miércoles, 22 de enero de 2014

Internet, ¿un derecho universal?



Por David Benavides Cuevas *

Esta pregunta no es original, ya la formuló la cadena británica BBC a 27,000 personas en 26 países distintos. La respuesta fue que de cada encuestados creía que el acceso a Internet debía ser tratado como un derecho universal. Una respuesta similar la pudimos constatar cuándo expusimos esta pregunta a los alumnos en las clases en la calle. Partiendo de este sentimiento, aparentemente generalizado, cabría preguntarse ¿en qué situación nos encontramos en cuanto a este pretendido derecho?

La Unión Internacional de Telecomunicaciones 3 , en un informe del 2012, estimó que aproximadamente un tercio de la población mundial (es decir, 2.300 millones de personas) utilizaban Internet a finales de 2011 lo que supone un ligero aumento con respecto a años anteriores. Esta cifra está lejos del pretendido derecho y vienen a reafirmar el conocido como Principio de Pareto por el cual un grupo social se divide entre los “pocos de mucho” y los “muchos de poco”.

Y ¿por qué sucede esto? Si el binomio hardware-software (necesario para que internet funcione) es un concepto apolítico, ¿por qué se despliega de esta manera tan desigual? ¿Qué podemos hacer para romper esta barrera para que el acceso a Internet pueda realmente ser un derecho universal? Si quisiéramos aumentar el hardware para tener más acceso nos encontraríamos con dos problemas fundamentales. Por un lado la basura electrónica (e-waste). Se calcula que la cantidad de basura electrónica que se genera en un año está entre 20 y 50 millones de toneladas. Si toda la basura electrónica generada en un año se pusiera en contenedores de trenes, la longitud del tren le daría la vuelta al mundo.

Una medida para evitar la generación innecesaria de basura electrónica podría ser no desechar rápidamente nuestros dispositivos electrónicos. Pero eso nos llevaría al siguiente problema que es el sistema económico en el que vivimos que chocaría con esa dinámica no consumista pues lo que impera y estimula es el consumo bajo cualquier excusa que para protegerse ante esto usa lo que se conoce como “obsolescencia programada, que hace que la duración de un dispositivo hardware esté programada para tener una corta duración.

El software no tiene los problemas que tiene el hardware. Los programas informáticos (software) son como recetas de cocina que el cocinero (ordenador) entiende y procesa y el software se puede multiplicar con un muy bajo coste. La barrera para poder multiplicarlo es el uso de licencias de software privativo frente a las licencias de software libre. El software libre es aquel cuya licencia permite usar, compartir, adaptar y copiar el software libremente. Este tipo de software tiene un concepto intrínseco que rompe con una de las barreras del sistema que es el de la propiedad privada. En el software libre este concepto no existe, lo que la comunidad produce, revierte en la comunidad. Lo que un equipo desarrolla, lo comparte y queda libre para poder ser mejorado, adaptado, usado o copiado con total libertad.

El último elemento a analizar es la información. Si queremos que Internet llegue a todas partes tendremos que tener hardware y software suficientes y además tendremos que tener información. En la actualidad esto puede parecer el punto menos controvertido pues, una vez obtenidos los otros dos recursos, parece que la información disponible es suficiente. Se han hecho estimaciones sobre el tamaño de Internet en términos de información y se calcula que asciende a más de 5 millones de terabytes o lo que es lo mismo, aproximadamente 1250 millones de DVDs. Esta información tampoco es libre y es un elemento clave en el desarrollo del capitalismo cognitivo. Hay gigantes informáticos que controlan toda esta información como facebook o google que escapan al control democrático y que son usados por los estados para espiar y seguir a los ciudadanos. Google o Facebook se han convertido en el Gran Hermano de Orwell ya que es el organismo que mayor cantidad de información ha almacenado en la historia de la humanidad.

El deseo de la gente para que el acceso a Internet sea un derecho universal tiene algunas barreras en los tres elementos fundamentales de la informática: hardware, software e información. Cada una de ellas tiene sus problemas propios aunque hay algunas semejanzas. Pero hay cosas que podemos hacer. Podemos reírnos de los cantos de sirena de los cambios tecnológicos y frenar el sentimiento ansiógeno de consumo de dispositivos informáticos. Podemos instalar software libre en nuestros ordenadores y podemos criticar y vigilar los monopolios de información promulgando el conocimiento libre. Podemos exigir a los gobiernos que decreten, como ya lo han hecho en Finlandia y Estonia, que el acceso a Internet sea un derecho universal.También podemos exigir, como han hecho comunidades como Extremadura o Andalucía, que el software libre sea preponderante en la Administración Pública.

Podemos dejar de caer en la tentación de que todos los detalles de nuestra vida deben ser informados electrónicamente. Podemos impulsar que la realidad cambie cambiando nuestra realidad pero también actuando en comunidad para cambiar lo que es común. Sería imprescindible un modelo descentralizado en el que los nodos de la red sean homogéneos, que dichos nodos tanto de infraestructura como de información estén controlados democráticamente por los ciudadanos. Un modelo que actualmente choca con la centralidad y el monopolio de grandes corporaciones de las tecnologías. Software libre y conocimiento libre se pueden transformar en los prometeos tecnológicos que roben el fuego a los Dioses 2.0.


* David Benavides Cuevas es Profesor Titular en la Universidad de Sevilla en el área de Lenguajes y Sistemas Informáticos desde 2010. Defendió su tesis doctoral en 2007 con mención de doctorado europeo y premio extraordinario de doctorado. Cuenta con varias docenas de publicaciones científicas incluyendo revistas, libros y aportaciones a congresos. Participa regularmente en comités de programa y edición de congresos internacionales y revistas de prestigio en su área. Ha obtenido premios en varios artículos de investigación y forma parte del equipo de desarrollo del proyecto FaMa Tool Suite, un proyecto de software libre dónde vuelva todos sus resultados de investigación. Forma parte del grupo de investigación ISA (www.isa.us.es), de la Plataforma por una Universidad Pública, Democrática y de Calidad y es militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores de la Universidad de Sevilla.

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