martes, 21 de enero de 2014

Política y politiquería


Diario Tiempo

Por la forma en que está planteado el forcejeo para la elección del presidente del congreso nacional, que, en sí mismo, resume la directiva del Legislativo, la cuestión no pasa de ser mera politiquería, aun cuando se trata de algo muy serio para el funcionamiento de la democracia y la dignificación de la institucionalidad partidista.

Decimos politiquería, que es, en sentido lato, tratar los asuntos políticos con superficialidad o ligereza, a tal grado, en esta ocasión, que, por momentos, las argumentaciones en torno a la conveniencia o no -para la Nación y el País- de entregarle el control Legislativo al Ejecutivo lucen surrealistas.

Si esta decisión fuera asumida con criterio político, vale decir con seriedad y responsabilidad, la discusión estaría centrada en el interés nacional, bajo un análisis de integración social y de concertación patriótica. En las circunstancias actuales, parece ser que no priman esos valores en la mente de los dirigentes de los partidos históricos, inmersos en los intereses particulares o los de cofradía.

Esa es, en realidad, una consecuencia del deterioro y la descalificación de las instituciones políticas en Honduras, pero que también se observa en otros países de América Latina, debido a la planificada y tenaz desarticulación de las estructuras civiles, especialmente las de vocación social, que conlleva el modelo neoliberal.

Desde esa perspectiva, la lucha por las posiciones políticas desconoce los factores inherentes al verdadero fin de la política, que es el bien común y la solidaridad humana, y, en cambio, persigue el interés individual, o sea algo contrario al verdadero liderazgo.

Ese interés individual, personal, no mira más lejos del propio beneficio, y, por lo tanto, está sujeto a la búsqueda de prebendas económicas, al empeño en la figuración social, y, por supuesto, a la satisfacción de tener privilegios del poder, aunque sean nimios, temporales e ilusorios. Allí está, entonces, la fuente de la politiquería.

La voluntad popular expresada en las elecciones generales de noviembre/13 es muy clara, y la objetividad política no permite darle, como se dice, muchas vueltas para responder con entereza a ese mandato. Sin embargo, la subjetividad politiquera tuerce esa directriz, sin duda con argumentaciones cínicas algunas, tontas otras, falaces y absurdas en conjunto.

En último análisis, la víctima principal de este desparpajo politiquero es el Partido Liberal (PL), cuya dirigencia -incluyendo los diputados electos- no demuestra una conciencia lúcida de su papel histórico, que es el de responder a la  vocación libertaria y a la doctrina liberal de afianzar el principio de la separación de poderes en el Estado, así como de rechazar y combatir el autoritarismo y el totalitarismo.

En esas condiciones, el PL, que, casi por carambola, sería la clave en las decisiones del congreso nacional entrante, incluso con oportunidad de rehacerse institucionalmente y de gobernar desde la oposición, da la impresión de que se inclina -por politiquería- a la fatalidad de su autodestrucción,cuando solamente le bastaría, para su reivindicación, actuar con ecuanimidad e integridad política.

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