viernes, 17 de febrero de 2012
"Hay que juntarse al huracán de gente que está haciendo comunicación alternativa"
Andres Garrido
Por Andrés Garrido
En esta entrevista, el comunicador social y escritor venezolano José Roberto Duque habla de los medios de comunicación populares como alternativa a los medios de comunicación tradicionales. También expresa su punto de vista acerca del futuro de la revolución bolivariana en Venezuela.
José Roberto Duque es autor de varios libros muy conocidos en su país: “Salsa y control” (cuentos, Monte Avila Editores Latinoamericanos, 1996), “Guerra nuestra: crónicas del desamparo (1996-99)” (crónicas, Editorial Memorias de Altagracia, 1999), “No escuches su canción de trueno” (editorial Comala.com, 2000) y “Asesinatos que conmovieron a Venezuela” (El Nacional, 2002). También ha escrito dos bitácoras de referencia: El discurso del Oeste y Tracción de sangre.
A. Garrido: Tú trabajaste como periodista en medios de comunicación como el diario El Nacional y el vespertino El Mundo, por ejemplo. Desde hace años, sin embargo, ya no colaboras con este tipo de medios. Me gustaría que explicases, si es posible, qué te llevó a abandonar la prensa tradicional y a buscar nuevos cauces para ejercer la comunicación social.
J.R. Duque: Yo decidí ser periodista hace 20 años y el ámbito en que se desenvuelve el país desde hace unos diez años para acá, también me afecta en lo personal. Yo trabajé en varias corporaciones de la información al servicio de intereses económicos. Luego di un salto desde los medios privados hacia la comunicación alternativa, primero por razones de fuerza mayor, y es que ya en ningún medio privado de este país me soportan.
A.G.: Hablemos, entonces, de cómo ha cambiado el periodismo en Venezuela en esta última década.
J.R. D.: El país que teníamos era respetuoso de la figuras mediáticas, de las grandes figuras que la televisión y la prensa nos vendían como sagradas. Pero hubo un momento de ruptura, que se dio aquí en Venezuela, más o menos, a partir del año 1999 y el año 2000. Ese fue el momento en que la gente empezó a darse cuenta de que no todo lo que decía la televisión y no todo lo que decía la prensa era verdad. Antes, cualquier cosa que se dijera a través de esos medios era considerado sagrado, casi indiscutible. Lo que un periodista dijera, o por escrito o a través de la televisión o la radio, aquí se consideraba verdad automáticamente. ¿Por qué? Bueno, porque desde que se instaló en la sociedad el periodismo profesional, se estableció un pacto tácito, un pacto de esos que llaman sinalagmático, un pacto según el cual el periodista dice la verdad y la sociedad le cree. Ese era un pacto que se mantuvo así durante unas cuantas décadas en Venezuela y en todo el mundo. Ahora, de pronto, en Venezuela, la opinión pública, la gente, el común de las personas se empezó a dar cuenta de que los periodistas mentían, de que eran seres con una ética muy vulnerable, gente cuya palabra era muy frágil y muy difícil de defender. Hasta que vino este personaje que llaman Hugo Chávez Frías y empezó a decirlo claramente. Dijo que los periodistas, en este país, son sirvientes al servicio de intereses económicos y es mentira que, si tú insultas a un periodista o lo interpelas, tú estás atacando a la libertad de expresión. Lo que estás es atacando a un sector poderosísimo que se vendió como dueño de la verdad durante muchos años. Entonces, roto ese pacto, la gente empezó a tomar posición. Venezuela, en este ámbito de los medios, se divide entre la gente que decidió seguir creyéndole a las corporaciones de la información y la gente que ha decidido cuestionarlas, o patearlas olímpicamente de una vez.
En el ámbito personal, yo he explorado muchas variantes de este ir en contra de lo que te dice la gran prensa. ¿Qué significa eso? Bueno, que yo decidí, no sólo pasarme al bando de los que cuestionan y dudan de todo, sino que he tratado de juntarme a esa avalancha de gente que decidió comunicar por su cuenta, sin ser periodista profesional.
Tú sabes que en Venezuela existe una ley que le impide al ciudadano común ejercer la comunicación social porque está reservada para los profesionales graduados en la universidad. Yo creo que hay que juntarse al huracán de gente que está haciendo comunicación alternativa y que ha explorado una cantidad de formas de hacer comunicación mas no periodismo. Es decir, antes nosotros creíamos que las únicas formas de comunicarnos masivamente eran la radio, la televisión y la prensa. La gente hoy está haciendo muralismo, está haciendo canciones, está haciendo hip-hop, está explorando formas artesanales e insólitas de comunicarse. (De Internet más vale que ni te hable, porque nos paramos a hablar tres horas aquí.) Yo ahora ando en esa onda de la gente que está utilizando formas de expresión raras.
A.G.: Veo que diferencias claramente periodismo de comunicación. ¿Podrías matizar un poco más esa diferenciación?
J.R. D.: Llamemos periodismo al ejercicio profesional de la comunicación social, en vista de que la ley llama periodista a todo el que estudia en una universidad y obtienen un título, o una licencia para ejercer una cosa que llaman comunicación social. Todos los periodistas son comunicadores, pero no todos los comunicadores son periodistas, esa es la diferencia. Hay mucha gente lanzada a comunicar mediante miles de géneros que se apartan del periodismo convencional que conocimos hasta finales de la década de los ‘90 del siglo pasado. Eso es lo que yo llamo comunicación popular o comunicación alternativa.
A.G.: En Venezuela, se está debatiendo una ley para regular la comunicación alternativa y la comunicación en general. ¿Cómo te posicionas tú, qué visiones tienes al respecto?
J.R. D.: A mí me parece un error intentar construir un edificio sobre las bases de uno que no queremos, sin haber destruido ese edificio que no queremos. Esa es una de las fallas de este proceso que se llama proyecto bolivariano –estamos hablando de la revolución venezolana. Nosotros queremos construir un estado revolucionario socialista, pero no hemos terminado de destruir el estado burgués capitalista que tenemos. Yo creo que ese error se está repitiendo en el ámbito de la comunicación. Nosotros tenemos una ley caduca que data del año 1972, a la cual se le introdujeron modificaciones en el año ‘94. Nosotros pretendemos legislar sobre la comunicación popular sin haber derogado la legislación anterior, la que regula el periodismo burgués. Me parece un dato que coloca sobre una pista fundamental, y es que incluso en el chavismo, que es donde se supone que están las corrientes de avanzada, la gente progresista, la gente que quiere romper con las estructuras del pasado, todavía hay gente que no se atreve a apartarse de la legislación y del sistema burgués anterior. Hay muchos chavistas que defienden la ley de periodismo del año ‘72 y eso se explica porque Venezuela no está dividida en chavistas y antichavistas. Venezuela está dividida en explotadores y explotados, todavía, hermano.
A.G.: ¿Quieres decir que hay explotadores entre los que se han venido a llamar boliburgueses?
J.R. D.: Sí. El término boliburgués los define muy bien. A esos tipos, que son chavistas, tú los ves en marchas diciéndole a la gente que se comporte como el Che Guevara, pero ellos se comportan como Rockefeller. Y, en el ámbito de las comunicaciones, hay gente que está dispuesta a defender un gremio que ya no tiene sentido, no tiene pertinencia histórica. Cuando el gremio de periodistas se fundó, tenía un sentido que los periodistas se agremiaran para enfrentar la voracidad de los empresarios de la comunicación. Pero ahora esto no tiene sentido porque el gremio de los periodistas se ha aliado a sus empresarios, a sus explotadores naturales, para ponerse en contra del Gobierno y, a veces, a favor del Gobierno también. Hay mucha burguesía dentro del chavismo y eso hace que uno, coño, prefiera dividir al país con otras categorizaciones. Para mí, el país no está dividido en chavistas y antichavistas. No. Está dividido entre ricos, aspirantes a ricos y los pobres explotados de siempre.
A.G.: ¿Se podría considerar entonces que la legislación en materia de comunicación no es revolucionaria, sino reformista?
J.R. D.: Uno tiende a creer que si las leyes van lento y son conservadoras, entonces el país es conservador. No. Lo que sucede es que casi siempre el Estado y sus leyes van más lento que los pueblos. ¿Cuál es el error, o sea, la ingenuidad que se está cometiendo? Creer que poniendo en la calle una ley entonces la sociedad se va a trasformar. Eso no es así. Tú no puedes legislar sobre una cantidad de gente que está comunicando por sus cojones. Todas las mañanas uno se levanta en Caracas y recorre las calles y se encuentra con murales nuevos producidos por gente y con mensajes que se están transmitiendo de manera no convencional. Eso es inlegislable. No puedes ponerle control a esa expresión que lo que está es desbordada.
Yo creo que, en materia de legislación y de redacción de leyes, vamos muy lentos y, en algunas ocasiones, vamos para atrás. Pero en materia de construcción efectiva de una nueva comunicación, ahí sí estamos muy adelantados porque eso no lo están haciendo los abogados, lo está haciendo la gente.
Mira, la Ley Resorte, que es la ley de responsabilidad social en radio y televisión, es una de las leyes más conservadoras y más retrógradas que hay, porque el Estado, pretendiendo controlar los contenidos y los ímpetus del enemigo histórico, las corporaciones de la información, ha terminado restringiendo cosas que no puedes restringir. Por ejemplo, esa ley prohíbe expresamente que se digan malas palabras o groserías antes de las once de la noche, es decir, tú no puedes decir ‘coño’ por televisión a las diez de la noche, porque eso puede afectar la salud mental de los niños. ¡Coño, hermano, que Venezuela es uno de los países con una más alta tasa de embarazo, que hay unas carajitas desde los once años fornicando y se escucha un género maravilloso que se llama reggaetón, y no puedes decir ‘coño’ porque hay una ley que lo prohíbe! Eso me parece un desfase horrible y revela una mentalidad conservadora. El Estado, que legisla, va por una parte, va muy lento y a veces va para atrás; y en la calle lo que tenemos es un pueblo desbordado, gente maravillosa diciendo lo que le da la gana a toda hora.
A.G.: El hecho de que cada vez más gente se incline por medios de comunicación alejados de la prensa, ¿no estará indicando que los medios de comunicación tradicionales no son medios de avanzada en la Venezuela revolucionaria de hoy?
J.R. D.: Cuando te hablaba del pacto aquel que se rompió, me refería también a esta otra cosa. En Venezuela, todo el mundo sabe lo que va a encontrar en la prensa que está al servicio de las corporaciones, esa gente no necesita ser adoctrinada ni mediatizada; y lo mismo ocurre con la gente que lee El Correo del Orinoco y Diario Vea. Cada uno tiene su público cautivo. Lo que quedaron atrás, hermano, fueron los tiempos en los que la gente iba ingenuamente a un quiosco, se sorprendía con una noticia y, entonces, a medida que iban corriendo los asombros, se iba creando eso que llamamos una corriente de opinión. Que un periódico afecte o modifique a la opinión pública, eso pasaba antes, ahorita no pasa. Nadie se deja impresionar con un titular escandaloso o sensacionalista. La gente ya no se asombra por eso, la gente ya sabe lo que va a conseguir en los medios.
A.G.: No obstante, yo he escuchado desde sectores afectos al proceso, por así decir, que habría que establecer algún tipo de regulación para que determinados medios no abusen del sensacionalismo. En Mérida, por ejemplo, el diario Pico Bolívar suele desplegar en su última página el crimen de turno con fotografías sangrientas y, si pueden estar los sesos esparcidos por la acera, mucho mejor. Luego, en la antepenúltima página, si mal no recuerdo, siempre tiene una tipa luciendo palmito, casi desnuda.
J.R. D.: Y hay periódicos que tiene a la tipa en bolas y el cadáver al lado.
A.G..: Yo he encontrado mujeres progresistas que consideran una ofensa a la mujer esta explotación de su imagen y son partidarias de legislar restrictivamente.
J.R. D.: Esas opiniones yo las he oído mucho y las hemos debatido de manera sangrienta en estos años en Venezuela. A mí me parece que lo que revelan es el miedo de alguna gente a no tener capacidad de respuesta para contrarrestar esas vainas. Ah, tú quitas de la última página a la mujer y al cadáver y ¿a quién vas a poner, a Marx? ¿Vas a poner un discurso de María León, la flamante Ministra de la Mujer, y con eso a la gente se le va a modificar la conciencia? Ese es un error de perspectiva gravísimo que se traslada a otros ámbitos. Hay gente que cree que si tu prohíbes el reggaetón y empiezas a ponerle 24 horas a Alí Primera, entonces la gente se va a volver comunista. Sí, la gente cree que si tú difundes la Biblia 24 horas al día, la gente se vuelve católica. A mí eso me parece, lo primero, de un conservador que espanta, pero también de un candor que da risa. Esas batallas no se ganan así. Una vez discutíamos y a mí no se me ocurrió manera mejor de ilustrar mi punto de vista que decir, coño, el enemigo tiene unos cañones, unas ametralladoras, unas armas ¿no? Tú no tienes que prohibirle que use esas armas, lo que tienes es que disparar mejor con las tuyas, hermano. Ese es el método, tratar de disparar con mensajes más efectivos. O tú haces una revolución violenta y le arrebatas sus cañones, o dejas que hablen.
A.G.: La falta de efectividad mediática de los mensajes gubernamentales es un tema que me señaló hace un tiempo, en una entrevista, Lee Salter, senior lecturer en la Universidad de West England e investigador acerca de la cobertura que la BBC hace de noticias relacionadas con Venezuela. Salter dijo que él observaba que la transmisión de mensajes, desde una perspectiva bolivariana, era menos efectiva que desde la perspectiva contraria y eso influía negativamente a la hora de presentar el proceso político que se está viviendo aquí como un proceso vinculado a intereses que son comunes a la humanidad, como son la vivienda digna, como es la alimentación para todos, como son la educación y la sanidad universales. No ser capaces de transmitir eso implica que no se cosecha el apoyo y la solidaridad que se cosecharían, por ejemplo, a nivel internacional.
J.R. D.: Sí. El conservadurismo de muchos compas que tienen cargos de responsabilidad en la difusión de mensajes nos ha hecho mucho daño y le hace mucho daño al Gobierno. Ahora, hay una desventaja que juega en contra del gobierno bolivariano, y es que si tú sacas a la calle una publicación donde todas las noticias son buenas, eso es sospechoso.
Pero la actitud conservadora es esta: los medios privados, las corporaciones de la información decidieron un día decir que todo lo que está haciendo el Gobierno bolivariano es malo, es perverso, es horrible, que este país se está destruyendo. Entonces nuestros genios de la comunicación han impuesto la visión de que la forma de contrarrestar eso es decir que todo está bien en el país. Y cuando tú juegas así, hermano, tú estás en el mismo juego del enemigo y tú vas a perder siempre, porque vender buenas noticias es más difícil que vender malas noticas.
Hace poco, hace como dos semanas, por ejemplo, la noticia del día fue que la leche que se vende en Mercal, que son los abastos que venden más barato en Venezuela, en teoría, pasó de costar BsF 7.90 el kilo de leche en polvo a costar BsF 16 (1 Dólar = 4,29 BsF). Es decir, un martes estaba a BsF 7.90 y al día siguiente estaba en más del doble. Bueno, ¿tú eres un genio de la comunicación? Explícale a la gente que eso es una buena noticia. ¡Échale bolas! Hay noticias que son malas, que son chimbas malucas y no puedes ni ocultarlas ni disfrazarlas para que parezcan buenas. Hay una tercera opción que es explicarla, pero hay una explicación que el común de nuestra gente no se cala. Tú y yo sabemos que ese cuento de la leche obedece a una mecánica mundial cuyo titular es: “El capitalismo está en proceso de descomposición y de destrucción”. Nosotros sabemos que eso es así, pero ¿cómo le explicas eso tú a una señora pobre que tiene cinco muchachos? ¿Tú le vas a decir: “tranquila, cuando se termine de pudrir el capitalismo a nosotros nos va ir bien”? No. Hay explicaciones que tú no puedes dar porque vas a hacer el ridículo. Esa es la desventaja que opera en contra del gobierno de Chávez. Hay cosas que no son su responsabilidad y que no son buenas noticias.
A.G.: ¿Y qué crees que le depara el futuro a la revolución bolivariana?
J.R. D.: Coño… Mira, el gobierno de Chávez es finito. El gobierno de Chávez va a cesar en función algún día. Hugo Chávez se va a morir, ¿no?
A.G.: Bueno, desde que le diagnosticaron el cáncer, parece que ha cambiado la consigna de “patria, socialismo o muerte” a “patria, socialismo, viviremos”…
J.R. D.: Nuestro gran defecto como pueblo chavista –y vamos a hablar del conglomerado de gente que es chavista– es creer que la revolución, eso que llamamos revolución, consiste en que Chávez es presidente. A muy poca gente le gusta que uno le diga: ¿qué vamos a hacer después que no esté Chávez? Porque Chávez se va a morir. Es posible que gane estas elecciones y las que vienen y las del 2030, pero en el año 2150, ¿vamos a seguir contando con Chávez? No estamos preparados para el momento en que el tipo no esté en el poder y eso me parece, verga, primero de una peligrosidad del carajo. Es peligroso porque cuando tú tienes 40 años y todavía vives con tu papá y tu papá se muere, a ti te va a ir muy mal. Y segundo, me parece muy triste que, en la dirigencia chavista, ese tema sea tabú; que nadie esté discutiendo sobre el momento inevitable en el que la revolución venezolana va a tener que seguir aun sin Chávez. ¿Cuál es mi análisis al respecto? Bueno, que Chávez algún día o se va a morir o va a perder unas elecciones y la revolución en Venezuela va a tener que continuar, pero en las condiciones en las que se estaba haciendo antes, es decir, en la clandestinidad, bajo acoso del enemigo, bajo asedio implacable, bajo represión. Así va a tener que continuar la revolución venezolana. Y esta etapa que se llama Gobierno bolivariano, bueno, la recordaremos, rescataremos lo mejor y desecharemos lo peor para que la continúen nuestros nietos. Pero lo que íbamos a hacer nosotros con el nombre de revolución, ya lo hicimos y fue este esperpento deforme que tenemos. Listo, nuestra generación ya lo hizo. Punto. Veremos lo que hacen las que vienen.
A.G.: Eso es un poco descorazonador.
J.R. D.: ¿Por qué? No…
A.G.: En su primer discurso después de la quimioterapia, Chávez dijo que había que avanzar para conseguir que el proceso revolucionario fuera irreversible. Pero los procesos políticos, ¿no son siempre reversibles, aunque hayan durado 12 años o más?
J.R. D.: No, lo que pasa es que tiene repliegues y avances. Creo que también hay una visión muy corta acerca de los que es una revolución y tiene que ver con un sentimiento muy egoísta. Yo quisiera que todos los cambios que imagino para una revolución se dieran conmigo en vida, porque yo quiero disfrutar de eso, pero las sociedades no son así. Las sociedades hacen experimentos largos, largos para uno, porque uno vive de promedio 70-80 años y uno se muere, pero las revoluciones continúan. Así es como hay que ver el proceso venezolano. Nosotros tuvimos 12 años de un experimento maravilloso. Ahora, ese experimento se va a interrumpir, pero no se detiene para siempre, ese experimento va a continuar seguramente dos generaciones después. Entonces la gente mirará para atrás con ternura y dirá, coño, estos maricos la cagaron aquí, cometieron estos errores, pero, verga, hicieron estas vainas buenas, vamos a mejorarlas, vamos a desechar lo malo y a quedarnos con lo bueno. Y lo mismo le pasó a la Unión Soviética. La Unión Soviética hizo unos avances maravillosos a favor de la humanidad, pero también hizo unas vainas espantosas que no hay que volver a repetir. Bueno, para eso sirvió ese experimento; y la revolución china y la cubana, igual. Esos experimentos que te mencioné duraron entre 50 y 70 años; la nuestra tiene 12 años. Si uno lo ve en términos del individuo, sí, uno de deprime y se descorazona, pero después de que yo me muera este pueblo continúa vivo, chamo, ¿no? El tiempo del ser humano es corto y el de las sociedades es lento y larguísimo.
Hay un compa que lo ilustra de una manera muy implacable pero muy de pinga, para la gente que se decepciona de por donde ha ido la revolución venezolana. El pana se llama Ramón Mendoza y dice: “Coño, dale, yo tengo una revolución en la cabeza, todos tenemos una idea de lo que es una revolución en la cabeza. Ahora, las sociedades producen otra revolución que no es la que yo tengo en la cabeza, entonces ¿qué voy a hacer, voy a seguir soñando con la mía? No, yo me adapto.” El ejemplo que pone el pana es este: “Coño, yo me quiero coger a Shakira, vale, yo me quiero coger ese culo, es mi sueño, huevón, pero la vida me puso en el camino a Matilde, que es una muchacha gordita, coño, yo tengo que echarle bolas con Matilde, no puedo estar toda mi vida soñando con Shakira”.
Uno tiene que echarle bolas a lo que la historia le puso en el camino. Hay que soñar otra sociedad, sí, pero la que hay es esta y yo soy chavista por eso. Esta verga tiene errores por coñazo, errores ridículos, errores que dan mucha arrechera, pero esta es la revolución que nos tocó. Vamos hasta que dure esta mierda, hasta que nos barran por los errores de otros.
Esta conversación con José Roberto Duque tuvo lugar en los jardines del Museo de Bellas Artes de Caracas, el 19 de Noviembre de 2011, a las cuatro de la tarde.
Por Andrés Garrido
En esta entrevista, el comunicador social y escritor venezolano José Roberto Duque habla de los medios de comunicación populares como alternativa a los medios de comunicación tradicionales. También expresa su punto de vista acerca del futuro de la revolución bolivariana en Venezuela.
José Roberto Duque es autor de varios libros muy conocidos en su país: “Salsa y control” (cuentos, Monte Avila Editores Latinoamericanos, 1996), “Guerra nuestra: crónicas del desamparo (1996-99)” (crónicas, Editorial Memorias de Altagracia, 1999), “No escuches su canción de trueno” (editorial Comala.com, 2000) y “Asesinatos que conmovieron a Venezuela” (El Nacional, 2002). También ha escrito dos bitácoras de referencia: El discurso del Oeste y Tracción de sangre.
A. Garrido: Tú trabajaste como periodista en medios de comunicación como el diario El Nacional y el vespertino El Mundo, por ejemplo. Desde hace años, sin embargo, ya no colaboras con este tipo de medios. Me gustaría que explicases, si es posible, qué te llevó a abandonar la prensa tradicional y a buscar nuevos cauces para ejercer la comunicación social.
J.R. Duque: Yo decidí ser periodista hace 20 años y el ámbito en que se desenvuelve el país desde hace unos diez años para acá, también me afecta en lo personal. Yo trabajé en varias corporaciones de la información al servicio de intereses económicos. Luego di un salto desde los medios privados hacia la comunicación alternativa, primero por razones de fuerza mayor, y es que ya en ningún medio privado de este país me soportan.
A.G.: Hablemos, entonces, de cómo ha cambiado el periodismo en Venezuela en esta última década.
J.R. D.: El país que teníamos era respetuoso de la figuras mediáticas, de las grandes figuras que la televisión y la prensa nos vendían como sagradas. Pero hubo un momento de ruptura, que se dio aquí en Venezuela, más o menos, a partir del año 1999 y el año 2000. Ese fue el momento en que la gente empezó a darse cuenta de que no todo lo que decía la televisión y no todo lo que decía la prensa era verdad. Antes, cualquier cosa que se dijera a través de esos medios era considerado sagrado, casi indiscutible. Lo que un periodista dijera, o por escrito o a través de la televisión o la radio, aquí se consideraba verdad automáticamente. ¿Por qué? Bueno, porque desde que se instaló en la sociedad el periodismo profesional, se estableció un pacto tácito, un pacto de esos que llaman sinalagmático, un pacto según el cual el periodista dice la verdad y la sociedad le cree. Ese era un pacto que se mantuvo así durante unas cuantas décadas en Venezuela y en todo el mundo. Ahora, de pronto, en Venezuela, la opinión pública, la gente, el común de las personas se empezó a dar cuenta de que los periodistas mentían, de que eran seres con una ética muy vulnerable, gente cuya palabra era muy frágil y muy difícil de defender. Hasta que vino este personaje que llaman Hugo Chávez Frías y empezó a decirlo claramente. Dijo que los periodistas, en este país, son sirvientes al servicio de intereses económicos y es mentira que, si tú insultas a un periodista o lo interpelas, tú estás atacando a la libertad de expresión. Lo que estás es atacando a un sector poderosísimo que se vendió como dueño de la verdad durante muchos años. Entonces, roto ese pacto, la gente empezó a tomar posición. Venezuela, en este ámbito de los medios, se divide entre la gente que decidió seguir creyéndole a las corporaciones de la información y la gente que ha decidido cuestionarlas, o patearlas olímpicamente de una vez.
En el ámbito personal, yo he explorado muchas variantes de este ir en contra de lo que te dice la gran prensa. ¿Qué significa eso? Bueno, que yo decidí, no sólo pasarme al bando de los que cuestionan y dudan de todo, sino que he tratado de juntarme a esa avalancha de gente que decidió comunicar por su cuenta, sin ser periodista profesional.
Tú sabes que en Venezuela existe una ley que le impide al ciudadano común ejercer la comunicación social porque está reservada para los profesionales graduados en la universidad. Yo creo que hay que juntarse al huracán de gente que está haciendo comunicación alternativa y que ha explorado una cantidad de formas de hacer comunicación mas no periodismo. Es decir, antes nosotros creíamos que las únicas formas de comunicarnos masivamente eran la radio, la televisión y la prensa. La gente hoy está haciendo muralismo, está haciendo canciones, está haciendo hip-hop, está explorando formas artesanales e insólitas de comunicarse. (De Internet más vale que ni te hable, porque nos paramos a hablar tres horas aquí.) Yo ahora ando en esa onda de la gente que está utilizando formas de expresión raras.
A.G.: Veo que diferencias claramente periodismo de comunicación. ¿Podrías matizar un poco más esa diferenciación?
J.R. D.: Llamemos periodismo al ejercicio profesional de la comunicación social, en vista de que la ley llama periodista a todo el que estudia en una universidad y obtienen un título, o una licencia para ejercer una cosa que llaman comunicación social. Todos los periodistas son comunicadores, pero no todos los comunicadores son periodistas, esa es la diferencia. Hay mucha gente lanzada a comunicar mediante miles de géneros que se apartan del periodismo convencional que conocimos hasta finales de la década de los ‘90 del siglo pasado. Eso es lo que yo llamo comunicación popular o comunicación alternativa.
A.G.: En Venezuela, se está debatiendo una ley para regular la comunicación alternativa y la comunicación en general. ¿Cómo te posicionas tú, qué visiones tienes al respecto?
J.R. D.: A mí me parece un error intentar construir un edificio sobre las bases de uno que no queremos, sin haber destruido ese edificio que no queremos. Esa es una de las fallas de este proceso que se llama proyecto bolivariano –estamos hablando de la revolución venezolana. Nosotros queremos construir un estado revolucionario socialista, pero no hemos terminado de destruir el estado burgués capitalista que tenemos. Yo creo que ese error se está repitiendo en el ámbito de la comunicación. Nosotros tenemos una ley caduca que data del año 1972, a la cual se le introdujeron modificaciones en el año ‘94. Nosotros pretendemos legislar sobre la comunicación popular sin haber derogado la legislación anterior, la que regula el periodismo burgués. Me parece un dato que coloca sobre una pista fundamental, y es que incluso en el chavismo, que es donde se supone que están las corrientes de avanzada, la gente progresista, la gente que quiere romper con las estructuras del pasado, todavía hay gente que no se atreve a apartarse de la legislación y del sistema burgués anterior. Hay muchos chavistas que defienden la ley de periodismo del año ‘72 y eso se explica porque Venezuela no está dividida en chavistas y antichavistas. Venezuela está dividida en explotadores y explotados, todavía, hermano.
A.G.: ¿Quieres decir que hay explotadores entre los que se han venido a llamar boliburgueses?
J.R. D.: Sí. El término boliburgués los define muy bien. A esos tipos, que son chavistas, tú los ves en marchas diciéndole a la gente que se comporte como el Che Guevara, pero ellos se comportan como Rockefeller. Y, en el ámbito de las comunicaciones, hay gente que está dispuesta a defender un gremio que ya no tiene sentido, no tiene pertinencia histórica. Cuando el gremio de periodistas se fundó, tenía un sentido que los periodistas se agremiaran para enfrentar la voracidad de los empresarios de la comunicación. Pero ahora esto no tiene sentido porque el gremio de los periodistas se ha aliado a sus empresarios, a sus explotadores naturales, para ponerse en contra del Gobierno y, a veces, a favor del Gobierno también. Hay mucha burguesía dentro del chavismo y eso hace que uno, coño, prefiera dividir al país con otras categorizaciones. Para mí, el país no está dividido en chavistas y antichavistas. No. Está dividido entre ricos, aspirantes a ricos y los pobres explotados de siempre.
A.G.: ¿Se podría considerar entonces que la legislación en materia de comunicación no es revolucionaria, sino reformista?
J.R. D.: Uno tiende a creer que si las leyes van lento y son conservadoras, entonces el país es conservador. No. Lo que sucede es que casi siempre el Estado y sus leyes van más lento que los pueblos. ¿Cuál es el error, o sea, la ingenuidad que se está cometiendo? Creer que poniendo en la calle una ley entonces la sociedad se va a trasformar. Eso no es así. Tú no puedes legislar sobre una cantidad de gente que está comunicando por sus cojones. Todas las mañanas uno se levanta en Caracas y recorre las calles y se encuentra con murales nuevos producidos por gente y con mensajes que se están transmitiendo de manera no convencional. Eso es inlegislable. No puedes ponerle control a esa expresión que lo que está es desbordada.
Yo creo que, en materia de legislación y de redacción de leyes, vamos muy lentos y, en algunas ocasiones, vamos para atrás. Pero en materia de construcción efectiva de una nueva comunicación, ahí sí estamos muy adelantados porque eso no lo están haciendo los abogados, lo está haciendo la gente.
Mira, la Ley Resorte, que es la ley de responsabilidad social en radio y televisión, es una de las leyes más conservadoras y más retrógradas que hay, porque el Estado, pretendiendo controlar los contenidos y los ímpetus del enemigo histórico, las corporaciones de la información, ha terminado restringiendo cosas que no puedes restringir. Por ejemplo, esa ley prohíbe expresamente que se digan malas palabras o groserías antes de las once de la noche, es decir, tú no puedes decir ‘coño’ por televisión a las diez de la noche, porque eso puede afectar la salud mental de los niños. ¡Coño, hermano, que Venezuela es uno de los países con una más alta tasa de embarazo, que hay unas carajitas desde los once años fornicando y se escucha un género maravilloso que se llama reggaetón, y no puedes decir ‘coño’ porque hay una ley que lo prohíbe! Eso me parece un desfase horrible y revela una mentalidad conservadora. El Estado, que legisla, va por una parte, va muy lento y a veces va para atrás; y en la calle lo que tenemos es un pueblo desbordado, gente maravillosa diciendo lo que le da la gana a toda hora.
A.G.: El hecho de que cada vez más gente se incline por medios de comunicación alejados de la prensa, ¿no estará indicando que los medios de comunicación tradicionales no son medios de avanzada en la Venezuela revolucionaria de hoy?
J.R. D.: Cuando te hablaba del pacto aquel que se rompió, me refería también a esta otra cosa. En Venezuela, todo el mundo sabe lo que va a encontrar en la prensa que está al servicio de las corporaciones, esa gente no necesita ser adoctrinada ni mediatizada; y lo mismo ocurre con la gente que lee El Correo del Orinoco y Diario Vea. Cada uno tiene su público cautivo. Lo que quedaron atrás, hermano, fueron los tiempos en los que la gente iba ingenuamente a un quiosco, se sorprendía con una noticia y, entonces, a medida que iban corriendo los asombros, se iba creando eso que llamamos una corriente de opinión. Que un periódico afecte o modifique a la opinión pública, eso pasaba antes, ahorita no pasa. Nadie se deja impresionar con un titular escandaloso o sensacionalista. La gente ya no se asombra por eso, la gente ya sabe lo que va a conseguir en los medios.
A.G.: No obstante, yo he escuchado desde sectores afectos al proceso, por así decir, que habría que establecer algún tipo de regulación para que determinados medios no abusen del sensacionalismo. En Mérida, por ejemplo, el diario Pico Bolívar suele desplegar en su última página el crimen de turno con fotografías sangrientas y, si pueden estar los sesos esparcidos por la acera, mucho mejor. Luego, en la antepenúltima página, si mal no recuerdo, siempre tiene una tipa luciendo palmito, casi desnuda.
J.R. D.: Y hay periódicos que tiene a la tipa en bolas y el cadáver al lado.
A.G..: Yo he encontrado mujeres progresistas que consideran una ofensa a la mujer esta explotación de su imagen y son partidarias de legislar restrictivamente.
J.R. D.: Esas opiniones yo las he oído mucho y las hemos debatido de manera sangrienta en estos años en Venezuela. A mí me parece que lo que revelan es el miedo de alguna gente a no tener capacidad de respuesta para contrarrestar esas vainas. Ah, tú quitas de la última página a la mujer y al cadáver y ¿a quién vas a poner, a Marx? ¿Vas a poner un discurso de María León, la flamante Ministra de la Mujer, y con eso a la gente se le va a modificar la conciencia? Ese es un error de perspectiva gravísimo que se traslada a otros ámbitos. Hay gente que cree que si tu prohíbes el reggaetón y empiezas a ponerle 24 horas a Alí Primera, entonces la gente se va a volver comunista. Sí, la gente cree que si tú difundes la Biblia 24 horas al día, la gente se vuelve católica. A mí eso me parece, lo primero, de un conservador que espanta, pero también de un candor que da risa. Esas batallas no se ganan así. Una vez discutíamos y a mí no se me ocurrió manera mejor de ilustrar mi punto de vista que decir, coño, el enemigo tiene unos cañones, unas ametralladoras, unas armas ¿no? Tú no tienes que prohibirle que use esas armas, lo que tienes es que disparar mejor con las tuyas, hermano. Ese es el método, tratar de disparar con mensajes más efectivos. O tú haces una revolución violenta y le arrebatas sus cañones, o dejas que hablen.
A.G.: La falta de efectividad mediática de los mensajes gubernamentales es un tema que me señaló hace un tiempo, en una entrevista, Lee Salter, senior lecturer en la Universidad de West England e investigador acerca de la cobertura que la BBC hace de noticias relacionadas con Venezuela. Salter dijo que él observaba que la transmisión de mensajes, desde una perspectiva bolivariana, era menos efectiva que desde la perspectiva contraria y eso influía negativamente a la hora de presentar el proceso político que se está viviendo aquí como un proceso vinculado a intereses que son comunes a la humanidad, como son la vivienda digna, como es la alimentación para todos, como son la educación y la sanidad universales. No ser capaces de transmitir eso implica que no se cosecha el apoyo y la solidaridad que se cosecharían, por ejemplo, a nivel internacional.
J.R. D.: Sí. El conservadurismo de muchos compas que tienen cargos de responsabilidad en la difusión de mensajes nos ha hecho mucho daño y le hace mucho daño al Gobierno. Ahora, hay una desventaja que juega en contra del gobierno bolivariano, y es que si tú sacas a la calle una publicación donde todas las noticias son buenas, eso es sospechoso.
Pero la actitud conservadora es esta: los medios privados, las corporaciones de la información decidieron un día decir que todo lo que está haciendo el Gobierno bolivariano es malo, es perverso, es horrible, que este país se está destruyendo. Entonces nuestros genios de la comunicación han impuesto la visión de que la forma de contrarrestar eso es decir que todo está bien en el país. Y cuando tú juegas así, hermano, tú estás en el mismo juego del enemigo y tú vas a perder siempre, porque vender buenas noticias es más difícil que vender malas noticas.
Hace poco, hace como dos semanas, por ejemplo, la noticia del día fue que la leche que se vende en Mercal, que son los abastos que venden más barato en Venezuela, en teoría, pasó de costar BsF 7.90 el kilo de leche en polvo a costar BsF 16 (1 Dólar = 4,29 BsF). Es decir, un martes estaba a BsF 7.90 y al día siguiente estaba en más del doble. Bueno, ¿tú eres un genio de la comunicación? Explícale a la gente que eso es una buena noticia. ¡Échale bolas! Hay noticias que son malas, que son chimbas malucas y no puedes ni ocultarlas ni disfrazarlas para que parezcan buenas. Hay una tercera opción que es explicarla, pero hay una explicación que el común de nuestra gente no se cala. Tú y yo sabemos que ese cuento de la leche obedece a una mecánica mundial cuyo titular es: “El capitalismo está en proceso de descomposición y de destrucción”. Nosotros sabemos que eso es así, pero ¿cómo le explicas eso tú a una señora pobre que tiene cinco muchachos? ¿Tú le vas a decir: “tranquila, cuando se termine de pudrir el capitalismo a nosotros nos va ir bien”? No. Hay explicaciones que tú no puedes dar porque vas a hacer el ridículo. Esa es la desventaja que opera en contra del gobierno de Chávez. Hay cosas que no son su responsabilidad y que no son buenas noticias.
A.G.: ¿Y qué crees que le depara el futuro a la revolución bolivariana?
J.R. D.: Coño… Mira, el gobierno de Chávez es finito. El gobierno de Chávez va a cesar en función algún día. Hugo Chávez se va a morir, ¿no?
A.G.: Bueno, desde que le diagnosticaron el cáncer, parece que ha cambiado la consigna de “patria, socialismo o muerte” a “patria, socialismo, viviremos”…
J.R. D.: Nuestro gran defecto como pueblo chavista –y vamos a hablar del conglomerado de gente que es chavista– es creer que la revolución, eso que llamamos revolución, consiste en que Chávez es presidente. A muy poca gente le gusta que uno le diga: ¿qué vamos a hacer después que no esté Chávez? Porque Chávez se va a morir. Es posible que gane estas elecciones y las que vienen y las del 2030, pero en el año 2150, ¿vamos a seguir contando con Chávez? No estamos preparados para el momento en que el tipo no esté en el poder y eso me parece, verga, primero de una peligrosidad del carajo. Es peligroso porque cuando tú tienes 40 años y todavía vives con tu papá y tu papá se muere, a ti te va a ir muy mal. Y segundo, me parece muy triste que, en la dirigencia chavista, ese tema sea tabú; que nadie esté discutiendo sobre el momento inevitable en el que la revolución venezolana va a tener que seguir aun sin Chávez. ¿Cuál es mi análisis al respecto? Bueno, que Chávez algún día o se va a morir o va a perder unas elecciones y la revolución en Venezuela va a tener que continuar, pero en las condiciones en las que se estaba haciendo antes, es decir, en la clandestinidad, bajo acoso del enemigo, bajo asedio implacable, bajo represión. Así va a tener que continuar la revolución venezolana. Y esta etapa que se llama Gobierno bolivariano, bueno, la recordaremos, rescataremos lo mejor y desecharemos lo peor para que la continúen nuestros nietos. Pero lo que íbamos a hacer nosotros con el nombre de revolución, ya lo hicimos y fue este esperpento deforme que tenemos. Listo, nuestra generación ya lo hizo. Punto. Veremos lo que hacen las que vienen.
A.G.: Eso es un poco descorazonador.
J.R. D.: ¿Por qué? No…
A.G.: En su primer discurso después de la quimioterapia, Chávez dijo que había que avanzar para conseguir que el proceso revolucionario fuera irreversible. Pero los procesos políticos, ¿no son siempre reversibles, aunque hayan durado 12 años o más?
J.R. D.: No, lo que pasa es que tiene repliegues y avances. Creo que también hay una visión muy corta acerca de los que es una revolución y tiene que ver con un sentimiento muy egoísta. Yo quisiera que todos los cambios que imagino para una revolución se dieran conmigo en vida, porque yo quiero disfrutar de eso, pero las sociedades no son así. Las sociedades hacen experimentos largos, largos para uno, porque uno vive de promedio 70-80 años y uno se muere, pero las revoluciones continúan. Así es como hay que ver el proceso venezolano. Nosotros tuvimos 12 años de un experimento maravilloso. Ahora, ese experimento se va a interrumpir, pero no se detiene para siempre, ese experimento va a continuar seguramente dos generaciones después. Entonces la gente mirará para atrás con ternura y dirá, coño, estos maricos la cagaron aquí, cometieron estos errores, pero, verga, hicieron estas vainas buenas, vamos a mejorarlas, vamos a desechar lo malo y a quedarnos con lo bueno. Y lo mismo le pasó a la Unión Soviética. La Unión Soviética hizo unos avances maravillosos a favor de la humanidad, pero también hizo unas vainas espantosas que no hay que volver a repetir. Bueno, para eso sirvió ese experimento; y la revolución china y la cubana, igual. Esos experimentos que te mencioné duraron entre 50 y 70 años; la nuestra tiene 12 años. Si uno lo ve en términos del individuo, sí, uno de deprime y se descorazona, pero después de que yo me muera este pueblo continúa vivo, chamo, ¿no? El tiempo del ser humano es corto y el de las sociedades es lento y larguísimo.
Hay un compa que lo ilustra de una manera muy implacable pero muy de pinga, para la gente que se decepciona de por donde ha ido la revolución venezolana. El pana se llama Ramón Mendoza y dice: “Coño, dale, yo tengo una revolución en la cabeza, todos tenemos una idea de lo que es una revolución en la cabeza. Ahora, las sociedades producen otra revolución que no es la que yo tengo en la cabeza, entonces ¿qué voy a hacer, voy a seguir soñando con la mía? No, yo me adapto.” El ejemplo que pone el pana es este: “Coño, yo me quiero coger a Shakira, vale, yo me quiero coger ese culo, es mi sueño, huevón, pero la vida me puso en el camino a Matilde, que es una muchacha gordita, coño, yo tengo que echarle bolas con Matilde, no puedo estar toda mi vida soñando con Shakira”.
Uno tiene que echarle bolas a lo que la historia le puso en el camino. Hay que soñar otra sociedad, sí, pero la que hay es esta y yo soy chavista por eso. Esta verga tiene errores por coñazo, errores ridículos, errores que dan mucha arrechera, pero esta es la revolución que nos tocó. Vamos hasta que dure esta mierda, hasta que nos barran por los errores de otros.
Esta conversación con José Roberto Duque tuvo lugar en los jardines del Museo de Bellas Artes de Caracas, el 19 de Noviembre de 2011, a las cuatro de la tarde.
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