sábado, 4 de noviembre de 2017
Negligencia gubernamental y las inundaciones destruyeron lo poco que tenían miles de familias en la zona norte de Honduras
Desolación, calles y viviendas cubiertas de lodo, hediondez provocada por animales que murieron ahogados, pérdidas de aparatos domésticos, además de las lamentaciones por el descuido municipal y gubernamental, son parte del escenario que han dejado las recientes inundaciones que afectaron a miles de familias en la zona norte de Honduras.
Las inundaciones pasaron de moderadas a fuertes en pocas horas. A muchas personas las tomó desprevenidas y no sacaron nada de sus viviendas. Miles de familias lo han perdido todo. “Cuando nos dimos cuenta el agua la teníamos a la rodilla y todo estaba quedando sumergido”, repetía una señora de la colonia Jerusalén de la Lima, Cortés, mientras recuperaba unas sillas en medio de una mezcla de agua con mal olor, lodo y basura.
Obras que no se hicieron o que no se reforzaron, Estado ausente y la evidencia del cambio climático en inundaciones que cada vez son más persistentes han dejado al descubierto nuevamente la falta de previsión ante un fenómeno que históricamente afecta a la zonas más empobrecida del país.
Los pobres, los que más sufren
“Como siempre sucede las familias pobres son las que sufren, ya que la pobreza las lleva a vivir en las zonas donde se dan las inundaciones y los deslaves. Estamos a 19 años del paso del huracán Mitch pero la vulnerabilidad sigue peor que antes. Al país llega dinero de sobra para la reconstrucción sin embargo no se ve en que se ha invertido”, indicó el sociólogo Elvin Hernández.
“Yo perdí mis gallinitas y todas las cositas que por varios años habíamos logrado comprar con mucho sacrificio”, indicó entre lágrimas una sexagenaria quien vive en una pequeña casa hecha de pedazos de madera en la colonia Anexo Casanave, San Manuel, Cortés.
También están preocupadas las familias campesinas porque las últimas lluvias no solo inundaron sus viviendas, sino, además provocaron las pérdidas de sus cultivos. “Nuestros cultivos de maíz, yuca y bananos se perdieron por completo, y ahora no sabemos que vamos hacer porque nosotros vivimos exclusivamente de lo que producimos”, manifestó Miguel Hernández, quien habita en la aldea La Tarrera, El Progreso, Yoro.
“En nuestras colonias Vida Mejor Uno y Dos, (La Lima, Cortés), las calles y las viviendas están cubiertas de lodo, el tufo a podrido ya no se aguanta y las pertenencias de la mayor parte de las familias se destruyeron, y no vemos una presencia real de las autoridades municipales y del gobierno central”, indicó don Gustavo quien al igual que muchas familias sigue en albergues improvisados ubicados en la mediana del bulevar que de Progreso, conduce a San Pedro Sula.
Sentado en un pequeño petate, que junto a un ventilador y la ropita de su esposa, y de sus dos nietos logró rescatar, manifestó que no han aguantado hambre porque hay muchas personas que se han solidarizado sin embargo la municipalidad y el gobierno brillan por su ausencia.
“Copeco trajo algunos colchones y unas pocas provisiones pero no ajustaron para todos los que estamos afectados, aquí solo agarró el que anda más listo porque aquí –quien tiene más galillo traga más pinol–. Usted puede ver mi situación pues solo me acompaña este petate, un pedazo de plástico con el que nos protegemos del sol y la ropita que está en esas dos mochilas”, manifestó en tono preocupado.
Del lodo sacan las esperanzas
En las colonias Guadalupe, Reyes Caballero, Pineda, Liberación Campesina y Santa Marta en San Manuel, Cortés; Barrio Fátima, Centroamericana, San Martín, Policarpo, San Miguel, entre otras comunidades ubicadas en las zona bajas de El Progreso, Yoro, la vida se torna difícil pues las familias han intentado reparar los daños dejados por las inundaciones tras la penetración del agua a sus viviendas.
Victoria, vecina del Barrio San Miguel, con pala en mano sacó el lodo lo que quedó dentro de su vivienda después de permanecer tres días inundada. Por estas mismas fechas en años anteriores, se ha vivido en esa zona algo similar, “pero no tan intenso”, dice, cansada de tanto ajetreo.
Mientras toma un descanso, Victoria nos comenta en otras ocasiones el agua apenas llegaba a la segunda avenida del barrio pero que este año entró hasta la cuarta avenida. Comenta que el viernes en la madrugada nadie de su familia durmió porque poco a poco iba subiendo el nivel del agua.
“De esto nos vamos a levantar, pero también esperamos que las ayudas lleguen a las familias que lo necesitamos y no se queden en pocas manos como ha sucedido en años anteriores donde las ayudas no llegaron donde tienen que llegar”, indicó.
El cambio climático y la recurrencia de lluvias extremas, son inevitables. Pero eso no implica que no puedan tomarse medidas para adaptar la infraestructura y mitigar sus efectos. De lo contrario, sólo queda culpar al clima y a la inclemencia divina por lo que el agua se lleva.
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