los Estados Unidos en contra de los líderes de la droga en territorio hondureño. 2013 y 2015 fueron los años de mayores masacres como expresión de ajustes de cuentas y de eliminar testigos. Una vez que Juan Orlando Hernández quedó debidamente enterado de estar siendo investigado por el gobierno de los Estados Unidos, puso en marcha su estrategia de limpieza y de recuperar la confianza con el gran vecino del norte. 

Juan Orlando Hernández no dudó entregar gente y de hacer limpieza en su entorno, fuese con la captura de unos para encerrarlos en una de las cárceles de seguridad construidas para ese propósito, la captura y entrega para ser extraditados a los Estados Unidos, o con el asesinato de otros. El objetivo fue limpiar su entorno. De igual manera, buscó la manera de blindarse de posibles procesos judiciales, a través del control del Ministerio Público y la Corte Suprema de Justicia. 

Convirtiendo amenazas en oportunidades

En ese proceso estaba cuando en 2015 se destapó el saqueo millonario en el Instituto Hondureño del Seguro Social, cuando decenas de miles de personas se movilizaron por varias semanas seguidas en demanda de justicia para los saqueadores, una demanda que se expresó en exigir una instancia internacional que investigara los actos de corrupción y en la consigna “Fuera Joh!”. A mediados de ese año parecía que toda la estructura de poder montada por Juan Orlando Hernández desde 2010 se vendría a pique. Sin embargo, en ese momento y en los subsiguientes momentos de su vida política, contó con el respaldo de la administración del gobierno de los Estados Unidos. 

Luego de convertir las presiones callejeras en un diálogo entre sectores afines al gobierno y de concretarlo con la instalación adscrita a la OEA de la Misión de Apoyo a la lucha Contra la Corrupción y al Impunidad en Honduras, MACCIH, Juan Orlando Hernández salió tan fortalecido de esta crisis que la convirtió en una plataforma para su relanzamiento a la reelección presidencial. Ya para 2016, Juan Orlando Hernández logró que la Corte Suprema de Justicia aprobara una figura jurídica que interpretaba los artículos pétreos de la Constitución que prohíben bajo ninguna circunstancia la reelección de un presidente, para permitir participar como candidato bajo el argumento del derecho humano de toda persona a presentarse a una nueva elección presidencial.

Juan Orlando Hernández prosiguió su carrera de político y narcotraficante, y mientras su hermano Tony jefeaba las rutas del tráfico de droga hacia los Estados Unidos, su hermana Hilda organizaba los recursos del Estado para pagar a medios de comunicación y periodistas, financiar la campaña política y alimentar con fuertes financiamientos a los altos jefes militares y policías. Para finales de 2016 la suerte estaba echada para un nuevo mandato presidencial de Juan Orlando Hernández, justo cuando la DEA tocaba las puertas para hacer las primeras preguntas sobre las actividades criminales de Tony Hernández. 

En defensa de su hermano

La confianza que Juan Orlando Hernández había alcanzado con el control de todos los hilos de los poderes políticos y criminales, lo llevó a servir de intermediario entre la DEA y su hermano Tony, y logró que su hermano se presentara voluntariamente en noviembre de 2016 ante las estructuras de la DEA en Miami, con un despliegue publicitario que buscaba mostrar no solo la inocencia de Tony sino la responsabilidad de Juan Orlando Hernández de perseguir el narcotráfico bajo la consigna “caiga quien caiga”. A su regreso triunfante de aquel viaje relámpago a Estados Unidos, Tony Hernández convocó a conferencia de prensa, y en la misma dijo que venía de probar su inocencia porque “el que nada debe nada teme”. Y Juan Orlando Hernández remató lo dicho por su hermano diciendo que así quedaba establecido que en su gobierno “nadie está por encima de la ley, y el que la debe la paga”. 

Sin embargo, toda su estructura criminal no solo había protegido a su hermano, sino que le había servido de instrumento para fortalecer sus negocios ilícitos, como también protegía a los asesinos y a los que financiaron el operativo que culminó con el crimen de Berta Cáceres, asesinada al final de la noche del 2 de marzo,  y sobre cuyo crimen contribuyó a levantar el rumor de haber sido “asuntos de faldas” como lo dijo el Ministro de Seguridad, Julián Pacheco Tinoco, pero que desde un inicio se tenía toda la información, incluso desde antes del hecho criminal, Juan Orlando Hernández, de acuerdo a informantes muy creíbles, ya había sido al menos informado de lo que ocurriría con la luchadora popular y defensora del ambiente. “Con tal de que no me mezclen en el tema”, habría sido su respuesta una vez que recibió la información por parte de uno de los responsables del diseño del crimen.

Se sueltan los demonios

Juan Orlando Hernández había destapado la olla de los demonios, y ya deambulando, muchos de esos demonios lo buscaban para ajustar cuentas. El mayor de todos los ajustes estaba en manos de la DEA y de las instancias de investigación y justicia del gobierno de los Estados Unidos para el cual la vinculación y participación del presidente hondureño en el negocio de la droga y de otros crímenes, caía por su peso. Pero prefirieron hacer un rodeo. Desde el inicio decidieron dejarlo para el final, como corolario de todo el proceso. Estaban también los forajidos, esos demonios que ante la amenaza de una muerte segura prefirieron entregarse o negociar con la DEA. 

Fue el caso de los Cachiros que una vez enterados de la decisión de Juan Orlando Hernández de eliminarlos, prefirieron negociar su entrega, para convertirse en informantes privilegiados. Igual suerte corrieron los hermanos Valle Valle que luego de escapar a varios intentos de asesinato, y también de frustrados intentos de su parte por eliminar a Juan Orlando Hernández, negociaron su captura para convertirse igualmente en informantes. Y así corrieron esa misma suerte otros forajidos. Y aquellos que no lograron escapar, o entregarse para ser extraditados, fueron refundidos en las cárceles de máxima seguridad en donde en su mayoría fueron asesinados entre los años 2015 y 2021. O sencillamente cayeron víctimas de una de las tantas masacres de las que los medios de comunicación se encargaron de publicitar para convertirlas en argumento para el endurecimiento de medidas legales, policiales o militares. 

Entre los demonios que emergieron con el destape de la olla por parte de Juan Orlando Hernández se encuentran los que habrían planificado y ejecutado el asesinato de Hilda Hernández en diciembre de 2017 en el agitado ambiente de crisis política tras el fraude electoral de las elecciones de noviembre de ese año. La muerte de Hilda Hernández quedó en la penumbra, y es un hecho del cual no se habla en voz alta en ninguno de los pasillos o círculos oficiales del gobierno. Nadia nunca dio explicaciones convincentes sobre una muerte que oficialmente ocurrió en un accidente de helicóptero y cuyas fotografías del siniestro fueron tomadas de otros accidentes ocurridos en otros tiempos y en otras latitudes. 

Hilda Hernández, ¿la muerta que nunca muere?

Para el común de los mortales ha quedado en el ambiente que Hilda Hernández no murió, y algunos se empecinan en mostrar fotografías de mujeres que deambulan por Taiwán o por Francia como pruebas poco serias de que sigue viva. Y esto es así porque la información sobre los hechos vinculados con el accidente en el cual habría muerto es muy vaga, y al pasar un año de su fallecimiento no hubo ni una sola esquela de invitación para su misa, sabiendo que se trata de la hija de una madre devota hasta el grado de ser ministra de la eucaristía en una parroquia urbana de la capital hondureña. 

En el ambiente hondureño sobrevuela esa sensación de que la hermana del presidente no murió, sino que organizó y fingió su muerte, porque advirtió los pasos de la DEA rondando por su familia, y ella se encontraba inevitablemente entre las personas favoritas a ser capturas y extraditadas por sus altas responsabilidades en el tráfico de la droga hacia territorio de los Estados Unidos. Esta es la versión generalizada. Pero existe otra versión, y tiene que ver con las actividades criminales de la familia Hernández Alvarado. Es la versión de un ajuste de cuentas por parte de los capos, seguramente del Cartel de Sinaloa, que con el asesinato con saña de Hilda Hernández se habrían cobrado algunas de las traiciones de las que fueron objeto por parte de Juan Orlando Hernández, y que ante los frustrados intentos de asesinarlo, encontraron en Hilda Hernández el blanco más accesible con el cual ajustaban cuentas con ella misma y de paso le infringían un golpe frontal a Juan Orlando Hernández y a Tony Hernández. 

Para saber la verdad del destino de Hilda Hernández habrá que esperar la caída en desgracia de toda la familia Hernández Alvarado, así como sin duda caerá el telón que identifique plenamente a quienes sostuvieron la estructura de poder criminal que encumbró a Juan Orlando en la más alta cima del poder político. Nombres como los de Gladys Aurora y su esposo con sus negocios criminales en el departamento de La Paz, Óscar Nájera en el departamento de Colón, Lincoln Figueroa con sus negocios de tala de madera en Olancho, los Rivera Callejas, Ricardo Álvarez, Oswaldo Ramos Soto en la capital, y muchos otros en estos y en otros departamentos y ciudades de Honduras, caerán con su larga estela de compromisos ilegales, como activos responsables del Partido Nacional, la estructura de criminalidad más sólida en la historia hondureña y que ha sabido unir magistralmente los asuntos públicos y legales con los asuntos subterráneos e ilegales. 

La presidencia es asunto de vida o muerte, para JOH, su familia y sus leales

Con todo su entorno convertido en torbellino y con todas las aguas en ebullición, la familia Hernández Alvarado advirtió que la continuidad en la presidencia de la República no era solo un asunto de ambición política, sino de vida o muerte. Ningún negocio legal, para legal o ilícito podría subsistir sin Juan Orlando en la presidencia. Y no solo los negocios.  La existencia misma dependía de ese puesto. Sentían pasos de animal grande, y 2016 y 2017 fue un período decisivo por parte de Juan Orlando Hernández para la compra de lealtades y garantizar una estructura de seguridad para proteger su vida y para garantizar a cualquier costo el triunfo electoral de noviembre de 2017. Lo logró, pero con pagos cuantiosos, de manera que ninguno de sus colaboradores en su círculo más cercano quedó fuera de beneficios que los convirtieron en multimillonarios. 

Altos oficiales de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, el presidente del Congreso Nacional y sus diputados, los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, el Fiscal General del Estado, los ministros, cerca de 80 periodistas, los miembros dirigentes del Partido Nacional, varios de los más renombrados pastores evangélicos y algunos miembros denominados representantes de la sociedad civil, se convirtieron en los hechos en empleados personales, en correas de transmisión de Juan Orlando Hernández. Los que no entraban en esta categoría fueron desprestigiados en su honor personal, marginados de todos los corredores de influencia de la vida pública, o sencillamente fueron físicamente eliminados.

Triunfo con fraude y un olor a fracaso familiar

Cuando David Matamoros Watson –pocos días después de haber aparecido junto a la entonces encargada de negocios de la Embajada de los Estados Unidos en la capital hondureña, Heidi Fulton, quien llegó para dejar en claro que Estados Unidos prefería a un narcotraficante que a alguien que es uniría al bloque del Socialismo del siglo XXI–, declaró los resultados electorales que daban el triunfo a Juan Orlando Hernández, la suerte de sus hermanos más cercanos estaba echada. La víspera de esa declaratoria, el 16 de diciembre de 2017 se dio el anunció de la muerte trágica de Hilda, Tony Hernández había viajado a Miami a dar cuentas a la DEA, de donde regresó haciendo gala de un triunfo que le duró muy poco, porque unos meses después, en octubre de 2018 sería capturado en el aeropuerto de Miami bajo cargos de traficar droga a gran escala a los Estados Unidos, de tráfico ilegal de armas de grueso calibre, de asesinato y de mentir a las autoridades estadunidenses. Esa captura lo llevaría a un juicio que culminaría con sentencia condenatoria en octubre de 2019, y el 30 de marzo de 2021 condenado a cadena perpetua más 30 años, y el aseguramiento de 138.5 millones de dólares.  

Presidente y símbolo de élite criminal, factor que sostiene continuidad de su mandato

Juan Orlando Hernández ha quedado plenamente señalado no solo como beneficiado del negocio del narcotráfico, sino como miembro conductor y líder narcotraficante, como referente del negocio a nivel continental. Pero sigue siendo presidente de la República, y cuando todas las señales advertían su debacle, emerge con fuerzas renovadas, tanto así que se dio el gusto a finales de 2019 y comienzos de 2020 de no renovar el contrato de la MACCIH, la instancia que él mismo había creado en 2015, porque se había convertido en una amenaza para un círculo de criminales y corruptos, y aprobó un nuevo Código Penal con el propósito de sacar de la cárcel a sus amigos sentenciados por corrupción o narcotráfico, o al menos reducirles drásticamente las penas. 

En los juicios a su hermano Tony y a otros narcotraficantes confesos, su nombre ha salido por varias decenas de veces, y muchos han dicho que no ha sido extraditado por el protocolo de los Estados Unidos de respetar la investidura de presidente de la República, un protocolo que el propio gobierno de los Estados Unidos respeta cuando quiere o lo manda al carajo como ocurrió en 1989 cuando intervino para capturar y extraditar a Manuel Noriega, entonces presidente de Panamá. 

¿Por qué Juan Orlando Hernández se mantiene con poder dentro de Honduras y por qué realmente la justicia de los Estados Unidos no lo ha extraditado? ¿Por mantener el protocolo de respeto a un dignatario? ¿O por qué razones de fondo? Juan Orlando Hernández se mantiene en el poder porque él mismo se ha convertido en símbolo del poder de los criminales que a lo largo del presente siglo, pero sobre todo desde hace doce años, tras el golpe de Estado del 28 de junio de 2009, cuando  se puso en marcha la construcción de una dictadura conducida por el narcotráfico y en general el Crimen Organizado. Juan Orlando Hernández ha logrado concentrar un poder que le permite realizar diversas maniobras para protegerlo y para negociarlo. 

Juan Orlando Hernández es un hombre con poder en sí mismo, pero también porque los criminales se lo han delegado, y a estas alturas él es protector de criminales, porque le deben favores y porque seguirán pagando a Juan Orlando Hernández para que los proteja y los represente. Tiene tanto poder concentrado en sí mismo, y a la vez delegado por la élite criminal hondureña y centroamericana, que Juan Orlando Hernández puede romper con las estructuras legales que él mismo ha levantado, y contra todos los pronósticos, convertirse en nuevo presidente de la República tras presentarse como candidato a una segunda reelección en noviembre de este año 2021, sustituyendo de un plumazo al candidato oficial por el Partido Nacional. 

Esto que parece sub realista, y que los sectores opositores ni siquiera se lo pueden o quieren imaginar, tiene sustento en ese poder concentrado, porque Juan Orlando Hernández es el presidente de la élite criminal, con un poder que va por encima de protocolos e instituciones establecidas. Tras las elecciones primarias celebradas en marzo de este año 2021, Juan Orlando Hernández quedó posicionado como el referente indiscutible del pacto político de impunidad y el definidor de todo el entramado electoral que culminará con las elecciones de noviembre.

¿Y Estados Unidos? 

La nueva administración Biden se ha presentado en lo que ellos llaman el Triángulo norte de Centroamérica, como el paladín de lucha contra la corrupción, la impunidad y el narcotráfico. En lo público los personeros del gobierno de Biden evaden aparecer junto a Juan Orlando Hernández, pero tras bambalinas negocian con él y con su partido, cueva indiscutible de criminales. Una cosa es el discurso público de combatir a corruptos y otra es la posición pragmática de un gobierno para el cual Centroamérica, y Honduras en particular, se ha convertido en un problema, y lo tratan no para que aumente el problema sino para saber manejar el problema, desde los estrictos intereses estadunidenses. Y así tratan a Juan Orlando Hernández. 

Pero también pragmáticamente, lo tratan como narcotraficante, y lo necesitan en tanto criminal que colabora. Con sus cálculos y sus medidas, ambos se necesitan. En el caso de la DEA y el Departamento de Estado, necesitan a Juan Orlando Hernández como un informante de alta calificación, ya no solo para que colabore con nombres y datos hondureños, sino con sus aportes sobre personas, organizaciones y poderes centroamericanos y latinoamericanos contaminados con los negocios criminales. En el caso de Juan Orlando Hernández necesita colaborar con la DEA, el Departamento de Estado y la justicia de los Estados Unidos para librarse de la cárcel. 

Juan Orlando Hernández estaría en la disposición, y ciertamente ya lo estaría haciendo, de brindar a los gringos toda la información de la que dispone, y sus cercanos leales lo saben porque lo conocen, y Juan Orlando Hernández ahora ya no se estaría cuidando solo de sus enemigos jurados, sino de los oficiales del ejército y de la Policía, así como de altos funcionarios y ex funcionarios que ven su futuro y sus vidas en peligro al quedar en manos, y sobre todo en la boca de su referente en la criminalidad.

Evitar la cárcel, oficio esencial de JOH

Juan Orlando Hernández tiene como oficio esencial evitar ser capturado y extraditado a la justicia de los Estados Unidos. No tiene ningún otro oficio por encima de este, y todos los demás están debidamente subordinados a esta tarea de evitar caer en manos de la justicia gringa. Y hará lo que tenga que hacer, como es la frase que lo ha acompañado a lo largo de al menos los últimos ocho años, para evitarlo. Y no tiene más caminos, porque él sabe que los gringos le pisan los talones. Sus más cercanos colaboradores y leales lo saben, por eso ven sus vidas en alto riesgo. Saben que JOH es responsable de la condena de su hermano Tony a cadena perpetua, porque logró convencer –y chantajear—a su hermano para que no colaborara con los fiscales y los jueces con sede en el Distrito Sur de Manhattan, Nueva York. 

Logró que Tony no abriera la boca

El asunto quedó claro: si Tony Hernández decidía colaborar, a los fiscales no les interesaba lo que el acusado declarara, cuanto lo que a los fiscales les interesaba que dijera, y los fiscales estaban especialmente interesados porque Tony Hernández declarara sobre su hermano presidente de la República. Juan Orlando Hernández lo sabía. Si Tony Hernández declaraba sobre los compromisos de su hermano con el narcotráfico, su pena se reducía drásticamente, porque a fin de cuentas a la justicia de los Estados Unidos le interesa no tanto encarcelar delincuentes cuanto lograr con su información desarticular redes criminales. Juan Orlando Hernández lo sabía. Y logró convencer a su hermano para que mantuviera la boca cerrada. Si abría la boca tenía reducción de penas, pero ponía en bandeja a su hermano; si cerraba la boca, le esperaba la condena máxima, pero su hermano quedaba protegido. Juan Orlando Hernández logró callar la boca de su hermano. Tony Hernández guarda prisión de por vida, y Juan Orlando Hernández sigue protegiendo sus espaldas a costa de entregar a quien tenga que entregar. 

Todos sus sentimientos volcados sobre sí mismo

Una vez que se calló y nunca dijo nada sobre el destino que corrió su hermana Hilda, y de haber contribuido a hundir a su hermano menor en prisión perpetua, Juan Orlando Hernández ha quedado en esta vida solo para salvar su vida, salvar su poder y estatus, y no le importará en absoluto aniquilar, hundir, desaparecer, desprestigiar a quienes se le crucen por el camino, y de negociar, sobornar, comprar a quienes sea necesario si así consigue su objetivo. De acuerdo al parecer de varios especialistas, Juan Orlando Hernández es la típica persona obsesa de poder y ambición insaciables, sin sentimiento que lo atrase en este afán. Analistas dicen que Juan Orlando Hernández es hombre sin sentimientos, y esto no es así. Está repleto de sentimientos, solo que todos ellos son para sí mismo, se quedan en su persona. 

Todo lo siente para sí, hacia adentro, y nada hacia afuera, hacia los demás. Por eso tiene sustento que sea sin sentimientos para los demás, porque él es ardiente para sí, pero frío hacia afuera, hacia los demás, quienes son vistos por él desde su frialdad y sus cálculos, y actúa en correspondencia con sus sentimientos. Una persona como él, con todos los sentimientos volcados sobre sí mismo, acaba siendo una persona sin remordimientos, sin sentimiento de culpa y sin sufrir por dolor ajeno. Es insensible ante lo que ve y oye, porque solo piensa en él. No hay familia que valga, menos amistades, porque todo gira en torno a cómo le puede ir a él y desde esta perspectiva trata a los demás.

¿Cuál será el futuro de Juan Orlando Hernández? 

Queda abierta la pregunta, pero no hay nada que diga algo distinto que una debacle, y como bien se dice desde antiguo, el que siembra vientos cosecha tempestades. Su futuro es impredecible, aunque se puede prever un mal final, cualquiera que sea. Y en todo caso, deja un país destrozado y una institucionalidad damnificada. Deja un reguero de malestares, muchos de ellos teñidos de sangre y de venganzas acumuladas. Deja un Narco Estado que tardará mucho tiempo en rehacerse como un Estado de derecho, con una institucionalidad en donde funcione la justicia, el respeto a los derechos humanos y con oportunidades abiertas a más gente que no sean solo las que se beneficiaron de la narco dictadura. Deja un largo, larguísimo camino por recorrer para recuperar ambientes de humanidad, dignidad e institucionalidad confiable.


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