martes, 22 de mayo de 2018

Confianza funámbula


Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

Por Fernando Buen Abad Domínguez

Pedir y dar confianza se ha convertido en un mercadeo de dogmatismos a destajo con tendencia a suscribir complicidades cada vez más distantes de la realidad y de las pruebas. Con palabrería a discreción, los orfebres del engaño piden, sin empacho, “confianza” del pueblo, del cliente o del paciente… para obligarlo a cumplir los rituales de la incondicionalidad disfrazada de “confianza” ciega, sorda y no pocas veces muda. 
Se dice, y se cree, que la confianza se entrega como se entrega un “pedido a domicilio” y que basta con tener domino sobre uno o varios de los estereotipos de fachada para que alguien desdoble su “confianza” sin regateos y sin pedir cosa a cambio. Casi como quien da y pide una “bendición”, como quien finca sus relaciones sociales en nexos cándidos o como quien hace de la “metafísica” una práctica y una “fe” absoluta. Reinos del idealismo.

Y es que la ideología de la clase dominante necesita, “como al oxigeno”, la “confianza” de sus creyentes. La más amplia dosis de a-criticismo que haga posible la permisividad necesaria, según sea el desafío a la realidad. Piden confianza los “representantes” de Dios en la tierra. Piden confianza los empresarios y los banqueros; piden confianza los políticos y los vendedores…y el pedido va siempre barnizado con silogismos o sofismas de todo tipo. Desde el “más allá” hasta el “aquí y ahora”.

Se ha convertido en un examen “liquido”, una especie de nadería abundante a cambio de “confianza”, total, siempre queda el reino de las “disculpas”. La desconfianza suele ser mal vista por los poderosos (que por otra parte suelen animar el “escepticismo necio” -y a ultranza- para desembarazarse de todo compromiso). Si desconfías del patrón, te priva de sus indulgencias; si desconfías de los créditos bancarios, te llaman paranoico; si desconfías de los anuncios televisivos… puedes ser estigmatizado como “resentido”. Dime de qué desconfías y te diré quién eres.

Hemos llegado al extremo de ver cómo la “confianza” se convierte en mercancía que se vende y se compra en presencia o a distancia. Así parece obligatorio confiar el los “médicos” y en su “sabiduría” (no obstante el fracaso estruendoso de la medicina burguesa en todo el planeta). Hay que confiar en sus medicamentos (no obstante el desfachatado comercio con fármacos insuficientemente probados y exageradamente envueltos en negocios publicitarios). Hay que “confiar” en los abogados, en los curas, en los contadores, en los vendedores… en el capitalismo porque, de lo contrario, la mínima desconfianza (o las preguntas “puntillosas”) convierten al que duda en paria de la lógica y del sistema económico dominante.

Incluso el requisito metodológico, en todas las áreas del saber, que implica presentación de pruebas científicas consolidadas en el marco de los mejores avances del conocimiento, ha sido sometido mafiosamente a la infiltración de “nichos de confianza” que sirven para relajar el rigor y vender como “insuperables” objetos o conceptos, de sustento muy dudoso. La confianza convertida emboscada rentable.

Hay que ser muy exigente con la cantidad y la calidad de la confianza que uno deposita, diariamente, frente al maremágnum de confiabilidad que a destajo se nos exige. Estamos presionados a cada instante. En un sistema regido por la lógica de la reducción de gastos para el máximo beneficio en la acumulación del capital…quieren que confiemos en los transportes que tomamos cada día para ir y volver del trabajo. Quieren que confiemos en lo que nos comemos su producción, tratamiento y comercialización. Quieren que confiemos en los educadores, en sus capacidades y en sus intereses implícitos y explícitos. Quieren que confiemos en los diarios y en sus periodistas. Quieren que confiemos en lo que dicen y en lo que no dicen. O dicho de otro modo, quieren que confiemos en sus mercancías y en sus manera de vendérnosla (en efectivo o a “crédito”) con “los más bajos intereses”. A cualquier costo.

Bajo la dictadura del consumismo y de la mercancía, el margen de la credibilidad debería ir reduciéndose exponencialmente. Cuanto más nos explotan, nos endeudan, nos secuestran el salario o nos anestesian mediáticamente, la “confianza” en un sistema económico mundial, fracasado a todas luces, debería haberse extinguido hace ya mucho tiempo. Y sin embargo… se mantienen vivos muchos reductos de la subjetividad y de la objetividad donde la necesidad humana -e histórica- de confiar es manipulada en beneficio de “negocios”, de por sí, nada confiables.

Así, hoy, lo únicamente confiable es la lucha de los pueblos por su emancipación, por su soberanía y por su felicidad digna. Lo único confiable son las palabras y los hechos del pueblo trabajador en lucha abierta contra todo saqueo, opresión y humillación. Lo único confiable es la verdad de la lucha social abierta y decidida contra un sistema económico y de “valores” que ha puesto al capital por encima de los seres humanos. Lo único confiable es la praxis de la rebeldía, y su ascenso incansable, hacia un mundo sin clases sociales, sin amos y con justicia social confiable gracias a que todos privilegien la buena vida de la comunidad contra la vida parasitaria de unos cuantos.

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