miércoles, 1 de febrero de 2012

BRIC y CELAC

Diario Tiempo

El discurso del Ejecutivo en la ceremonia de apertura de la tercera legislatura puede entenderse como la concreción de lo que el presidente Lobo Sosa pretende realizar como la obra histórica de su gobierno.

La idea común de que el tercer año de la administración es crucial luce más lógica en el caso de un gobierno de transición, puesto que en un período de cuatro años poco o nada puede hacerse en los dos primeros ni en el último.

El gobierno de Lobo Sosa, aislado de la comunidad internacional por efecto del golpe de Estado 28-J y la irregularidad del proceso electoral que lo generó, no logró en sus primeros años sortear la crisis política con el expediente de la reconciliación nacional.

Pudo, eso sí, lentamente superar el aislamiento internacional, lo cual le consumió la mayor parte de su tiempo y energía. Pero, al mismo tiempo, se instaló en lo interno la crisis económica, la falta de inversión productiva y el desempleo.

En consecuencia creció la pobreza y la inseguridad, se extendió la corrupción y el crimen organizado, especialmente el narcotráfico que sentó sus reales en los organismos de seguridad del Estado, en el sistema judicial y en el estamento político.

En las postrimerías del segundo año de gobierno explotó la podredumbre en el andamiaje de la seguridad nacional (fuerzas armadas y policía) y se evidenció el colapso administrativo. La cooperación internacional ha apoyado algunas respuestas a la situación, pero es obvio que de manera insuficiente y en función de un modelo equivocado.

De alguna manera el presidente Lobo intenta establecer un equilibrio entre lo que le impone el modelo establecido -sobre todo en seguridad y en lo que toca al neo-liberalismo económico- y la corriente de integración latinoamericana, enfilada al desarrollo económico-social y a la diversificación de las relaciones políticas y comerciales, especialmente en el subcontinente.

De allí la declaración del Ejecutivo en torno a su apoyo al Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) “en un esfuerzo porque el sueño de Morazán y Bolívar se consolide”.

En esa misma línea, el presidente Lobo Sosa insiste en que “Honduras debe volver los ojos a Brasil, Rusia, India y China porque ahí está la dinámica mayor del desarrollo”. Se refiere, en suma, al grupo BRIC de potencias emergentes, que, definitivamente, constituye la impronta de un nuevo realineamiento mundial.

En este planteamiento de doble vía se inserta, en lo práctico, la iniciativa para reintegrar a Honduras en el Convenio Petrocaribe, casi como el recurso para el salvamento de la crisis económica, ahora perfilada de fatalidad inexorable por el probable impacto de la ya anunciada profundización de la recesión económica y financiera mundial.

Cuánto de ilusión y cuánto de objetividad hay en este planteamiento es muy difícil decirlo, máxime si reflexionamos sobre el estado de descomposición política y social de la nación hondureña, que reclama un liderazgo honesto y con capacidad para dar paso a la unidad nacional, o sea rescatar la oportunidad perdida en razón de la crisis política de 2009.

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